DISCURSO SETENTA Y UNO. DEL SILENCIO


El Apóstol San Pablo discurría por el mundo, predicava a los gentiles, disputava con los judíos, confundía a los hereges, escrivía Epístolas de grande dotrina, hazía milagros, y toda su vida era un exercicio continuo, empleándose todo en servicio de Dios y bien de los próximos. La Sagrada Virgen no hazía esto, y es cosa de admiración que con lo que passava en silencio dentro de aquel sagrado pecho, dentro de aquel coraçón virginal, mereciesse tanto y agradasse tanto a Dios que ganasse tanta tierra, o, por mejor dezir, tanto Cielo, que passasse de buelo al Apóstol. Bendito silencio tan provechoso. Dél trata el presente Discurso.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] El precepto de no comer la fruta del árbol de la esciencia del bien y del mal púsosele Dios, Nuestro Señor, a Adam, sin hablar en aquella sazón a Eva, porque no tuviesse ocasión de hablar, sino que preguntasse a Adam y fuesse su maestro, aprendiendo dél. Mas ella, primero se lee que habló con la serpiente que con Adam, su marido, lo cual fue a ella dañoso y a sus descendientes. Es del Génesis, capítulo segundo y tercero.

[2] Cam, hijo de Noé, viendo descubierto a su padre, fue a sus hermanos, y parló con ellos riendo y burlando del viejo, y fue ocasión de que Noé maldixesse a Canán, su hijo, para mayor tormento del padre. Es del Génesis, capítulo nono.

[3] Después que habló Moisés con Dios, quedó tartamudo, y impedida su lengua. De lo cual se infiere que los varones espirituales que hablan de ordinario con Dios deven ser tardíos en hablar con los hombres. Es del Éxodo, capítulo tercero y cuarto.

[4] Sansón, el descubrir a su muger el secreto de la enigma, el cual no descubrió | a sus padres, le fue causa que, publicándolo ella, fuesse daño para él. El mismo declaró a Dalida cómo podía perder la fortaleza, y vino de aquí a perder la vista y, al cabo, la vida. Es del Libro de los Juezes, capítulo catorze y diez y seis.

[5] Iva David enojado contra Naval y determinado de matarle y assolar su casa, mas desenojóse por la prudente Abigail, su muger, que le salió al camino y con palabras prudentíssimas le aplacó. Y buelta a su casa, dize la Escritura en el Primero de los Reyes, capítulo veinte y cinco, que la prudente muger no declaró cosa alguna a su marido hasta otro día que tenía digerido el vino que avía bevido.

[6] El rey Ezequías, en el cuarto dézimo año de su reinado, estando cercado de enemigos en Jerusalem, mandó a su gente que no trabassen razones con Rabsaces, que desde fuera les hablava a los que estavan en los muros, ya amenaçándolos, ya haziéndoles promessas, si davan la ciudad al rey de los assirios. Y es exemplo de que con los hereges nadie se ponga a razonar, especialmente gente del pueblo, porque con sus argumentos falsos y cabilosos, no sabiendo darles salida, queden enterrados en sus heregías, sino que en silencio sea obedecido Ezequías, que denota a Cristo, el cual embía a su ángel que destruya los exércitos de los contrarios assirios, esto es, que destruirá los engaños de los tales hereges y dará luz al entendimiento del católico, para que, quitadas las nieblas de la duda, pueda ver claramente que de veras están muertos los que pretendían llevarlos consigo a la muerte. Es del Cuarto de los Reyes, capítulo diez y ocho.

[8] El profeta Hieremías, oyendo dezir de sí que estava santificado en las entrañas de su madre, se haze tartamudo y con- fiessa /(457v)/ que no sabe hablar. Y convino que Dios le pusiesse su mano en la boca para que tomasse atrevimiento y hablasse lo que Dios le mandava que dixesse. De lo cual se puede tomar documento, si ay razón por que deva temer de hablar el que no fuere santificado en las entrañas de su madre como Jeremías y habla sin consideración, siendo palabras de Dios que tenemos de dar cuenta de cualquiera que dixéremos ociosa. Es de Jeremías, capítulo primero.

