DISCURSO SEXTO. DE AVARICIA


En el capítulo catorze del Libro de los Juezes se dize de Sansón que en cierto camino que hizo mató un león y, bolviendo por allí desde a pocos días, halló en lo hueco dél un enxambre de abejas que avían hecho miel, de que comió Sansón y los que le acompañavan. Este león es figura del avariento, el cual como león araña y desgarra las haziendas de cuantos tratan con él. Mas viniendo su muerte ay en él miel de que se aprovechan diversas personas, porque los herederos gozan de cuanto él arañó y allegó en su vida. Y por esto dixo dello Crates Filósofo, referido por Plutarco, que eran como las higueras locas que nacen en los riscos, de cuyos higos no se aprovechan sino grajos; assí de las haziendas de los avarientos aprovéchanse los herederos, que, vestidos de negro estando enlutados y de color de grajos, gozan la herencia. De la cobdiçia dize San Pablo que es raíz de todos los males, y tiene esto que donde una vez entra no ay salir, porque crece con los años y, aunque en la vejez faltan las fuerças al cuerpo, el desseo de riquezas y la avaricia con el mismo tiempo se aumenta. Va faltando el tiempo de vivir, y el desseo de más allegar riquezas siempre se remoça y va adelante. Y es assí que quien está tocado de avaricia, como a nadie ame, assí de nadie es amado. A todas las cosas antepone el oro y cuanto más dél allega más sed tiene dél. Como el hidrópico, que siente mayor sed cuando más ha bevido. En este Discurso se ponen exemplos de avarientos, y por ellos, quien bien los considerare, puede venir a aborrecer la avaricia.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] No sólo fue Caín el primer embidioso, matando a su hermano Abel por tener dél embidia, sino cobdicioso, pues fue el primero que edificó ciudad. No la edificó Abel, su hermano, que era santo. Y de los semejantes refiere San Pablo que dizen:
-No tenemos aquí ciudad permanente, sino buscamos otra que es la celestial Jerusalem; mas los pecadores todo su negocio es en la tierra, y por lo mismo edifican casas y ciudades.
Como hizo Caín, y se refiere en el capítulo cuarto del Génesis.

[2] De Samuel Profeta se dize en el capítulo cuarenta y seis del Eclesiástico que, siendo Juez de Israel y teniendo a su cargo el govierno del pueblo, ni dinero ni cosa que valiesse lo que el calçado del pie recibió de hombre. Y esto se dize dél después de otros muchos loores, para que se entienda que no sólo es virtud el menospreciar dádivas y dones, sino guarda de las virtudes, porque si falta y se da puerta a la codicia desbarátanse las virtudes. Y es lo que dixo Salomón en los Proverbios, capítulo quinze: «El que sigue la avaricia pone su casa en confusión y el que aborrece dones vivirá».

[3] El profeta Eliseo, como curasse a Naamán Siro de lepra, no pudo ser dél convencido con ruegos para que recibiesse algunos dones de su parte. Mas Giezi, criado suyo, tocado de codicia, fue en seguimiento del Siro como embiado del profeta y, fingiendo cierta necessidad ocurrida de repente, recibió dél plata y vestidos, y por lo mismo la lepra -de que fue libre Naamán- se le llegó a él y a toda su /(28r)/ descendencia; para que a lo menos viéndose Giesi castigado, aprendiesse que la caridad con el próximo deve ser graciosa y no por interesse. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo quinto.

[4] Cuando el profeta Daniel quiso declarar al rey Baltasar el oráculo del Cielo escrito en la pared, prometióle dignidades y dones si lo hazía, mas él le dixo:
-Tus promesas y mercedes sean para ti, o rey, y los dones de tu casa dalos a otros. La escritura te leeré y declararé lo que significa.
Y assí lo hizo. Y si adelante dize el texto que recibió del rey un vestido de púrpura y una cadena de oro, da a entender que es lícito después de aver hecho la buena obra recebir algún don, no por concierto, sino por liberalidad y benevolencia del que lo da, y no para superfluidad, sino para necessidad. Es de Daniel, capítulo quinto.

[5] Pone Marco Marulo en Libro Primero una lista de avarientos que acabaron en mal por este vicio. Como Acán, que escondió una regla de oro y cierto paño de grana de la presa de Hiericó, contra lo que Dios avía mandado, y fue apedreado por ello, como parece en el capítulo siete de Josué. Joel y Abía, hijos del profeta Samuel, por avaricia perturbaron la justicia y, no queriendo los hebreos ser regidos por ellos, pidieron rey, que fue Saúl, según escrive en el Primero libro de los Reyes, capítulo octavo. Saúl venciendo a los Amalequitas, fue contra lo que Dios le mandó, que guardó joyas preciosas, por donde vino a perder el reino; y dízese en el Primero libro de los Reyes, capítulo quinze. Acab y Jezabel, reyes de Israel, por codicia de la viña de Nabot le mataron falsamente, y ellos murieron mala muerte; refiérese en el Tercero de los Reyes, capítulo veinte y uno. Judas vendió a Cristo y se ahorcó; San Mateo lo afirma de su nombre en el capítulo veinte y siete. Ananías y Safira, dos casados que mintieron al Apóstol San Pedro en el | precio de cierta heredad que vendieron, trayéndolo al depósito y común de los primeros cristianos, la mentira les costó morir de repente; y cuéntalo San Lucas en el capítulo quinto de los Hechos apostólicos. Y no sólo personas particulares, sino pueblos, ciudades y reinos se han perdido y assolado por avaricia. Y assí dize el Ecclesiástico, capítulo treinta y uno: «El que ama al dinero no será justi ficado; estropieço es a los pies. ¡Ay de los que se desvelan procurándole! El necio vendrá a perderse por él». Hasta aquí es de Marulo.
Y podemos añadir a lo dicho que por el dinero que prometieron los filisteos a Dalida vino a entregarles en sus manos a Sansón sin fuerças, en el cual hizieron grandes crueldades hasta que vino a morir, como parece en el Libro de los Juezes , capítulo 16. Y por dinero que dieron los judíos a las guardas que puso Pilato en el sepulcro, con mentira y falsedad dixeron que sus discípulos avían hurtado el cuerpo del Redemptor, como lo refiere San Mateo, capítulo 28.

