DISCURSO CINCUENTA Y CINCO.DE MUGERES


El Padre Maestro Fray Luis de León, en el libro que hizo de La Perfecta Casada, que anda junto con el de los Nombres de Cristo, en que mostró su | alto ingenio, dulce y sabroso estilo, dize estas palabras entre otras: «Algunas mugeres ay que como si sus casas fuessen de sus vezinas, assí se descuidan dellas, y toda su vida es el orato- rio /(341r)/ y el devocionario, y el calentar el suelo de la iglesia mañana y tarde; lo cual todo, aunque de suyo es bueno y santo, mas hase de procurar que entretanto no se pierda la moça, y cobre malos siniestros la hija, se hunda la hazienda y se buelva demonio el marido, porque si esto sucede, deve moderarse, y tomar dello y dexar dello, templando sus desseos, aunque sean buenos, con lo que a Dios más agrada». Dize más, que si las mugeres, imitando a Eva, su madre, dan en golosas, nunca tratan de otro en toda la vida, sino en el almuerço y en la merienda, en la huerta y en el cigarral. Si dan en galas, passa el negocio de passión y llega a tentación, porque oy un vestido, y mañana, otro, y cada día, el suyo. Y lo que oy hazen, mañana lo deshazen. Y ay más, que se tornan maestras e inventoras muchas de nuevas invenciones y trages, y tienen por honra sacar invenciones nunca vistas. Y aunque sea verdad que todos los maestros dessean tener discípulos que los imiten, es al contrario en las mugeres, que en viendo en otras sus nuevos trajes, los aborrecen, y estudian y se desvelan por hazer otros. Y crece el humor de suerte que no les agrada tanto lo galano y hermoso, como lo preciado y costoso. Y ha de venir la tela de Flandes, y el ámbar del cabo del Mundo, que bañe el guante y la cuera. Y aun el calçado ha de ser oloroso y vistoso, porque en él tiene de reluzir el oro tan bien como en el tocado. El manteo ha de ser más bordado que la basquiña. Todo nuevo, todo hecho ayer, para vestir oy y arrojarlo mañana. El gasto de los hombres suele ser en cosa de provecho, en possessiones y preseas, mas el de mugeres es todo en aire, porque ni vale, ni luze: en guantes y en volantes, | en pebetes y caçoletas, en azabaches, vidrios y musarañas. Y muchas vezes no gasta tanto un letrado en libros, como alguna dama en enrubiar sus cabellos. Y no sólo ay daño en vestirse y componerse con tanta costa, sino que, estando vestidas y compuestas, quieren ser vistas, y siendo vistas, si las hablan quieren responder. No digo esto de todas, que muchas ay que dan exemplo aun a los varones de barba, y son freno con su modestia y silencio a los que se les atreven con palabras descompuestas, sino de algunas que les parece ser caso de menos valer, y que serán condenadas por necias, si no responden por los términos que les hablan, y si malos, peores. Siendo verdad que, assí como se llama romero el que comiença a ir a Roma o a Santiago de Galicia, aunque nunca llegue allá, assí parecer devérsele nombre de ramera a la muger que en palabras da muestra de liviandad, aunque no llegue a los hechos. Lo dicho es del Padre Maestro Fray Luis de León; él passa adelante con su cuento, yo le acompañé este poco de camino y déxole aquí por entrar en mi Discurso, que es de Mugeres, donde se verán exemplos de virtudes de algunas, y de otras, de vicios.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Eva, la muger primera, vido el árbol vedado, parecióle bien la fruta, llegó el demonio y terceó de mala, comió della y persuadió a Adam que hiziese lo mismo, de donde resultó daño grandíssimo en ellos y en sus descendientes. Es del Génesis, capítulo tercero.

[2] Dina, hija de Jacob, imitando a su primera madre, Eva, que el ir a ver la fruta del árbol vedado le fue dañoso, assí a ella querer ver las mugeres de la ciudad de Siquem, estando cerca della su padre y hermanos aposentados. /(341v)/ Viéndola el príncipe, hijo del rey Emor, llevóla contra su voluntad a su casa, y hízole fuerça. De donde resultó que él fue muerto de los hermanos de Dina, y la ciudad destruida. Refiérese en el capítulo treinta y cuatro del Génesis.

[3] La ama de Josef no se contentó con mostrarse deshonesta, solicitándole a mal, sino que, viéndose desechada y que no correspondía con su voluntad, le levantó testimonio y hizo poner en la cárcel, como parece en el capítulo treinta y nueve del Génesis.

[4] Dalila fue molesta a Sansón por muchos días, no dándole reposo, porque le declarasse en qué consistía su fortaleza. Mostróse indignada, y parecía salírsele la alma hasta que le descubrió el secreto, que era en los cabellos de su cabeça. Y como ella lo entendió, procuró de cortárselos, teniéndole dormido, por donde vino a que le cegaron los filisteos, y al cabo perdió la vida. Es del capítulo diez y seis de los Juezes.

[5] Jezabel, muger del rey Acab, viendo a su marido triste por desseo de la viña de Nabot, y sabiendo que él no quería vendérsela ni trocársela, dio traça como se levantasse contra él un testimonio, por donde fue apedreado y su viña confiscada. Refiérese en el Tercero Libro de los Reyes, capítulo veinte y uno.