[8] A Tobías dixo su muger palabras bien desabridas sin alguna ocasión que tuviesse para dezírselas, y él no la respondió cosa alguna, sino gimió y derramó lágrimas, pidiendo a Dios remedio. Es de su Libro, capítulo segundo y tercero.

[9] Como dixesse a Sara, hija de Raguel, una criada suya palabras muy atrevidas sobre siete maridos que le avía muerto un demonio, ella no le respondió palabra, sino se fue a un oratorio donde hizo oración a Dios, pidiéndole remedio, el cual le dio su Magestad casándola con Tobías, santo varón. Es del capítulo tercero de Tobías.

[10] La muger hallada en adulterio y presentada a Cristo no habló palabra bolviendo por sí al principio, sino que tomó la boz el Señor y bolvió por ella, y le perdonó sus pecados. Es de San Juan, capítulo octavo.

[11] La Magdalena, puesta a los pies de Cristo, no se dize que hablasse algunas palabras, sino que, derramando lágrimas, començó a lavar los pies del Señor. Y después, dando quexa della Marta, su hermana, de que se estava a los pies de Cristo, trabajando ella en adereçar la comida, | ninguna cosa le respondió. También murmuraron della algunos de los dicípulos de Cristo, cuando vieron derramar el ungüento tan preciado. Ella guardó silencio y, porque no respondía, el Salvador tomó la mano y respondió en su favor y la defendió. Es de San Lucas, capítulo siete y diez.

[12] La Madre de Dios hizo ventaja a todos los santos puramente hombres en ser callada, porque lo fue cuanto encarecerse puede, de modo que son bien contadas sus palabras por los Evangelistas: una con el ángel San Gabriel, preguntándole el modo de la Encarnación, y otra, dando el consentimiento; con Santa Isabel engrandeció a Dios con el cántico de Magnificat; a su Hijo, cuando le perdió de edad de doze años, dixo: «¿Por qué, hijo, lo avéis hecho assí?»; y al mismo, en la boda de Caná, notificó la falta del vino, diziendo: «Faltado ha el vino», y a los ministros: «Hazed lo que mi Hijo os dixere». Y con esto se rematan sus razones, y es indicio de la comunicación, no sólo exterior, sino interior, que tenía siempre con Dios, como se tocó al principio deste Discurso.

[13] El Apóstol San Pablo, en la Primera Carta a los de Corinto, en el capítulo catorze, encarga mucho a las mugeres que callen, en especial estando en los templos, y assí les dize: «Las mugeres callen en la iglesia, porque no les es concedido hablar allí, sino estar sugetas como la ley dispone; y si en algo quisieren ser informadas, pregúntenlo en su casa a sus maridos». Y añade luego: «Porque cosa torpe es a la muger hablar en la iglesia».

Lo dicho se coligió de las Divinas Letras. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] Agatón Abad traía una piedrecica en la boca como sortija de memoria para saber callar, y desta manera estuvo tres años. Leyó aquel testi- monio | del capítulo treze de los Proverbios : «El que guarda su boca, guarda su alma, y el que es inconsiderado para hablar, sentirá daño». Es del De Vitis Patrum. /(458r)/

[2] Pambo Abad, siendo novicio en la religión, queriendo aprender primero que hablasse lo que tenía de hablar, ívale declarando los Salmos de David el que eligió por maestro, y llegando a aquel verso del Salmo treinta y ocho que dize: «Guardé mis caminos por no estropezar en la lengua», dixo:
-Quede aquí la lición, porque quiero estudiar bien este verso.
Y passados algunos años, preguntado por qué tanto tiempo avía estado sin ir al maestro, respondió que no tenía bien decorada la lición. Y dize Santiago en su Canónica: «No seáis solamente oyentes, sino poned por obra lo que avéis oído». Al mismo Pambo fue Teófilo Obispo y pidióle que le dixesse alguna cosa de que sacasse provecho para su alma, y respondióle:
-Si de mi callar no sacas provecho, yo fío que menos le saques de mi hablar.
Llegó su muerte y afirmó que desde el día que entró a ser morador del yermo, nunca habló palabra que le pesasse después por averla hablado. Gran camino tenía andado en la cuenta que avía de dar a Dios, no pudiéndole poner cargo en lengua. Es de la Historia Tripartita, libro octavo, capítulo primero.

