LAS COMPLEJIDADES DEL MUNDO
ALUCINATORIO*.
Carlos A. Paz**.
Osvaldo Rubli***.
El título mismo de nuestra presentación
nos permitirá justificar, tal vez, las muchas ausencias que puedan percibirse y
los interrogantes que ella suscitará en Uds. esta noche. Pero esta misma
complejidad nos anima a intentar una primera aproximación al apasionante mundo
de los fenómenos alucinatorios, seguida en un futuro de posteriores estudios
sobre aspectos muy específicos de estas áreas, como por ejemplo, la aparición
de la alucinación en pacientes no psicóticos durante sus procesos analíticos.
Queremos recalcar, antes que nada, lo
llamativo que resulta la escasez de trabajos sobre alucinaciones en toda la
bibliografía analítica, aunque el tema haya ocupado desde el inicio del
psicoanálisis a su creador Sigmund Freud. Otros insignes investigadores como
Paul Federn, Sandor Ferenczi o Ángel Garma, continuaron y ampliaron líneas de
investigación iniciadas por Freud. Pero es indiscutible que la gran figura en
la investigación contemporánea del tema ha sido Wilfred Bion.
Nuestro intento de esta noche tendrá
como punto de partida el estudio de los distintos ejes que marcaron la
aproximación freudiana al campo de las alucinaciones; en este terreno tendrá
cabida especial el magistral estudio hecho por Freud del caso de la “Sra. P”
(un caso de paranoia crónica), expuesto en Nuevas
Observaciones Sobre las Neuropsicosis de Defensa, como asimismo la
alucinación infantil del “Hombre de los Lobos”, que señala la
incorporación de la problemática edípica a la teorización freudiana en este
campo. Como podrá verse hemos intentado transmitirles a través de esta síntesis,
la forma en que dejó planteado Sigmund Freud, a su muerte, el tema de la
alucinación.
A continuación, revisaremos los
novedosos y esenciales aportes de Wilfred Bion a partir de su obra de 1958, Sobre la Alucinación. De manera
sintética nos acercaremos a sus desarrollos posteriores en el campo de las “Transformaciones”, ocupándonos de sus
estudios sobre la “transformación en alucinosis”, una de las formas de
expresión de la Personalidad psicótica. El caso clínico expuesto por Bion en su
primer trabajo, nos permitirá, al mismo tiempo, tener cabal idea del
funcionamiento alucinatorio en niveles de máxima regresión.
Finalmente, expondremos a Vds. dos
ejemplos diferentes de la génesis y las funciones de la alucinación durante
procesos analíticos. Veremos así, en el caso
de Julio, la persistencia de alucinaciones sin delirio, la emergencia de la
alucinación como primitivo Superyo frente al incesto y el crimen edípico
vividos en niveles psicóticos y, asimismo, la coexistencia en un mismo momento
de alucinación y sueño con contenidos íntimamente vinculados. Un caso de
‘psicosis histérica” nos permitirá observar la génesis de las alucinaciones en
el periodo prepsicótico, su persistencia a través del proceso analítico- y la
complejidad de estas alucinaciones.
Desde ya, nos disculpamos ante Uds. por
el esfuerzo de atención que la exposición les demandará pero creemos que
reflejar con fidelidad los pasos seguidos por Sigmund Freud y Wilfred Bion en
sus investigaciones, lo exigía de forma ineludible. Esperamos que el esfuerzo de atención
solicitado, sea compensado por la riqueza e importancia de los temas que hemos
intentado condensar en esta primera aproximación. Y sobre todo nuestra mayor
satisfacción sería la de despertar vuestra atención especial por este apasionante
aspecto de la psicopatología psicoanalítica.
--
LA ALUCINACIÓN EN S. FREUD.
El
fenómeno de la alucinación, tal como es investigado por Freud, es abordado y
puede, por tanto, ser despejado desde tres vertientes:
1) A través de la hipótesis freudiana
que se refiere a los orígenes de la vida psíquica donde, a partir de la
concepción del “desamparo originario”, condición privilegiada de nuestra
especie, el niño convoca alucinatoriamente el pecho materno conforme al
funcionamiento del proceso primario.
