DISCURSO SETENTA Y CINCO. DE VANAGLORIA


Embió a visitar el rey de Babilonia (y refiérese en el Cuarto libro de los Reyes, capítulo veinte) al rey Ezequías con sus embaxadores, y a darle el parabien de la salud después de una peligrosa enfermedad que tuvo. Regozijóse el rey | de aquella visita, y aun tomó alguna vanagloria, con la cual passó adelante, mostrando a los embaxadores grandes tesoros y riquezas que tenía, por lo cual le embió Dios a dezir que supiesse que las avía de perder por lo hecho. Y denótase en esto que dan cuenta algunos de virtudes que tienen y obras buenas que hazen, y tomando en esto vanagloria, pier- den /(471r)/ dél el merecimiento. De Vanagloria trata el presente Discurso.


[EJEMPLOS DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS]


[1] Aviéndose multiplicado los decendientes de Noé Patriarca, estava entre ellos un nieto de Cam, hijo de su hijo Chus, llamado Nemrod, el cual, mostrándose poderoso y de altos pensamientos, hízose rey y señor de otros muchos, que lo tuvieron por bien, vista su animosidad y valentía. Guió con ellos de Oriente, donde estavan, y llegando a tierra de Senaar, trataron entre sí, siendo el inventor del negocio Nemrod, de edificar ciudad y hazer en ella una torre que llegasse al Cielo. Dízese en el texto del Génesis, capítulo onze, que pretendían hazer su nombre célebre y que dellos quedasse memoria en el mundo, antes que fuessen divididos a donde Noé los embiava. Començóse el edificio de la ciudad y torre, proseguíase y iva muy adelante. La Historia Escolástica dize que, junto con hazer Nemrod su nombre célebre, llevado de vanagloria, como los demás que eran de su consentimiento y parecer, pretendía quedarse en aquella tierra y assegurarse en la torre de otro diluvio, si viniesse. Josefo pondera su malicia, diziendo que con palabras injuriosas de la Magestad Divina inducía a los hombres a la edificación de las torres, protestándoles no sólo de los amparar contra la potencia de Dios, mas hazer vengança en Él de las muertes de sus predecessores. En confirmación de lo cual, dize la Glossa ordinaria que quiso penetrar los Cielos para venir a las manos con Dios. De aquí tuvo fundamento lo que cuentan los poetas, como Ovidio, de los gigantes, porque todos éstos eran de grandes cuerpos, que quisieron hazer guerra a los dioses, pensando subir al Cielo, poniendo un monte sobre otro. Vista la sobervia de Nemrod por el que todo lo vee, que es Dios, habló a sus ángeles, como siente la Glosa Interlineal, y díxoles:
-Venid y decendamos a confundir el lenguage desta gente.
Dicho esto, en un punto se hallaron nuevas lenguas en | los edificadores de la torre, de manera que unos no entendían a otros, con grande confusión, de donde vino a llamarse aquel lugar Babel, que denota confusión, y la ciudad que allí se edificó, Babilonia. La Historia Escolástica dize que vino un tan grande terremoto y furia de vientos que derribó el edificio de la torre. En esto paró la sobervia y vanagloria desta gente.

[2] Porque ay peligro en las buenas obras de que nazca dellas vanagloria, para evitar este daño, y que los que en ellas se exercitan, contentándose con la gloria que los hombres les dan, no pierdan la que Dios les daría, y, pareciéndoles que estavan en lo alto de la virtud, no se hallen derribados en el principio de los vicios, queriéndonos dar documento el Hijo de Dios, Jesucristo Nuestro Señor, limpió leprosos, dio vista a ciegos, curó enfermos, bolvió el oír a sordos y el hablar, a mudos, y mandóles que lo callassen y a nadie diessen cuenta dello, no porque en su Magestad huviesse algún peligro de vanagloria, sino por darnos a nosotros documento que, pudiéndola aver en semejantes obras, se evite y se procure que no la aya. Y assí, queriendo resucitar una donzella, hija de un archisinagogo, despidió la turba que estava cerca del cuerpo difunto, porque, aviendo de hazer aquel famoso milagro, no pareciesse que buscava el aplauso del pueblo. Y si alguna vez hizo su Magestad obras semejantes, como las hizo, en público, y si predicava de la misma manera delante de mucha gente, hazíalo porque convenía para algunos incrédulos, que, viendo señales tan claras y manifiestas, se convirtiessen, y assí, hablando con éstos, les dezía:
-Si a Mí no me creéis, creed a mis obras.
Y a los otros también les advertía, diziendo:
-Mirad muy bien que vuestras obras de justicia, las que hiziéredes que merecen premio, que no las hagáis delante de los hombres por sólo que os vean que las hazéis.
Y esta dotrina siguieron los Apóstoles, que para confirmación de la verdad que predicavan hazían milagros en público, /(471v)/ mas los regalos de Dios y los misterios que les descubría teníanlos ocultos, si no era necessario descubrirlo al pueblo. San Pablo, siendo arrebatado hasta el Tercero Cielo, como oyesse secretos que no era lícito al hombre manifestarlos, aun el dezir lo que le avía sucedido lo calló por catorze años, hasta que, temiendo que los de Corinto no diessen oído a falsos profetas que les enseñassen lo contrario de lo que él les enseñava, les dio desto noticia, como | parece en la Segunda Carta que les embió, en el capítulo doze. Con todo esto, la necessidad de gloriarse llama insipiencia, y assí dize: «Hecho me he insipiente, porque vosotros me forçastes». En las cuales palabras da a entender que no se deve hablar en loor proprio, sino cuando la necessidad lo pide, y en tal sazón, con tanta templança que se declare el hecho y se evite la vanagloria. Refiérelo Marulo, libro primero.