[3] Paulo Monge, llamado «el Simple», preguntando una vez si Cristo avía nacido en el mundo primero que los profetas, su abad le mandó que no hablasse más, en pena de pregunta indiscreta. Él guardó tres años silencio, y assí, callando, aprendió qué cosa era digna o indigna de ser hablada. Es del Vitis Patrum.

[4] Teófilo Obispo era muy callado, pidiéndole que predicasse para que el pueblo se aprovechasse de su dotrina, y dixo:
-Si el verme callar no les aprovecha, por más que hable no les hará provecho.
Es de Marulo, libro cuarto.

[5] Teonas Abad tuvo silencio dentro de su celda treinta años, y lo que en este tiempo aprovechó después lo declararon muchos milagros que hizo. Es de Paladio. |

[6] Amós Abad tenía en su monasterio, llamado Tabernense, en el desierto escitiótico, mil y quinientos monges, y siendo tantos, en las horas determinadas para silencio diversas vezes fue juzgado el monasterio por estrangeros que llegavan a él de que estava solitario, hasta que entrando veían a los monges en sus celdas orando, o en exercicios, sin hablar ni tosser o escupir, en tanto grado que la multitud, por el silencio, igualava a la soledad. Es de Marulo.

[7] Benón Abad, en el desierto de la Tebaida, bivía en sumo silencio. No hablava sino cuanto pedía la necessidad del oyente, y en esto guardava silencio y cumplía con el oficio de la caridad. Es de Paladio en su Lausiaca.

[8] San Gerónimo afirma que vido en el desierto muchos solitarios que por siete años no hablaron palabra con otros hombres, y se presume que cuanto más se apartavan de humanos coloquios, más eran regalados con los divinos. Dízelo este santo doctor en la Regla de los monges, capítulo veinte y dos.

[9] El mismo San Gerónimo, escriviendo a Celancia, dize: «Esté apercebido y bien armado tu ánimo contra los pecados, y para esto te ayudará mucho que tu razonar sea moderado y templado, dando muestra que es más necessidad que voluntad». Y el mismo santo, enseñando a las monjas esta virtud del silencio, dize: «Querría, hermanas mías, que en vuestro convento tres días o más en la semana, exceptando los de fiesta, no hablássedes palabra, sino en grave y urgente necessidad, ni unas con otras, y mucho menos con gente de fuera. Y en los días que es lícito hablar para consolación vuestra, no sea a todas horas, ni palabras que no puedan ser dichas sin pecado. Y sea esta ley inviolable, que desde acabadas completas de un día hasta la Missa matutinal no se hable palabra, ni desde que se dize tercia, a las nueve, hasta nona, que es la una. En este tiempo con- cédesele /(458v)/ a la lengua oportunidad para loar a Dios y evitar palabras inútiles, en el coro, en el dormidor, en el refectorio, claustro y capítulo. En ningún tiempo es lícito hablar sino lo que está ordenado en loor y alabança de Dios, y con esto, el tiempo y lugar de vuestra religión predicará santidad, y a las que hablan demasiado les causará compunción, y muchas dessearán entrar en vuestra santa compañía, y los afectos se levantarán a las cosas celestiales». Lo dicho es de San Gerónimo.

[10] Juan Casiano, tratando del silencio de los monges de Egipto, dize: «Cuando se llegan a celebrar las solenidades que ellos llaman synaxis, en que todos comulgan, júntanse todos y todos guardan silencio. Uno sólo está levantado en medio, cantando un Salmo de David. No parece que ay allí persona humana, especialmente al tiempo que el sacerdote dize la oración. Nadie escupe, no tose ni bozeza, nadie gime, nadie suspira, ninguna boz, si no es la del sacerdote que celebra, se oye, si ya no fuesse algún gemido que de devoción, sin ser procurado, se manifiesta». Es de Casiano, libro segundo, capítulo décimo. Prosigue adelante y dize que, acabada la Comunión y oraciones del divino oficio, ningún monge se detiene a hablar con otro ni por un brevíssimo tiempo, teniendo respeto a que han comulgado y al lugar sagrado. Vase cada uno a su celda y está recogido, ocupándose en sus ordinarios exercicios. Y si por causa de algún oficio salen de su recogimiento y se encuentran unos con otros, háblanse más con la alma que con el cuerpo, porque ninguna palabra se dizen, aunque con lo interior se dessean bien y dan muestra dello. Entrando de celda en celda veránse diferencias estrañas de exercicios: unos leen Salmos, otros passan la Escritura Sagrada, y otros oran; algunos, que ya están cansados destos exercicios, se ocupan en los de manos, y con esto hállanse li- bres | de palabras ociosas, de murmuraciones, y mucho más de iras y cotenciones. Deprendan de aquí los que a sólo Dios dessean agradar, o que tengan silencio, o que, si hablaren, sean cosas de Dios, y digan con Jeremías, capítulo diez y siete: «Lo que de mi boca sale es recto en tu presencia». Es del mismo Casiano, libro dos, capítulo quinze.