[6] Herodías procurava la muerte del Gran Baptista, porque reprehendía a Herodes el cometer con ella adulterio, y de aquí vino que aconsejó a su hija que pidiesse antes su cabeça, que la mitad del reino de Herodes. Y escrívelo San Marcos, capítulo sexto.

[7] Exemplos notables ay en las Divinas Letras de mugeres que se señalaron en particulares virtudes. Entre las cuales pone San Pablo, escriviendo a los | Hebreos, en el capítulo onze, a Raab, que oyendo dezir de los exploradores de Josué, que los buscavan por mandado del rey de Jericó para matarlos, esondiólos en su casa, librándolos de aquel peligro. Y loa su fe el Apóstol en este hecho, y refiérese en el capítulo segundo del Libro de Josué.

[8] Rut Moabitide hizo compañía a su suegra Noemí, siendo muerto su marido, y le dixo:
-Al Dios que adoras, adoro; el pueblo que tuvieres por tuyo, tendré yo por mío.
Y con esto dexó su tierra y fuese a la estraña con ella, siendo ambas la mejor semilla de suegra y nuera de aquel tiempo, y fuera bien que se estendiera por todo el Mundo. Y por lo que Rut hizo, le dio las gracias Booz, que después fue su marido, diziéndole cuando la vido andar espigando en su campo, conociendo quién era:
-Dios te dé entero premio, a quien ocurriste, y cuyo fabor procuraste, por lo que con tu suegra Noemí has hecho.
Es del capítulo primero y segundo.

[9] Michol, hija de Saúl y muger de David, se mostró fuerte y valerosa en que, sabiendo que buscavan al marido por parte del padre para darle la muerte, hizo una figura de hombre que puso en su cama para entretener a los mensajeros, viéndole de lexos, y diziéndoles que se detuviessen, que se avía sentido mal dispuesto, y entretanto le descolgó por una ventana, y se libró de la muerte. Como parece en el Primero de los Reyes, capítulo diez y nueve.

[10] Abigail, muger prudentíssima, estando cierta de que su marido Nabal avía dado mala respuesta a los mensajeros de David, que venían a que los proveyessen con algún refresco de comida, estando en grave necessidad de /(342r)/ hambre, tomando una buena provisión, fue a buscar a David, y hallóle que venía con ánimo de matar a Nabal y destruir su casa. Mas ella fue valerosa, que le aplacó y estorvó aquel daño. Y refiérese en el Primero de los Reyes, capítulo veinte y cinco.
[11] La viuda Saretana, en diversas cosas mostró su valor y virtud. Creyó al profeta Elías en lo que parecía aver grande dificultad, por lo cual no le faltó harina ni óleo en todo el tiempo de la hambre en Israel, que fueron tres años y medio. Es del Tercero de los Reyes, capítulo diez y siete.

[12] La renovación del Mundo y resurrección de los cuerpos confessava y creía firmemente, con mostrarse fuerte y valerosa, aquella admirable muger hebrea, madre de siete hijos, a los cuales vido atormentar cruelmente en un día, y los animava a padecer la muerte por la Ley de Dios. Y refiérese en el Segundo Libro de los Macabeos, capítulo siete.

[13] También son alabadas de piadosas las mugeres en la Sagrada Escritura, como pareció en las parteras de Egipto. Y una hija del mismo Faraón, viendo a Moisés que le avían echado sus padres en una cesta en el río, por temor del rey, compadeciéndose dél, dixo:
-Éste deve ser hijo de algún hebreo;
y adoptóle por suyo. Refiérese en el capítulo segundo del Éxodo.

[14] Una muger sumnamítide, mostrándose piadosa con el profeta Eliseo, le adereçó un aposento en su casa, donde le hospedava, passando por allí diversas vezes, y desta piedad suya llevó el premio con darle Dios un hijo por oración del profeta, y después, aviéndosele muerto, resucitándole. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo cuarto.

[15] Atalia, muger crudelíssima, qui- tó | la vida a todos los descendientes de la sangre real, y Josabet, hija del rey Joram, guardó a Joás uno dellos, mostrándose con él piadosa, y vino después a ser rey. Dízese en el Cuarto de los Reyes, capítulo onze.

[16] Compadeciéndose de los hebreos la reina Esther, púsose a grande peligro con el rey Asuero, entrándole a hablar, no obstante que iva contra un mandato suyo, en que ponía pena de la vida a quien entrasse donde él estava no siendo llamado. Entró la reina, y fue su total remedio. Como parece en su Libro, capítulo cuarto y quinto.