Coligióse lo dicho de las Divinas Letras. |


[EJEMPLOS CRISTIANOS]


[1] A San Antonio Abad vino un prefecto del emperador Martiniano a rogarle le sanasse una hija que tenía endemoniada. Respondióle el santo que no sabía cómo pudiesse hazer lo que dezía, siendo pecador, mas si confiasse en Jesucristo, que él le rogaría le concediesse su petición. Bolvió a su casa el prefecto muy confiado en lo que el santo le dixo, hizo oración a Dios, y luego huyó el demonio, y la donzella quedó sana, como avía dicho San Antonio. El cual, con acuerdo y aviso, en una respuesta especificó tres bienes, que fue la guarda de la humildad, la virtud de la fe y el remedio de la enfermedad. Es de San Atanasio en su Vida.

[2] San Hilarión Abad, siendo de sesenta años, considerando que estava cercado no sólo de sus frailes, sino de otros que concurrían a él de todas partes, y que todos le alabavan y querían bien, contentos en verle teniéndole por santo, llorava de contino, y parecía aver buelto al siglo y que le premiavan en esta vida. Passó en este conflicto y pena dos años, al cabo de los cuales, como no quisiesse comer hasta alcançar de Dios que le fuesse piadoso y sacasse desta vida, passando sin gustar cosa alguna siete días, y no acabando por hambre, dexó a Palestina y fuese en peregrinación por diversas partes a Betilio, a Pelusio, a Tembator, a Babilonia. Fue assí | mismo a Afrodosio, al hiermo de Antonio, bolvió a Afroditon, a Alexandría, Osa, Brucio, Paretonio. De aí passó en Sicilia, a Epidauro, a Cipro, en cuya ínsula buscó un rincón bien solitario, adonde aún no estuvo mucho tiempo, descubriéndole los milagros que hazía. E como sus fuerças estuviessen, parte por la edad, parte por el trabajo, agostadas, no pudiendo más huir, puso fin a la huida y juntamente a la vida. Del cual hablando San Gerónimo, dize: «Admírense algunos de las señales que hizo, admírense de su increíble abstinencia, de su sabiduría y humildad; yo no, de nada desto me admiro, sino de las fuerças que tuvo para hollar la vanagloria, concurriendo a él obispos, sacerdotes, clérigos, monges, matronas cristianas de una y otra parte, gente del vulgo sin término; también venían personas poderosas y juezes de la provincia, pidiéndole pan bendito por su mano y óleo santo, mas él, en ninguna cosa, sino en la soledad y menosprecio del mundo tenía sus desseos y coraçón». Dízelo San Gerónimo en su Vida.

[3] Juan, monge de Egipto, como declarasse diversos acaecimientos que estavan por venir, revelándoselos el Espíritu Santo, añadía luego no saber esto por su merecimiento, sino por la fe de los que venían a él a preguntárselo. No permitía que llegasen a él enfermos a ser curados, sino embiávales óleo bendito con que sanavan, /(472r)/ y evitava con esto la estimación propria, no sanándolos en su presencia ni a vista del pueblo que le visitava. Es del De Vitis Patrum.

[4] Moisés Abad no sólo huía de ser alabado, mas procurava ser menospreciado. Venían a visitarle como a santo, y las más vezes dexava en vano los desseos de los que pretendían verle, no porque fuesse avaro de consuelo de los próximos, sino porque sentía mucho ser estimado y tenido en precio. Vino a verle el presidente de la provincia, y una vez se le escondió. Supo que venía otra, y salióle al camino, y preguntándole adónde estava el Abad Moisés (porque él no le conocía de vista), respondióle:
-¿Y qué negocio tienes que tratar con aquel viejo loco y mentecapto?
Admiróse el presidente de oír esto a aquel viejo venerable y parecióle que le avían engañado los que tanto le encarecieron su santidad. Ivase sin más pretender verle, y acaso le dixeron como el que le dio aquella respuesta era el mismo abad Moisés, y quedó más admirado que tanta fuesse su humildad que quisiesse ser menospreciado, y faltando quien le menospreciasse, tomava él por sí la mano. Es del De Vitis Patrum.

