1 de mayo de 1997
Este trabajo ha sido realizado en el marco del
Proyecto de Investigación de la DGICYT PB94-0847.
1 Llevando del gran Jove el mandamiento 1
de Maya el hijo alado, deja en tanto
las sombras y lugares del tormento,
lleno de horror, de confusión y llanto
donde un inficionado y triste viento,
que del callado reino del espanto
nace, sopla en sus alas flojamente
que céfiro jamás allí se siente.
2 De nubes perezosas rodeado, 5
no ya tan presuroso el paso mueve;
que un húmedo vapor turbio y helado
humor pesado entre sus alas llueve;
ya estorba su camino comenzado
Estige, que humedece campos nueve,
y ya, arrojando llamas de sus senos,
Cocito y Flegetón, de espanto llenos.
3 Sigue tras de él la sombra temerosa 7
del viejo rey tebano, aun todavía
por su antigua herida perezosa,
por quien dolor eterno padecía
desde que con espada rigurosa
su hijo mismo aquel infausto día
la vida le quitó, con cuya injuria
sufrió de Tesifón la primer furia.
4 Va al fin, y del alado mensajero 11
la vara el paso débil le ha alentado;
déjase atrás el bosque horrible y fiero,
sólo de tristes almas habitado
y en ver que vuelve al mundo tan ligero,
el mismo bosque se quedó pasmado,
y la tierra, que abierta atrás se deja,
se admira en verse tal y que el se aleja.
5 La Envidia, aun entre muertos atrevida, 14
sembró entre aquellas sombras su veneno;
que envidiosas miraban su salida
las tristes almas del tartáreo seno;
y alguno, que viviendo en esta vida
le afligió el corazón el bien ajeno,
de envidia lleno, suspirando en vano,
dijo a la sombra así del rey tebano:
6 «Ve, sombra venturosa, o ya llamada 19
del mismo Jove soberano seas,
o vengativa Erinis, enojada
te apremie a que la luz del cielo veas,
o ya de sus conjuros ayudada,
tésala maga, con palabras feas
del sepulcro te saque, venturosa;
que al fin verás del Sol la luz hermosa.
7 »Vuelve dichosa a ver del santo cielo 23
las estrellas hermosas y regado
de puras fuentes el alegre suelo,
de bellísimas flores matizado;
mas poco gozarás de ese consuelo:
que al fin, del mundo en vano deseado,
volverás a vivir en llanto eterno
entre aquestas tinieblas del infierno.»
8 Llegando ya a las puertas infernales, 26
sus pasos siente el velador Cerbero,
que de la ciega puerta en los umbrales
estaba recostado, horrible y fiero.
Ladrando, lleno de iras inmortales,
tres bocas abre el infernal portero,
tres negros cuellos alza, el pelo eriza
y al pueblo que va a entrar atemoriza.
9 Los huesos esparcidos por la tierra 29
de humanos cuerpos trilla con estruendo;
pero Mercurio aquel furor destierra
tocando con la vara al monstruo horrendo,
tres cuellos inclinó, seis ojos cierra,
tres lenguas enmudece y no pudiendo
al sueño resistir, que ya le oprime
en lugar de ladrar, durmiendo gime.
10 Hay un monte de altura no creída, 32
que Ténaro llamó la gente griega
donde Malea espumosa su temida
cumbre, de nadie vista, al cielo entrega;
nunca de aguas o vientos ofendida
que nunca el agua o viento al cielo llega;
y así mira sereno el monte exento
llover las nubes y bramar el viento.
11 En su cumbre, de alguno no pisada, 37
descansa de luceros muchedumbre;
los fatigados vientos su morada
pusieron, mas abajo de su cumbre
la falda está de nubes rodeada,
por do pasan los rayos con su lumbre;
no hay ave que a su cumbre haya subido
ni aun llega allá de truenos el ruido.
12 Mas hacia donde el Sol, cuando declina 41
del monte sobre el mar la sombra alarga,
y nadando parece que camina
al paso que va el Sol, siempre más larga;
en un seno que forma en la marina
tan altas olas quiebran de agua amarga,
que parece, aunque el puerto se las bebe,
que a igualarlas el monte no se atreve.
13 Aquí, del mar Egeo fatigados, 45
(como en lugar oculto y más caliente),
sus caballos sacar suele mojados
el gran rector del húmedo tridente,
caballos poderosos y alentados
en brazos, en cabeza, en pecho y frente,
y desde el medio cuerpo al fin postrero
peces de escama y conchas como acero.
14 De aquí es fama que va al tartáreo seno 48
un oculto camino no pisado
lugar de sombras amarillas lleno,
de espíritus desnudos ocupado,
donde labran las furias su veneno:
y Plutón, que estos reinos ha heredado,
ve llenos sus alcázares vacíos
de negros y funestos atavíos.
15 Mil veces del infierno los clamores, 50
en medio de estos campos se han oído,
si dicen la verdad los labradores
de Arcadia, de quien esto se ha sabido;
los gemidos de penas y dolores
de las furias las voces y el ruido
en medio oyeron del sereno día
y en el silencio de la noche fría.
16 Muchos, que los ladridos escucharon 53
del triforme infernal portero airado,
huyeron los gañanes, y dejaron
los bueyes en el campo y el arado;
por aquí, pues al mundo al fin llegaron
el rey de Tebas con el Dios alado
las nubes del infierno sacudiendo,
obscuras sombras que le van siguiendo.
17 Con vivos aires del alegre suelo 57
serena el rostro, y mueve presuroso,
con el silencio de la Luna, el vuelo
por medio del Arturo perezoso:
lleno de olvido y sin ningún recelo
encontró con el Sueño poderoso,
que echado flojamente en negro coche,
llevaba los caballos de la Noche.
18 Al punto se levanta, y bostezando, 60
el carro aparta, y con honor divino
reverencia a Mercurio y en pasando,
vuelve a acostarse y sigue su camino;
tras del alado Dios pasa volando
el rey tebano, al suelo mas vecino,
mirando de los cielos las estrellas,
y su principio conociendo en ellas.
19 Deja atrás la alta Cirra levantada, 63
y con dolor en Fócida suspira,
viendo que de la sangre está manchada
de su cuerpo, que aun no enterrado mira,
al fin, de Tebas llega a su morada,
y luego el paso del umbral retira,
reacio, por no entrar con mil gemidos
donde están sus penates conocidos.
20 Al fin entró, mas luego que colgado 67
vio su famoso arnés, y en su presencia
su carro, aún con su sangre matizado,
aquí perdió del todo la paciencia;
turbado vuelve atrás, tan enojado,
que apenas resistió tanta licencia
la vara que a Mercurio abre el camino
ni el mandato de Júpiter divino.
21 La fiesta acaso entonces había sido 71
a Baco dedicada desde el día
que Júpiter el hijo, aún no nacido,
al muslo suyo trasladado había
y así, el pueblo tebano entretenido,
gastaba, sin dormir, la noche fría
en regocijos de uno y otro juego
rompiendo su silencio y su sosiego.
22 Coros del pueblo alegre, derramados 75
por calles, plazas, campos, fuentes, ríos
se ven a cada paso recostados
entre frascos de vino ya vacíos;
llenos del dulce Baco, y ya cansados
de vencer en su honor mil desafíos,
tendidos, descuidados y anhelando,
por todo el cuerpo al mismo dios sudando.
23 àyense de zampoñas los acentos, 77
música sólo usada en fiestas tales
y de liso metal mil instrumentos
que vencen sonorosos atabales,
ofrece el Citerón frescos asientos
a las tebanas madres bacanales,
que discurren por él más sosegadas.
de vino más doncel embriagadas.
24 Tales de Osa en los valles se hallaron, 81
o en Ródope nevado, los bistones
cuando en grande concurso se juntaron
a algún banquete en varias ocasiones,
para el cual de la boca arrebataron
medio vivo el manjar a los leones,
usando por bebida regalada
sangre con nueva leche aderezada.
25 Pero si Baco enciende con su fuego 85
alguna vez sus pechos inhumanos,
volar tazas y piedras se ven luego
y sangre derramar de sus hermanos;
y ya que han aplacado el furor ciego
con ver sangrientas sus airadas manos,
en la mesa de sangre humedecida,
renuevan más alegres la comida.
26 En noche y ocasión de fiesta tanta, 89
en pueblo tan alegre y descuidado,
entró el cilenio dios con libre planta
del palacio real al rico estrado,
en reverencia de la fiesta santa
con tapetes de Asiria aderezado
donde el rey, retirado de la gente,
durmiendo estaba descuidadamente.
27 Oh ciego y torpe entendimiento humano, 92
y de sus hados ignorante y rudo.
Que sin recato alguno está ¡qué ufano!,
pues que puede dormir y comer pudo,
la sombra, pues, del viejo rey tebano,
contra sus nietos mensajero crudo,
el divino precepto obedeciendo,
se llega adonde el rey esta durmiendo.
28 Y porque de sus males ignorante, 94
no imaginase, sepultado el vino
que era, a sueño engañoso semejante,
vana fantasma que a engañarle vino,
la voz fingió, y sin ojos el semblante,
del gran Tiresia, en Tebas adivino,
no el pálido color ni barba cana,
que ese él lo tuvo en su vejez anciana;
29 pero finge el ornato y la persona, 97
la venda a los cabellos rodeada,
y de pálida oliva una corona
siempre del viejo sacerdote usada;
y como sacerdote que pregona
de los hados la voz con lengua osada,
parece que en el pecho un ramo ha puesto,
que abre la boca y que pronuncia aquesto:
30 «No es tiempo de dormir, recuerda luego 102
¡Oh flojo y descuidado rey tebano!
que de la noche gastas el sosiego
en el lecho, seguro de tu hermano.