[17] Acerca del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, fueron más prontas a creerle mugeres que hombres. Porque Zacarías, padre del Gran Baptista, fue notado de incrédulo del Angel San Gabriel, anunciándole la Concepción de su hijo, y a bueltas, la Encarnación del Salvador del Mundo, y su muger Isabel, al contrario, creyó este misterio, pues luego que la Sagrada Madre de Dios la visitó, exclamó diziendo:
-Bendita tú, Señora, porque creíste.
Y la misma Virgen fue alabada porque creyó al mismo Angel San Gabriel cuando le dixo que concebiría del Espíritu Santo. Y refiérelo San Lucas, capítulo primero. La piedad también desta Señora fue grandíssima, como se vido en querer hallarse en las Bodas de Caná, siendo gente pobre, y faltando el vino, sin ser rogada de alguno, sino de su voluntad, por remediar aquella falta, dixo a su Soberano Hijo:
-Faltado ha el vino.
Y fue parte para que se remediasse. Y puede assí mismo verse su largueza en que, aviendo recebido de los Magos oro, encienso y mirra, que le ofrecieron, después, en su Purificación, a los cuarenta días /(342v)/ de su parto ofreció ofrenda de pobre, por donde se presume que avía ya repartido largamente a pobres la mayor parte dello. Es de San Juan, capítulo segundo, y de San Lucas, también capítulo segundo. Fuerte y valerosa se mostró assí mismo la Madre de Dios, sufriendo el gozo que recibió en la Encarnación de su Soberano Hijo, en su Nacimiento, en la Adoración de los Magos, en su criança, predicación y milagros, y en su Resurrección, y lo mismo en llevar pacientemente el dolor intentíssimo que sufrió en su Passión y Muerte. Refiérelo San Lucas, desde el principio hasta el fin de su Evangelio.

[18] También se mostró valerosa y fuerte María Magdalena, estando presente a la Muerte y Passión de su dulce Maestro Jesucristo, y en ir por dos vezes al sepulcro el día tercero. Y aunque se fueron de allí San Pedro y San Juan, aviendo ido a ver lo que ella les dixo, de que no estava el cuerpo en el sepulcro, ella permanecía en aquel sitio, haziéndola atrevida y osada el amor. Llorava no viendo a su Maestro, y al mismo, que se le apareció en | traje de hortelano, dixo:
-Si tú me le llevaste, dime adónde.
Y hasta que le vido y conoció, no sossegó punto. Es de San Juan, capítulo diez y nueve, y veinte.

[19] Blasfemavan de los milagros que hazía Jesucristo los escribas y fariseos, y una devota muger levantó la boz en alabança suya, y dixo:
-Bendito el vientre donde estuviste y la leche que mamaste.
Es de San Lucas, capítulo onze.

[20] Estimó en más el Hijo de Dios dos monedas baxas que ofreció una pobre biuda en el Templo, que otros grandes dones que ofrecían ricos, porque ella, de lo poco que tenía dio, y en más estima Dios la voluntad de la buena obra, que la cuantidad. Es de San Lucas, capítulo veinte y uno.

[21] Por las muchas limosnas y obras de piedad que hazía Tabita, una piadosa muger, especialmente a biudas, siendo muerta, rogaron éstas a San Pedro llorando que fuesse a donde estava su cuerpo. Y movido de sus lágrimas, fue allá, púsose de rodillas, hizo oración a Dios, y resuscitó. Es del Libro de los Hechos Apostólicos, capítulo nono.

Hasta aquí es de la Divina Escritura. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] San Hierónimo, escriviendo a Leta, dize: «Una señora muy noble, llamada Pretexta, por mandado de su marido Hiemecio, que era tío de la santa virgen Eustoquio, procurava mucho de vestir y ataviar profanamente a la misma Eustoquio, de peinarle y enrubiarle los cabellos, queriendo por este medio mudar el santo propósito de la virgen, y el desseo de Paula, su madre. Y cierta noche le apareció una persona terrible, y con rostro feroz y airado, le dixo:
-¿Cómo as tenido atrevimiento con essas manos sacrílegas | tocar los cabellos de la virgen? Las cuales, por este pecado, se te secarán si perseverares en tal maldad, y dentro de cinco meses morirás y te condenarás, perdiendo marido, hijos, y tu alma.
Todo ello se cumplió assí, y la muerte acelerada descubrió la falta de penitencia. Y desta manera toma Dios vengança de los profanadores de su templo, y assí defiende las perlas preciosas de las donzellas castas». Lo dicho es de San Hierónimo.

[2] En la Vida de Pedro Ermitaño escrive San Teodoreto que fue a verle /(343r)/ su propria madre del Teodoreto, siendo donzella. Iva galana y afeitado su rostro, aunque tenía un ojo malo, y pretendía que la sanasse, haziendo oración por ella. El santo ermitaño quiso sanarla primero la alma que el cuerpo, y assí la començó a hablar:
-Dime, señora, si un famoso pintor huviesse hecho una imagen muy prima y perfeta, en la cual otro aprendiz pusiesse falta y quisiesse enmendarla echándole borrones, ¿no se enojaría y tendría por agraviado el tal pintor? Claro está que sí. Pues esto hazes tú, que no te contenta la figura que puso Dios en ti, siendo tan buen artífice, sino que la quieres enmendar poniendo sobre ella matizes y afeites, que no son sino borrones con que afeas tu imagen.
Estas razones hizieron tanta impressión en aquella muger, dize el mismo San Teodoreto, que se enmendó en aquel particular y quedó muy prendada en el amor de Dios, y con esto, haziendo la Cruz el ermitaño sobre el ojo enfermo, la dexó sana.

