DISCURSO CINCUENTA Y OCHO. DE OBRAS DE MANOS


San Juan Crisóstomo, en la Homilia Catorze del Génesis , dize que puso Dios a Adam en el Paraíso para que trabajasse, porque la ociosidad es maestra de toda malicia. San Hierónimo avisa que trabajemos siempre para que el demonio nos halle ocupados. San Augustín, en el primero libro De la ciudad de Dios, afirma que fue muy dañoso para Roma destruir a Cartago, porque la seguridad que le dio parió la ociosidad, que fue causa de su perdición. San Bernardo pone nombre a la ociosidad de albañar de todos los vicios. Eurípides dize que el trabajo de manos es padre de la buena fama. Séneca tiene por cierto que la ociosidad es muerte y sepultura del hombre vivo. Y assí hazen mal los que, deviendo buscar tiempo para buscar cosas, buscan cosas para passar el tiempo. Del Trabajo y Obras de manos trata el presente Discurso.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] No les ocupó a los Apóstoles el tiempo todo el exercicio espiritual de predicar, orar, leer; alguno davan al trabajar de manos. Y assí, San Lucas, en el capítulo diez y ocho del Libro de los Hechos Apostólicos, dize que estando San Pablo en Corinto aposentado en casa de Aquila y Priscila, los sábados acostumbrava disputar en las sinagogas, y muchas horas de los otros días se exercitava en oficio de manos, que llama schenofatoria arte , que denota cosa en que se labran y | gastan cueros de animales, de que los expositores deste lugar hazen diferentes guisados, dando cada uno en su particular oficio; y sea el que fuere, que San Pablo sabía bien exercitarle, y era cosa que con facilidad le usava o podía usarle dondequiera que se hallava, y bastava a darle de comer cómodamente a él y a otros que andavan con él, como dize en la Segunda, escriviendo a los de Tesalónica , en el capítulo tercero. Haimón, arcediano de Canturia, declarando el capítulo onze de la Segunda Carta a los de Corinto, dize que San Pablo, desde el canto del gallo, por cinco horas trabajava de manos, y desde esta hora hasta la de Vísperas, predicava. Lo demás tiempo le repartía en orar, y en comer y dormir. Déxase bien entender que en todos estos exercicios estava su alma contemplando en Dios, y lo que mandó a otros, primero lo cumplió él, pues dize: «Sin intermissión, orad». Y sería bien imitássemos en esto al Apóstol, que si las manos están ocupadas en algún ministerio y exercicio, el ánimo, en tanto, ore y contemple en las divinas y del Cielo. Advirtiólo Marco Marulo, libro tercero.

[2] San Pedro, Santo Tomé, Santiago y San Juan, aun después de ordenados sacerdotes en la Cena, y siendo Apóstoles, se exercitaron en pescar. Y tal día huvo que se les apareció Cristo estando pescando, y les mandó que desplegassen la red y echassen un lance. Y si Cristo aprobó este exercicio, mandando se usasse, ¿quién se atreverá a reprehenderle o le parecerá mal? Ya les era lícito vivir de las limosnas de los que enseñavan, ya avían oído de- zir /(358v)/ a Cristo que era merecedor el jornalero de su jornal, y con todo esto, más vezes estendían las manos a tender la red y pescar, que a recebir do- nes, | para no ser exemplo de codicia, sino de un honesto trabajo. Son palabras de Marco Marulo.

Lo dicho se coligió de las Divinas Letras. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] De la Sagrada Virgen, que excedió en castidad a todas las vírgines, y en ser madre, a todas las madres, dize el Metafraste, y otros graves autores con él, que siendo presentada de tres años en el templo, y estando en un donzellado donde se criavan hijas de nobles, repartía el día en esta manera: desde la mañana hasta hora de tercia, que son las nueve, se ocupava en oración, y desde esta hora hasta la de nona, que es a las tres de la tarde, trabajava de manos, en texidos de lana y lino, y cosas de aguja. A essa hora tomava una breve comida, y lo demás del día leía la Sagrada Escritura, y gustava sumamente de semejante lección, por entenderla bien. Después, parte de la noche se detenía en meditación de lo que avía leído. Y con este orden vino a tan grande santidad, que fue escogida entre todas las mugeres para que della naciesse el Salvador, y aviéndole parido, permaneciesse virgen. Pues si esta Señora, que fue concebida sin pecado y vivió sin pecado, el tiempo que dexava de orar o meditar le ocupava en trabajar de manos, ¿cómo quiere muger alguna viviendo en ociosidad estar segura, aviendo sido concebida y nacida en pecado, y que interior y exteriormente le haze guerra continua la sensualidad y carne? Tenga por cierto que no se librara de engaños del demonio la que se libra de trabajo de manos. Refiérelo Marulo, libro tercero.