[6] San Pedro y San Juan, Apóstoles de Cristo, siendo embiados a Samaría a baptizar, ponían las manos sobre los baptizados, y visiblemente recebían el Espíritu Santo, como lo recibieron los Apóstoles en lenguas de fuego el día de Pentecostés. Visto esto por Simón Mago, el cual también se avía baptizado, dava dineros a los Apóstoles porque le communicassen aquella gracia, que baxasse el Espíritu Santo sobre quien él pusiesse las manos, porque le parecía que podría sacar de aquí no pequeña ganancia. En tanta manera le avía cegado la avaricia que ignorava como los Divinos Sacramentos no se pueden vender ni comprar. Y assí mereció que le dixessen:
-Tu dinero sea en tu perdición, pues as creído que los dones de Dios se alcançan con dinero.
De modo que los Apóstoles tan agenos estuvieron de recebir dinero que maldixeron la perfidia de quien se le ofreció. Es del libro de los Hechos apostólicos, capítulo 8.

Hasta aquí se coligió de la Sagrada Escritura.


/(28v)/ [EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] A San Bartolomé Apóstol ofrecía Polemón, rey de la India, camellos cargados de oro y plata por averle librado del demonio una hija suya, y no quiso recebir cosa alguna, diziendo que no tenía dello necessidad y que no avía ido a la India para hazerse rico, sino para enseñar el camino del Cielo a los que creyessen en Jesucristo. Y verle el rey tan sin interesse fue no menor milagro para él que el de averle sanado la hija, por donde se determinó a recebir el Baptismo y después, dexando el reino, se hizo discípulo del Apóstol el que avía sido rey y señor de la India. Dízelo Abdías en su Vida.

[2] Judas Tadeo, como restituyesse la salud al rey Abagaro, que era señor de una provincia puesta de la otra parte del río Éufrates, no quiso recebir grande copia de oro y plata que le ofrecía, diziéndole:
-Si dexamos nuestra hazienda, ¿cómo recibiremos la agena?
Admiróse el rey de ver tan grande menosprecio de riquezas en un hombre al parecer pobre, y fue parte para que no con tanta ansia y desseo procuró primero la salud como después el Baptismo, no dubdando sino que predicava la verdad quien dava de mano a la ganancia y interesse. Es de Abdías en su Vida.

[3] De semejante grandeza de ánimo estava adornado Ciriaco Mártir, el cual de Roma fue hasta Persia, a llamado del rey Sapor, para que librasse del demonio una donzella hija suya, llamada Jobia. Libróla; ofrecióle dones de mucho precio y, aunque avía ocasión de recebirlos por el trabajo de tan largo camino, no los quiso, considerando que aquella larga peregrinación no la avía hecho por premio terrenal sino celestial. Y assí, el que no quiso recebir tesoro de rey terreno, siendo coronado de mártir recibió del Señor Inmortal la Eterna Bienaventurança. Es de Surio, tomo primero.

[4] Passando San Epifanio de Cipro, donde era obispo, a Jerusalem, hízole el arçobispo de aquella ciudad, llamado Juan, buen acogimiento en su casa. Supo que era avaro | por estremo, y que avía allegado riquezas y tenía vasos de oro y plata con que se servía a la mesa. Pidióselos prestados debaxo de cierto color, y hízolo San Epifanio, como después pareció, inspirado de Dios. Teniéndolos en su aposento, llamó un monedero y dióselos para que se los tornasse todo moneda y, hecho, repartiólo a los pobres. El obispo Juan viendo que tardava en bolverlos, pidióselos y, porque no se los dava, un día delante de todo el clero y pueblo en la iglesia le echó las manos, diziendo que le bolviesse su plata, que era de aquella iglesia. Túvole assido algún tanto. Y porque San Epifanio ninguna cosa dezía ni hazía en su defensa, sin mostrar en su rostro turbación alguna -siendo al contrario en todos los presentes, que sentían mucho que tal desacato se hiziesse al santo varón- bolvió Dios por él, y repentinamente quedó ciego el avaro Juan. Y como se sintió sin vista, muy humilde se derribó a los pies de San Epifanio, pidiéndole que rogasse a Dios le bolviesse su vista. Díxole el santo perlado que fuesse a adorar la Santa Cruz que estava en el templo. Él no quiso dexarle, sino teniéndole assido le pedía su vista sin hazer ya caso de la plata. Epifanio le hizo un breve sermón, declarándole el mal que hazía en ser avariento. Púsole las manos sobre los ojos y vido con el uno dellos, que fue el derecho. Rogóle por el otro y díxole el santo:
-No puedo, hijo, abrirle. Dios le cerró, ábrale Él. Su voluntad es que seamos en todo modestos.
Y desta manera quedó el obispo Juan castigado y enmendado.

[5] Cosme y Damián, hermanos, claros en medicina y mucho más en oficio de piedad, curavan enfermos sin interés alguno. Y como Damián, aviendo sanado de enfermedad bien peligrosa a Paladia, matrona rica, por importunidad grande della y casi forçado, recibió cierto don y regalo, tuvo dello noticia Cosme, y sintiólo tanto que propuso de no enterrarse con él en una sepultura, pareciéndole cosa muy digna de reprehensión recebir premio por el trabajo que en obras santas y /29r/ del servicio de Dios se padece. Es de Surio, tomo quinto.