Deja ya el sueño perezoso y ciego;
que ha mucho que te llama el hado insano.
gran novedad te espera, y no lo sabes,
grandes empresas y negocios graves.
31 »Y tú, como piloto descuidado, 105
que en medio del mar Jonio mal seguro,
cuando más lo alborota el Austro airado
en el cielo poniendo un velo obscuro,
reposa y el timón deja olvidado,
sin prevenir remedio al mal futuro
¿Tan descuidado duermes, olvidando
las armas que te están amenazando?
32 »Tu hermano, según fama, ya insolente 108
del nuevo casamiento no esperado,
fuerzas adquiere y apercibe gente
para quitarte el reino deseado.
¿Quién se lo ha de estorbar, si osadamente,
de tantos escuadrones rodeado,
en la silla que pide, y tuya ha sido
descansada vez se ha prometido?
33 »Su atrevimiento anima y su deseo 111
su fatal suegro, Adrasto poderoso,
y la argiva nación, donde Himeneo
le ha dado dote rico y venturoso.
No esperanza menor le da Tideo
de verle rey de Tebas, deseoso
desde que de amistad le dio la mano,
manchada con la sangre de su hermano.
34 »De aquesto sólo la ambición le viene, 114
que lejos ya del reino te destierra;
mas el amor, y la piedad que tiene
el padre de los dioses a esta tierra,
porque su gran soberbia se refrene
en el rigor de la vecina guerra,
me manda a ti venir para que vivas
recatado y con tiempo te apercibas.
35 »Del fiero hermano la ciudad defiende, 116
osa lo que ha de osar si a reinar llega;
goza tú solo el reino que pretende,
pues la codicia de reinar le ciega;
y no a las redes que a tu vida tiende,
no a sus engaños tu corona entrega,
no sufras que de Cadmo en las almenas;
a ser reina con él venga Micenas.»
36 Dijo; y porque mostraba ya marchita 120
su luz con la del Sol cada lucero,
venda y corona de la frente quita
y muestra ser su abuelo verdadero
y echando, al parecer, sangre infinita
por la herida que encubrió primero,
sobre el dormido y descuidado pecho
del nieto injusto, se acostó en el lecho.
37 Rómpese el sueño, y de sudor bañado 123-124
recuerda el rey, y con medrosa mano
llega a tentarse el pecho no mojado,
la vana sangre sacudiendo en vano;
ya del abuelo huye alborotado,
y ya buscando el enemigo hermano, 132-133
tal ira y rabia tal su pecho encierra,
que ya quisiera comenzar la guerra.
38 Tal, si de cazadores el ruido 128-132
tigre parida oyó desde su cueva,
rabia, y el sueño torpe sacudido.
las uñas templa y los colmillos prueba;
y habiéndolos después acometido,
medio vivo en la boca uno se lleva
a ser, que nadie su furor resiste,
de sus hijuelos alimento triste.
39 Ya del albergue de Titón saliendo, 134
ahuyentaba la tiniebla fría
la Aurora, y todo el campo humedeciendo,
los mojados cabellos sacudía:
y tanto su beldad iba creciendo
con la lumbre del Sol, que le seguía,
que parece por todo el horizonte
lleno de oro y rosas cada monte.
40 Con ella en un caballo perezoso, 137
cubierto de carbunclos de oro y grana
sale el lucero alegre y amoroso,
con su vista alegrando la mañana;
y cuando ya del todo el Sol hermoso
la luz prestada le quitó a su hermana,
cubrió la alegre suya flojamente,
las espaldas volviendo al rojo Oriente;
41 cuando de Talaón el hijo anciano 141
en Argos deja el perezoso lecho,
y luego el calidonio y el tebano,
alegre cada cual y satisfecho:
que cansados de haber con dura mano
el uno al otro mil agravios hecho,
el Sueño, lleno de oportuno olvido.
sobre ellos todo el cuerno había vertido.
42 Poco el argivo rey dormido había, 145
de un cuidado importuno fatigado,
que siempre a la memoria le traía
el hospedaje nuevo comenzado
del cielo los misterios revolvía
y el no esperado fin del libre hado;
y así tuvo en su pecho poco abrigo
el sueño, de cuidados enemigo.
43 Después que juntos otra vez se vieron, 148
habiendo con debida reverencia
saludado al buen rey, los dos se dieron
las manos otra vez en su presencia;
y al fin a un aposento oculto fueron,
do suele el rey tener secreta audiencia,
y habiéndose sentado el viejo sabio
movió primero de esta suerte el labio:
44 «Nobles mancebos, a quien ha ofendido 152
el rigor de los vientos enojosos
no la confusa noche os ha traido
sin orden de los cielos poderosos;
que Febo estos nublados ha movido,
lluvias mezclando y rayos luminosos,
porque el rigor de aquesta noche fuese
la causa que a mis reinos os trajese.
45 »No en Grecia tan humilde soy, ni creo 156
que es tan poco mi nombre conocido,
que ignore alguno en todo el reino aqueo
cuántos mi parentesco han pretendido;
que herederas del cetro que poseo
dos hijas me dio el cielo que han crecido
con favorable estrella, que asegura
alegres nietos a mi edad madura.
46 »Cuánta su gravedad y cuánta sea 160
su honestidad, de hermosura llena,
pudisteis ver (al padre no se crea)
de aquesta noche en la pasada cena;
de éstas el dulce tálamo desea
el príncipe más rico, el rey que enfrena
más pueblos y adquirió más heredades,
más campos labra y goza más ciudades.
47 »Largo fuera contar del reino aqueo 163
cuantas madres por nueras las quisieron,
y cuánto Evalio, príncipe, o fereo
su casamiento en vano pretendieron;
no tantos yernos despreció tu Eneo
ni Enomao cruel, a quien hicieron
suegro temido a mil competidores,
sus pisanos caballos voladores.
48 »Pero no lo permite el libre hado 167
que rey de Elide o príncipe espartano
aunque con mil industrias procurado,
de este bien goce, pretendido en vano,
sólo para vosotros ha guardado
esta ventura el cielo soberano
que este reino, mi sangre, y más si puede,
el orden de los hados os concede.
49 »Gracias doy a los dioses inmortales, 170
que sus respuestas han favorecido:
pues no esperados a mi casa tales
de sangre y de valor, habéis venido.
aqueste bien de los pasados males
el rigor de esta noche os ha adquirido,
y esta de vuestra sangre derramada
es la paga y merced no imaginada.
50 Ya que atentos y alegres escucharon, 173
en tanto que esto el noble rey hablaba,
mudos el uno al otro se miraron
por ver el responder a quién tocaba
callando un breve espacio, porfiaron
que aquel honor el uno al otro daba,
y al fin Tideo en todo más osado
esta respuesta al sabio rey ha dado:
51 «Oh cuán escaso, oh noble rey, te ha hecho 176
tu edad madura en pregonar tu fama!
¡Oh cuanto tu virtud doma en tu pecho
la fortuna, que al cielo te encarama,
aunque no es mi alabanza de provecho!
¿Que rey, en cuanto el sol su luz derrama,
aventajarse a tu grandeza puede?
¿Quién en imperio y majestad te excede?
52 »Quién ignora en el mundo que tuviste 179
tu antiguo Sición, reino heredado
donde querido de los tuyos fuiste
y de los extranjeros respetado,
hasta que a gobernar a Argos viniste
pueblo siempre en el mal desenfrenado,
donde tus leyes son freno seguro,
que en paz gobierna siempre el pueblo duro?
53 »Y ya pluguiera al cielo sacrosanto 181
que sólo rey de toda Grecia fueras,
y que del Istmo gobernaras cuanto
junta y aparta el mar con dos riberas
que no Micenas se infamara tanto
ni al Sol huyendo de ella visto hubieras
ni estuviera manchada, horrible y fea
con tanta sangre la campaña Elea.
54 »Ni otro algún reino hubiera padecido 186
el rigor de las furias inhumano.
como, mejor que yo, puede haber sido
testigo el noble príncipe tebano,
con alma al fin y pecho agradecido
oh sabio rey, ponemos en tu mano
la voluntad, que ya por tuya tienes
porque de entrambos a tu gusto ordenes.»
55 Aquesto dijo; y Polinice luego 188
Del gran Tideo el parecer aprueba
¿Quién, dice, podrá ser tan loco o ciego,
que a tales suegros despreciar se atreva?
y aunque a los dos con tal desasosiego
huyendo de la patria el hado lleva
que apenas da lugar donde el contento
en nuestras almas tenga algún asiento;
56 Mas ya, aunque siempre ha estado tan asido 193
a nuestros pechos el dolor, nos deja
que el bien que tu bondad nos ha ofrecido
cualquier tristeza y pesadumbre aleja;
y no menor nuestro consuelo ha sido
que el de la nave a quien el viento aqueja
en medio el mar, y al fin de su fatiga
llega a seguro puerto en tierra amiga.