[11] San Juan Crisóstomo, en la Homilia treinta y seis sobre el capítulo catorze de la Epístola a los Romanos de San Pablo, dize que en su tiempo no hablavan en la iglesia los legos, y que sucedía verse en ella padre y hijos que venían de largos caminos, y no se hablavan hasta que, acabados los oficios, salían fuera dellas.

[12] Santo Tomás de Aquino, en el tiempo que estudiava, hablava poco con sus condicípulos, porque naturalmente era callado, y juntándose con esto que era de gruesso cuerpo y miembros, llamávanle «buey mudo». Mas, esperimentándole su maestro Alberto Magno en los argumentos que proponía su divino entendimiento, dezía:
-Dexad hazer, que este buey mudo dará algún día tal bramido que en todo el mundo suene.
Y saliendo el más docto de todos, vídose cuánto excedía el silencio avisado a la parlería loca y desconcertada. Refiérelo Surio, tomo segundo.

[13] En cierta ciudad de la provincia Sabiniense estava una monja honesta en la vida y costumbres, aunque habladora y mofadora. Murió y fue sepultada en una iglesia de San Lorenço de la misma ciudad. Venida la noche, el sacristán y guarda de la propria iglesia vido que era llevada a las gradas del altar, y allí dividían con una sierra en dos partes el cuerpo, y la una, en que estava el rostro y la lengua, era abrasada, quedando la otra mitad sin daño. Venido el día, refirió el sacristán lo que avía visto a otros clérigos, y llevándolos al lugar donde fue quemado el medio cuerpo, vieron en los mármoles y lo- sas /(359r)/ del suelo, delante el altar, la señal de la llama, como si con fuego material y corpóreo fuera una persona quemada, por lo cual se dio crédito a la narración del que lo refería. Escrivió esto San Gregorio en el cuarto libro de sus Diálogos, capítulo cincuenta y uno.

[14] Probo, obispo y de costumbres santas, tenía un criado de mala lengua y infamador. Oíale él algunas vezes sin reprehenderle. Murieron los dos, y el criado se condenó, y el obispo estuvo algún tiempo en Purgatorio. Era grande parte de la pena que allí padecía de que subía un malíssimo olor desde el Infierno, que salía de su criado, de su mala lengua, y llegava al obispo, atormentándole su alma, al modo que el fuego, por ordenación divina y virtud suya, atormenta allí almas. Refiérese en el Promptuario de exemplos.

[15] Severo Sulpicio, como escriviesse diversos libros de doctrina católica y santa (según afirma Genadio, también presbítero) siendo ya viejo, por comunicar con algunos hereges pelagianos, engañado por ellos, dixo algunas cosas en que parecía favorecer su falsa doctrina. Mas, advertido de su error, y visto que por hablar le sucedió este daño, no quiso más hablar, sino que guardó silencio hasta que murió, para que el pecado que cometió hablando le emendasse callando. Es de Genadio, en el Libro de varones ilustres, capítulo dezinueve.

[16] San Romualdo, instituidor del Orden Camalduense, estuvo siete años en un monte sin hablar con persona humana, y en este tiempo mereció entender los Salmos de David en el proprio y verdadero sentido pretendido por el Espíritu Santo, como pareció después cuando a otros los declarava. Fue adelante, ennoblecido con milagros, y assí, el que calló tanto por Dios, hablaron por él sus obras maravillosas. Refiérelo Surio, tomo tercero.