[3] Andrés, obispo de Fundi, en Italia, era varón de inculpables costumbres; en especial, resplandecía en él la virtud de la castidad. Tenía en su casa una monja, de cuya vida inculpable estava bien enterado, siendo esto la causa por que, sin género de escrúpulo, la tuviesse donde él residía y habitava. Mas el antiguo enemigo del linaje humano, el demonio, halló por aquí entrada para hazerle guerra y tentarle, porque la hermosura de su rostro se le iva imprimiendo en la alma, de que resultavan algunos pensamientos lascivos. Sucedió que, viniendo un judío de la provincia de Campania a Roma, y llegando cerca de la ciudad de Fundi, sobrevino la noche, y no hallando dónde recogerse en poblado, viendo | cerca un templo de Apolo, ídolo de gentiles, entróse en él, con determinación de passar allí la noche. Mas, sintiendo desde a poco que estuvo dentro algunos temores ocasionados de aquel sacrílego lugar, aunque no creía el misterio de la Santíssima Cruz, signóse con ella, como avía visto signar a los cristianos. Y a la media noche, estando despierto, haziéndole el temor huir el sueño, vido entrar un acompañamiento y escuadrón de demonios, delante de un príncipe dellos, a quien todos respetavan. El cual, assentándose en un lugar eminente, començó a tomar cuenta de los hechos que cada uno de aquellos infernales espíritus avían hecho. Todos davan de sí razón, refiriendo males y daños gravíssimos que avían perpetrado, especialmente tentando a personas de buen crédito y reputación, que es lo que ellos en más estiman, si alcançan de alguno victoria. Llegó entre otros uno, y declaró que avía tomado muy a cargo de hazer caer en culpa carnal a Andrés, obispo de Fundi, con ocasión de la monja que tenía en su casa, y que ya andava ocupado en imaginaciones sensuales, y cerca de caer en tentación culpable. Oyendo esto el demonio presidente, y viendo la grande ganancia que se hazía en la caída de hombre tan eminente y principal, mostró señales de contento, y acarició aquel demonio, el cual añadió y dixo:
-El negocio ha llegado a este punto, que el día passado a hora de Vísperas, con grande gusto y contento del obispo, dio una palmada blandamente a la monja en las espaldas.
Oído esto por el príncipe infernal, muy más agradado de lo que aquel demonio avía hecho, encareciendo su obra y levantándola sumamente, le encargó que persistiesse /(343v)/ en lo començado, y que si alcançava victoria del obispo, le concedería palma y corona entre todos los demás tentadores. Con esto, mandó que se advirtiesse si alguno avía oído lo tratado en aquella junta. El judío, que muy despierto y alerto lo avía oído y visto, estava como muerto de miedo, y su temor creció más, oyendo dezir que se buscasse si estava allí presente. Y siendo visto por los demonios exploradores, muy admirándose, dixeron:
-¡Oh! ¡Oh! ¿Qué es esto? ¿Echáis de ver que está el vaso vacío y signado?
Con esto desapareció aquella caterva de demonios, y el judío, cobrando aliento, siendo de día fue al obispo, y hallándole en su iglesia, apartóle a un cabo y preguntóle si sentía en sí alguna tentación. Negava el obispo con vergüença tenerla. Añadió el judío:
-¿No as puesto los ojos lascivamente en una monja?
Todavía el obispo lo negava, y el judío prosiguió diziendo:
-¿Por qué lo niegas? Ayer tarde, ¿no le diste blandamente una palmada en las espaldas?
No pudo negar la verdad el obispo, y assí, muy confuso y avergonçado, confessó lo que antes negava. El judío le descubrió todo lo que avía visto y oído en la junta de demonios, por lo cual el obispo Andrés, muy confuso, se derribó en tierra y hizo oración con lágrimas y contrición grande, y levantado della despidió de su servicio y echó de su casa, no sólo a la monja, sino a otras mugeres que estavan con ella, y en el templo de Apolo edificó una Iglesia de San Andrés Apóstol. Y al judío que le avía sido ocasión de todo esto, le reduxo a la Fe y baptizó, y assí, este infiel, que procuró la salud espiritual agena, halló la propria, y Dios Omnipotente concedió Vida Eterna al que procuró que otro viviesse buena vida. | Lo dicho es de San Gregorio, libro tercero de sus Diálogos, capítulo séptimo.