57 »Así que por dichosos nos tenemos 195
de haber en este reino tuyo entrado
con tan buenos agüeros, pues habemos
lo que nunca esperamos alcanzado,
con bien o mal, en guerra o paz, queremos
vivir en tu fortuna en cuanto el hado,
ya nos sea favorable o ya enemigo.
vida nos diere que gastar contigo.»
58 Sin detenerse más, aquesto oyendo, 197
el noble padre alegre se levanta,
sus abrazos a entrambos ofreciendo,
que lazos han de ser de amistad santa;
sus promesas confirma, prometiendo
de armas, gente y dinero ayuda tanta,
que el uno y otro, ya más animoso,
verse espera en su patria victorioso.
59 El cuento al punto en Argos se ha sabido, 201
que toda la ciudad corrió ligero,
y en alegres corrillos esparcido,
el caso cuenta el vulgo novelero.
Dicen que al rey dos yernos le han venido
de gran fama valor, y que al primero
ya por esposa prometido había
el noble Adrasto a la hermosa Argía;
60 y que al segundo ofrece por esposa, 203
no menos bella o menos alabada,
a Deífile, honestísima y hermosa,
de ya madura edad para casada.
Vuela al punto la fama presurosa,
publicando la nueva deseada
de los pueblos amigos en las calles
y en los vecinos comarcanos valles.
61 A los montes partenios y liceos, 206
aunque apartados, brevemente llega,
con los nunca esperados himeneos,
y lo que allí publica aquí lo niega;
a los valles y campos efireos,
ya con más variedad la nueva entrega;
al fin por Tebas se entra alborotada,
llena de más horror y más turbada.
62 Las alas en sus muros bate apriesa, 209
atemoriza al vulgo, al rey espanta,
pues semejante al sueño, la promesa
del reino, el hospedaje y bodas canta;
llena de horror, las calles atraviesa
¿Quién a un monstruo le dio licencia?
¿Qué nueva furia es ésta de la tierra?
apenas llega, y ya publica guerra.
63 Ya de las bodas el alegre día, 213
tanto del pueblo argivo deseado,
llena de gente la ciudad tenía,
que a ver la rica fiesta se ha juntado;
crece el tumulto, el pueblo no cabía
en el real palacio, aderezado,
donde los simulacros se pusieron
de antiguos reyes que en la tierra fueron.
64 Allí, a pesar del tiempo fugitivo, 216
llena la antigüedad de verdad era,
pues más de un (ya pasado) rey argivo,
sin nombres, pudo conocer cualquiera;
que, aunque de bronce, estaba tan al vivo
que con lo vivo competir pudiera;
dicen los rostros lo que no los nombres:
tanto pueden las manos de los hombres.
65 Sobre la urna Inaco sentado, 218
con dos cuernos, disforme, horrible y feo
está, y el viejo Jasio, y a su lado
el agradable y sabio Foroneo;
vese el guerrero Abante, y enojado
con Júpiter, Acrisio, a quien Perseo
en piedra convirtió con ira inmensa,
vengando de su madre así la ofensa.
66 Del bravo Dánao, con sus yernos crudo, 221
la fiera imagen tan al vivo estaba,
que de ella conocer cualquiera pudo
que alguna gran maldad imaginaba;
Corebo, que fue de Argos firme escudo,
parece que la espada desnudaba.
Vense, sin éstos, otros mil famosos
reyes y capitanes valerosos.
67 Del vulgo entra la turba sediciosa 223
llena de confusión, rumor y estruendo,
cual agua detenida que, furiosa,
rompe el estorbo y sale al fin corriendo.
La gente más granada y poderosa
estaba junto al rey, primero habiendo
a cada uno dado al rey licencia,
según su calidad y preeminencia.
68 El lugar del palacio más oculto 226
están los sacerdotes ocupando,
y en los altares, con divino culto,
está el fuego sagrado humeando,
en otra parte el mujeril tumulto
la deseada fiesta celebrando,
con mayor gravedad y más decoro
hace (corona casta) alegre coro.
69 Aquí, de honestas madres rodeadas, 228
las doncellas se ven, que unas diciendo
están la nueva ley a que obligadas
quedan, el nuevo estado obedeciendo;
la obediencia y la fe que las casadas
deben a sus maridos, y otras, viendo
su pena y turbación, las aseguran
y sus temores aplacar procuran.
70 Las dos, entre casadas y doncellas, 230
venerables de rostro y de vestido,
callando están, y sus mejillas bellas
de un rosado color se habían teñido,
que aumenta más la hermosura de ellas,
aunque es color de su temor nacido,
fe cierta, último amor, secreta nube
de su virginidad, que al rostro sube.
71 Hace la confusión clara apariencia, 234
aunque el miedo en los pechos la sepulta;
que pensando que es culpa su inocencia,
confunde el rostro una modestia oculta;
y al fin, hallando poca resistencia
el temor, tierno llanto de él resulta;
pero alegran sus lágrimas en tanto
al padre, enternecido con su llanto.
72 No de otra suerte Palas y Diana 236
se pueden ver, si el estrellado cielo
dejan alguna vez, y les da gana
de descender a vuestro humilde suelo;
que con sus armas cada cual ufana,
cubierta cada cual de un rojo velo,
ambas fieras, aquélla a su Aracinto,
y ésta sus ninfas lleve al monte Cinto.
73 43 Y si a vista mortal se concediese 240
mirarlas, afirmar nadie pudiera
cuál más honesta o más hermosa fuese,
más parecida a Jove o más severa;
y sin alguna duda, si las viese
con las armas trocadas ¿qué dijera?
que a Palas le parece bien la aljaba
y que a Diana el yelmo bien le estaba.
74 En cada casa están con alegría 244
el sordo cielo importunando en vano
porque en cada lugar se concedía
sacrificar al cielo soberano;
y alguno, que en ofrenda dado había
el animal ya muerto por su mano,
contempla sus entrañas, y procura
saber por ellas la verdad futura.
75 Otro en desnudo altar incienso ofrece 247
no menos de los dioses recibido;
que mucho un limpio corazón merece,
y siempre de los dioses es oído.
Otro alegre las puertas enriquece
de ramos y de flores que ha traido
de las selvas vecinas, que gimieron
cuando herirse y destrozarse vieron.
76 Tal se hallaba la ciudad argiva, 249
cuando un triste prodigio de repente
(cual quiso alguna furia vengativa,
que bien tanto en la tierra no consiente)
con nunca visto sobresalto priva
de aquel breve placer la alegre gente;
y quitándole al vulgo su alegría,
turbó las bodas y el solemne día.
77 Estaba de Larisa en las almenas 251
un rico templo, a Palas dedicado,
no menos estimado que el de Atenas
ni menos de la diosa visitado,
donde los padres de Argos y Micenas,
de uso antiguo, de nadie quebrantado,
al tiempo que casarlas pretendían,
sus castas hijas presentar solían.
78 Sus cabellos aquí sacrificaban 255
cual la antigua costumbre les obliga,
y sus primeras bodas disculpaban
con la diosa, de bodas enemiga.
El rey, pues, y sus hijas aquí entraban,
y otra gran multitud de gente amiga,
haciendo todos el debido oficio
en el usado siempre sacrificio.
79 Apenas al altar habían subido, 257
cuando un escudo grande, que colgado
estaba en lo más alto y había sido
del fuerte Evipo en otro tiempo usado,
cayó en el suelo con tan gran ruido,
que retumbó del templo cada lado,
las hachas apagando en un instante,
fuego nupcial que ardiendo iba delante.
80 Vuelve el pie atrás la gente alborotada, 260
que detenerse alguno fue imposible,
cuando de alguna cueva desviada
una trompeta resonó terrible.
La gente al punto, del temor helada,
vuelve a mirar al rey con vista horrible,
casi diciendo, aunque con muda boca,
que el triste agüero a las esposas toca.
81 Mas luego, porque al rey no es de provecho 263
niegan todos el son terrible y fiero,
aunque en lo oculto cada cual del pecho
revuelve con temor el triste agüero.
¡Oh cortes de los reyes, do se ha hecho
hasta el vulgo ignorante lisonjero
y donde siempre la lisonja oprime
a la verdad, que siempre hollada gime!
82 Turbóse al fin aquel alegre día; 265
mas ni milagro fue ni cosa nueva,
pues ha nacido de un joyel que Argía
(infausto don de su marido) lleva.
Fue primero de Harmonía, que ya había
visto de su rigor la primer prueba:
de otras después, que en desventura y llanto
pararon por la fuerza de su encanto.
83 Terribles e infinitos son los males 267
que del triste joyel han procedido
y sólo contaré los principales
porque es el cuento largo y muy sabido;
mas primero diré de efectos tales
cuál la ocasión tan poderosa ha sido,
aunque para la historia que aquí toco
fuerza será volver atrás un poco.
84 Dícese que Vulcano, no pudiendo 269
disimular de Marte el adulterio.
gran tiempo oculto padeció, gimiendo
de su enemiga el riguroso imperio;
y al fin sus redes sin efecto viendo,
que acrecentaron más su vituperio,
perdida ya del todo la esperanza,
procuró traza nueva a su venganza.
85 Del adulterio y su deshonra había 272
nacido Harmonía, y ya de edad madura,
del casamiento se llegaba el día
por Venus concertado en suerte dura,
el dios celoso, pues, que pretendía
vengarse en ella, a Venus asegura
mandando que en su fragua se hiciese
un joyel rico, que a su hija diese.