[2] San Lucas Evangelista, el ánimo cansado de negocios espirituales y de | almas, solía deleitarse con la arte de pintura. En Roma se veen dos imágines, una de Jesucristo, Santo de los Santos, y otra de la Virgen Sacratíssima, su Madre, Santa de las Santas; están en Santa María la Mayor, y tiénese por tradición que fueron pintadas por el mismo San Lucas. Y si alguno dedicado a Dios quisiere ocupar algún tiempo en este loable exercicio, ha de procurar que pinte sólo aquello que provoque a devoción y a seguir las virtudes a los que lo vieren, y no sea incitamento de algún vicio, porque esto es obra del demonio, y aquello, de cristiano. Dízelo Nizéforo, libro primero, capítulo treinta y cuatro, y libro segundo, también capítulo treinta y cuatro, y síguenle otros autores.

[3] Nunca nuestro espíritu está guerreado de más varios y vanos pensamientos, que cuando el cuerpo está ocioso. Y pruévase por exemplo de San Antonio Abad, que estando una vez cansado con la vida, y dudoso qué haría, dixo:
-Señor, desseo salvarme, y mis pensamientos me hazen guerra.
Salió del monasterio, y vido un hombre vestido de monge, el cual un poco de tiempo se exercitava en hazer cestas, y otro iva a la oración. Considerando esto Antonio, oyó que le dezía:
-Haz tú lo mismo, Antonio, y salvarte as.
Con esto desapareció, y entendió Antonio que era ángel el que vido, y en adelante hizo lo que le fue mandado, midiendo el tiempo y compassándole con la oración y trabajo de manos. Y con esto creció en tanta santidad, que ninguno /(359r)/ de los abades y monges anacoretas de su tiempo le hizo ventaja. Dízelo en su Vida San Atanasio. Y añade más dél, que inquietándole la frecuencia de gentes que venían a visitarle, dexando el monasterio, se fue a lo más apartado del desierto, aviendo tres días de camino desde el monasterio que dexó hasta el lugar donde reparó. Y por no ser molesto a los monges, llevándole la comida, labró la tierra, hizo su sementera, puso hortaliza, con que los que venían a visitarle pudiessen comer, y si le sobrava algún tiempo, texía espuertas de hojas de palmas, para que con su trabajo, antes que con el sudor ageno, hallasse lo necessario para no morir.

[4] San Hilarión Abad, siendo morador en un monte de Emilia, trabajava de manos, y era de modo que de lo que le sobrava para su sustento, tuvo con qué edificó un oratorio o capilla para hazer oración. Es de la Historia Tripartita , libro nono, capítulo doze.

[5] Acerca desta materia son de considerar las palabras que escrive San Hierónimo a Demetria, de donzella: «Determina -dize- cuántas horas as de emplear en lección de la Divina Escritura, qué tiempo estarás arrodillada en la presencia de Dios, puesta en oración. Y concluido esto, tendrás siempre lana en tus manos, o estambre que hiles con tus dedos; cogerlo as en obillo, y harás tus telas y texidos. Y estando hecho el texido y tela, mira si va bien hecho, y si lleva faltas, reprehéndelo, y en otra, procura que se enmiende. Y si estuvieres ocupada en semejantes obras, nunca se te harán largos los días. Guardando esto, vivirás con seguridad de tu castidad y limpieza. Ni quiero que pienses que puedes dexar de trabajar de manos porque te hizo Dios | rica de bienes de mundo, sino que entiendas que as de trabajar para no dar lugar a pensamientos ociosos e impertinentes, y que ocupes siempre tu pensamiento con lo que toca al servicio de Dios». Y escriviendo el mismo santo a Eustoquio, santa donzella, dize: «Esto es común y usado en toda Egipto, que no recebirán en convento monge alguno si no professa humildad, y que trabajará en lo que él supiere o le impusieren, porque la carne se dome, y no que el ocio dispare en pensamientos vanos y desseos luxuriosos. Y tened por cosa cierta -añade el santo viejo- que la ociosidad es madre de toda concupiscencia, inmundicia y pecado».