[5] En la Vida de Jacobo Ermitaño , escrita por Simeón Metafraste y referida por Surio, tomo primero, se dize dél que por huir la vanagloria del mundo y sus deleites vanos se encerró en una cueva cerca de un pueblo llamado Porfirión, donde perseveró por quinze años, haziendo vida tan acepta a Dios que le dio gracia de lançar demonios. Por lo cual ellos, embidiándole, procuraron desterrarle de aquella región, solicitando a ciertos paganos samaritas, y éstos, tomando consejo con un sacerdote de ídolos, todos fueron de acuerdo de le hazer caer en algún pecado sensual y, publicándole con su deshonra, él se iría a otra parte. Hablaron a una muger deshonesta, y diéronle veinte monedas de oro, y prometiéronle otras | tantas si acabava lo que tenían concertado. Ella lo tomó a cargo, y aguardando la noche, fuese a la puerta de su cueva, y dio grandes golpes, fingiéndose afligida y llorosa. El ermitaño salió y, abriendo la puerta, como vido figura de muger, temió que fuesse algún demonio disfraçado en ella, y signándose con la Señal de la Cruz tornó a cerrar la puerta con grande golpe, y recogióse a su estancia, y, puesto de rodillas al oriente, hizo oración a Dios, pidiendo que le librasse de semejantes ilusiones y fantasmas. Perseverava la muger llamando, y era ya la media noche, y no cessava de importunarle, diziendo:
-Siervo de Dios, ábreme la puerta si no quieres que fieras me despedacen aquí, y será a tu cargo mi muerte.
Temió Jacobo, por aver bestias salvages en aquel desierto, alguna no matasse a aquella muger, salió casi forçado y, abriendo un poco, preguntóle:
-¿De dónde vienes, quién eres y qué buscas?
-Soy -respondió- del monasterio que está en este desierto, y el prepósito dél me embió a un castillo que está algo lexos de aquí con ciertos dones, y a la buelta sobrevino la noche y no me atreví passar adelante. Ruégote, siervo de Dios, porque yo no sea despedaçada de bestias, me recibas en tu cueva.
Vencido destas fingidas razones, admitióla en la cueva, diole pan y un vaso de agua, y retrúxose a otro apartado, cerrando puertas tras sí. La muger comió y sossegóse un poco. Levantó luego la voz, lamentándose amargamente y llamando al ermitaño. Púsose él a una ventanilla, y preguntóle qué sentia y qué era lo que quería.
-Ruégote, señor -dize ella-, que hagas la Cruz sobre mí, porque muero de dolor de coraçón.
Salió el ermitaño y encendio lumbre, y con óleo bendito procurava mitigar el dolor a la engañosa muger, haziendo cruzes sobre ella. La cual, viéndole tan cerca de sí, ya le parecía tenerle convencido del todo. Rogávale, para más abrasarle, que no cessasse de la ungir con aquel óleo santo, que mucho alivio sentía. El /(472v)/ próvido, temiendo la piedad que mostrava con aquella muger, no se tornasse impiedad para él, puso la mano siniestra en el fuego, teniéndolo, y bien encendido, en un rincón de aquella cueva, siendo por invierno, y túvola constantemente en él hasta que se quemaron los dedos. Hizo esto para que el dolor intolerable le quitasse todo mal pensamiento. Cayó en la cuenta desto la muger, y compungida grandementee con tal experiencia de castidad y virtud, convertida en otra, derramando lágrimas de veras se derribó a los pies del santo varón, y dándose golpes en los pechos, dezía:
-¡Ay de mí, miserable, que he sido aposento del demonio!
Admiróse de oír esto el ermitaño, levantóla y, aviendo hecho oración a Nuestro Señor, rogóla le declarasse aquel secreto. Ella, algo sossegada, le contó enteramente la ocasión de su venida, que avía sido persuadida de aquellos samaritanos por hazerle pecar contra la castidad. Sintió mucho esto el siervo de Dios, y derramando lágrimas dio gracias a su Magestad por le aver librado de aquel peligro, aunque fuesse a costa de su mano siniestra, que estava casi quemada. No era baptizada la muger. El santo ermitaño la instruyó en los misterios de la Fe y embióla a un obispo llamado Alexandre, a quien la muger confessó su pecado, y viéndola que tenía, de averle cometido, grande dolor, baptizóla y púsola en un monasterio de monjas, donde vivió santamente. Muchos milagros y maravillas hizo Dios por su siervo Jacobo. Parecía que estava en la cumbre y que no avía para él pecar, andava siempre el demonio mirándole a las manos, y aunque sólo tenía una sana y la otra, medio quemada, en testimonio de su honestidad devío de conocer dél que se le pegava algún polvo de vanagloria a la mano sana de la que no lo estava, cuando considerava lo que hizo, y viendo aora la gente que le seguía. Parecióle buena oca- sión | para derrivarle, y assí, apoderándose de una donzella, hija de cierto hombre rico, atormentávala, y dezía por ella a vozes que no le sacaría otro de allí que Jacobo Ermitaño. Anduvieron con ella sus padres a buscarle y, sabiendo dónde estava, lleváronsela, y puestos en su presencia postrados en el suelo, le dezían que tuviesse misericordia de aquella donzella, hija suya, la cual era atormentada de un demonio, y avía veinte días que no la dexava casi comer ni bever; sólo dava vozes llamándole por su nombre. Hizo oración por ella Jacobo, y fue su efecto tal que el lugar donde estava se estremeció. Insufló, diziendo:
-En nombre de Jesucristo te mando, impío demonio, que salgas desta donzella.
Salió el infernal espíritu como expelido por fuerça de algún gran fuego. Cayó ella en tierra y estuvo algunas horas sin voz. Hizo oración Jacobo, y tomándola de la mano, levantóla y diola sana a sus padres. Ellos alabaron a Dios, visto el milagro y, temiendo no tornasse el demonio a atormentarla, rogaron al ermitaño la tuviesse dos días en su compañía. Quedó allí la donzella y fuéronse sus padres. Conveniente cosa es, para aviso de muchos, referir no sólo las obras buenas que los santos hizieron, sino también sus faltas y descuidos, y assí, entendido de dónde les vino el daño, otros se aperciban a evitarle, y si cayeren en él, hagan, como ellos hizieron, penitencia. Por donde, aviendo dicho de Jacobo Ermitaño grandes obras hechas en servicio de Dios, diremos su caída, que fue por esto muy mayor, y cuanto la caída fue grande, excedió después mucho más la penitencia. Viendo el enemigo de Dios y de sus siervos que la donzella avía quedado sola con él solo, y que presumiendo él de sí no temió este peligro, sino que se puso en él, procuró derrivarle, y para esto hízole guerra con una vehementíssima tentación sensual, y fue de suerte que, aviendo antes, siendo moço, dexádose quemar la /(473r)/ siniestra mano para vencer otra semejante, aora, viejo, olvidado del divino temor, no acordándose de tantos milagros como Dios avía hecho por él, sin tener memoria de vida tan larga y de tanta penitencia y que todo lo perdía dexándose vencer del demonio, salió a donde la donzella estava, flaca y sin fuerças de veinte días que la tuvo el demonio casi sin comer, y vicióla, quitándole su honra, y quedando él maculado con el vicio deshonesto. Y no contentándose el demonio con lo hecho, persuadióle a que cometiesse otro pecado, y acabólo con él fácilmente, silvándole a las orejas algunos vanos temores de que se sabría su mal hecho, y que le vendría por ello deshonra y daño como fuesse descubierto a los padres de la donzella, estando cierto de que ella se lo diría por aver sentido mucho aquella fuerça; y assí, no la aviendo en ella para defenderse, tomó un cuchillo y con él la mató, sin dar sepultura a su cuerpo. Añadiendo esta crueldad a las maldades hechas, la echó en un río. Y esto es el fruto de sobervia y vanagloria. Cayó luego en la cuenta Jacobo de su pecado, y considerando lo que avía hecho, derrivóse en tierra, dava terribles gemidos, golpeávase el pecho, y sus ojos eran ríos caudalosos de lágrimas. Irritó esto al demonio para rebolver de nuevo sobre él y hazerle guerra con imaginaciones de desesperación. Apretóle tanto que se determinó ir a poblado, donde viviesse sin acuerdo de Dios. Mas su Magestad no quería se perdiessen sus primeras obras, tales y tantas. Dávale vehementes impulsos y poníale estorvos para que no saliesse del desierto ni dexasse la vida de solitario. Y assí le guió por la celda de un ermitaño santo, el cual pudo con él tanto que le confessó su pecado, y él le puso mucho ánimo, para que, haziendo dél penitencia, esperasse ser perdonado de Dios. Passó adelante, y no estando lexos de poblado, desviado del camino, vido un viejo sepulcro dentro | de una cueva, donde avía muchos huessos de muertos gastados y casi resueltos en ceniza con la antigüedad. Entró allí, y apartando los huessos a un cabo, cerró con una piedra la boca de la cueva, y puesto de rodillas llorava y gemía sus pecados, y en esto permaneció diez años. En el cual tiempo no conversó ni habló con persona humana, ni salió de la cueva y sepulcro; solamente dos vezes en la semana quitava la piedra y salía a coger algunas yervas o raízes dellas, que le parecía bastava para no morir, y bevía agua, y tornávase a encerrar, y continuava su penitencia. Después de lo cual, en una seca que vino en la provincia, le fue revelado a cierto obispo que si rogava Jacobo por aquel trabajo se remediaría, y declarándole la visión donde estava, fue allá con mucha gente, y hablóle y declaróle a qué venía; que para Jacobo fue la muerte oír dezir que su oración tendría tanto valor, conociéndose quién era. No quería responder, mas el obispo se lo puso en obediencia. Hizo oración Jacobo y vino grande copia de agua. Y passado otro año, en que hizo Dios por él otras maravillas de enfermos que sanaron por su oración, salió de la cueva y visitó en la ciudad al obispo, con quien comunicó su vida, y fue a hazer con él una confessión general. Declaróle como se llegava su muerte y rogóle dexasse su cuerpo en aquel sepulcro donde avía tenido su penitencia. Halló en el obispo mucho consuelo, prometió de hazer lo que le pedía, bolvió a su sepulcro Jacobo y murió santamente de edad de setenta y cinco años. Supo el obispo su muerte, y fue con el clero en processión al sepulcro, y dio sepultura al santo cuerpo en el mismo lugar.