86 A labrar en efecto comenzaron 273
el oro sus cíclopes codiciosos,
y con manos amigas ayudaron
los telquines, artífices famosos:
y no ellos solos son los que sudaron,
que, aunque en cosas mayores ingeniosos,
quiso también el mismo dios Vulcano
poner en su joyel su industria y mano.
87 Mezcla con esmeraldas que ha labrado, 276
llenas de oculto fuego radiante,
cenizas que en su yunque se han quedado
cuando rayos fabrica al gran Tonante;
y entre infaustas figuras que ha entallado,
sobre más de un durísimo diamante
puso el infame rostro de Medusa,
cuya crueldad inmensa Libia acusa.
88 Del infausto joyel el oro fino 278
(aunque no era de aquel que el Tago cría)
era de aquel dorado vellocino
que en Colcos tanto mal causó algún día,
o del que a las Hespérides contino
un terrible dragón guardar solía;
oro de escamas duras, relucientes,
que tienen los dragones en las frentes,
89 Entretejido con el oro bello 282
lleno de alegre, aunque mortal veneno
de Tesifón cortó el peor cabello
de muerte y varias pestilencias lleno:
echó la espuma de la Luna el sello,
que mano astuta la cogió al sereno
de alguna muda noche y que se halla
presente a tanto mal, y siempre calla.
90 No se halló presente Pasitea, 286
ni Eufrosina ni Aglaye se hallaron;
que mientras el joyel Vulcano arrea,
el placer y el amor se retiraron,
ira, llanto, dolor y muerte fea
a la ciega Discordia acompañaron,
porque ella puso su derecha mano
y trabajó en el yunque de Vulcano.
91 Hizo Harmonía primero la experiencia 289
que, casada con Cadmo, ambos sintieron
del joyel enemigo la potencia,
cuando en culebras convertir se vieron
y dejando a su triste descendencia
el reino suyo y el joyel, se fueron,
los cuellos y los pechos alargando,
de Iliria por los campos arrastrando.
92 De Jove estando Sémele preñada, 292
desvergonzada y sin temor alguno,
apenas del joyel se vio adornada,
cuando entró a verla la celosa Juno,
y en traje mentiroso disfrazada,
dándole la ocasión tiempo oportuno,
con su apariencia la engañó de suerte,
que vengó sus agravios con su muerte.
93 Fue después de Yocasta poseido, 294
triste reina tebana, sin ventura,
que ufana del joyel mal conocido,
su beldad aumentaba mal segura;
mas, ay incauta, ¿para qué marido
procuras aumentar tu hermosura?
Ay desdichada, que el joyel te pones
y para el propio hijo te compones.
94 Al fin en otras muchas, que sería 296
cosa prolija detenernos tanto,
sin reservar alguna, hecho había
su triste efecto el poderoso encanto.
Aqueste, pues, llevaba ahora Argía,
amenazada ya de triste llanto;
y, adornada con él, excede ufana
el vil y pobre ornato de su hermana.
95 Vio acaso este joyel, aún no temido, 299
la mujer de Anfiarao, de envidia llena,
y luego ni a los juegos ha podido
estar alegre, ni en la mesa o cena:
sólo imagina ya, si concedido
le fuera el joyel rico, prenda ajena,
¡Qué ufana que se viera! mas ¡ay triste!
¡qué poco del agüero el fin temiste!
96 ¡Qué de muertes y estragos de tu gente 303
deseas, qué de penas y dolores!
¡Qué de llanto y gemidos neciamente,
debido galardón a tus errores!
mas ¿qué tu hijo mereció, inocente,
que ha de pagar sin culpa tus furores?
¿qué tu adivino esposo, a quien tu engaño
buscó la muerte y procuró tu daño?
97 Después que ya del vulgo se acabaron 306
las fiestas, los placeres y alegrías,
pasadas ya las bodas, que duraron
de juegos y banquetes doce días,
de nuevo los cuidados comenzaron,
llenos de mil temores y agonías,
a afligir al tebano, y ya procura
para cobrar su reino coyuntura.
98 Presente la memoria está en su pecho 309
del infelice día en que excluido
se vio de Tebas y a su hermano hecho
(del reino que era de ambos) rey temido,
cuando huyendo del paterno techo,
a los que sus amigos habían sido
dejó afligidos, sin defensa alguna,
sujetos al rigor de su fortuna;
99 Y salió de ninguno acompañado, 313
que aún una hermana suya, que atrevida
llena de su dolor, con pecho osado
le quiso acompañar en su partida,
en el primer umbral había dejado
llorando su destierro y su caída,
donde pudo el dolor y su ira tanto
que en las entrañas encerró su llanto.
100 Acuérdase de haber en aquel punto 316
notado en sus vasallos la apariencia:
cuál muy alegre y con su hermano junto,
celebrando su suerte y nueva herencia
cuál, afligido y de color difunto,
le vio gemir en su forzosa ausencia,
todo esto en la memoria revolvía
sin descansar de noche ni de día.
101 Tiene la ira en su memoria asiento, 319
crece el dolor con la esperanza larga,
que es de los hombres el mayor tormento,
más insufrible mientras más se alarga.
Aquesto revolviendo el pensamiento,
nube de confusión, pesada carga,
se determina al fin con pecho osado
de volver a su reino deseado.
102 Cual toro que el amado valle deja 323
después que, victorioso su enemigo,
la amada vaca le quitó, y lo aleja
del campo de su bien y mal testigo,
celoso brama y con dolor se queja,
ausente de su vaca y campo amigo,
hasta que nueva furia y sangre nueva
la antigua fuerza en su cerviz renueva;
103 entonces, por vengar con pecho fiero 328
su afrenta y su destierro mal sufrido,
mejor de pie y de cuerno y mas ligero
vuelve al ganado y campo conocido;
témele el vencedor, y el ganadero,
que conocerlo apenas ha podido,
viendo de nuevo en él fiereza tanta,
atónito lo mira y de él se espanta:
104 Tal Polinice en su callado pecho 331
atiza su dolor y su ira ardiente;
mas su afligida esposa, que en el lecho
siente su pena y sus congojas siente,
haciendo de su abrazo un lazo estrecho,
casi temiendo ya de verse ausente,
ya que la Aurora a su balcón salía,
así le dijo, suspirando, un día:
105 »¿Qué partida, qué nuevo movimiento 334
(que de helado temor mi pecho cubre)
siempre estás maquinando, bien lo siento;
que nada a los amantes se le encubre,
conozco tu importuno pensamiento,
que tu misma inquietud me lo descubre;
pues aun durmiendo, avivan tus gemidos
veladores suspiros encendidos.
106 »Cuántas veces en lágrimas bañado 337
este rostro, halló mano medrosa
y cuánta en tal pecho alborotado,
donde nunca el corazón reposa
del inoportuno y velador cuidado
la fuerza he conocido poderosa
que mucho que a temer me obligue tanto
suspiros, ansias, inquietud y llanto.
107 »No el juramento ni la fe quebrada, 339
ni esta mi juventud pudo moverme.
aunque al principio de mi edad dejada
eternamente muda habré de verme:
ni el lecho me ha movido, aunque obligada
pudo ya en él el crudo amor hacerme
pero tan poco en él dormido habemos,
que aún apenas caliente le tenemos.
108 »Tu vida sola y tu salud me obliga: 342
confieso mi temor y desventura,
sólo a tierra (aunque patria) ya enemiga
y desarmado vas ¿Quién te asegura?
pues cuando buen efecto no consiga
tu justa pretensión y mi ventura,
claramente se ve que te habrás puesto
a peligro de muerte manifiesto.
109 »La fama pregonera, que en olvido 345
nunca tiene a los reyes, de tu hermano
dice cuán ambicioso siempre ha sido,
cuán difícil contigo y qué inhumano,
y aún no entonces el año había cumplido;
ahora ¿qué hará, que ya es tirano,
de más rigor y más soberbia lleno,
injusto usurpador de cetro ajeno?
110 »Y sin esto, adivinas de mis males 348
(en más cuidado y confusión me han puesto)
las entrañas de muertos animales,
sacrificados para sólo aquesto,
de algún nuevo dolor me dan señales,
ya de las aves el cantar funesto,
ya alguna vez, en tanto que dormía,
turbada imagen de noche fría.
111 No sin causa me acuerdo, vez alguna 350
soñando, haberme Juno aparecido,
que con mil apariencias importuna,
a turbarme estas noches ha venido.
¿Dónde vas, qué imperio, qué fortuna
este nuevo furor te ha prometido?
¿En qué fundada tu esperanza llevas?
¿Qué mejor suegro has de hallar en Tebas?»
112 Con breve risa, aunque fingida en vano, 352
con que el cuchillo a su dolor afila,
a su esposa bellísima el tebano
de su temor las causas aniquila;
y bebiendo el aljófar soberano
que por sus ojos el amor destila,
tras mil besos y abrazos, en que esconde
su pena y su dolor, así responde:
113 »Desata ¡oh solo bien del alma mía! 356
de tu hermoso pecho el miedo helado
que al fin mi pretensión y mi osadía
han de llegar al puerto deseado.
Vendrá sin duda el esperado día;
olvida aunque importuno este cuidado
que por ventura el cielo lo gobierna
y es grave peso para edad tan tierna.