[6] San Hilarión Abad, como en todo lo demás, assí en esto fue bien mirado. Ofrecíale Orión, de quien con favor de Cristo lançó una legión de demonios, grandes y ricos dones. Y no los recibió, diziendo:
-¿Nunca as leído los castigos de Giesi y de Simón Mago, de los cuales el uno recibió premio, el otro le ofrecía? Éste quiso comprar la gracia del Espíritu Santo y el otro, venderla.
Orión, derramando lágrimas, dezía:
-Recíbelo y dalo a pobres.
Respondió Hilarión:
-Tú puedes mejor distribuirlo, que andas por las ciudades y conoces los pobres. Yo, que dexé mi hazienda propria, ¿por qué me tengo que encargar de la agena? A muchos el nombre de pobres es ocasión de avaricia. La misericordia no tiene arte ni astucia. Ninguno da más que quien da guarda para sí. No quieras, hijo, entristecerte porque no recibo tus dones, ni entristecerme si los recibiesse; lo que hago por mí, por ti lo hago. Si yo recibiesse lo que me ofreces ofendería a Dios y a ti bolvería la legión de demonios.
Dízelo San Hierónimo en la Vida de San Hilarión, capítulo sexto.
Y el mismo Hilarión, sanando a un privado del emperador Constantino que le atormentava el demonio, ofrecióle diez libras de oro. Él le mostró un pan de cevada, diziendo:
-Los que se sustentan deste pan, en tanto estiman el oro como el lodo.
Andando también San Hilarión visitando los monasterios que sus discípulos avían fundado, por importunación de los que ivan con él -que se estrañava de hazerlo- fue a visitar uno, del cual era cabeça cierto avariento. Llegando cerca hallaron puestas guardas en una viña que tenía, para que no dexassen entrar en ella a los que venían con el santo viejo, y a pedradas con hondas los espantaron y no los dexaron tocar las uvas, estando maduras y sazonadas. Sonreíase desto Hilarión. Fueron a otro monasterio de un grande siervo de Dios. Importunóles que comiessen uvas, porque venían cansados del camino. San Hilarión dixo:
-Sea maldito el | que primero buscare la recreación del cuerpo que la del alma. Hagamos oración y paguemos a Dios primero su deuda, y después se puede entrar en la viña.
Dicho el oficio, subió el santo varón en un lugar alto y bendixo la viña y dio lugar a sus ovejas que entrassen a apacentarse en ella. Los que entraron eran grande número. Solía dar de fruto aquella viña cada año cien medidas de vino o arrobas; vendimióse desde a veinte días y dio trecientas. Y el otro avariento cogió aquel año mucho menos que solía, y lo que cogió se le tornó vinagre. Es del mismo San Hierónimo.

[7] Antes que el bienaventurado San Gregorio fuesse levantado a la dignidad del Sumo Pontífice edificó un monasterio, en el cual residía él y otros muchos religiosos. Déstos, uno llamado Justo, que avía estudiado medicina y sirvió al mismo San Gregorio, como él dize, en sus enfermedades ordinarias de médico, cayó enfermo. Y estando muy fatigado, visitándole otro hermano suyo también médico, llamado Copioso, el enfermo le dixo que tenía guardadas tres monedas de oro, y dónde. Lo cual no pudo ser tan secreto que otros monges no lo entendiessen, y, buscándolo, halláronlo entre sus libros y instrumentos de médico. Diéronle cuenta dello a San Gregorio. Él sintió mucho que contra el voto de la pobreza tuviesse aquel monge las monedas de oro, siendo proprietario. Púsose a pensar el santo qué modo ternía para que el culpado purgasse su culpa y los demás monges avisassen y escusassen de cometer delito semejante. Llamó a Precioso, que era prepósito en el mismo monasterio, y díxole:
-Ten cuidado que ningún monge hable con éste que se muere, ni le consuele, ni se halle a su muerte; antes, cuando llegue, dirále Copioso, su hermano, que por aver sido proprietario teniendo escondidos aquellos dineros le han negado los demás monges y le abominan, porque assí, a lo menos en el artículo de la muerte le dé pena su culpa y la limpie con el dolor y penitencia. Y cuando fuere muerto no sea su cuerpo sepultado entre los mon- ges, /29v/ sino echadle en un muladar, y sobre él poned las tres monedas de oro, diziendo todos «tu dinero sea tu perdición», y cubridle allí de tierra.
«Quise -dize San Gregorio- proveer en esto al que se moría que tuviesse dolor de su culpa, y que los monges temiessen ser codiciosos y proprietarios».
Y todo sucedió assí, porque, estando el enfermo en el artículo de la muerte, y queriéndose encomendar y favorecer de los monges sus hermanos, fuele dicho como todos abominavan dél, y la causa; tomándola él desto para gemir y llorar su pecado. Y llorándole y gimiéndole acabó la vida. Su cuerpo fue sepultado en un muladar, y los demás monges, atemorizados deste hecho, sacaron de sus celdas todo lo que tenían que les pareció no muy necessario, aunque fuesse de poco precio y estima, y pusiéronlo en el común. Passados treinta días de la muerte del monge, dize San Gregorio que se compadeció dél, y considerava entre sí cómo podría ayudarle y favorecerle si estava en parte que pudiesse ser favorecido y ayudado. Llamó al mismo prepósito Precioso y díxole mostrando mucha pena y tristeza:
-Ya ha días que nuestro hermano Justo murió, y si está en fuego de Purgatorio devemos ayudarle en cuanto a nosotros fuere dado. Por tanto procura desde oy que le digan treinta missas, sin interponer o faltar día alguno.
Hizo lo que le fue mandado. Y con esto San Gregorio, ocupado en otros negocios, olvidó el del difunto. Mas a los treinta días, una noche se apareció a su hermano Copioso y, conociéndole, preguntóle:
-Pues, hermano, ¿cómo te va?
Respondióle:
-Hasta aora mal; aunque ya bien me va, porque desde oy conmunicaré los bienes del Cielo.
Y con esto desapareció. Fue el hermano y publicó este caso a los monges del monasterio, los cuales, computando los días, hallaron ser aquél último de los treinta en que se le avían dicho las missas. Y no sabiendo el hermano lo que avían hecho los monges por el difunto, ni sabiendo los monges lo que Copioso el hermano avía visto dél, en un mismo tiempo se pu- blicó | todo y quedó la verdad averiguada de aquel negocio. De manera que de la pena que merecía el monge proprietario por la culpa de la transgressión del voto de pobreza que lloró en su muerte, fue libre por el sacrificio santo de la Missa. Lo dicho es de San Gregorio, en el cuarto libro de sus Diálogos, capítulo cincuenta y cinco.

