UNA EXPERIENCIA ESTETICA EN ARTES MARCIALES.

                                                                                      José Guillermo Martínez Verdú.

                                                                                          C. N. 3º Dan de Viet-Boxing.

                                                                                                    Maestro Inter-regional.

 

 

                   Entonces ya era yo Cinturón Negro.  Lo que relato a continuación sucedió hace ya años, durante un curso de Defensa personal al que asistía como alumno.

                   Mi maestro, Eduardo Martín López (en la actualidad 8º Dan de Viet-Boxing), acababa de hablar sobre la cuasi inutilidad de las "birguerías", patadas voladoras y demás florituras de película - muy bonitas, eso sí -  en el combate cuerpo a cuerpo.  Tras explicar varias técnicas contra estrangulaciones, uno de los asistentes le planteaba cómo actuaría ante una determinada estrangulación situado detrás el oponente.  Eduardo accedió a que el alumno se lo mostrara y éste pasó su antebrazo por el cuello, doblándolo hacia atrás y alejando sus piernas lo más posible de modo que no pudiera golpearle con los pies; en todo caso, si lo intentaba provocaría su propio desequilibrio y caería al suelo sin remedio.

                   La presión sobre el cuello del maestro era cada vez mayor: no solo cortaba su respiración sino que también presionaba la carótida que al interrumpir el flujo sanguíneo amorataba el color de su tez.

                   De pronto y ante el asombro de todos, el oponente  - literalmente -  voló por los aires, por encima de su cabeza.  El silencio y el atónito de las miradas fueron rotos por las exclamaciones de admiración y el aplauso de los presentes.

                   Supe entonces que mi maestro había llegado a la culminación de su Arte.  Y más por cuanto  - habiendo seguido sus movimientos hasta el más mínimo detalle -  no alcanzaba a comprender lo que había sucedido.

         - ¿Cómo había hecho volar aquel cuerpo de 90 Kg. que le atenazaba?

         - ¿De alguna manera lo había proyectado por encima de sí?

                   ¡Imposible! : no había fuerza, ni punto de apoyo factible. Ni golpe ni luxación.  Todo había sido suavidad, gracilidad, pura estética de movimiento.

                   La respuesta, pues, para mí, quedaba constituida en un misterio.  Así que al término de la sesión y tras la refrescante ducha de rigor me dirigí a Eduardo que estaba conversando con Rita sobre el desarrollo del curso:

 

         - “¿Cómo lo hiciste?”

 

         - “No lo sé  - me respondió -  solo sé que de alguna manera voló.  Busqué sus genitales, llevaba coquilla que le protegía.  Si hubiese sido en la calle la habría partido y se los habría aplastado  - lo cual me consta, pues tal es su fuerza y la tenaza de sus dedos endurecidos tras años y años de entrenamiento -.  Me  estrangulaba, me causaba dolor. No había tiempo para pensar. Metí los dedos por entre la coquilla y su ingle y presioné. No sé más: es la Energía".

                   La Energía, el Ki, el Chi, la fuerza vital, el equilibrio de yin y yang en el Tao... No hay tiempo para pensar; ¿Pasaje al acto o fluir de la energía? ¿Aplicación técnica o sublimación? :  ¡Creación artística, en cualquier caso!  Encontramos aquí toda la diferencia que va desde una burda pelea callejera o el exibicionismo narcisista hasta la auténtica realización de un “Arte” Marcial.  La vida y la muerte: todo se decide en un instante.

                   Para mí continúa el enigma.  De momento renuncio a resolverlo.  Me quedo pues con la belleza de aquel momento que causó mi ser como Artista Marcial.

         (Publicado en el Boletín de “Jornada Freudiana”, Nº 16, 1993).

 

P.D.: Ya en 1987, el Maestro D. Eduardo Martín López obtuvo el trofeo al “Mejor Entrenador Mundial en Artes Marciales” por parte de la United States Karate Association, (U.S.K.A.) al quedar Campeones del mundo de Art. Marc. al K.O. el equipo por él preparado, en los Mundiales open celebrados en Irvine (California).