114 »Si el padre eterno que los cielos huella, 358
la tierra mira y la razón ampara
mire él mi causa y juzgue mi querella
que en su justicia mi defensa para
y vendrá por ventura esposa bella
el tiempo que en mi reino y patria cara
ya sin temores, te verás ufana
reina de dos ciudades soberana.»
115 Esto dijo: y con paso arrebatado 363
va luego al aposento de Tideo,
que tiene parte igual de su cuidado,
y amigo y compañero en su deseo
tanto ha podido amor que se ha trocado
en inmensa amistad el odio feo,
juntos de allí se fueron y despacio
hablan al suegro Adrasto en su palacio.
116 Junta consejo el rey sabio y severo, 367
y habiendo varios pareceres dado,
todos determinaron que primero
(porque aún no es enemigo declarado)
vaya al tebano rey un mensajero,
que en nombre del hermano desterrado
le pida, pues el año ya es cumplido
seguridad y el reino prometido.
117 Pide la empresa el calidonio dura, 370
y ser embajador de ella se encarga,
aunque estorbarlo Deífile procura,
llorando en vano su partida amarga;
mas, viendo que su padre le asegura
de que la ausencia no será muy larga,
y que es seguro embajador se allana,
rendida al justo ruego de su hermana.
118 Luego el viaje comenzó atrevido 375
por ásperos caminos; y pasando
mas de un arroyo lleno de ruïdo,
y más de un monte y selva atravesando,
a Lerna allega, que temida ha sido
con la abrasada sierpe aún humeando,
ya Nemea, en que apenas han osado
acercar los pastores su ganado.
119 Por donde el Euro a Efires hace guerra 379
se deja atrás el puerto sisifeo,
y el agua, que enojada con la tierra,
entre peñascos encerró Lequeo;
pasaje halla en la empinada sierra,
y dando prisa siempre a su deseo,
a la ciudad que a Niso llora en vano
y a Eleusis deja a la siniestra mano.
120 Ya de Teumeso la arboleda espesa, 383
a quien Alcides tan famosa ha hecho,
se deja atrás, y al fin se da tal priesa,
que entra por Tebas con osado pecho;
sus calles y sus plazas atraviesa,
y al alcázar de Cadmo va derecho,
donde al fiero Eteocles vio sentado,
de armados escuadrones rodeado.
121 Oyendo diferencias de su gente, 386
contra la ley y término del año
justicia administraba injustamente,
solicitando así su propio daño;
mas el semblante y su orgullosa frente
daba de su crueldad indicio extraño,
pues sólo con mirar su horror, cualquiera
que era traidor tirano conociera.
122 Hablando estaba acaso de su hermano, 387
y lleno de ambiciosa confianza,
llamando sinrazón su intento vano,
celebraba con risa su tardanza,
cuando mostrando en su derecha mano,
ramo de oliva, y no derecha lanza,
señal de embajador, a su presencia
entra Tideo sin pedir licencia.
123 Párase en medio, y luego manifiesta 389
su nombre y la ocasión de su venida;
pero no con retórica y compuesta
oración grave, humilde y comedida,
que es nido de lenguaje, y así, aquesta,
desnuda de hojas y atrevida,
con alta voz y con soberbia mucha
dice, y en tanto el rey rabiando escucha:
124 «Si hubiera fe en tu pecho, y si cuidado 393
del concierto y promesa en ti viniera,
en cumpliéndose el año concertado,
tú mismo (que justicia y razón fuera)
a tu hermano le hubieras enviado
embajador que el reino le ofreciera
dejando luego sin tardanza alguna
tu alegre reino y próspera fortuna.
125 »Y el pobre desterrado, que ha sufrido 397
mil indignos trabajos por el mundo,
volviera al fin al reino prometido,
y descansara un año rey segundo,
mas, porque dulce cosa siempre ha sido
el amor de reinar (sueño profundo),
vengo a pedirte, argivo mensajero,
lo que debieras ofrecer primero.
126 »Ya el padre de Faetón del ancho cielo 400
los signos ha corrido, y ya estuvieron
llenos del sol los valles, ya del hielo,
y obscuras sombras ocupar se vieron,
después que ausente del paterno suelo
tu pobre hermano, a quien los hados fueron
tan rigurosos, afligido ha andado
por no sabidos pueblos desterrado.
127 »Ya el mismo tiempo y la razón te obliga 403
a pasar al sereno algunos días
y a probar en tus miembros la fatiga
de noches largas del invierno frías;
vuelva tu hermano ya a la patria amiga,
deja el palacio y salas, ya vacías,
y pues has dado un año a Tebas leyes,
ve ahora a obedecer a extraños reyes.
128 »Pon modo a tu alegría y tu riqueza, 406
pues de oro rico y púrpura cubierto,
reíste de tu hermano la pobreza
mientras fue un año peregrino incierto.
Aconséjote al fin que esa grandeza
renuncies, pues cumpliendo así el concierto,
su año apenas estará cumplido,
cuando a tu reino vuelvas merecido.»
129 Así dijo: mas ya en su pecho airado 410
estaba el rey el corazón ardiendo,
cual sierpe a quien tiró pastor osado
furiosa piedra y se aleja huyendo
que el pecho de la tierra levantado,
do larga sed estuvo padeciendo,
su veneno y furor muestra enojada,
en el cuello escamoso, boca airada.
130 «Si antes de ahora -dice- no tuviera 415
de mi hermano el intento conocido
y si tan manifiesta no me fuera
la enemistad que siempre me ha tenido.
bastante indicio de su pecho diera
la arrogancia y furor con que has venido.
Parece que en tu pecho al mismo tienes,
tan bravo y lleno de arrogancias vienes.
131 »Si los muros de Tebas coronados 418
batieran ya enemigos escuadrones,
o en sus montes y campos ya abrasados,
tremolando estuvieran sus pendones
¿Qué más furor tuvieras si entre helados
bistones o entre pálidos Gelones
estuvieras, hablaras por ventura
con más comedimiento y más cordura.
132 »Pero no (porque al fin mandado fuiste) 423
culparé tu furor y atrevimiento;
mas pues tan a la clara descubriste
de mi enemigo hermano el fiero intento,
y lleno de amenazas me pediste
el reino con furor libre y exento
casi empuñando el hierro y vengativo,
esto dirás al nuevo rey argivo:
133 »el cetro y el honor que a mí debido, 428
por ser mayor de edad me dio la suerte,
tengo con justa causa; lo he tenido
y lo pienso tener hasta la muerte
goza tú en tanto, pues dichoso has sido,
de Argos, ciudad más rica, grande y fuerte,
a ti amontone tus riquezas ella,
dote famoso de tu esposa bella.
134 »Que yo ¿por qué a tu suerte venturosa 431
he de tener envidia? en paz gobierna
y en buen agüero tu ciudad famosa
y cuanto baña la abrasada Lerna,
reines en Grecia, al fin tierra dichosa,
y haga el cielo tu ventura eterna;
que yo con mi bajeza, rey tebano,
sin envidiar tu gloria, estaré ufano.
135 »Yo los hórridos campos que humedece 433
la humilde Dirce gozaré y la tierra
cuya orilla ensangosta y enflaquece
de Eubea el mar con tan eterna guerra;
y en tanto que ese honor que te ennoblece,
nuestra infamia y dolor de ti destierra;
que yo que tanto bien no participo
confesaré por padre al ciego Edipo.
136 »A ti Pélope y Tántalo, que han sido 436
de la nobleza de tu esposa autores,
o Jove, de quien ellos la han tenido,
te ennoblezcan allá con sus favores;
que una reina que en Argos ha vivido
en la grandeza al fin, de sus mayores,
¿cómo podrá venir de esa grandeza
a sufrir de este reino la pobreza?
137 »Será razón que en el paterno techo 439
nuestras hermanas por criadas tenga
y aunque quiera humillar su altivo pecho,
a ser humilde reina en Tebas venga?
mi madre, a quien el llanto haya deshecho,
¿Querrá que al lado suyo se entretenga?
o ¿sufrirá que ofendan sus oídos
de un suegro miserable los gemidos?
138 »El vulgo ya a mi imperio no pesado 442
está hecho, y contento está en efeto
y es vergüenza también que este Senado
siempre a incierto señor esté sujeto.
De él soy obedecido y respetado
y yo también le trato con respeto,
y ha de ofenderle nuevo rey si viene,
de quien ignora la intención que tiene.
139 »No reyes libres son, pero tiranos, 446
los que un año gobiernan solamente,
pues no perdonan sus avaras manos
en cosa alguna la afligida gente:
mira entre los confusos ciudadanos
murmurando el rumor que ya se siente:
¿Téngolos de entregar a quien ya ordena
En su inocencia rigurosa pena;
140 »Airado, hermano, vienes, pero advierte, 449
según el pueblo la afición me tiene
que, aunque yo quiera el reino concederte,
el Senado dirá que no conviene.»
Más quisiera decir, pero de suerte
(sin que haya quien su cólera refrene)
la rabia al calidonio fue creciendo,
que las palabras le atajó, diciendo:
141 »Daraslo a tu pesar, que ya te espera 452
el castigo debido a tanta ofensa:
darás el reino, digo, aunque estuviera
de hierro duro un monte en tu defensa;
y aunque con otro canto Anfión ciñera
de tres murallas fortaleza inmensa
esta ciudad, ni el fuego o hierro duro
de nuestras manos te harán seguro.