[6] Constancio, monge en la iglesia anchaonitana, por ser grande la fama de su santidad vino a verle cierto hombre de partes remotas, y mostrándosele algo de lexos, hizo burla dél, viéndole que era de pequeña estatura, como si la falta del /(473v)/ cuerpo pudiesse hazer daño a la virtud del alma. Entendió Constancio la burla que hazía dél aquel estrangero, fue a recebirle, los braços abiertos, llególe a su rostro afirmando que summamente se gozava en que huviesse hallado hombre que le menospreciasse y tuviesse en poco, conociendo de sí que como en el cuerpo era pequeño, también en el ánimo era siervo inútil y sin provecho. Bien demostró cuán ageno estava de vanagloria el que tanto se holgava de ser menospreciado. Es de San Gregorio en el libro primero de los Diálogos, capítulo quinto.

[7] Egidio Ateniense, porque hazía algunos milagros, huyendo la vanagloria fuese al desierto y juntóse con Veredenio, monge solitario que bivía en el campo Arelatense. El cual, siendo estéril, por su oración se tornó fecundo. Con esto ya le tenían en mucho, y por lo mismo se fue a un lugar tan apartado y solo que estava seguro de ser visto, cuanto más estimado y honrado de los mortales. Dízelo Fulberto Carnotense, y refiérelo Marulo, libro primero.

[8] Judoco, del linage de los reyes de Bretaña, viviendo en soledad, como por los milagros que hazía viniessen muchos a visitarle de diversas partes, viendo que su humildad corría riesgo por estas visitas, encerróse en lo más escondido del desierto para estar tan apartado de vanagloria como del ser visitado de hombres. Dízelo Rodolfo Agrícola en su Vida, que escrivió en verso.

[9] Eulalio Monge, por tenerse sospecha dél acerca de cierto crimen y delito, para provar su inocencia, mandándole su abad, en una cesta que avía él texido de hojas de palmas puso brasas, sin que la cesta recibiesse daño. Y como por este milagro no sólo cessó aquella mala sospecha, sino que le tenían por santo, no sufriendo su humildad el verse tan honrado, fuesse a bivir a un desierto y lugar solitario, teniendo por mejor habitar entre fieras en | sus cavernas que estar en el monasterio alabado y honrado de los hombres, teniendo recuerdo de aquel dicho de Ezequiel, capítulo siete, que dize: «Salvarse han los que huyeren dellos, y residirán en el monte como palomas en los valles». Es del De Vitis Patrum.

[10] Macario Abad, cuando se vía tentado de vanagloria tomava una espuerta de tierra y poníasela sobre los hombros, y traíala assí algunas horas, hasta que la tentación se iva y le dexava. Es del De Vitis Patrum.

[11] Iva San Francisco camino en un jumento, y acompañávale Leonardo, fraile de su orden, el cual, cansándose de ir a pie, pensava entre sí y dezía que por respeto de linage le estava mejor a él ir en el jumento que a San Francisco, el cual le era inferior en sangre. El santo, enseñado del Divino Espíritu, apeóse y díxole:
-Sube aquí, hermano, que mejor me está a mí ir a pie que no a ti, que eres de linage ilustre.
Fray Leonardo, visto que le entendía sus pensamientos, derrivóse a sus pies confessando su culpa y, alcançado el perdón, bivió en adelante con más recato. Dízelo San Buenaventura en la Vida de San Francisco, capítulo onze.