[4] Cerca de la ciudad de Cesarea de Palestina, en un monte habitavan algunos monges solitarios, y entre ellos Martiniano, el cual de diez y ocho años dexó la ciudad, y avía permanecido en soledad veinte y cinco, viviendo angelical vida, por donde vino a ser favorecido de Dios, dándole gracia de lançar demonios de cuerpos de hombres, y sanarlos de diversas enfermedades, y su fama bolava por todas partes. Sucedió que, estando hablando de su santidad unos hombres en la ciudad de Cesarea, passó acaso una muger mundana, y conociendo al de que hablavan, instigada por el demonio, llegóse a ellos, y díxoles:
-¿Qué es lo que os admira en esse hombre, que como bestia salvaje se ha ido al desierto y encerrado en una cueva? Cierto es que si no ay fuego, que no arderá el heno. En el desierto no vee mugeres, y no viéndolas, possible es que sea casto. Dexadme que yo me vea con él y le hable, y si no mudare propósito, yo quedaré por de mal juizio.
Esto dixo aquella muger. Fuese a su casa y vistióse un vestido de saco, ciñóse una soga, tomó un bordón, y con unos vestidos ricos y preciosos encubiertos se fue a la ermita de Martiniano, llegando a ella al tiempo que anochecía. Llamó, hizo algunos fingimientos, recelándose de ser comida de fieras, de modo que Martiniano, muy confuso y lleno de temor, aviendo primero hecho oración a Dios, abrió la puerta y diole lugar a que entrasse. Hizo lumbre, por ser tiempo de frío, en que se calentasse, púsole allí algunos dátiles que comiesse, diziéndole que mirasse por sí, y que como viniesse el día fuese /(344r)/ en paz su camino. Y hecho esto, entróse en un apartado que tenía la celda, donde dixo algunos salmos, y recostóse en la tierra, como era su costumbre, a dormir. Mas el demonio le atormentó con imaginaciones carnales malíssimas, teniéndole desvelado toda la noche con grande tormento suyo. Venida la mañana, levantóse para echar de su celda la muger. Ella se avía adornado con los adereços que truxo encubiertos, y viéndola él, no conociéndola, preguntóle:
-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste aquí?
Ella respondió:
-Yo soy, señor mío, la muger que acogiste ayer tarde aquí.
-¿Pues por qué mudaste -dixo el santo- el vestido despreciado con que ayer te vi, en el sobervio con que oy te veo?
Ella replicó:
-Yo, señor mío, soy de Cesarea, y por aver oído dezir de ti que eres de linda presencia y de hermoso parecer, mi coraçón se abrasava en desseo de verte. A esto fue mi venida, y he padecido mucho trabajo, lo cual doy por bien empleado, pues te he visto. Quiero aora, señor mío, que me digas qué pretendes en hazer vida de tanta aspereza. ¿A qué propósito ayuno tan largo? ¿Por ventura la Ley de Dios veda el comer y bever, veda el matrimonio? El Apóstol San Pablo, escriviendo a los Hebreos, ¿no dize que son honorables las bodas, y sin mácula el lecho de los casados? ¿Cuál de los Patriarcas, si bien se considera, no fue casado? Enoch, que vive oy, casado fue; Abraham, tan amado de Dios, tres mugeres tuvo, Isaac, una, y Jacob, dos hermanas y dos concubinas, con quien también se casó; Moisés y David, casados fueron. A ninguno déstos le fue estorvo el matrimonio para entrar en el Cielo.
Esto dixo aquella muger instigada del demonio, junto con asirle las manos, con que pu- do | vencerle, de manera que vino a dezir:
-Si me casasse contigo, ¿con qué tengo de sustentarte, que soy pobre?
La engañosa muger respondió:
-Señor mío, de esso ningún cuidado tengas, goze yo de ti, que casa tengo, y oro y plata en grande abundancia, possessiones con esclavos y esclavas, de lo cual todo te haré señor, y no es mucho que dé esto todo a quien he dado mi coraçón.
Este golpe fue tan poderoso que Martiniano se rindió, y tratava cómo se haría el pecado. Dixo a la muger:
-Espera un poco, veré si viene alguna persona, y ya que el pecado no se puede encubrir a Dios, deve encubrirse a las gentes, para que no se escandalizen y se les dé mal exemplo.
Salió de su celda Martiniano, y púsose a mirar si subía gente al monte, y miróle Dios con ojos piadosos. Diole un impulso vehemente, para que advirtiesse por qué y a quién ofendía. Bolvió a la ermita, y tomando un haz de sarmientos, púsole fuego, y levantándose la llama, descalços los pies, se puso en medio della, adonde no sólo los pies, sino parte de su cuerpo se començó a quemar, y muy llagado salió de allí. Y habló consigo, diziendo:
-¿Qué es esto, Martiniano? Bueno te ha parado este fuego con ser breve el tiempo que as estado en él. Si piensas sufrir el del Infierno, que es eterno y comparado éste con él es como pintado, huélgate con aquella muger, que el proprio camino es para ir allá.
Esto dixo, y de nuevo tornó a entrar en el fuego, quedando tan abrasado, que saliendo dél, sin poderse tener en los pies, cayó en el suelo, començando a gemir y llorar, pidiendo a Dios perdón por el pecado que en su coraçón avía ya cometido, pues a Él ninguna cosa se le encubría. Todo esto vido la muger, y tocándole Dios el coraçón, /(344v)/ desnudándose los vestidos profanos, los echó en el fuego, y vestida del sayal que allí truxo, se derribó en presencia de Martiniano derramando arroyos de lágrimas, diziendo:
-Perdóname, siervo de Dios, que soy una miserable pecadora. Ruega a Dios por mí, y entiende que no tengo de bolver a la ciudad. El demonio procuró que yo te hiziesse guerra, yo procuraré hazérsela a él con el favor de Jesucristo, mi Señor.
Derramava de nuevo lágrimas, pidiendo a Martiniano que le dixesse adónde iría que pudiesse hazer penitencia de sus pecados. Él le dixo que se fuesse a la ciudad santa de Jerusalem y que preguntasse por una donzella llamada Paulina, que avía fundado un monasterio, que la hablasse y de su parte, para que la recibiesse en él. Y assí lo hizo, y por doze años vivió santamente. Llamávase Zoe, y acabó bien. Martiniano estuvo siete meses en sana de las llagas que le hizo el fuego, púsose a considerar el peligro en que le avía puesto aquella muger, parecióle que le convenía irse a parte donde otra alguna no pudiesse llegar. Hizo oración a Dios, y al tiempo que se iva de la celda, dávale grita el diablo, llamándole «pies quemados», y que iva corriendo. Añadía:
-Huyes, Martiniano. Pues a dondequiera que vayas iré contigo y te perseguiré.
El santo le dixo:
-Miserable, calla, que desta vez no tienes que alabarte, pues te quité las armas con que pensaste vencerme. La muger que truxiste para mi destruición será tu confusión.
Llegó al mar y vídose con un marinero temeroso de Dios, y concertándose con él, le puso en una roca bien dentro del mar, proveyéndole de hojas de palma para que allí hiziesse espuertas, y por ellas le traía a tiempos provisión de comida y agua. Quiso | el marinero traerle madera con que fabricasse una choça en que se defendiesse del sol y de la pluvia, y no lo consintió; antes, sin defensa alguna passava allí su vida, abrasándole el Sol del verano y consumiéndole el frío del invierno. Todo lo sufría Martiniano de buena gana por parecerle que estava allí seguro de tentaciones de mugeres, que las temía más que al demonio. Sucedió que un día vido venir un navío, y llegando cerca de la roca, levantóse un viento grande que le hundió. Y de los que venían en él, una hermosa donzella asida de una tabla llegó a la roca, y viendo en ella a Martiniano, pidióle por el Señor a quien servía en aquella aspereza, se doliesse della, y la ayudasse a salir del mar. Martiniano, visto que no tenía remedio de otra parte, diole la mano y subióla en la peña, sonriéndose por ver que era éste trato del demonio. Cuando la tuvo consigo, viéndola que era muy hermosa, díxole:
-El heno y el fuego no pueden tener buena compañía. Quédate aquí, muger. Pan y agua tienes hasta que venga un marinero que suele visitarme y proveerme. Como él sea venido, en su barca puedes salir a tierra.
Hizo una devota oración pidiendo a Dios le favoreciesse en lo que pretendía hazer, y con moción suya, signándose con la Señal de la Cruz, se lançó en el mar. La muger quedó en la roca hasta que el marinero vino, con el cual se concertó que le truxesse lo que a Martiniano traía, y ella trabajaría de manos. Llamávase Fotina, estuvo allí seis años y murió en el Señor. Luego pues, que Martiniano se echó en el mar, proveyó Dios de dos delfines que le sacaron a tierra, y allí dio gracias a Dios por el peligro de que le avía librado, y dixo:
-¿Qué es esto? ¿Ni en /(345r)/ el desierto me ha de dexar Satanás? ¿Ni en el mar tengo de estar seguro? Bien será hazer lo que Cristo aconseja en su Evangelio: «Si os persiguieren en una ciudad, huid a otra». Ea, pues, Martiniano, huye la tentación porque no se apodere de ti, y te derrible y atropelle.
Determinóse de andar siempre peregrino. No llevava consigo cosa alguna de lo necessario para la vida humana. Donde le tomava la noche, allí parava. Si era en poblado buscava algún varón pío que le diesse un breve sustento; si en los campos, raízes de árboles o yervas silvestres eran su comida. No faltava en su oración, como cuando estava en el desierto o en la roca. Desta manera anduvo dos años, y al cabo se halló en Atenas, aviendo visto ciento y sesenta y cuatro ciudades. Y sabiendo por revelación que se le llegava su muerte, entró en una iglesia, habló con cierto obispo a quien Dios avía descubierto quién Martiniano era, comunicó con él su vida, confessándose, y recibió el Divino Sacramento, y en presencia del obispo, haziendo la Señal de la Cruz y diziendo: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu», dio su alma a Dios. Su cuerpo fue sepultado como de santo. Dízelo Simeón Metafraste en su Vida, la cual está más copiosa en la Primera Parte del Flos Sanctorum, entre los Santos extravagantes.