142 »Y por aquesta espada vengativa 456
(pues ya la paz de Tebas se destierra),
que has de tocar con tu diadema altiva
el duro suelo y abrazar la tierra
pagarás con razón, que al fin se priva
Tebas por ti, ocasión de aquesta guerra,
de la paz que en sus campos hoy florece;
pero esta pobre gente ¿qué merece?
143 »De ellos me pesa, oh rey piadoso y bueno, 458
que han de perder sus hijos y mujeres,
pues entregarlos, de injusticia lleno
a tanto mal y desventura quieres.
Tú si de sangre tinto, oh claro Ismeno,
llena de muertes tu corriente vieres
que es aquesta, dirás al Oceano,
una gran impiedad de un rey tebano.
144 »Mas ¿qué me admiro, si el delito ha sido 462
de padres y de abuelos heredado?
¿Que ha de esperarse de quien ha nacido
de tal incesto en lecho profanado?
aunque no herencia igual, de sangre habido,
ni todos heredaron su pecado,
tú solo, el más injusto de la gente,
eres del ciego Edipo descendiente.
145 »Tú el premio llevarás, pues por tu daño 465
eres de su delito el heredero;
yo ahora solamente pido el año
debido a Polinice; mas ¿qué espero?»
aquesto dijo, y con furor extraño
desocupa la sala osado y fiero,
y dando voces, se partió volando,
aquí y allí la gente atropellando.
146 No de otra suerte el jabalí cerdoso 469
que de Diana castigó la ofensa,
todo erizado, arremetió furioso
contra el griego escuadrón con rabia inmensa,
ya mostrando el colmillo riguroso,
ya peñas arrancando en su defensa.
y ya quebrando como frágil caña
las plantas que en su orilla Aqueloo baña.
147 Éste se ve animoso, aquél huyendo 473
del fiero jabalí por llano y sierra.
ya deja a Telamón allí gimiendo,
y aquí al bravo Ixión tiende en la tierra;
al fin, a Meleagro arremetiendo,
paró en su lanza y concluyó la guerra,
pues abierto con ella el hombre fiero,
humilló su cerviz al duro acero.
148 Con furia tal el calidonio deja 476
temeroso al Senado, y cual si fuera
suyo el cetro que pide, así se queja
de que negado el reino se le hubiera,
de olivo el ramo humilde de sí aleja,
y de nuevo los pasos aligera,
dejando los tejados y ventanas
llenos de las atónitas tebanas.
149 Échanle rigurosas maldiciones 480
y en su callado pecho temeroso
al cielo dan las mismas peticiones
contra el tirano injusto y ambicioso
mas él, que para engaños y traiciones
nunca tuvo el ingenio perezoso
a cincuenta mancebos ha escogido,
los que mejores en la guerra han sido.
150 Con dádivas aquél, y éste obligado 484
con alguna promesa mal segura,
obedece al injusto rey airado,
que así su infancia y perdición procura:
tantos contra uno solo se han armado,
solo y embajador en noche obscura
y el nombre ofenden, respetado tanto
en todo el mundo religioso y santo.
151 ¿Qué vileza no intenta el que es tirano, 488
si el deseo de reinar le enciende el pecho?
si en vez del mensajero, al mismo hermano
tuviera en su poder, ¿qué hubiera hecho?
¡oh grande ceguedad del hombre insano,
que busca con infamia su provecho!
pues su misma maldad, de temor llena
es en su pecho rigurosa pena.
152 Cual campo que presenta la batalla 490
a otro enemigo campo armado y fiero,
o cual el que a batir va la muralla
del que en el campo le huyó primero
así, vestidos de menuda malla,
contra uno solo sale un pueblo entero,
y aunque no al son de cajas alistados,
en orden salen por la puerta armados.
153 ¡Oh flor de aquella edad y el más valiente, 495
pues tanta fama y crédito tuviste,
que ves contra ti solo tanta gente,
y de tantas espadas digno fuiste,
sigue el camino, pues calladamente
el escuadrón tebano en suerte triste,
para ocuparle el paso a toda priesa
por el atajo de una selva espesa.
154 Para traición tan grande han escogido 498
un valle algo de Tebas apartado,
estrecho a las entradas y ceñido
de un altísimo monte a cada lado,
por cuya eterna sombra nunca ha sido
del claro sol el valle visitado,
y la selva obscurece al lugar tanto,
que añade en él horror, miedo y espanto.
155 Parece que el lugar insidioso 501
fue de Natura para engaños hecho,
ciego, inútil, oculto y temeroso,
sólo para asechanzas de provecho,
a un lado el monte es áspero y fragoso,
y entre sus peñas va un camino estrecho,
debajo un campo llano y apacible
a las faldas se ve del monte horrible.
156 Al otro lado un gran peñasco había, 504
más áspero y más alto, en cuyo seno
esfinge en otro tiempo estar solía,
alado monstruo, fiero, de horror lleno;
horrible el rostro y pálido tenía,
la boca llena siempre de veneno,
los ojos como brasas encendidas,
y alas de sangre humedecidas.
157 De allí, sobre los huesos mal roidos 509
de los que muertos en la cumbre estaban,
miraba por los campos extendidos
si algunos caminantes asomaban,
o ya del hado por error traidos
porque de animosos le buscaban
queriendo con ingenio mal seguro
vencerlo y desatar su enigma obscuro.
158 Y apenas al enigma obscuro y ciego 513
el engañado huésped dado había
no acertada respuesta, cuando luego
pagaba al monstruo fiero su osadía;
por los ojos echando vivo fuego
con uñas y con dientes lo hería;
o bajaba escapando de sus brazos,
por las penas haciéndose pedazos.
159 Duró aquella crueldad hasta que vino 516
Edipo con dichoso atrevimiento,
y con sutil ingenio y peregrino
desató su obscurísimo argumento
y el monstruo, victorioso de contino,
sin usar de sus alas, al momento
se despeñó y sus huesos divididos
quedaron por las peñas esparcidos.
160 Quedó todo el lugar inficionado, 519
tanto, que no hay novillo que apetezca
los pastos de aquel campo, ni ganado
que sus hierbas odiosas no aborrezca;
no las ninfas o faunos han osado
hacer sus coros a la sombra fresca
ni osan entrar en él algunas fieras,
ni entran en él las aves carniceras.
161 A este infame lugar, en triste agüero, 523
con secreto y silencio, a la ligera,
el escuadrón llegó perecedero
y al enemigo descuidado espera,
cuál se arrima a una pica, y cuál ligero
la vega corre, el campo y la ladera;
coronan valle, monte y arboleda,
y nada al fin desocupado queda.
162 Ya al Occidente el sol se retiraba, 527
y de la noche el húmedo vestido
sus sombras en la tierra derramaba,
mojadas en las aguas del olvido;
cuando, ya que a las selvas se acercaba,
escuchó el calidonio algún ruido
de armas que entre los árboles parecen,
y al rayo de la luna resplandecen.
163 Pero no, aunque admirado se detiene, 533
mas, porque algún peligro ya imagina,
de dos dardos que lleva se previene,
la espada tienta, y sin temor camina,
y al fin, sin miedo, que ninguno tiene,
ya que un poco a la selva se avecina.
«¿Quién sois? -pregunta- ¿qué esperáis, soldados?
¿por qué os escondéis, estando armados?»
164 Nadie de responder tuvo osadía; 536
pero en aquel silencio sospechoso
vido la paz segura que podía
esperar de un tirano cauteloso
en esto el fiero Cromio, que venía
por capitán del escuadrón furioso,
puso en el arco una ligera punta
y el un extremo con el otro junta.
165 La flecha vuela, pero no ha podido 539
alcanzar el efecto deseado,
que Fortuna, que suele al atrevido
dar favor, esta vez se lo ha negado
al pellejo del puerco que vestido
llevaba, el hombro izquierdo le ha pasado,
y rayendo la carne al fin la flecha,
a herir en un tronco fue derecha.
166 Al punto, con furor de inmortal ira, 544
fuego de enojo en sus entrañas arde,
aquí y allí descolorido mira
por ver de cuántos o de quien se guarde;
con rabia gime y con dolor suspira,
y sin saber que el escuadrón cobarde
de tantos juntos es, verlo desea,
y erizado el cabello así vocea:
167 «¿Qué os acobarda tanto o qué os detiene? 547
mostrad ya el rostro infame descubierto,
salid: que nadie en mi defensa viene;
sólo espero; salid en campo abierto,
cual suele cuando ya en el monte tiene:
puesta la red el cazador experto
que salen de su voz amedrentadas
de aquí, de allí las fieras a manadas;
168 Tal a su voz el escuadrón tebano 549
el valle desocupa y la espesura,
resplandeció con armas todo el llano,
y el peso estremeció la tierra dura,
turbado en ver que con armada mano
de tantos es el escuadrón, procura
por herirlo más bien y asegurarse
al peñasco de Esfinge retirarse.
169 Rompe con pies y manos, atrevido, 556
los matorrales, de aspereza llenos,
no de sus enemigos bien seguido,
que pocos son allí sin alas buenos;
y sobre un peñón alto se ha subido,
que las espaldas le asegura al menos,
desde donde más bien y sin trabajo
puede ofender a los que están debajo.
170 Una peña de esotras arrancada, 559
de tanto peso, que difícilmente
pudiera por lo llano ser llevada
por el par de novillos más valiente,
sobre sus fuertes hombros levantada,
adonde más espesa ve la gente,
con tal furia arrojó, que no ofendiera
tanto si un muro encima se cayera.