[8] Cirilo, arçobispo de Jerusalem, en una carta que escrivió a San Augustín poco después de la muerte de San Hierónimo, dize que avía un monasterio de dozientas monjas en las partes tebaicas, y que començaron a introduzir cierta costumbre nueva y nunca usada en semejantes monasterios, y era que no recibían monja alguna si no dava a la casa cierta suma de dinero; lo cual parecía mal a una monja anciana del mismo monasterio. Apareciósele de noche San Hierónimo y mandóla que dixesse de su parte a la abadessa y monjas que quitassen aquella costumbre, si no, que entendiessen que vendría sobre ellas castigo del Cielo. Fue con este recaudo; díxolo a todas en capítulo y ninguna faltó que no lo riesse, teniéndolo por fábula de vieja y cosa soñada. Por tres vezes tuvo la buena monja el mismo mandato de San Hierónimo, y lo refería a las otras monjas, las cuales a la tercera vez, enojándose con ella, asiéronla de las greñas, repeláronla y abofeteáronla; otras la punçavan con las agujas de labrar y algunas con las ruecas la apaleavan, y aun hasta las viejas con los báculos en que se sustentavan la herían. Apenas faltó monja que no llegasse a darle siquiera un pellizco, porque era contra la comunidad y no iva por el passo que todas, y les quería quitar aquella ganancia que devían repartir entre sí, contra sus reglas y instituciones (dado todo y declarado por los fundadores del orden, en que tenía buena parte San Hierónimo, y por esto con cuidado y diligencia las avisava que se enmendassen). En fin de razones, que a la anunciadora de tales nuevas, después de averla maltratado de palabra y de obra, asiéndola cual de pies, cual de cabeça, la sacaron del monasterio /(30r)/ y echaron en la calle, cerrando muy bien las puertas. Fue providencia de Dios, porque el justo Lot no pereciesse en Sodoma, la sin culpa con las culpadas. Y fue assí que no era bien salida del monasterio la santa monja cuando con un terrible estallido el mismo monasterio se hundió por los fundamentos, muriendo todas las monjas sin quedar una con vida, acabándose con su avaricia. La Epístola de Cirilo en que se escrive esta historia se halla entre las de San Augustín y es en número dozientas y dos, capítulo octavo. Adviértase que aunque estas monjas se entiende que hazían mal en la costumbre que guardavan de recebir dinero con las que entravan de nuevo, pues tuvieron tan desastrado fin, no por esso se tenga por mala la costumbre usada y guardada en toda la Iglesia Católica donde ay monasterios, pues aunque en algunos se entra graciosamente, porque las casas son ricas o los fundadores lo determinaron assí, ay otros en que se entra con dote que sirve para el sustento de los mismos conventos y monjas, lo cual, si faltasse, también faltarían los conventos. Y el exemplo puesto servirá para que en los semejantes, donde se reciben dotes, se tenga cuenta en que se contenten con lo moderado y no quieran precios excessivos, por donde se hallan muchas donzellas impossibilitadas para recebir este santo estado, que le dessean y dieran dél muy buena cuenta, y por faltarles dote se quedan en el siglo.
Yo alabo sumamente (y puédese traer por exemplo en esta materia) lo que se usa en el monasterio de San Clemente el Real de la ciudad de Toledo. Del cual digo -y puedo dezirlo como testigo de vista por aver muchos años oído en él confessiones- que ay tan buenas y perfetas monjas como se hallan en toda la Cristiandad. Y es prueva desto la continua oración de muchas, que hazen de la noche día, passándola de claro en claro en este santo exercicio; la frecuencia de los Sacramentos, comulgando a ocho días grande número dellas, y muchas otras más vezes en la semana; el assistir en el coro | a los oficios divinos y a todas las demás obligaciones del orden; las continuas y muy importantes obras de penitencia, como ayunos, disciplinas y cilicios (y, verdaderamente, lo que en otras partes se gasta de tiempo y de razones para que se hagan, aquí es necessario se gaste con algunas para irles a la mano a que no se maten o enfermen notablemente por semejantes obras); las fiestas que celebran a sus patronos y santos devotos; un Octavario del Sacramento en que de regozijo mezclado con devoción santa no sé qué más se pueda dessear, estando todos ocho días desde la mañana hasta la noche patente el Santíssimo Sacramento en una custodia de plata sobredorada de cinco mil ducados de valor, con mucha cera ardiendo, muchos pebetes y ramilletes con hierbas olorosas, donde residan siempre sacerdotes que están cantando o rezando junto a la custodia, y grande parte del convento, que haze lo mismo en su clausura. Pues en esta real y santa casa, donde se hallan de ordinario ciento y cincuenta monjas, entre las cuales ay señoras de los mejores linajes de España, siendo rico y de mucha renta, guárdase este orden, que si alguna donzella quiere entrar en él y ser monja, si tiene patrimonio y puede buenamente dar dote, pídesele, mas si le falta, con que sea ella bien nacida la reciben sin darle jamás en rostro que entró sin dote. Y assí ay dentro dél muchas que sin dotarse las recibieron, fuera de otro número grande que se recibe para servicio del convento y socorro de las monjas, que llaman freilas. He dicho esto porque lo alabo y parece muy bien, aunque no condeno ni tengo por mala la costumbre general de que entren con dotes moderados, como lo difinen y declaran algunos Sumos Pontífices y Concilios, para que el convento permanezca y las monjas se sustenten, sin estar necessitadas a que salgan algunas dellas cada día a pedir de puerta en puerta, como se usava antiguamente (o otras personas por ellas) en muchos monasterios. /(30v)/

[9] Arnoldo, obispo aretino, tomó un cáliz de plata de cierto monasterio y, siendo requerido que le bolviesse, no quiso. Ni fue parte cierta visión, de que le vieron en un lago con dos etíopes o negros que le davan a bever piedra çufre en el cáliz; antes, sin hazer caso desto, estando diziendo gracias y donaires con sus criados, sintió que le dieron un golpe grande en la cabeça y murió de repente. Dízelo Pedro Damián, cardenal, en una carta que escrivió a Desiderio Abad, y está en el tomo séptimo de Surio. También lo afirma Pedro Cluniacense.

[10] San Teodoreto, en su Historia religiosa , en la Vida de Simeón Ermitaño , escrive de un labrador que, no contentándose con el trigo de su cosecha, passó a casa de un su vezino y hurtóle algunas gabillas o manadas de trigo, y trúxolas a su era. Mas el Señor, que aborrece el hurto y la avaricia, embió un rayo que le abrasó lo que hurtó y lo que tenía proprio. Viéndose perdido y que no le quedava remedio aquel año de trigo, fue a Simeón Solitario y con lágrimas le refirió su desgracia, y que estava para desesperar, aunque calló su hurto. Mas, siéndole todo manifiesto al santo viejo, díxole que era castigo de su hurto y que, si le dava palabra de que bolvería a su dueño lo que le tomó, él se ofrecía de alcançar de Nuestro Señor le fuesse buelto su trigo. Prometió de hazerlo a la hora y, con esto, buelto a su labrança, halló el trigo de la manera que estava antes que cayesse el rayo. De lo cual muy gozoso bolvió luego su hurto y, publicándose el caso, puso temor a todos sus vezinos para no caer en caso semejante, y respetaron a Simeón como a santo.