[6] Juan, abad en el desierto escitiótico, siendo viejo, vínole a la imaginación que podía vivir sin cuidado de la comida, y por lo mismo no tenía necessidad de trabajar, sino, como ángel, andarse contemplando en Dios. Tenía en su celda otro ermitaño, con quien comunicó éste su pensamiento, el cual, por ser no sólo bueno, sino discreto y de gran juizio, reprehendióselo como cosa vana y fuera de buen sentido. Mas el abad Juan, que le parecía que nadie podía aconsejarle y que bastava él a dar consejo a todos sus vezinos, dexándole en la celda, se fue a contemplar por riscos y despeñaderos. Mas al séptimo día, traspassado de hambre, bolvió a la celda cuando anochecía. Hallóla cerrada, llamó declarando quién era y pidiendo algo que comer, manifestando su necessidad. El que estava dentro respondió con grande flema:
-No es possible que tú seas Juan, porque ya él ha siete días que es ángel, y anda reboletando por essos aires sin necessidad de comida, ni de tratar con gente.
No le aprovechó re- plicar /(359v)/ al pobre Juan, que toda la noche estuvo a la puerta de la celda sin ser admitido, hasta que se dexó caer allí desmayado. Venida la mañana, salió el otro monge, y viéndole casi traspassado, diole una buena corrección fraterna, diziéndole que devía pensar que era hombre y sujeto a las necessidades de hombre, y por lo mismo le convenía trabajar de manos para tener con qué sustentar su cuerpo; y que con el trabajo corporal, no sólo se remediava aquella falta, sino que el ánimo se recreava, para bolver como nuevo hombre al exercicio de la oración; y que assí como el estar siempre trabajando de manos era cosa intolerable y que no podía llevarse, assí, el estar siempre orando, teniendo el espíritu ocupado, al cuerpo en semejante exercicio era cosa que no podía conservarse ni llevarse, sino que de lo uno se passasse a lo otro, de la oración al trabajo, y del trabajo a la oración, que para monge solitario esto era muy acertado, y con lo que a otros sus vezinos les iva bien. Corregido Juan y enseñado del que pudiera ser su discípulo, quitó de su cabeça aquella vana imaginación de ser ángel, y reconocióse por hombre, trabajando a tiempos, con que ganava la comida, y orando a tiempos, con que refocilava su espíritu. Y assí, la caída que dio por su presumpción, reparóla con el consejo ageno. Refiérelo Marulo, libro tercero. Y a se de advertir que ni de este exemplo ni de otros semejantes pueden los herejes tomar ocasión para dezir que clérigos y frailes están obligados a trabajar para que merezcan la comida, pues assí como sería indecencia que el rey obligasse a sus grandes y a los que residen en su casa y corte que trabajassen para comer, pues a la | magestad y grandeza de la persona real se le deve tener criados y continuos, con otra gente ilustre que le acompañe y sirva, deviéndoseles por solo este respeto la comida, teniéndoselo ya el rey merecido y ganado, assí los eclesiásticos y religiosos, que son continuos y criados de la casa de Dios, lícita y muy justamente se les deve la comida y sustento, por el assistir en su presencia, y residir en su casa y palacio. Y ya Jesucristo, con el precio de su sangre, les ganó en la Cruz los diezmos y primicias, y como patrimonio suyo se les reparte para su sustento. Cuánto más que los religiosos y ecle siásticos que se exercitan en predicar y confessar (y hablo de experiencia), no sé yo qué jornalero, con el açadón en la mano, y que está cabando de sol a sol, trabaje más que ellos trabajan. Y los que no se ocupan en esto, por lo menos rezan sus horas y estudian, y todo esto merece la comida, y lícitamente la llevan, por más que el herege ladre. Y lo que del exemplo propuesto, y de otros semejantes, se infiere, es que los monges que residían en el desierto o en celdas y ermitas, por sí o en congregación de monasterio, que también de ordinario estavan en los desiertos fuera de poblado, siendo gente por la mayor parte lega, sin tener órdenes eclesiásticos ni entretenerse más que en estar solos, teniendo horas señaladas para la oración, que otro tiempo y las demás horas era bien que no estuviessen ociosos, sino se exercitassen en trabajar de manos, y en esto hazían dos bienes: uno, huir el vicio de ociosidad, que es dañosíssimo, y otro, tener de qué sustentarse, sin obligar a los pueblos y cargarlos para que les diessen la comida. Lo dicho, con todo lo demás, que es sentimiento /(360r)/ proprio mío, le sujeto al parecer de la Iglesia Católica Romana.