171 Cual el vaso que Folo tiró un día 563
a los lapitas, bárbaros airados,
tal, y con más vigor bajar se vía
la peña a los tebanos admirados;
deja deshechos en la tierra fría
pechos de hierro duro en vano armados,
escudos, brazos, piernas y cabezas
ya divididos en menudas piezas.
172 Debajo de la peña padecieron 568
cuatro, que allí enterró su desventura,
aunque por su virtud y sangre fueron
dignos de más honrada sepultura;
Dorilo fue y Terón, que descendieron
de aquellos que parió la Tierra dura
cuando sirvió en sus surcos de simiente
aquel de Cadmo serpentino diente.
173 Halis, que el más famoso en Tebas era 573
domador de caballos, fue el tercero
que quiso la fortuna que a pie muera,
si anduvo siempre en corredor ligero;
y el cuarto cual si fuera blanda cera
que en la tierra selló el peñasco fiero,
Fédimo es de Penteo descendiente,
que heredó la desgracia del pariente.
174 Con escarmiento y con temor helados, 576
apagado el furor la sangre fría
huyen del escuadrón los más osados
con nunca imaginada cobardía;
viéndolos divididos y apartados,
tirándoles dos dardos que tenía,
los hizo contra dos volar de suerte
que le sirvieron de alas a la muerte.
175 Y viendo en la empezada infame guerra 580
no tan espeso el escuadrón tebano,
el gran peñasco y la fragosa sierra
desocupa de un salto y baja al llano,
donde el famoso escudo vio en la tierra
que al ya muerto Terón armaba en vano
que, arrojado o rodando por ventura,
pudo escaparse de la peña dura.
176 Embrazólo, y así con él se vía 583
de todo punto armado y más seguro,
pues ya el pecho y espaldas le cubría
del fiero jabalí el despojo duro.
Vuelve a hacer la gente que huía,
cerrándose de nuevo un fuerte muro,
y viendo el temor que la acobarda,
afirma el pie y al enemigo aguarda.
177 Saca la espada al punto el gran Tideo, 586
que tinta en sangre de bistones era,
que en premio ofreció Marte al fuerte Eneo
cuando triunfó de aquella gente fiera,
con ésta, que era igual a su deseo,
embiste al escuadrón, que junto espera,
y aquí y allí la esgrime tan ligero,
que despedaza el más templado acero.
178 Tantos son, tan espesos y cerrados, 590
que unos de otros impiden las heridas,
y algunos, en los hierros arrojados
de hermanos, pierden las amadas vidas;
otros, ya por el suelo derribados,
reciben daño en armas conocidas,
y tal tiñó en la sangre del amigo
la flecha que tiraba al enemigo.
179 Y él, con ajena sangre ya teñido, 593
resiste a tantas armas invencible,
lleno todo el escudo y el vestido
de flechas, que le hacen más horrible,
tal la gética Flegra, embravecido
(si ya tal caso puede ser creíble)
vio al inhumano y grande Briareo,
armado contra el cielo, horrible y feo.
180 Ya Apolo con las flechas de su aljaba, 597
ya con las suyas Delia el arco tiende,
ya el escudo gorgonio, airada y brava,
esgrime Palas, que la vista ofende,
ya Marte el pino que teñido estaba
en sangre de bistones, y va enciende
Jove el suelo, cansándose Vulcano
de darle tantos rayos a la mano.
181 Y con ver tanto rayo y tanto trueno, 601
y a un tiempo tantas armas, le parece
que es todo poco, y que su inmenso seno
más armas y enemigos más merece;
de furia igual el calidonio lleno
a mil heridas el escudo ofrece,
ya se retira un poco, y ya más fiero
da nueva sangre al ya manchado acero.
182 Armas le da su escudo a su vestido 604
con mil flechas y dardos enclavado,
y ya arrancando alguno, ha sucedido
que al propio dueño el hierro muerte ha dado;
ya en mil partes también está herido,
mas no ha sido algún hierro tan osado,
que llegue a penetrar con su herida
el secreto aposento de la vida.
183 Deíloco, que airado arremetía 607
mortalmente herido va rodando:
muere con él Fegeo, que venía
con una gran segur amenazando:
con un velador dardo mata a Gía,
con otro a Licofonte, que sacando
estaba agudas flechas de su aljaba,
y el fuerte brazo en el pecho enclava.
184 Ya se buscan y cuentan temerosos, 611
no con tanto furor y amor de guerra,
viendo que los más fuertes y animosos
muertos ocupan ya la dura tierra
temen del escuadrón los más famosos,
en cada pecho igual temor se encierra;
solo Cromio, de Cadmo descendiente,
tuvo valor para anular la gente.
185 Dicen que éste nació de una tebana, 614
hermosísima ninfa, que preñada,
estando ya a su parto muy cercana,
a las fiestas de Baco fue llevada,
y viendo el baile de la gente ufana,
de esotras bacanales incitada,
olvidada del vientre entró en el coro
y asió, bailando, por el cuerno a un toro.
186 El por soltarse y ella de atrevida, 616
porque no se le fuese porfiando,
al fin del animal fue sacudida
lejos en tierra, un grande golpe dando;
y allí, no sin peligro de la vida,
turbada, sin sentido y anhelando
parió un infante en la desnuda tierra,
que fue después famoso por la guerra.
187 Éste, pues, más que esotros animado, 618
la cobardía de los suyos viendo,
con el despojo de un león armado,
y una nudosa lanza sacudiendo:
«Volved -dice- volved con pecho osado,
volved, que un hombre sólo os va siguiendo;
¿No hay honra ya? ¿No hay armas ya ni manos?
¿a dónde vais, oh míseros tebanos?
188 »Que un hombre sólo victorioso sea 623
de tan lucida y tan famosa gente,
¿Quién en Argos habrá que se lo crea
cuando su gloria y nuestra infamia cuente?
no sin que el rostro el enemigo os vea
volved a Tebas, oh Cidón valiente,
oh noble Lampo ¿a aquesto acá venimos?
¿es esto lo que al rey le prometimos?»
189 Así de cada cual el nombre invoca, 624
cuando un dardo llegó, que en la espesura
se cortó de Teumeso, y por la boca
entró, lleno de muerte y amargura;
en los dientes halló defensa poca
y rompe el paladar la punta dura,
de donde al fin la lengua desatada,
perdida ya la voz en sangre nada.
190 Estábase aún en pie, y un mortal hielo 627
del paladar al pecho descendiendo
le hizo que midiese el duro suelo
con la mordida lanza enmudeciendo.
Levante por mi voz la fama el vuelo,
pues no vosotros la perdéis muriendo,
hijos de Tespio; que si puedo tanto,
aunque muertos, tendréis vida en mi canto.
191 Perito el cuerpo de su hermano alzaba 630
de la tierra, a la muerte ya cercano,
con la derecha el lado sustentaba,
y el flojo cuello con la izquierda mano,
no se vio igual piedad; llorando lava
el ya pálido rostro de su hermano,
sin que el almete, aunque cerrado, impida
a sus lágrimas tiernas la salida;
192 cuando llegó una lanza a su costado, 635
y tan furiosa entró la dura punta,
que pasando del uno al otro lado,
el un hermano con el otro junta,
con lazo más estrecho va abrazado,
muere aquél, y la cara ya difunta
parece que a su hermano está esperando,
que al fin muere con él, así hablando:
193 »Dente, fiero enemigo, abrazos tales 641
tus hijos, si los hados te los dieron.»
con esto entrambos mueren, y así iguales
en muerte son como en la vida fueron;
de un vientre, de una edad, de unas señales,
juntos, iguales en amor, crecieron
con esperanza igual, y al fin la suerte
también los hizo iguales en la muerte.
194 Huye Meneto con ligera planta 644
del enemigo airado y victorioso,
más cayó por estar de sangre tanta
húmedo todo el suelo y resbaloso;
sobre él el fiero vencedor levanta
con una lanza el brazo riguroso,
y asiéndola con una y otra mano,
así le ruega el mísero tebano:
195 »Perdona aquesta vida desdichada, 649
detén por Dios la mano poderosa,
por las estrellas y la sombra helada
de aquesta noche, para ti dichosa,
deja que esta victoria no esperada
cuente en Tebas mi lengua temerosa.
donde luego, a pesar del rey infame,
por las lenguas del vulgo se derrame.
196 »Así en la tierra caigan sin provecho 652
las armas nuestras y jamás te hieran,
y victorioso y sin herida el pecho
vuelvas a los amigos que te esperan.»
Dijo, mas él, inexorable hecho,
cual si de piedra sus entrañas fueran,
responde: «En vano, sin provecho y tarde
derramas esas lágrimas, cobarde.
197 »Que tú al injusto rey, si no me engaño, 656
mi cabeza también le prometiste
mas fue promesa bárbara, fue engaño,
pues a pagarlo con morir viniste.
¿Que buscas dilaciones a tu daño?
¿No ves que aquesta espada que hoy temiste
mañana ha de volver con nueva guerra
contra aquesta perjura, infame tierra?»
198 Así dijo; y del pecho ya teñida 659
sacó la dura lanza, y en saliendo,
la muerte helada entró por la herida,
y él sigue a los demás, así diciendo:
«Pensaste, gente infame, aborrecida,
la obscuridad de aquesta noche viendo,
que era de las de Baco deseada,
y de tres a tres años celebrada.