2) Mediante su teoría de los sueños,
donde estos son considerados como cumplimientos alucinatorios de deseos.
3) A través de los conceptos teóricos
que Freud elabora, ya desde sus primeros trabajos, a partir de sus
observaciones clínicas de pacientes con alucinaciones.
1º) LA FUNCION DE LA ALUCINACION
PRIMITIVA EN LA GENESIS DEL PENSAMIENTO.
La distinción entre los principios de
placer y de realidad que Freud establece y desarrolla en Los dos principios
del funcionamiento mental (1911) encuentra su antecedente en el Proyecto
(1895) a través de la distinción que hace entre proceso primario y
secundario; allí dice: “El llenado de las neuronas del núcleo Ψ tendrá por consecuencia un afán
de descarga, un esfuerzo (drang) que
se aligera hacia un camino motor. De acuerdo con la experiencia, la vía que a
raíz de ello primero se recorre es la que lleva a la alteración interior
(expresión de las emociones, berreo, inervación vascular). Ahora bien, como se
expuso al comienzo, ninguna de esas descargas tiene como resultado un
aligeramiento” (1). También agrega que
esto sólo se produce por cierta acción
específica aportada por un otro (provisión de alimento, acercamiento del
objeto sexual, etc.) y aclara que “el organismo humano es al comienzo incapaz
de llevar a cabo la acción específica. Esta sobreviene mediante el auxilio
ajeno”. (2)
Dice Freud que si el individuo
auxiliador advierte el estado del niño: “Esta vía de descarga cobra así la
función secundaria, importante en extremo, del entendimiento o comunicación, y el inicial desvalimiento del ser humano es
la fuente primordial de todos los motivos mora1es” (3). “Sí el individuo auxiliador ha operado el
trabajo de la acción específica… para cancelar el estímulo endógeno [se
produce] una vivencia de satisfacción
que tiene las más hondas consecuencias para las funciones del individuo”. (4)
(cursivas nuestras).
Poco más
adelante agrega que todo esto da por resultado en Ψ una imagen-movimiento: “Con el reafloramiento del estado de
esfuerzo o de deseo, la investidura traspasa sobre los dos recuerdos y los
anima. Tal vez sea la imagen-recuerdo del objeto la alcanzada primero por la
reanimación del deseo”. Y afirma Freud:
“Yo no dudo de que esta animación del deseo ha de producir inicialmente el
mismo efecto que la percepción, a saber, una alucinación”. (5).
Coincidiendo con este planteo de Freud,
dice Jean Laplanche en Vida y Muerte en
Psicoanálisis: “…¿a qué corresponde esta noción de satisfacción
alucinatoria del deseo? ¿trátase de una realidad verdaderamente vivida por el
niño o de un simple modelo parcial, que corresponde ciertamente a una necesidad
estructural pero que desde el primer momento tropezará en la realidad con un
elemento inhibidor que le impedirá funcionar plenamente? Para Freud, esta alucinación primaria,
reminiscencia de una huella fantaseada en el momento de la parición de una
nueva necesidad, debe producirse realmente en los primeros días de la
existencia” (6).
Más adelante, Freud nos habla de la
función del yo y dice: “Si existe un yo por fuerza inhibirá procesos psíquicos
prima ríos”. Aclarando que gracias a
esta inhibición el desprendimiento de displacer será escaso y al sistema se le
ahorra descarga de Q.
(7).
En concordancia con estos desarrollos
del Proyecto que puede considerarse
la primera gran obra metapsicológica freudiana, dice La planche en la obra
citada: “Lo que desde un punto de vista
metapsicológico define el problema de la alucinación, es el hecho de que hay ya
en el sistema un exceso de realidad y no el de que aún sea necesario recurrir a
la ayuda de otra realidad: un exceso de realidad puesto que tenemos a la vez la
realidad perceptiva, la que proviene de la barrera externa, y la realidad
alucinatoria provocada por un desencadenamiento interno del signo de realidad, esa especie de
parpadeo del sistema conciencia”. (8)
Y agrega, además, respecto del Yo: “por
consiguiente, si el Yo es instrumento de realidad, no aporta un acceso
privilegiado a lo real, sino que por su simple presencia permitirá que la realidad
externa actúe sola y dejará, en cambio a la pseudorealidad de origen interno.