[17] Mas adviértase que se deven evitar | los engaños del demonio acerca del silencio, porque el Seráfico Padre San Francisco, a un fraile que nunca hablava, le exhortava a que a lo menos un día en la semana se confessasse, y no pudo acabarlo con él, siendo más de su parecer que del de su prelado, de donde vino a dexar el hábito y caer en grandes pecados. Y déxase bien entender que avía engaño en este caso, no quiriendo confessar como si nunca pecara. Sin esto, era arrogante y sobervio en anteponer su voluntad a la de sus prelados y mayores, siendo verdad que quien dexa de obedecer no quiere reconocer sugeción, y el que no reconoce sugeción es sobervio, y el sobervio nunca aprovechará en virtud. De modo que el silencio deve sugetarse a la humildad para que aproveche al que le guarda. Es del libro llamado Espejo de San Francisco, y refiérelo Marulo, libro cuarto.

[18] En la Vida de Juana de la Cruz , abadessa del Orden de los Menores, que está en la Tercera Parte del Flos Sanctorum, se dize della que se arrobava y ponía en éxtasi, y que a esta sazón hablava cosas que no contradizen al silencio de que vamos tratando. Eran razones muy levantadas y subidas, y de que se edificavan los que las oían, porque, con ser doctrina muy conforme a lo que nuestra Fe Santa enseña y predica, ya descubría secretos maravillosos de Dios y de la Escritura Divina, ya exhortava a que se amassen virtudes y se evitassen vicios, tocando en algo de que algunos de los presentes eran tocados, de modo que les parecía hablar con ellos, sin que otros lo entendiessen el secreto, y assí les era motivo para tener pesar dello y emendarse. Y para mayor testimonio que era este negocio del Cielo, no pocas vezes se oyó hablar en diversas lenguas de que ella nunca tuvo noticia. Y assí, a cierto provincial de su Orden, que desseava hazerla abadessa de aquel monasterio, como al fin lo hizo, le dixo en lengua de Vizcaya, siendo él viz- caíno, /(459v)/ que para el monasterio y casa sería provechoso tener ella aquel oficio, aunque para sí penoso. Otra vez, aviendo dado para el servicio del convento el obispo de Avila dos esclavas moras traídas de Orán, que se ganó en aquella sazón, las cuales, si les dezían que se hiziessen cristianas, lloravan y se arañavan el rostro hasta derramar sangre, en particular la una, que era de más edad, estando esta bendita en éxtasi, hablóles en algaravía, y ellas la oyeron de buena gana y respondieron, sucediendo deste coloquio que las dos de su voluntad se baptizaron, y, baptizadas, otras vezes les habló en la misma lengua estando arrobada, y ellas ivan luego y se ponían junto con ella, y quedavan muy consoladas de averla oído. Con todas estas experiencias, por ser cosa nueva y no oída de algún santo, mandaron los prelados a la abadessa que era a la sazón que siempre que hablasse estando tresportada la dexassen sola. Obedeció la abadessa, y la primera vez que la vio en éxtasi y que hablava mandó salir del aposento a las monjas que estavan en él, y quedó sola. Después, passado algún tiempo, embió a ver si cessava de hablar, y la monja que fue con este recaudo vido en el aposento grande número de aves de diversas hechuras, todas levantados los cuellos, como que oían a la bendita muger lo que hablava, y bolviendo a dezir lo que avía | visto, fueron con ella la abadessa y otra monjas que vieron lo mismo, aunque las aves a su llegada se fueron. Y para que se viesse que eran verdaderas y no fantásticas, una dellas boló a la parte donde estava la bendita Juana y en su manga fue asida, estando ya en su sentido. En lo cual pareció ser voluntad de Dios que oyessen lo que dezía en tales tiempos, y que si a personas de entendimiento y razón se les vedava, vendrían aves que carecen de todo esto a oírla.

