Capítulo xxiij: de Yocasta, reyna de Thebas, la qual fallecido su
marido Layo, casó con su fijo Edippo,
sin saber el uno ni el otro que fuessen madre y fijo. Del qual Edippo hovo
dos fijos, conviene saber: Pollinices y
[Etéocles], los quales murieron crudamente.
Y el padre cegó y ella murió en grave lazeria.
Yocasta fue reyna de Thebas, más nombrada y conoscida por sus infortunios que
por sus merescimientos o por su reyno. La qual como descendiesse por avolorio
de los primeros edificadores de Thebas, y seyendo niña fue desposada con Layo,
rey de Thebas, del qual como hoviesse havido un fijo, e porque el dicho Layo
en una revelación hovo muy reversa respuesta, mandóle matar y que le echassen
a las bestias fieras, lo qual cumplió ella, empero con mala volun[t]ad. La qual
como pensasse que luego las fieras le havrían comido, acaso fue hallado y
presentado al rey de Corinto, el qual mandóle criar y enseñar como fijo, y
púsole nombre Edippus. E como ya crecido y bien diestro en la arte militar
fue embiado del dicho rey de Corinto contra los phocenses, a donde en una
pelea a su no conoscido padre Layo mató. E seyendo la reyna su madre viuda,
sin le conoscer tomóle por marido. E hovo d'él a Polinices y Etíocles y otras
tantas fijas.
E como ya le pareciesse assí por el reyno como por la successión ser muy
próspero, por revelación supo cómo el que tenía por marido era su fijo. Lo qual,
ahunque ella lo tomó muy fuerte y molestamente, empero él más, tanto que como
por vergüença de peccado tan grande y feo él codiciasse la muerte, y llorando
perdió la vista. Y Valerio dize que él mismo se
cegó y dexó el reyno. El qual tomando los fijos con discordia y rompidas todas
las leyes de amistad, paz y amor, vinieron a fazerse guerra. E ahunque Yocasta
estoviesse muy angustiada del pelear que ambos fazían, un día como se hoviessen
salido amos a matar persona por persona, truxieron nuevas a Yocasta cómo ambos
se havían quedado muertos en el campo. Del qual dolor tan crudo las tristes y
desventuradas madre y ahuela, ahunque viesse[n] rey a Creontes,
su ermano, viendo el fijo ciego y el marido preso e las fijas
Ysmea y Antígona
llenas de mucha amargura y tristeza, la vieja con un cuchillo quitóse la vida
llena de angustias y fatigada de infinitos infortunios y males. E con el fin
de la vida feneció sus cuydados.
Hay, empero, algunos que dizen ella no haver podido soffrir tanto tiempo
sus desiguales yerros y tribulaciones. Ante, luego que vio a Edippo haverse
él mismo sacado los ojos en esse punto, dizen ella misma con un cuchillo haverse
procurado la muerte.
Johan Boccaccio, De las mujeres illustres en romance, Zaragoza, Paulo Hurus,
Alemán de Constancia, 1494, fo. 29 v. y ss.