[5] Hugón, obispo de Grenoble, en Francia, en confessiones de mugeres tenía grande cautela, no oyéndolas en rincones ni lugares escuros, sino donde pudiesse ser visto de muchos, y aunque ponía diligencia en oír sus culpas y entenderlas, mas apartava dellas su vista. Y en esto de no mirar a mugeres fue siempre recatado, que | viniendo a tratar con él negocios de importancia algunas señoras de mucho lustre, nunca las miró a los rostros. Y assí, no avía en todo su obispado muger a quien conociesse de vista, excepto una vieja que servía en su casa, porque dezía que con dificultad dexaría de tener malos pensamientos quien no fuesse diligente en refrenar los ojos, pues entra, como dize Jeremías, por ellos la muerte diversas vezes. Y que no sólo de mugeres se ha de apartar la vista, sino también de hombres deshonestos, porque assí como el que pone los ojos en un hombre airado parece que toma ira, y el que mira al que está triste, se entristece, assí, de mirar a un deshonesto, parece que se pega su deshonestidad. Y tiene harto quehazer un hombre en vencer sus proprias passiones, sin encargarse de las agenas, y querer guerrear con ellas. El mismo que escrivió su Vida, que fue Guidón Quinto, prior de la Cartuxa, por mandado del Papa Inocencio Segundo, dize que hablando con él su madre, y preguntándole si avía podido quitarle algunas vejezes que tenía, respondió:
-Ni aun miré si era vieja o moça.
También vino una señora principal a tratar con él cierto negocio importante, y aviendo estado algunas hora hablándole, cuando fue ida, dixéronle sus familiares, siendo personas de mucha virtud las que traía siempre consigo, si avía reprehendido a aquella muger el afeitarse el rostro con grande excesso, dando que murmurar a todos los que la miravan. Él respondió:
-Verdaderamente que no la miré el rostro, ni vi si venía afeitada.
Por exemplo maravilloso puede escrivirse que fuesse obispo Hugón sobre cincuenta años, y que por ser hombre /(345v)/ de muchas letras y santo, ocurrían a él a tratar negocios de sus consciencias diversas mugeres, y que a ninguna conociesse el rostro, sino a la que servía en su casa. Refiérelo Surio, tomo segundo.