[19] Tenían los venecianos guerra con Filipe, Duque de Milán, y regía su gente como capitán general Francisco Carmaniola, y ganando para ellos la ciudad de Brixia, y dándoles algunas otras vitorias, ensobervecióse, y vino a tener tratos con el milanés. Entendióse luego en Venecia, fue llamado con sombra de que querían tratar pazes con el duque. Estuvo en aquella ciudad por ocho meses, y tratándose los más días en el senado su negocio, y condenándole a muerte por traidor, como al cabo deste tiempo se la dieron, teniéndole preso solos treinta días, fue cosa de grande exemplo, que con ser trezientos senadores los que lo sabían lo que allí se tratava, en todos los ocho meses ninguno habló palabra por donde el Carmaniola pudiesse entender su daño. Dízelo Baptista Ignacio, libro segundo, capítulo primero. |

EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Dezía Simónides, y refiérelo Plutarco, que de callar jamás se avía arrepentido, y de hablar, muchas vezes. Y en el Libro de criança de los hijos dize el mismo Plutarco que el silencio bien ordenado es gran sabiduría y de mayor excelencia que la plática. Plinio dize que no es menos de orador saber callar que saber hablar. Pitaco dize que quien no sabe callar no sabe hablar. Y de aquí vino Pitágoras, aquél que fue tan avaro de palabras | como pródigo de obras, a enseñar a callar como otros enseñan a hablar, porque entendía bien cuánto mal haze la lengua y el mucho hablar.

[2] Estando Solón Filósofo en conversación de otros, y hablando ellos, él callava. Díxole Periandro que si era la causa el faltarle o el ser necio. Respondió:
-Ningún necio puede callar.
Dízelo Laercio.

[3] Preguntados tres filósofos por qué hablavan poco, el uno respondió que /(460r)/ Sócrates avía dicho: «De aver hablado he tenido pesar diversas vezes, y de aver callado, nunca»; el segundo dixo: «Ningún necio puede callar»; y el tercero: «Sabed -dize- que recibimos de naturaleza una boca y dos oídos y orejas, porque devemos oír mucho y hablar poco».

[4] Leena, muger deshonesta en Macedonia, sabiendo de cierta conjuración que unos amigos suyos tratavan, siendo descubiertos, fue ella presa y muy atormentada porque dixesse los nombres de los conjurados. Ella, por no dezirlo, sino guardar secreto, viendo que los tormentos crecían, cortóse la lengua con los dientes y arrojóla a los atormentadores, y assí los dexó confusos y sin esperança de saber della lo que querían. Fue caso notable para muger, que suelen ser amigas de hablar. Dízelo Juan Bocacio en sus Mugeres ilustres.

[5] Catón Uticense, siendo de pequeña edad, reprehendíanle porque hablava poco. Él dixo:
-Con que aprueven mi vida, no me pena que me reprehendan que no hablo, porque yo no me precio dello.
Eurípides, dándole por baldón que le olía mal la boca, respondió:
-No es maravilla, porque muchos secretos se han podrido en ella.
Dixo esto porque era muy callado. Xenócrates, hallándose acaso entre ciertos detractores, según su costumbre callava. | Preguntada la causa, respondió:
-Por no tener pesar de aver hablado.
Demarato, porque hablava poco fue juzgado, o que era la ocasión ser ignorante, o falto de razones. Él dixo:
-Impossible es que el ignorante dexe de hablar, porque los vasos vacíos suenan mucho.
Es de Plutarco en sus Apotegmas.

[6] Quedó por testamentario del emperador Augusto César Tiberio, y deteniéndose en cumplir el testamento, estando un día dando sepultura a cierto muerto en presencia de muchos romanos nobles, un representante atrevido dixo en boz alta, nombrando al muerto, que dixesse a Augusto César como Tiberio no avía cumplido las mandas y legatos de su testamento. Los que lo oyeron riéronlo mucho. Mandó Tiberio llamar al representante, y haziéndole assentar par de sí, diole razón muy por menudo de lo que avía hecho acerca del testamento y que si quedavan por cumplir algunas mandas, la culpa no era suya, sino porque convenía pasar primero algún tiempo. Dicho esto, mandóle matar y díxole:
-Ve a Augusto César y dirásle que ya se han començado a cumplir las mandas de su testamento y que presto se cumplirán todas.
Por ser hablador este farsante perdió la vida. Dízelo Fulgoso, libro sexto, capítulo segundo. |