Es decir que su función es esencialmente
inhibidora: impedir la alucinación, suprimir ese exceso de realidad
proveniente de la excitación interna para permitir que actúe el signo de
realidad venido de la percepción externa” (9).
En el capítulo VII de La Interpretación de los Sueños, Freud
había retomado esta problemática introduciendo los conceptos de “identidad de percepción” e “identidad de pensamiento”.
Refiriéndose al modelo de la vivencia
de satisfacción originaria, define como deseo a la moción psíquica tendiente a
restablecer esta satisfacción primera. Nos dice que en un estado primitivo del
aparato psíquico “el desear terminaba en un alucinar” y que esta primera actividad
psíquica apuntaba a una identidad de percepción, o sea, algo perceptivamente
idéntico a la vivencia de satisfacción. También nos dice que las experiencias
de frustración modificaron esta primitiva actividad psíquica en otra más acorde
al fin. Agrega un poco más adelante: “Para conseguir un empleo de la fuerza
psíquica más acorde a sus fines, se hace necesario detener la regresión
completa de suerte que no va más allá de la imagen mnémica y desde ésta pueda
buscar otro camino que lleve, en definitiva, a establecer desde el mundo
exterior la identidad perceptiva deseada” (10).
Freud agrega en nota de 1919: “En otras
palabras: se reconoce la necesidad de introducir un examen de realidad... Ahora
bien, toda la compleja actividad de pensamiento que se urde desde la imagen
mnémica hasta el establecimiento de la identidad perceptiva por obra del mundo
exterior no es otra cosa que un rodeo
para el cumplimiento de deseo, (bastardilla en el original) rodeo que la
experiencia ha hecho necesario. Por tanto, pensar no es sino el sustituto del
deseo alucinatorio y, en el acto se vuelve evidente que el sueño es un
cumplimiento de deseo, puesto que solamente un deseo puede impulsar a trabajar
a nuestro aparato anímico.” (11) (cursivas nuestras).
En el mismo capítulo VII, agrega más
adelante: “Al proceso psíquico que conviene exclusivamente al primer sistema lo
llamaré, ahora, proceso primario, y proceso secundario al que resulta de la
inhibición impuesta por el segundo… Este último aspira a la descarga de la
excitación a fin de producir una identidad perceptiva; el proceso secundario ha
abandonado ese propósito y en su lugar adoptó este otro: el de apuntar a una
identidad de pensamiento. El pensar
como un todo no es más que un rodeo desde el recuerdo de satisfacción, que se
toma como representación-meta, hasta la investidura idéntica de ese mismo
recuerdo, que debe ser alcanzada de nuevo por la vía de las experiencias
motrices. El pensar tiene que interesarse, entonces por las vías que conectan
entre sí a las representaciones, sin dejarse extraviar por las intensidades de
éstas” (12).
En su obra Los Dos Principios del Funcionamiento Mental (1911), correlaciona
proceso primario con principio de placer (hasta ese momento denominado de
displacer), así corno también proceso secundario con principio de realidad,
donde no se representa ya únicamente lo agradable, sino lo real aunque fuere
desagradable. Esto determina una serie de adaptaciones en el aparato psíquico
que consisten en el surgimiento de la atención, del discernimiento y del
aplazamiento de la descarga motora encomendada al proceso de pensamiento.