[12] El mismo San Francisco, como entendiesse que en boca de muchos se tratava de que era santo, tomó desto tan grande pena que mandó a un fraile súbdito suyo que le dixesse muchas afrentas y vituperios. El otro, por obedecer, llamóle rústico, idiota, perezoso, inútil y otros semejantes nombres. El santo le dava gracias por lo que le dezía y afirmava que mejor le conocía éste, y cualquier otro que le tratasse como éste le tratava, que no los que le tenían por santo, los cuales dezía que vivían engañados y tenían dél opinión falsa. De modo que, cuanto otros le levantavan, él se humillava. Temía el ser loado y amava el ser afrentado, teniendo en su memoria aquel dicho de Isaías, en el capítulo nono, que dize: /(474r)/ «Pueblo mío, los que te llaman bienaventurado te engañan». Es de San Buenaventura en la Vida de San Francisco, capítulo onze.

[13] Eufragia, monja santa en Egipto, como sanasse un niño paralítico y a otra muger furiosa, por no dar lugar que la molestasse alguna imaginación de vanagloria procuró de nunca estar ociosa. A los ayunos, vigilias y oraciones, y otros exercicios corporales, añadía trabajar de manos el tiempo que le sobrava, y como nunca estuviesse ociosa, sino que el pensamiento se ocupasse en lo que hazía, no tuvo lugar de hazerle guerra pensamiento alguno de vanagloria ni ocioso. Es del Vitis Patrum.

[14] Tavita, donzella santíssima y monja en el monasterio grande de la Tebaida, exercitándose en obras de humildad, dava indicios a las otra monjas de que era loca y falta de juizio. Fuele revelado a Pierio, varón santo que residía en el desierto, que se le aventajava en merecimiento. Fue a verla, y por su ocasión quedó descubierta por santa. Y viéndose ella estimada y tenida en mucho, dexó aquel monasterio y passó a bivir en soledad. Refiérelo Marulo, libro primero.

[15] María, francessa, natural de un pueblo llamado Nivella, del obispado Leodiense, muger de baxo linage, y tan celebrada por santidad que de partes remotas ivan diversas gentes a verla, lo cual ella llevava muy mal, pidió a Dios le señalasse lugar donde con quietud passasse su vida y, siéndole declarado, fue camino de tres días hasta la iglesia de San Nicolás, llamada de Decegnies, junto a la cual, en una pequeña casa bivía desconocida y solitaria. Afirmaron los ministros de aquella iglesia que, viniendo la santa muger a ella algunas vezes antes que se abriessen las puertas, cuando llegava, por sí mismas se le abrían, para que se entienda de aquí que a los que cierran las puertas a la vanagloria del mundo se les abren las de | la verdadera gloria del Cielo. Dízelo Jacobo de Vitriaco Cardenal, y refiérelo Marulo.

[16] Belisario, patricio romano, después de aver vencido a los godos en Italia y prendido a su capitán Vitigis, y en Africa, al rey de los vándalos Gilismer, recuperando la provincia, y lo mismo a Sicilia, aviendo triunfado de los persas y hecho otras famosas hazañas, todo esto lo debuxó y escrivió con griegas letras y latinas en una cruz de oro guarnezida de perlas y piedras finas, y la dio al Apóstol San Pedro en su iglesia de Roma, entendiendo que por estar dedicada a la religión sería la memoria perpetua. Y no por esto lo fue, que ni se sabe el tiempo en que semejante cruz fue robada o deshecha. Y assí, es más acertado lo que los santos hazen de huir la gloria vana del mundo que lo que los mundanos procuran en apetecerla por tantos modos y maneras, porque al fin ellos quedan sin ella, procurándola, y los santos, desechándola, la alcançan. No se pone aquí falta en lo que Belario hizo de ofrecer la cruz al templo, porque la obra de hazer semejantes ofrendas santa es, sino su intención, que fue sólo para que dél quedasse memoria, y faltando de allí la cruz, faltó también su memoria. Es de Fulgoso, libro ocho.

[17] Gerónimo Olgiato, uno de cuatro conjurados que mataron a Gelacio Esforcia, Duque de Milán, preso y atormentado sobre aquel caso, dixo que otro no avía sido su fin sino que quedasse dél memoria por aver muerto a un tan gran príncipe. Dízelo Fulgoso, libro octavo.
[18] Cuando dieron la corona de laurel a Francisco Petrarca en Roma por poeta, iva en un carro, y passando por cierta calle, haziendo calor grande, quitóse de la cabeça un capirote que llevava, y echávanle las damas desde las ventanas por donde passava agua odorífera. Acaso cuando se quitó el chapirón echóle una, por agua de olor, agua de so- limán, /(474v)/, diole en la cabeça y pelóle parte della donde cayó la agua para toda su | vida. Dízelo Bugato en su Historia de Milán, folio cuatrocientos y catorze. |


EXEMPLOS ESTRANGEROS


[1] Diógenes Sinopeo fue tan enemigo de ser honrado que en cosas que hazía era tenido de los mochachos por loco y perseguido dellos, creyendo que lo era. Aunque él más quiso ser bueno que alabado de que lo era, de donde vino que después de muerto le dieron lo que en vida aborreció. Es de Sabélico, libro primero.