[11] Enterrando a Santa Gúdula y poniéndole muchas joyas de oro y piedras en su cuerpo, abrió de noche el sepulcro un ladrón y quitóle las joyas, de las cuales dio parte a una hija suya. Ésta, siendo vista y conocidas las joyas de un obispo hermano de la santa, maldixo al ladrón y a toda su posteridad por aquel sacrilegio, y cayóle de suerte que cuantos en aquel lina- je | nacían eran coxos o mancos. Avían enterrado a esta santa en la ciudad de Ham, en un templo, junto al que nació de repente un álamo que siempre estava verde. Trasladaron el cuerpo a otro templo de la ciudad Mortzelanense, y el siguiente día de cuando el cuerpo fue allí puesto vieron que se avía venido allí también el álamo, y estava tan firme como de muchos años. Esto fue dicho al emperador Carlomagno; fue a verlo, y admirado del milagro, hizo donación al templo de la villa de Ham, donde primero estuvo. Refiérelo Surio, tomo primero.

[12] En Maguncia, ciudad principal de Alemaña, en el año del Señor de novecientos y setenta, uvo un arçobispo que se llamó Hato, hombre muy avariento. Dezía mal de los pobres, perseguíalos, juzgando que era gente inútil y muy molesta. Sucedió gran hambre; venían a él los pobres, aunque le conocían por duro y sin caridad forçados de la necessidad, sabiendo que tenía trigo en cantidad y dineros. Sinificávanle su miseria, y todo sin provecho. Viéndose molestado dellos, hizo juntar algunos centenares en ciertas casas de paja que le avían servido de graneros y estavan vazías, diziendo que los quería proveer de trigo, y, teniéndolos dentro, hízoles pegar fuego y fueron quemados, diziendo el mal hombre que a los ricos avía librado de molestia y a los mismos pobres de vivir muriendo de hambre, y hecho bien a todos. Mas castigóle Dios, levantando contra él una tempestad grande de ratones que se le comían vivo. Entróse en una torre que tenía riberas del río Rin, y allí subieron y se le comieron, no dexando escudo de sus armas puestas en paredes y ventanas que no royeron. Y en los libros y papeles en que estava escrito su nombre, los royan y quitavan de allí. Escrive esto Genebrardo en su Cronología, y afírmanlo graves autores.

[13] Popiel, rey de Polonia, era avariento sumamente. Cargava a sus vassallos de excessivos tributos. No se dolía de los pobres, antes los afligía y maltratava. Dezía /(31r)/ muchas vezes firmando alguna cosa: «Comido sea yo de ratones si no es esto verdad». Y por justo juizio de Dios sucedió assí, que se le comieron ratones sin poderle defender dellos todo su reino. Esto sucedió año de trecientos y cuarenta y cuatro, según afirma Navelero, volumen segundo, Generación treinta y seis.

[14] En el monasterio Vacelense estava a guardar una grande suma de dinero de un usurero ya difunto. Vino a aquel convento un santo monge llamado Vualtero y, estando haziendo oración donde el dinero se guardava, vido assentado sobre ello al diablo. Espantóse y signóse con la señal de la Cruz. Preguntó luego al demonio, y díxole:
-¿Qué hazes aquí, y qué aguardas, enemigo del humanal linaje?
Respondió:
-Con mucha razón y justicia estoy aquí assentado, guardando lo que es mío.
Dio aviso desto al abad, el cual sin detenimiento embió fuera de casa el dinero, porque también saliesse della el diablo. Refiérese en el libro segundo De Apibus, capítulo veinte y seis.

[15] San Leonardo, francés y discípulo de San Remigio, no quiso aceptar dones de grande estima que le ofrecía su rey, aviendo librado a la reina, su muger, de un dificultoso parto, de que los presentes desconfiavan, dado por escusa que no tenía dello necessidad y assí no lo quería recebir, y que si algún tiempo estuviesse necessitado esperava en la divina bondad que no le faltaría, pues dio palabra que se procurasse primero el Reino de Dios y que todo se les daría de añadidura. Dízelo Jacobo Januense en su Vida, y refiérelo Marulo, libro primero.

[16] Fray Juan Garay, fraile menor, después de aver vivido muchos años en el orden perfeta y santamente, con licencia de sus perlados se apartó en una montaña llamada Onor de Sedaño, donde bivió casi cinco años en una pobre ermita, cubierto de un muy áspero y vil hábito, y descalço. Su cama era unos pocos de sermientos, su cabeçera, un madero, su comer, duro pan puesto en agua con hierbas crudas. | Los que le veían hazer esta vida honrávanle como a santo. Venían de muchos pueblos a le visitar y traíanle grandes regalos, los cuales él mandava vender a un moço que tenía, para pedir limosna, y guardava el dinero. Estava muy viejo, y tan gastado que no tenía sino el pellejo sobre los huessos. Fue un día hallado ahogado muerto junto a su cama, denegrido y con la boca y rostro torçido, tan feo que ponía temor a quien le mirava. Y sacando los sarmientos en que dormía hallaron debaxo una olla llena de dinero, por el cual pecado de proprietario fue entendido de todos que avía muerto tan desventurada muerte, después de tantos años de religión y vida penitente. Refiérese en la tercera parte de las Crónicas de San Francisco , libro octavo, capítulo cuarenta.

[17] Estando enfermo y cercano a la muerte un logrero, dezíale el confessor que si no hazía tres cosas que se condenaría sin remedio, y eran éstas: confessar sus culpas, tener dolor dellas y restituir lo mal ganado conforme a su possibilidad. Él respondió:
-Las dos primeras de confessarme y pesarme de mis culpas yo lo haré, mas lo tercero no sé cómo sea, que quedaré yo pobre y mis hijos a pedir por Dios.
Replicava el confessor:
-Pues tened por cierto que os condenaréis si no lo hazéis.
-Y ¿quién lo dize esso?- añadió el logrero.
-La Escritura -dixo el confessor-, y todos los doctores sagrados.
-Pues yo quiero ver esta vez cómo esso sea verdad- replicó el logrero, y con esto dio la alma a los demonios.
Es del Promptuario de exemplos.