[7] En este monasterio escitiótico, siendo abad Silvano, vino un monge estrangero, y viendo cómo trabajavan todos de sus manos, murmuró de aquella obra, diziendo que María escogió la mejor parte assentada a los pies del Señor, oyendo sus palabras, y que assí era mejor que los religiosos siempre estuviessen orando. Y con esto, él se recogió a una celda que le dieron, a orar. Vino la hora de comer, y el abad, de industria, mandó que no le llamassen. Y cuando él vido que era ya tarde, sin ser llamado salió, y fue al abad y dixo:
-¿Qué es esto, padre abad? ¿Comen o no en este monasterio?
-Sí comen -dixo el abad-, que a su hora se juntó el convento y cumplieron essa necessidad.
-Pues y a mí -replicó el estrangero- fuera razón me llamaran. ¿Qué descuido ha sido éste? Que también me parió a mí madre como a los demás.
El abad respondió:
-Sin duda, hermano, que como te hiziste tan espiritual cuando oy aquí llegaste, entendimos que no tenías necessidad de comida y bevida.
Confessó él su ignorancia, y diose por vencido con que le diessen algo que comiesse. El abad dixo:
-Dénselo, y entienda que María tiene necessidad de Marta, y que se favorece della.
Es del De Vitis Patrum.

[8] Juan Abad, en el desierto de la Tebaida, trabajava todos los días feriados en hazer cestas, y su trabajo venía al justo de lo que tenía necessidad aquel día para su sustento, y el domingo, que no trabajava, traíale un ángel pan, con que se sustentava. Evidente señal era ésta de ser la voluntad de Dios que comiesse de su trabajo, porque si algún otro día sin los domingos quería que se ocupasse en oración o en | otro espiritual exercicio, luego por la mañana venía el ángel con la provisión, y faltando, era señal que devía trabajar. Es del De Vitis Patrum.

[9] En el monasterio del abad Serapión avía semejante costumbre, que trabajavan los monges mucha parte del día, con que compravan lo necessario a su sustento. Y cuando venía el tiempo de la siega, alquilávanse, y del precio remediavan pobres encarcelados. Y con esto nunca estavan ociosos, y siempre que les sobrava alguna cosa, la davan en limosna a gente necessitada, y con una misma obra ganavan el fruto de tres virtudes, que eran el exericio corporal, la piedad y la humildad. Es de Paladio en su Lausiaca.

[10] Bando, abad en el monasterio de Fontanela en Francia, aviéndole él edificado con Guidón, su sobrino, acabándoseles el dinero y teniendo necessidad, proveyóles la reina Matilde, amonestada del Cielo que assí lo hiziesse, embiándoles un carro de provisión. Mas después procuró trabajar él y los que con él estavan, y con el fruto de su trabajo se sustentavan, y hazían esto porque no pareciesse que tentavan a Dios pidiéndole por milagro lo que ellos por sí podían alcançar. De donde se infiere que hazen mal los que, pudiendo socorrer a su necessidad trabajando, les parece que son dignos y merecedores de ser sustentados por ángeles, y por lo mismo deven ser notados de presumptuosos, y aun culpados por ociosos. Es de Marulo, libro tercero.

[11] Venerio Abad, haziendo vida solitaria en la isla Palmaria, que dista ocho millas de la ciudad Lunense, sustentávase con hierbas y frutas silvestres. Quiso un día hazerse agricultor. /(360v)/ Tenía una medida de cebada, y en el proprio día cabó la tierra, sembró la cebada y cogió sementera. Y en este milagro se remedió la necessidad de aquel hombre, y se infirió dél que semejante exercicio era grato a Dios, porque si no le agradara, nunca con tanta brevedad se sembrara y cogiera. Es de Marulo, libro tercero.

[12] Estéfano, anacoreta en Marcotilde, claro en santidad de vida y en milagros, aunque era mal sano, ciertas horas del día trabajava de manos, haziendo cestas de palmas, teniendo por mayor enfermedad la ociosidad. Es de la Historia Tripartita, libro octavo, capítulo primero.

[13] Daniel Egipcio, abad y sacerdote en el monasterio escitiótico, assí como no tenía por inconveniente después de los exercicios espirituales el trabajar de manos, assí no le era vergonçoso llevar a vender a la ciudad las cestas que hazía, y del precio, dexando lo necessario para su sustento, lo demás distribuía a pobres, y con esto evitava el estar ocioso, y era piadoso con el próximo, y dava exemplo a otros del modo como avían de vivir, acreditando lo que él hazía con milagros. Es del De Vitis Patrum.