[2] Erácleto Efesino y Timón Ateniense fueron tan enemigos de ser estimados por los hombres que el uno huía de su conversación y trato, que fue Timón, y Erácleto desseava que nadie leyesse lo que escrivía, y si lo leyesse que no lo entendiesse. Dízelo Sabélico, libro diez.

[3] Timón León Corinto, aviendo dado libertad a la ciudad de Siracusas y a toda Sicilia de la tiranía de Dionisio, aunque pudiera quedar con el señorío de la tierra o con grande honra y autoridad en ella, de su gana se fue a bivir en una alquería suya, y allí quería más estar solo que no en la ciudad acompañado. Es de Sabélico.

[4] Entraron en casa de Foción Ateniense los mensageros de Alexandre llevándole un rico presente de oro, y vieron a su muger que amassava pan y al mismo Foción que sacava agua. Dada la embaxada y ofreciendo el oro, no quiso recebirlo, diziendo que, según veían su casa, no tenía necessidad de tanto tesoro. Porfiavan ellos que lo recibiesse, y passando acaso por la calle un viejo pobre pidiendo limosna, díxoles Foción:
-¿A quién tenéis por mejor, a mí o a aquel pobre hombre?
Ellos respondieron que no hiziesse semejantes comparaciones donde avía tan grande diferencia. Foción replicó:
-Pues dígoos de verdad que con menos que yo vive aquél contento, pues yo guardo de un día para otro y aquél conténtase con lo que ca- da | día le dan.
También lo dize Sabélico, libro dézimo.

[5] Candaulo, rey de los lidos, importunó mucho a Giges, capitán suyo, que viesse a la reina, su muger, desnuda, alabando altamente su hermosura y gloriándose de tenerla por suya. El otro, importunado, vídola una noche, teniéndole el rey escondido en su aposento. Entendiólo la reina y sintiólo mucho, por ser afrenta en aquel reino, aun en los varones, verse desnudos. Dissimuló su sentimiento y, viendo tiempo, llamó al Giges y díxole que escogiesse una de dos, o matar a Candaulo, el rey, su señor, y casarse con ella y ser rey, o morir él no haziéndolo. Resistió Giges aquellos partidos mucho con buenas palabras, mas viendo determinada a la reina, por orden que ella dio, ambos mataron al rey, se casaron y reinaron juntamente. Dízelo Heródoto, libro primero.

[6] Empédocles Filósofo, como curasse de una grave enfermedad a Pantia Agrigentina, tomó tanta vanagloria que quiso ser tenido por Dios, y para conseguir que algunos lo creyessen parecióle buen medio subir al monte Etna y arrojarse en medio de las llamas que salen dél. Dízelo Alexandre de Alexandro, libro sexto, capítulo cuarto, y Fulgoso, libro octavo, capítulo quinze.

[7] Passava sin dormir de noche Temístocles, capitán valeroso, y dava la razón diziendo que las vitorias de Milciades y de otros señalados hombres en armas le quitavan el sueño, desseando que dél se dixesse lo que de aquéllos se dezía. Estando en el teatro y preguntando qué voz de las que allí cantavan le parecía mejor, respondió:
-La que cantasse hechos míos heroicos.
Esse pagano deshazíase por va- nagloria. /(475r)/ Dízelo Valerio Máximo, libro octavo.

[8] Alexandre Magno, oyendo dezir a Anaxágoras Filósofo, por autoridad de Demócrito, su maestro, que avía muchos mundos, mostró entristecerse, y dio la razón diziendo:
-Ay de mí, que aún de uno no he alcançado el señorío.
Es de Valerio Máximo, libro octavo.

[9] Preguntando Pausanias a Hermoclen cómo de presto podía ser claro y conocido en el mundo, respondió:
-Matando a un varón famoso en él.
No aguardó más, sino que, buscada y hallada ocasión, mató a Filipe, rey de Macedonia, y con esto alcançó lo que pretendía, quedando tan mala fama dél por semejante parricido como buena del Filipe por su govierno justo y buenos modos con sus súbditos. También lo dize Valerio.

[10] Lisandro Lacedemonio traía siempre consigo a Cherilo, poeta insigne, para que todas las hazañas que él hazía en armas el otro las escriviesse en sus metros y se publicassen en el mundo. Dízelo Fulgoso, libro octavo.

[11] Apetito de gloria vana tuvo un mal villano, que por dexar de sí memoria y nombre en el mundo puso fuego al famoso templo de Diana de Efeso y le abrasó todo. Siendo preso y atormentado declaró su intento, y, sabido por los juezes mandaron con grandes penas que nadie pusiesse por escrito su nombre. Aunque después Teopompo hizo mención dél en sus Historias. Dízelo Valerio Máximo, libro octavo.