[6] Marcio, solitario en Campania, avía determinado de no mirar a muger alguna. Y no lo hazía por tener en poco y menospreciar su estado, sino por escusar la tentación y vicio que resulta a las vezes de su vista. Oyó esto cierta muger, y con atrevimiento y osadía loca fue a su celda y púsose a una ventana della. El santo monge, que de lexos avía visto el vestido de la muger, derribóse en tierra, juntando sus ojos y boca con ella, y assí estuvo orando todo el tiempo que la muger se detuvo en su ventanilla, hasta que, cansándose ella, tuvo por bien de irse y dexarle. Mas deste atrevimiento llevó castigo del Cielo, porque el mismo día murió repentina y subitánea muerte, y fue indicio de la ofensa que hizo a Dios en afligir su siervo con aquel su loco atrevimiento. Es de San Gregorio, en el tercero libro de sus Diálogos, capítulo diez y seis.

[7] Crióse en el desierto y en religión desde que se apartó de los pechos de su ama, un moço, y siendo de quinze años, llevóle una vez su abad a la ciudad. Donde, viendo en una calle que estavan bailando ciertas mugeres, preguntó al abad qué era aquello. Respondióle que ánades. Buelto al monasterio, estava triste. El abad le preguntó la causa de su tristeza, y con qué se alegraría. Respondió él, con toda la sinceridad possible, que con las ánades que vido en la ciudad. El abad habló con los monges, y díxoles:
-Considerando, hijos míos, atentamente cuán peligrosa sea la vista de las mugeres, | pues este moço, que nunca vido algunas dellas, criado en el desierto entre religiosos, de averlas una vez visto se estava abrasando en concupiscencia; David, que puso libremente los ojos en una muger, y cometió adulterio y homicidio; ¿quién habrá que presuma de sí que puede verlas y comunicarlas frecuentemente sin daño?
Bien parecido es a lo que se dize de cierto rey, que le nació un hijo, y echando juizio algunos astrólogos en su nacimiento (aunque con vanidad y falsamente, por ser negocio reprovado), dixéronle que si en diez años veía la luz del Sol, moriría. Él, por les dar crédito, hízole criar dentro de una cueva. Y passado este tiempo, salió el moço, y admirávase de todo lo que veía. Vido mugeres galanas y preguntó qué cosa eran. Y con malicia respondieron que eran demonios, que llevavan almas al Infierno para ser atormentadas con fuego. Estando después en la presencia del rey, su padre, y preguntándole que de lo que avía visto, qué era lo que mejor le parecía y agradava más, él respondió que los demonios que llevavan almas al Infierno. Véase la fuerça que haze la vista de mugeres. Lo dicho se refiere en el Promptuario de exemplos.

[8] Puso los ojos una muger en cierto clérigo gentilhombre y dispuesto, y con ellos le entregó su coraçón; era de linaje y muy rica. Buscó medios como tratarle, y al cabo le ofreció su persona, con el señorío y mando de toda su hazienda, y todo lo menospreció el buen clérigo. Y porque diversas vezes la despidió de sí con mucha afrenta, buscó testigos falsos y acusó al inocente sacerdote delante de juez competente, el cual le puso en una torre alta por prisión. Y no contenta con esto, buscó la infernal /(346r)/ muger modo como secretamente verse con él, y allí menos el nuevo Josef consintió con su desseo, sino que resistió valerosamente a sus pretensiones torpes. Ella, más indignada y ya determinada de le hazer morir, no quiso salir de allí del modo que entró, sino aguardó el día para ser vista del proprio juez, a quien dixo que por ser aquel hombre hechizero y encantador, la avía traído allí desde su casa por arte del diablo. La aparencia del hecho hizo que se creyesse, y assí el santo y ya mártir en la voluntad, para serlo en el hecho y obra, fue entregado al braço seglar, para que como hechizero fuesse quemado. Estando en el palo y començando a arder la leña, oyeron que en boz alta rezava la oración de la Ave María. Llegó un pariente de la mala muger, indignado contra él, y tomó un palo ardiendo, diziendo:
-Yo le quitaré de la boca las oraciones.
Y púsosele dentro della, con que espiró. Quedaron allí sus huessos sin ser quemados, y sepultándolos, hazía Dios muchos milagros en el lugar donde estavan. Es del Promptuario de exemplos.