199 »No penséis que de Cadmo son los juegos 663
donde al son de lascivos atabales
usáis incestos bárbaros y ciegos
con vuestras propias madres bacanales;
otros son, otras músicas y fuegos
son los de estos funestos matorrales:
no con hembras la guerra aquí se tiene,
ni aquí con tirsos frágiles se viene.
200 »Otro furor es éste y otra guerra, 667
hecha al son de instrumentos temerosos.
Morid, infames, ocupad la tierra,
o cobardes, o pocos y medrosos.»
Esto diciendo, el llano, el valle y sierra
discurre, no con pies tan presurosos,
que, cansada la sangre ya en las venas,
en ellos puede sustentarse apenas.
201 Ya con menos furor y menos brío 670
la espada esgrime, y ya pesado hecho
el escudo, de hierros no vacío,
le hace ya más daño que provecho,
y ya un helado y húmedo rocío
cansancio añade al fatigado pecho,
y de sangre enemiga humedecido.
del cabello a los pies está teñido.
202 Tal suele de Masilia entre el ganado, 675
después que a su pastor con pie ligero
ahuyentó, hallarse fatigado
entre muertas ovejas león fiero,
que, vencida la hambre y sosegado,
menos hambriento y menos carnicero,
no ya erizado el cuello, ni tan alta
la cerviz coronada, a nadie asalta.
203 Párase en medio del ganado muerto 678
anhelando, cansado y ya vencido
de sus mismos manjares, y cubierto
de la ya helada sangre que ha vertido;
a nadie sigue va por el desierto,
y en la secreta cueva al fin tendido,
sin que el hambre a más furor lo llame,
las blandas piernas con la lengua lame.
204 No con aquesto el vencedor contento, 682
lleno de los despojos, bien quisiera
volver a la ciudad, y que sangriento
el rey y el pueblo atónito le viera;
y cumpliera sin duda el fiero intento,
si otro mejor consejo no le diera
Palas, que, su cansancio conociendo,
le sosegó el furor, así diciendo:
205 «Oh, descendiente del famoso Eneo, 686
a quien ahora concedido habemos
vencer a Tebas, y con tal trofeo
la fama de tu sangre ennoblecemos,
enfrena tu furor y tu deseo,
que aun en el bien son malos los extremos;
vuelve a Argos a contar tu gran victoria,
baste ya tanto bien y tanta gloria.»
206 Ya todo el escuadrón de tanta gente 690
que tan soberbio y confiado vino,
muerto estaba, quedando solamente
vivo Meonte, en Tebas adivino;
bien el estrago y mortandad presente
con tiempo adivinó, mas el destino
no quiso que algún crédito tuviese,
por más veces que al rey se lo dijese.
207 Aqueste, no cobarde o fugitivo, 695
pues vivo a su pesar quedado había,
perdona sólo el vencedor altivo,
y a la ciudad, diciendo así, lo envía:
«Oh tu, quienquiera que eres, a quien vivo
verá la luz del venidero día,
libre de mi furor a Tebas parte,
y esto di al rey tebano de mi parte:
208 «Ciñe de foso tu ciudad, perjuro, 699
todas sus puertas cierra diligente,
armas busca, renueva el viejo muro,
y junta sobre todo mucha gente;
mira de sangre aqueste campo duro
bañado por mi espada solamente,
y en este fiero estrago el tuyo advierte,
que tal cual vine he de volver a verte.»
209 Pártese aquél, y luego el gran Tideo, 704
a la tritonia diosa agradecido,
del despojo levanta un gran trofeo,
honor por sus favores merecido,
de muertos un montón horrible y feo
del espacioso campo ha recogido,
y en él alegre sus hazañas mira,
y viendo tanta mortandad se admira.
210 Estaba fuera de la selva obscura, 707
en medio un campo, de otras apartada,
una robusta encina, antigua y dura,
ya de su mocedad muy olvidada,
de no vista grandeza y espesura,
espaciosa de ramos e intrincada,
cuyos torcidos brazos a la alfombra
hacen del verde campo eterna sombra.
211 De aquí cuelga por orden las espadas, 710
trozos de lanza, yelmos, morriones,
dardos, escudos, golas y celadas,
arcos y aljabas llenas de arpones;
y viendo así las ramas adornadas,
y de armas y de cuerpos los montones,
este, en honra de Palas, himno santo
dice, y el valle escucha y calla en tanto:
212 «Guerrera diosa, ingenio peregrino, 715
de tu gran padre al fin, y honra primera,
que con semblante airado, aunque divino,
en guerras eres poderosa y fiera,
y a cuyo rostro el yelmo de oro fino
añade horror y majestad severa,
no menos que el gorgonio escudo fuerte,
lleno de tanta sangre y tanta muerte.
213 »Tú, que entre las batallas, de horror llenas, 718
cual Marte y cual Belona has encendido
igual furor en las heladas venas
de aquellos a quien has favorecido,
esta ofrenda recibe, o ya de Atenas
a ver aqueste estrago hayas venido,
o de los coros del Itón aonio,
o de tu antiguo líbico tritonio.
214 »Aquí sólo te ofrezco por trofeo 725
tristes despojos, rotos y bañados
en sangre de hombres; mas si al fin poseo
los partaonios campos deseados,
y a Pleurón, mi querida patria, veo
no ya tan perseguido de los hados,
te haré un rico templo de obra bella,
dorado todo, en el alcázar de ella;
215 »desde donde el Jonio proceloso 729
y en medio de él la peregrina flota,
alegre mires, golfo riguroso,
que con cualquiera viento se alborota;
y lo que por Alcides tan famoso
Aqueloo levantando el mar azota
hasta donde su túrbida corriente
baña a las cinco Equínadas la frente.
216 »De mis pasados los famosos hechos 732
en él por orden se verán pintados,
y los reyes vencidos y deshechos,
bravos de rostro, al vivo retratados;
en sus columnas y dorados techos
armas y escudos se verán colgados,
y algunos adquiridos por mi espada,
a costa de mi sangre derramada.
217 »Las ricas armas que quitarle espero, 735
con tu favor, de Tebas al tirano,
aquí colgadas se verán primero,
ganadas y ofrecidas por mi mano:
y al fin, colgando el vencedor acero,
ya en paz alegre descansando ufano,
servirán en tus aras cien doncellas,
de toda Calidonia las más bellas.
218 »Emplearán en tejer su hermosura, 738
y no habrá tela alguna que no sea
de color varia y varia de pintura
donde su industria y tu poder se vea:
sacerdotisa allí de edad madura.
que ya segura honestidad posea
tendrá de tus altares el gobierno,
guardando el fuego velador eterno.
219 »Al fin en paz y en guerra, de contino 741
de mí recibirás ofrenda rica,
sin que se enoje por tu honor divino
la bella diosa que a cazar se aplica.»
dijo; y tomando de Argos el camino,
pasa pueblos y campos, y publica
por donde pasa la vecina guerra,
tiembla debajo de sus pies la tierra.
Variantes textuales del libro II
6,2 soberana : soberano abA
12,2 el mar la sombra : ya nadando a1
12,3 nadando : por el mar a1
12,4 siempre más : la sombra a1
12,5 en un seno que forma : forma un seno que a1
12,6 tan altas olas quiebran de : donde quiebran las olas a1
12,7 parece, aunque el puerto : que aunque el .... Escila a1
13,7 y desde el medio : y en lo demás del a1
16,2 informe AB : triforme ab
17,2 mueve : vuela a1
18,6 vecino : cercano a2 mg
22,1 corros bB : coros aA
23,7 que discurren : discurriendo a1
34,3 la : y la Gil
39,3 humedeciendo : sacudiendo a1
39,8 resolado el : rosolado A : rosas cada a Gil : aljófar cada b
41,1 Jalaón AB : Talaón ab
47,3 Enalio : Evalio a (por Oebalios Theb. 2,264; cf. Ébalo)
52-57 om. b
58,2 padre : rey a1b
65,5 Abante : Avante a
67,1 entre AB : entra ab
77,7 pretendían : ya querían a1
79,1 había AB : habían ab
92,7 engañó : vengó a1
110,1 y sin ésto : sin aquesto a1
113,8 es grave pecho AB : es grave peso a2b : y pesa mucho a1
119,8 y a Eleusis deja : deja ya Eleusis a1
135,1 los hórridos campos que humedece : repite 134,1 a
135,5 te AB (falta 1) : que te ab
135,7 que yo, que : pues yo de a1
137,5 ha ya : haya Gil
139,1 libres son : son jamás a1 : justos son b
143,8 gran piedad (falta 1) : grande impiedad Gil
145,3 y bB : yo aA
147,4 Igion (cf. Ixión)
159,8 breñas AB : peñas a -medio cortado al encuadernar- b
164,5 Cromio (por la variante Cromii Theb. 2,538; cf. Ctonio)
167,5 campo AB : monte ab
173,5 cuarto : otro a1
183,3 Egeo AB : Fegeo ab
184,2 furor : rigor a1
188,2 tan famosa : vitoriosa a1
188,6 a Tebas : ilegible a1
191,1 Perito (cf. Perifante 2,631)
194,1 Meneto (por la variante Menetum Theb. 2,644; cf. Menetes)
202,5 sosegado : so...segado a1
215,6 aquello : Aqueloo a Gil