[14] Arsenio Abad fue visto diversas vezes, estando trabajando de manos, derramar lágrimas, y es indicio que pensava en otra cosa de lo que hazía; las manos estavan atentas al trabajo, y el espíritu meditava en Dios, y con su desseo derramava lágrimas. ¡Oh varón celestial, que entre el trabajo gustava de la dulçura del Cielo! Es del Metafraste.

[15] Filoronio Sacerdote, haziendo vida de ermitaño en un monte de Galicia en España, parte del tiempo gastava en la oración, y parte en tra- bajar | de manos, y con esto tuvo espensas para hazer largas peregrinaciones. Fue a Roma y a Jerusalem, y porque nunca dexó de trabajar con ayunos y vigilias, mereció gozar de la quietud del Cielo. Es de Marulo, libro tercero.

[16] Arquebio Monge, trabajando de manos con los otros monges de su monasterio, él doblava el trabajo para pagar deudas que tenía su madre, a la cual no conocía cuando entró en religión, mas certificado allí que la tenía, y que la molestavan por deudas, con su trabajo las iva pagando. De modo que Arquebio guardó el precepto de Dios, remediando a su madre puesta en necessidad, y evitó la ociosidad, añadiendo al dolor trabajo. No faltó en el monasterio a la obligación de monge acerca del culto divino, y acrecentó la obra de caridad, teniendo compassión de la miseria agena. Es de Cassiano, capítulo treinta y ocho. El mismo Arquebio, viviendo en soledad en una isla del Nilo, llegando allí Cassiano y queriendo residir algún tiempo en la misma isla, Arquebio le dio su celda, con todo lo que en ella tenía, diziendo que le convenía ir a otra parte. Passando algún tiempo, bolvió a la propria isla, y con grande trabajo labró otra celda, y con el mismo color y dissimulación la dio a otros solitarios que llegaron allí. Edificó otra tercera celda, como dize también Cassiano en el capítulo treinta y siete, y la diera si viniera huésped que la desseara. Con esta liberalidad invitava al servicio de Dios a los estrangeros, y con esta fingida ocasión les hazía aceptassen su ofrecimiento, y con el trabajo guerreava a la ociosidad, y no sentía la pena del trabajo en tanto que se exercitava en obras de piedad. Refiérelo Marulo, libro tercero. /(361r)/

[17] Siendo Pacomio Abad en el monasterio de la Tebaida, donde avía mil y quinientos monges, todos trabajavan de manos, y no sólo tenían para el sustento, sino que les sobrava para embiar a pobres fuera del convento. Trabajavan su carne para sujetarla al espíritu. Es del De Vitis Patrum.

[18] Paulo, abad en el desierto de Egipto, llamado Porfirión, como para su sustento le fuesse bastante un huerto que tenía, con el fruto de las palmas, de que avía grande abundancia en aquella parte, gastava algunas horas cada día en hazer cestas de las hojas de las mismas palmas, y al cabo del año quemava las cestas, porque su celda estava apartada de poblado muchos días de camino, y ni podía cómodamente venderlas, ni darlas de gracia. Y assí el cotidiano trabajo no le servía sino de huir la ociosidad, y si se dexara llevar del ocio y pereza, ni viviera solo en el desierto, ni llegara a la cumbre de perfeción donde llegó, porque la ociosidad enseña mucha malicia. Es de Cassiano, libro décimo, capítulo veinte y cuatro.

[19] Simeón, monge natural de Italia, fue a Egipto, y en una isla que haze el río Nilo, de que se ha hecho mención, donde habitavan solitarios, quiso hazer vida, y porque no sabía oficio alguno, sino sólo escrivir letra latina, lo que allí, por no aver quién la leyesse, era impertinente, temíase de los otros monges que no perseveraría, faltándole el modo como ganar el sustento. Lo cual advertido de un santo viejo, concertóse con él que le trasladasse las Epístolas de San Pablo, dándole a entender que las quería para un hermano suyo, el cual residía en Italia, y desta manera le proveía de lo necessario a la vida. Y asseguróse | que ni por la falta del sustento, o sobra de ociosidad, dexaría el estrangero la vida de solitario que avía escogido. Es de Cassiano, libro quinto, capítulo treinta y nueve.