[18] El autor del libro De Apibus dize que en el año de mil y dozientos y treinta y ocho uvo en París diversas juntas de letrados, en que se halló Guillelmo, obispo de la misma ciudad, hombre de grandes letras, experiencia y vida, sobre si era lícito y sin pecado que una persona tuviesse muchos beneficios eclesiásticos, bastándole uno dellos para el sustento según su decencia y estado. En lo que se determinaron fue no ser lícito, sino que contra conciencia se tenían muchos beneficios por /(31v)/ una sola persona, bastándole uno para su estado y decencia. Hallóse en estas congregaciones y juntas Filipo, cancelario de París, y contradixo el parecer de aquellos letrados, porque tenía él muchos beneficios. Cayó enfermo, visitóle el mismo obispo Guillelmo y exortóle a que dexasse los beneficios que tenía, quedándose con solo uno. Mas él, pertinazmente, dixo que no los dexaría, antes quería ver la verdad de aquella cuestión y disputa, si teniendo él diversos beneficios se salvava. Murióse, y dize este autor que se apareció después al mismo obispo y le dixo que se avía condenado.
Trae otro semejante exemplo de un clérigo, grande letrado, a cuya muerte se halló presente el mismo autor del libro alegado, a quien unos llaman Tomás de Cantiprado, otros Juan y otros Guillelmo. Dize, pues, que le exortó a que resinasse los beneficios, que tenía más de uno, y que no lo pudo acabar con él. Sólo dixo esta palabra:
-Rogad a Dios que me dé gana hazerlo.
Murió luego, y estando un monge muy turbado y escandalizado cómo si era pecado mortal tener muchos beneficios, bastando uno para el devido sustento y estado, un tan letrado quisiesse morir sin dexarlos, y que se le apareció el muerto y declaró que se avía condenado.
Dize más, que estando para morir Jacobo de Vitriaco, obispo de Ancona y cardenal de Roma, insigne letrado, siéndole preguntada esta dificultad, respondió:
-Cercano estoy a la muerte, y digo que es pecado mortal, a quien le basta para su decente sustento un beneficio eclesiástico, tener más.
Otros graves autores refieren en el lugar alegado, que es en el De Apibus, libro primero, capítulo diez y nueve.

[19] En Alexandría se dize que están los huessos del profeta Hieremías, llevados allí de Egipto por Alexandre, fundador de aquella ciudad, y puestos en un templo venerable llamado Tetrafilo. Aquí llegó al punto de mediodía el autor del libro llamado Prado Espiritual con Sofronio, grande amigo suyo, y vieron tres ciegos que estavan hablando entre sí. Llega- ron | sosegadamente por oír su plática y sacar della algún provecho espiritual, y oyeron que el uno preguntava al otro el modo como avía cegado, y respondió:
-Siendo moço y teniendo por oficio el de marinero, partiendo de Africa, repentinamente perdí la vista. Mas, y tú, ¿cómo cegaste?
Respondió:
-Hazía vidro, y de estar continuamente cerca del fuego vine a quedar ciego.
Estos dos preguntaron al otro el modo como avía cegado, y respondió:
-Diréos ciertamente la verdad. Siendo moço aborrecía el trabajo, y andando holgaçán di en vicios carnales, y, faltándome lo necessario para la vida, comencé a hurtar. Donde un día, aviendo cometido grandes pecados, vi llevar a enterrar un difunto, adornado de ricos adereços, conforme a la costumbre de la tierra. Seguí el entierro y, visto dónde quedava el muerto -que fue a las espaldas de la iglesia de San Juan, en una cueva-, yo aguardé a que los oficios se acabassen y, acabados y siendo noche, entré en la cueva y desnudé el cuerpo, y carguéme de su rico adereço. Salía de la cueva rico de despojos, mas mi mala consciencia me incitó a que bolviesse y le desnudasse la camisa, que sola le avía dexado. Llegué al cuerpo y comencé a quitársela, mas el muerto levantó el medio cuerpo y, echándome sus manos a los ojos, me los sacó ambos. Yo, miserable, dexando todo lo que le avía quitado, con grande afán y peligro salí del monumento. Veis aquí de la manera como quedé ciego y sin vista.
Esto todo oyeron Sofronio y el autor dicho, a quien haziendo señas el mismo Sofronio que se fuessen de allí, díxole:
-Verdaderamente, abad Juan, oy no tenemos más que estudiar. Bastantemente en lo que avemos oído podemos ser edificados y assí con este fin lo escrivimos, para que se entienda que ninguno puede hazer mal que se encubra de los ojos de Dios.

[20] El emperador Constante Tercero, hijo de Constancio y nieto de Focas, todos emperadores de Constantinopla, passó con gente de guerra de Grecia a Roma, en la cual recibido de paz, en término de /32r/ cinco días robó la ciudad, sin dexar lugar sagrado o profano, llevándose estatuas, colosos, antiguallas y otros ornamentos de precio y estima que tenían los romanos. Dexó hecho más daño en ella que en muchas entradas y sacos que hizieron en ella gente bárbara diversas vezes avían hecho. Passó con el robo a Sicilia, donde trató con rigor a los naturales, pidiéndoles pechos y tributos tan excessivos que para pagallos algunos vendieron y hizieron esclavos a sus proprios hijos. Degeneró del todo de sus mayores, que procuraron adornar la ciudad de Roma con lo que él llevó della, trayéndolo de partes muy remotas a grandes despensas y costas, y junto con esto, dando a los naturales dineros y provisión para el sustento de la vida, por hazerse gratos a ellos y bien quistos. Ni se fue el sacrílego constante sin castigo de tantas insolencias y cosas mal hechas, porque en Sicilia, revelándose contra él sus soldados, le mataron, y de todo cuanto llevava robado se apoderaron sarracenos, que se hallaron en la misma isla en la ciudad de Palermo, y con ello se passaron a Africa. Y sucedióle lo que sucede de ordinario a los avarientos codiciosos, que vienen a ser señores de lo que tienen mal allegado los que menos se pensavan, y assí, quedando la infamia y pecado con el que lo robó, el provecho dello le goza otro, por juizio recto de Dios. Lo dicho es de Fulgoso, libro nono.

[21] Rodolfo, emperador de Alemaña, fue amicíssimo de oro, en tanto grado que hizo libres muchas ciudades de Italia que eran sujetas al Imperio porque se compraron a dinero. Quiso tener su hazienda no tanto en raízes como en muebles, pareciéndole mejor poco, como fuesse oro con afrenta, que mucho, no siendo semejante metal, con honra. Es de Fulgoso, libro nono.