[9] Una muger que avía vivido deshonestamente cayó enferma, y estando cercana a la muerte, fue arrebatada en espíritu y puesta delante de un juez riguroso. Donde, siendo acusada de graves delitos, ella levantó las manos pidiendo misericordia. El juez, compadeciéndose della, díxole:
-¿Qué me pides? Dame un dedo, que yo te daré la mano (Fue dezirle: «Dame palabra de la enmienda, que yo te daré mi gracia»).
Bolvió en su sentido y refirió lo que avía visto a una noble matrona, la cual le dixo:
-Harto as sido amonestada. Enmienda tu vida.
Quedó sana, y el temor la dexó, dexándola la enfermedad, de modo que bolvió a lo passa- do. | Y assí, a la amenaza se siguió el açote, porque cayó de nuevo enferma, y padeció graves tormentos. Vino a morir, y estando su cuerpo amortajado, començaron a su puerta dos grandes perros a morderse, y juntándose allí otros muchos perros, entraron de tropel donde estava el cuerpo, y començaron a despedazarle, y fue necessario llegarse mucha gente a defenderle y echarlos de allí, para que no se le comiessen. Sepultaron el cuerpo, bolvieron los perros y desenterráronle, y acabáronsele de comer. Lo que su miserable alma padecía entretanto, también se dexa entender que sería mucho, pues el cuerpo era assí tratado. Lo dicho se refiere en el Promptuario de exemplos.

[10] Vivían dos casados nobles y ricos sin hijos; pidieron a Dios les diesse uno, ofreciéndosele con voto de servicio. Tuvieron uno, y de pequeño le pusieron en un monasterio, donde se crió y hizo professión a su tiempo y vivía santamente. Los padres se exercitavan en dar largas limosnas. Y aunque después que tuvieron el hijo propusieron de vivir castamente, la muger quebrantó este propósito, y la ley del matrimonio, de modo que por dos vezes concibió y parió dos hijos, a los cuales luego que nacían quitava la vida, por encubrir sus adulterios con las gentes, creyendo que con Dios los tenía perdonados por las limosnas que hazía solamente, sin tener dolor dellos ni confessarlos, en lo cual murió impenitente y se condenó. Hazía por ella oración su hijo, y dezía Missas. Al cual ella se apareció ardiendo su cuerpo en vivas llamas, y rodeada de dos dragones que le ceñían el cuerpo, y tenían las bocas aferradas a sus pechos. Preguntóle el /(346v)/ hijo, harto afligido de verla assí, por su estado, y respondióle que era condenada para siempre, porque confiada solamente en sus limosnas, sin confessión ni dolor de sus pecados salió desta vida. Preguntóle qué dragones eran los que tenía ceñidos a su cuerpo, y dixo ser pena de aver muerto dos hijos, a los cuales devía criança y dar sustento de sus pechos. Es del Promptuario.

[11] Concibió una muger que tenía buena fama, y por encubrir su pecado procuró matar al niño que estava animado en sus entrañas, y añadiendo a un mal otro, cayó enferma. No quiso confessar este pecado, condenóse y aparecióse después a una parienta suya, sierva de Dios, y traía en sus manos un niño ardiendo. Preguntada la ocasión, dixo:
-Por el infante animado que maté en mi vientre, se me ha dado por parte de castigo que traya una figura suya siempre ardiendo en mis manos. Y si deste pecado yo me confessara, aunque gravíssimo, alcançara dél perdón.
Y colígese deste exemplo, y es verdad | católica, que los pecados que no se descubren en este Mundo por la Confessión Sacramental, en el otro se pagan con confessión penal. Es del Promptuario de exemplos.

[12] Un usurero, casado con cierta muger de linaje, estando enfermo, confessóle un fraile de Menores y mandóle restituir grande parte de su hazienda. Y por dezir que lo haría, y creer que lo cumpliría, estando cercano a la muerte, absolvióse. Sabido por la muger, lamentóse en su presencia, y díxole tales razones, que le hizo revocar el testamento. Tornó el fraile a visitarle, y sabiendo lo que passava, y viendo que no le podía traer a lo bueno, díxole:
-Pues tú revocaste lo que tenías bien ordenado, yo también, de parte de Dios, reboco la absolución que te di de tus pecados.
Y dicho esto, entró un cuerbo donde estava el miserable usurero, y aserrando con él, le quitó la vida. Refiérese en la Segunda Parte de las Crónicas de los Menores, libro cuarto, capítulo segundo. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Salieron los escitas a una guerra en tierra distante, donde se detuvieron veinte y ocho años, y volviendo a sus casas, hallaron que las mugeres, cansadas de esperarlos, se avían casado con los esclavos que dexaron para guarda y servicio dellas; los cuales se pusieron en armas contra sus señores, y se defendían bien. No faltó quien dixo a los demás:
-Éstos no temen nuestras armas. Tome cada uno de nosotros un açote, y viéndolos, y acordándose que los solíamos açotar, temernos han.
Házenlo assí, y viendo los açotes los esclavos, con grande miedo huye- ron, | por donde los escitas cobraron mugeres y ropa. Dízelo Heródoto, libro 4.

[2] Cleobulo, referido por Diógenes Laercio, dize que es cosa dañosa dezir palabras de loa y amorosas a mugeres estando solas, porque se entonan oyéndolas, y lo mismo reprehenderlas en público y oyéndolo otros, porque lo sienten mucho.

Pudiéranse poner en este Discurso exemplos notables de mugeres valerosas, assí en virtudes, como en hechos hazañosos, y remítense a otros Discursos proprios de tales hechos y virtudes.

Fin del Discurso de Mugeres. /(347r)/