[20] Doroteo, abad en los desiertos de Egipto, dormía poco de noche, y dexando algún tiempo a la oración, lo demás gastava en hazer espuertas de palma. Otras vezes buscava piedra, que traía en sus ombros, y juntava tanta, con que edificava celdas, las cuales ofrecía a los que las querían. Y el precio de las espuertas dava a pobres. Y assí, siempre trabajando y repartiendo el precio y fruto de sus trabajos con próximos, evitó la ociosidad y exercitó la caridad. Es de la Historia Tripartita, libro octavo, capítulo primero.

[21] Eufrasia, monja en la Tebaida, sin los trabajos en que se ocupava del orden, comunes a todas las religiosas, añadía ella otros, como el que se ha dicho en otro Discurso, de mudar un montón de piedras de un lugar a otro y bolverlas donde primero estavan, no obstante que domava su cuerpo con ayunos y vigilias, temiendo que si procedía algo remisamente con él, alguna centella del ardor juvenil no levantasse incendio en su coraçón, y para prevenir este daño usava de remedio semejante. Y no se engañó, pues con esta diligencia vivió santamente y murió en el Señor. Es del De Vitis Patrum.

[22] Santa Isabel de Hungría, y assí ella como las que tenía a su cargo, antes y después de biuda, procurava se exercitassen en obras de manos, hilando lana y lino, texiendo y cosiendo, con lo cual conservó su honestidad y adelantó su humildad. Y es cierto que para ir a la quiete /(361v)/ y descanso de la gloria es proprio y muy acertado camino el del trabajo en esta vida. Dízelo Marulo, libro tercero.

[23] San Antonio, arçobispo de Florencia, yendo camino y entrando en cierto pueblo, vido sobre una pobre casa assentados muchos ángeles en figura humana. Supo que estava allí una viuda con tres hijas muy pobres, y casi desnudas, entendiendo en obras de manos. Mandólas probeer largamente, y passando por allí otra vez, don- de | avía visto los ángeles, vido muchos demonios. Mandó entrar dentro y que visitassen aquellas mugeres, y halláronlas que con la limosna que les avían dado, por ser tan abundante, se avían vestido profanamente, y estavan mano sobre mano, sin querer trabajar. Propuso de aquí hazer limosna limitada a semejantes personas, por no darles ocasión a ser floxas y pereçosas. Es de Vicencio Mainardo en su Vida, y refiérelo Laurencio Surio, tomo tercero. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Gorgo, hija de Cleomenes, viendo a Aristágoras que le calçava un paje el calçado, preguntó a su padre si tenía aquél manos. Dízelo Plutarco en sus Morales.

[2] Escipión Africano, preguntado qué hazía cuando estava solo, respondió que nunca estava más ocupado que cuando estava solo. Dio a entender en esta respuesta que si estava desocupado de oficios de la República, no se dava a la ociosidad, sino que se entretenía, a lo menos con el pensamiento, en imaginar grandes cosas. Es de Sabélico, libro segundo.

[3] Domiciano, emperador de Roma, tenía inclinación a no estar ocioso, y empleávase en cosas de poco momento. Con una ballestilla andava a caça de las moscas de su aposento, y matávalas. Y de aquí vino a dezir cierto criado suyo un donaire, que, preguntado quién estava con el emperador, respondió:
-Ni una mosca.
Refiérelo Sabélico, libro segundo.

[4] Plinio, en el libro diez y ocho de Natural Historia, capítulo sexto, dize que Cayo Furio Cresino tenía una he- redad | pequeña, y cogía mucho fruto. No faltó quién le calumniasse que hurtava de los vezinos. Fue acusado delante de Espurio Albino Edilcurul. Diole plaço para responder. Temió la sentencia, aviendo de passar por botos de las tribus, que eran las colaciones o parroquias de Roma. Determinó sacar a la plaça los instrumentos con que labrava su campo, y una hija robusta y varonil. Los instrumentos eran escogidos todos, de buena madera, de hierros y azeros cumplidos; las açadas, grandes, las rexas, pesadas, los bueyes, hartos. Puesto todo en la plaça, y mirado y alabado de los presentes, estando los juezes delante, propuso:
-Dezísme, señores, que como en pequeña heredad es el fruto grande, que lo hurto o soy hechizero. Los hechizos son éstos, los que me ayudan a hurtar son éstos, y pésame que no puedo mostrar aquí las velas, los sudores, los cuidados, las fatigas, que yo y esta mi hija passamos de noche y de día, tarde y mañana, para hazer mi campo fértil.
Oído esto, fue dado por libre.

Fin del Discurso de Obras de manos. /(362r)/