[22] Don Pedro, llamado El Cruel, rey de Castilla, hizo un hecho en que se dificulta en qué pecó más, o en avaricia o en crueldad. Vino a favorecerse dél un rey moro de Granada contra otro que le tiranizava el reino, y truxo consigo grandes te- soros. | El rey don Pedro le hizo alancear, y ayudó él a tirarle las lanças, y assí le quitó la vida y quedó con el oro. Y acumulóse esto para con Dios al processo de su muerte, que fue a puñaladas por su proprio hermano. Refiérese en su Crónica, y tráelo Fulgoso, libro nono.

[23] Ariberto dio batalla al duque de Baviera, que duró hasta que vino la noche y los despartió, sin averiguarse quién quedó por vencedor o vencido. Y no assegurándose Ariberto, tomando grande cantidad de oro, huyó camino de Francia; donde, yendo a passar el río Ticino nadando, con el peso del oro se hundió y ahogó. Dízelo Guido en el De exemplos. Quien quisiere saber más deste cuento, pregúntelo a quien le sepa dar razón dél más que yo, porque Guido, de quien yo lo tomé, a tiempos se precia de vizcaíno en ser corto de razones.

[24] Estando la ciudad de Preneste cercada y los de dentro en grande aprieto, padeciendo mucha hambre, un hombre avía caçado un ratón. Comprósele otro por docientos reales, y el que le compró con él remedió su vida, y el que le vendió murió de hambre. Dízelo Dominico Brusón. Y refiere a Estrabón, que escrive de la ciudad de Casilino que, en otro cerco, uno de los cercados vendió a otro por dozientos dracmas o reales un celemín de salvado, con el cual se libró de muerte el comprador, y el vendedor murió de hambre. La avaricia fue causa de la muerte de ambos.

[25] Haalón Tártaro, año de mil y dozientos y setenta, conquistó la Persia y ganó a Babilonia de Siria, que se llama Baldac. Halló allí un sacerdote que avía allegado grandes riquezas. Mandóle encerrar con todo ello en una fortaleza y que no le diessen de comer hasta que muriesse, porque no se dixesse que murió de pobre. Refiere lo dicho el autor de la Historia Pontifical.

[26] El obispo de Comenge en sus Diálogos escrive de un señor de título en España que, estando a punto de morir, bolvió el rostro a un hijo que heredava su estado y /32v/ díxole:
-Yo te mando que a tales religiosos restituyas tal y tal lugar que yo he posseído, porque son suyos, mas si tú lo hizieres serás un grande necio.
El mismo dize que cuando el rico está para morir todos hazen con él lo que los bueitres en cuerpo muerto: unos piden libertad, otros, hazienda, unos, remissiones de deudas, otros, rentas, unos, mandas, otros, descargos. La mu- ger | pide la dote, la hija, el quinto, el hijo, el mayorazgo o mejora, las hermanas, remedio, la alma pide penitencia, el cuerpo, salud, los pensamientos, quietud, las culpas, perdón, los delitos, contrición, y los demonios, justicia.


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Tolomeo, rey de Cipro, allegó grandes tesoros, haziendo agravios y desafueros a sus súditos. Levantósele guerra y, viéndose apretado, cargó de todo su oro en un navío, con designio que si se viesse en peligro echarlo en el mar y a sí mismo tras ello. Llegó el peligro, abrió sus arcas y, viendo el oro, rompiéronsele las entrañas, no tuvo coraçón. Dio otras traças en sus negocios y sucedió que fue preso, y en premio de su prisión llevó su enemigo sus tesoros. Dízelo Valerio Máximo, libro nono, y añade que este miserable no fue señor de sus riquezas, antes ellas le tenían a él por esclavo.

[2] Perseo, rey de Macedonia, siendo vencido de Paulo Emilio, iva huyendo con poca gente que le seguía. Eran éstos algunos cretenses, a los cuales avía prometido grandes dones; dioles ciertos vasos de oro y lleváronle al lugar seguro. Prometióles mucho dinero si le bolvían sus vasos; bolviéronselos y no dio el dinero, por lo cual le dexaron, y quedó sin quien le defendiesse con grandes riquezas. Viéndose con solos sus criados huyó a Samotracia, donde fue preso de Emilio con todas sus riquezas y llevado a Roma captivo. Mereció perder el reino y el todo por averlo estimado en más que la gente de guerra que pudiera defenderle, y aun sustentarle en su estado. Dízelo Fulgoso, libro nono.
[3] Venció Pompeyo a Tigranes, rey de Armenia, y restituyóle el reino, dándole libertad. Vino a los reales donde Pompeyo estava a verle y recibióle con grande | honra, combidándole a cenar consigo. Después de cenar repartió el rey joyas riquíssimas y dones de gran precio, assí al Pompeyo como a sus capitanes y soldados, y todos por su liberalidad se le aficionaron y acariciaron. Supo Pompeyo que tenía un hijo que esperava heredar sus estados; embióle a rogar que cenasse con él otra noche. Respondió el hijo que no quería cenar de tanta costa como le avía salido a su padre. Enojóse el Pompeyo y llevóle contra su voluntad a Roma, y entró con él en triunfo, que fue grande afrenta para el moço, y sucedióle de ser avariento que, por no dar algunas joyas, como hizo su padre, no quiso aceptar la cena de Pompeyo, y por lo mismo perdió las esperanças del reino y la libertad. Es de Fulgoso, libro nono.

[4] El emperador Tiberio era avariento; escrivióle Lentulo Patricio que se avía sentido malo y hecho testamento, y que le dexava por heredero. Sabido por Tiberio, y que iva convalesciendo de la enfermedad, embió a que le matassen por gozar de la herencia. También mató a Lépida, muger muy rica, sin otra causa más de que dexava su hazienda a Quirino, hombre assí mismo bien rico, y esperava el emperador que en recompensa desta obra le avía de hazer el Quirino su heredero. Y, si lo hiziera, fuera possible que también le matara como a Lentulo. Fuele quitado el reino de los partos a Bono, su rey natural; vínose a Roma con grandes tesoros. Supo esto Tiberio y dio orden como muriesse por quedarse con todo. Y si hizo /33r/ semejantes sinjusticias el que era señor de la mayor parte del mundo por ser avariento, véase la sed deste vicio qué tal sea, pues nada le harta. Es de Fulgoso, libro nono.