[12] Rodope, ramera famosa, fue de Grecia y de baxo linage, passó en Egipto, donde con torpes ganancias allegó tanto tesoro que hizo para memoria de su nombre una pirámide, que aunque es la menor de las que allí se veen, excede en hermosura y artificio a todas las demás, hechas por reyes y personas poderosas. Es de Fulgoso, libro octavo.

[13] Dixeron a Alexandre Magno que | cierto indio tirava con un arco y passava las flechas todas por un anillo, estando bien distante dél. Mandóle llamar y, venido a su presencia, quiso que hiziesse aquella experiencia, y no se pudo acabar con él por ruegos ni amenazas que le fueron hechas. Airado Alexandre vista su pertinacia, mandávale matar, y queriendo executar la sentencia preguntáronle por qué era tan rebelde y no dava aquel contento a un rey tan liberal. Él respondió:
-Hasta oy hize essa experiencia sin que faltasse en ella. Pienso que en presencia de Alexandre, tomando algún temor, erraré el tiro, y no quiero perder la fama que por toda mi vida he adquirido.
Diéronle cuenta desto a Alexandre, y parecióle tan bien que un hombre bárbaro fuesse tan amigo de su honra que le perdonó la vida y hizo grandes mercedes. Es de Fulgoso, libro octavo.

[15] Julio César, siendo cuestor en España, vido en cierta parte della la imagen de Alexandre Magno y, vista, dio un gran sospiro, diziendo:
-Éste de mi edad tenía ya sojuzgada la Asia, y yo no he hecho cosa digna de memoria.
Refiérelo Fulgoso, libro octavo.

[16] Elio Adriano escrivió él mismo una historia de sus hechos, y por no dar ocasión a que se dudasse della divulgóla en nombre de sus hijos. También se preciava /(475v)/ de maestro en diversas facultades, y porque Apolodoro le puso algunas faltas en cierto modelo que hizo en la arte de Arquitectura le mandó matar, como dize Dión, historiador griego. Septimio Severo escrivió también su vida propria y se dio a sí por autor. Julio César hizo Comentarios de sus victo rias. Marco Tulio Cicerón, aunque por su elocuencia merece que su nombre sea célebre, no quiso perder lo que pudo ganar por administrar sabia y animosamente los negocios de la República, como los administró siendo cónsul en Roma, y assí, en una carta que escrivió a Luceyo, mostrándose historiador, cuenta la conjuración de Catilina. García de Paredes, soldado valentíssimo, en tiempo del rey don Fernando el Católico y del Gran Capitán Gonçalo Fernández hizo un memorial de sus hechos, que en referirlos parece que dibuxa la ferocidad y valentía de su persona. Lo primero es de Fulgoso, libro octavo.

[17] Lucio Sila, dictador romano, estando presente al tiempo que se vendían en almoneda los bienes de ciertos romanos, perteneciendo a la República, un ruin poeta le dio ciertos versos hechos en su loor, refiriendo hazañas suyas. Leyólos, y mal contento dellos, de lo que vendían en la almoneda sacó lo que le pareció y diolo al poeta, diziendo:
-Tomad, hermano, y no me nombréis más en vuestros versos en toda la vida.
Fulgoso, libro octavo.

[18] Cayo Calígula, emperador romano, adivinando que por sus hechos, siendo malos, no quedaría del memoria | como de otros emperadores, dezía que desseava sucediesse en el Imperio algún gravíssimo mal para que, refiriéndole, dixessen aver sucedido en tiempo de Calígula, y assí quedasse dél memoria, como en tiempo de Tiberio, siendo cónsul Fidenas, que se cayó el teatro de Roma en unas fiestas y murieron veinte y dos mil hombres. Es de Fulgoso, libro octavo.

[19] Nerón, emperador romano, viendo que su nombre no sería celebrado por hechos famosos, de que estava ayuno, ni por virtudes, de que era enemigo, procuró poner una estatua suya en el Olimpo, donde se hazían los juegos, con título de grande músico de que él se preciava, y quitó de allí otras también de músicos porque la suya fuesse más estimada. También vedó a Lucano el publicar sus versos, viendo que eran mejores que los hechos por él. Y porque sintió Lucano esta afrenta y conjuró en compañía de Pisón contra él, siendo descubierto el trato, le condenó a muerte. Pretendió assí mismo Nerón de mudar el nombre a Roma y llamarla Neropolim, como también tratava que el mes de abril se llamasse de su nombre, aunque ni con lo uno ni con lo otro salió. Es del mismo Fulgoso.

[20] Cómodo, emperador malíssimo, queriendo hazer famoso su nombre mandó que la ciudad reedificada de Cartago se llamasse Comodiana. Y en un Colosso que estava en Roma del emperador Nerón, mandó quitar la cabeça y poner la suya al natural con su nombre. Es de Fulgoso, libro octavo. |