[5] Calígula Emperador, después de aver consumido las riquezas y tesoros del Imperio en luxurias y deshonestidades, dio en ser avariento. Y al principio, o que por ruegos, o que por amenazas, al que sabía que estava enfermo, si era rico, procurava que hiziesse testamento y que le dexasse por heredero, y, hecho esto, aguardávale un poco a que se muriesse, y si veía que se tardava o que convalecía, hazíale matar y quedava con la herencia. Creciendo su famélico desseo de riquezas, hizo dentro de su palacio una casa de mugeres perdidas, que por ganancia torpe davan sus cuerpos, y llevava Calígula parte de aquel interés, que era la cosa más vil que pudiera hazer un hombre baxo y sin honra, y todo era fomentado y ocasionado por la avaricia. Es de Fulgoso, libro nono.

[6] Cómodo Emperador llevó su insaciable codicia por otro camino, y era que, como se lo pagassen, dava licencia para que matasse uno a su enemigo sin castigo. Todas y cualesquier culpas que un hombre cometiesse, por dinero le eran perdonadas. Las sentencias que tenía, primero las ponía en almoneda, y como mercaduría se pregonavan, y al que más dava estava cierto que tendría lo que desseava. Dízelo Fulgoso, libro nono.

[7] Galva, procónsul en España, siendo emperador de Roma Nerón, como le ofreciesse la provincia de Tarragona por mostrársele grata y aficionada una corona de oro, diziendo los embaxadores que la traían que pesava quinze libras de oro, hízola él pesar y, visto que faltavan tres libras, embió a que se las diessen de por sí, como si por obligación se las devieran. Es de Fulgoso, libro nono.

[8] El emperador Vespasiano, aunque se trae por exemplo de algunas virtudes mo- rales, | también fue tocado de avaricia. Culpávanle sus amigos porque embiava por ministros del Imperio y oficiales de la Justicia a diversas provincias hombres codiciosos, y que por interés se hazían agravios a los pueblos. Él respondía que se aprovechava dellos como de esponjas, que chupavan la sangre en los lugares de sus comissiones y venían a Roma cargados de dinero; poníanles luego delante dél acusaciones y, hallándoles culpados, quedávase con todo. Su hijo Tito le dixo una vez que parecía mal el aver echado pecho en Roma sobre los lugares de immundicia, mandando que pagasse tanto el que se aprovechasse dellos. Divertió Vespasiano la plática y desde a poco mostróle sobre una mesa cierta suma de dinero, y díxole que le oliesse. Tito lo olió, y dixo que no sentía olor alguno que tuviesse aquel dinero. Replicó el padre:
-Pues sabe, hijo, que es de la renta de lo que dizes.
No advirtió este pagano que por estar la avaricia juntada a aquel dinero, aunque a las narizes no dio mal olor, dávalo a la fama, que con este vicio de avariento que tuvo afeó muchas cosas que se vieron en él de buen emperador. Es de Fulgoso, libro nono.

[9] En el cerco que tuvo Tito en Jerusalem, como durasse mucho tiempo y en la ciudad se padeciesse cruel hambre, salían della algunos judíos traspassados y passavan al real de los romanos. Los cuales fueron avisados que se comían las monedas de oro, tomando este medio para guardarlas dellos de traerlas dentro de sus cuerpos, y después, passada la primera vista, las expelían con el estiércol y se aprovechavan dellas. Los romanos, codiciosos, no queriendo esperar el tiempo que podía aquella miserable gente detenerse sin expeler el dinero con el estiércol, los matavan y abrían por medio, buscándoles el dinero. Y en dos días se hallaron por esta ocasión muertos dos mil judíos, hasta que, sabido por Tito, lo vedó con grandes penas. Refiérelo Fulgoso, libro nono. /33v/

[10] Ganando el mismo Tito después de largo cerco a Jerusalem, entrando en la ciudad los romanos, pusieron fuego al templo estando dentro algunos judíos, de los cuales uno, llamado Argorio, muy rico, púsose a una ventana y llamó a cierto soldado romano que se dezía Lucio, y díxole que le recogiesse y le hazía su heredero. El otro, muy codicioso, hizo testigos, púsose a recogerle; el judío llevava consigo mucho oro, de modo que su peso era grande, y assí dio sobre él tal judiada, que el romano quedó muerto y él con vida. Dízelo Josefo, De Bello Judaico, libro sexto.

[11] En Mitilene estava un sacerdote de Baco llamado Macareo, cuya vista y conversación le hazía estimado y respetado. Residía de ordinario en el templo de aquel ídolo y, como su sacerdote, tenía en su casa particular altar, donde también le ofrecía víctimas, y en ella estava su muger con dos hijos pequeños. Sucedió que un estrangero, fiándose dél, diole a guardar una buena cantidad de oro, lo cual él escondió en un hoyo que hizo en el templo. Passado algún tiempo bolvió por allí el estrangero y pidióle su oro; llevóle al templo como para dárselo y allí alevosamente le mató, echando el cuerpo en el hoyo donde estava el oro, que sacó de allí y llevó a su casa muy contento, pareciéndole que assí como a los hombres avía sido oculto aquel negocio, assí lo sería a | Dios. Mas engañóse, porque desde a pocos días, estando entretenido en el templo en un solemne sacrificio, sus dos hijos, jugando en casa como niños y queriendo hazer lo que veían a su padre, el uno puso su cabeça en el altar que allí estava, y el otro con assegur afilada le dio un golpe que, aunque no fue con mucha fuerça, le mató. Viéronlo algunos criados, dieron vozes, alborotóse la casa, salió la madre desvalida al ruido, y, viendo el un hijo muerto y el otro con la assegur en la mano sangrienta, arrebatada de ira, con un leño encendido que quitó de junto al altar hirió al hijo, de suerte que le mató. Fue la nueva desto al padre, dexó su sacrificio y bolvió a la casa, donde, viendo sus dos hijos muertos y oyendo dezir que la madre avía muerto al uno, con la misma indignación que ella mató al hijo, tomando el propio tizón la mató. Fue preso y atormentado; confessó la muerte que dio al estrangero por codicia de quedarse con el oro, y en el mismo tormento murió. Lo dicho refiere Eliano, De varia historia, libro treze. San Pablo dize que los que quieren ser ricos caen en el lazo del diablo; assí hizo éste.

[12] Bien contrario de semejante vicio de avaricia fue Tolomeo, hijo de Lago, el cual con grande gusto enriquecía a sus amigos y dava a todos, diziendo que más felice haze el enriquezer a otros que a sí. Es de Eliano, libro treze.

Fin del Discurso sexto de Avaricia. |