Aparece la noción de la diferenciación
de neurosis y psicosis en función del grado de apartamiento de la realidad:
parcial en las primeras y total en ciertos casos de psicosis alucinatoria. Con
esto Freud preanuncia lo que desarrollará varios años después en sus trabajos
de 1924, Neurosis y Psicosis y La Pérdida de Realidad en la Neurosis y
Psicosis. Destacamos nosotros los siguientes conceptos:
- “La neurosis no desmiente la
realidad, se limita a no querer saber nada de ella: la psicosis la desmiente y
procura sustituirla…
- A la psicosis se le plantea la tarea
de procurarse percepciones tales que correspondería a la realidad nueva, lo que
se logra de la manera más radical por vía de la a1ucinació” (l3).
Pero este proceso dista mucho de ser
considerado por Freud como simple o fácil. Por el contrario es una lucha con
participación de los mecanismos de defensa, como queda claro en sus
consideraciones de las alucinaciones de Schreber donde dice: “Y en
cuanto a la fase de las alucinaciones tormentosas también la aprehendemos aquí
como fase de la lucha de la represión contra un intento de restablecimiento que
pretende devolver la libido a sus objetos. Ese intento de recuperación que el
observador tiene por enfermedad no se sirve de la proyección como en la
paranoia sino del mecanismo alucinatorio (histeria)” (14).
Y una vez más Freud nos sorprende al
retomar, en una magnífica síntesis, el problema de la alucinación en Construcciones en Psicoanálisis (1937);
afirma aquí: “Acaso sea un carácter universal de la alucinación, no apreciado
lo bastante hasta ahora, que dentro de ella retorne algo vivenciado en la época
en que, apenas, era capaz de lenguaje y que ahora fuerza su ascenso a la
conciencia, probablemente desfigurado y desplazado por efecto de las fuerzas
que contrarían ese retorno, y si la alucinación es referida de manera más
próxima a formas determinadas de psicosis, nuestra ilación de pensamiento puede
dar un paso más” (15).
2º) ALUCINACION Y TEORIA DE LOS SUEÑOS.
Por razones de tiempo, nos centraremos
en los conceptos de Freud vertidos en Complemento
Metapsicológico de la Doctrina de los Sueños aunque destacamos, también,
las ideas expresadas en La Interpretación
de los Sueños sobre este mismo tema.
Como sabemos, Freud, con frecuencia
recurre a ciertos estados y fenómenos psíquicos que resultan útiles como
modelos normales de afecciones patológicas. Teniendo en cuenta que, para él, el
sueño es un cumplimiento alucinatorio de deseos, resulta básico a los fines de
una investigación sobre el fenómeno alucinatorio, comprender cómo se origina la
alucinación onírica.
Freud representa al aparato psíquico
mediante un esquema dotado de un extremo perceptivo y otro motriz. Durante la
vigilia, el proceso psíquico transcurre desde el primer sistema hacia el
sistema motor. Esta corriente continua cesa durante el dormir al producirse la
“clausura del mundo exterior”. Se
produce, entonces, una regresión: la excitación toma un camino de reflujo,
hacia el extremo sensorial alcanzando el sistema de las percepciones. Tenemos
aquí la alucinación onírica, cuya fuerza impulsora es aportada por el
inconciente.
El modelo de la regresión es, también
aplicado a las alucinaciones patológicas producidas durante el estado de
vigilia. Dice Freud: “Respecto de las
alucinaciones de la histeria y de la paranoia, y de las visiones de personas
normales, puedo dar este esclarecimiento: de hecho corresponden a regresiones,
es decir, son pensamientos mudados en imágenes y sólo experimentan esta mudanza
los pensamientos que mantienen íntima vinculación con recuerdos sofocados o que
han permanecido inconcientes” (16).
COMPLEMENTO METAPSICOLÓGICO DE LA
DOCTRINA DE LOS SUEÑOS.
Aquí veremos como el fenómeno del sueño era para Freud el modelo
privi1egiado para el estudio de las alucinaciones (l7).
En cuanto a la discriminación de la
realidad, dice que el organismo, originariamente inerme, se apoyó para una
primera orientación en el mundo, en un adentro y en un afuera, ambos por
referencia a la acción muscular; así, una percepción a la que se pueda hacer
desaparecer mediante una específica acción muscular, es captada como exterior y
real; en oposición a esto los estímulos internos son aquellos de los que no es
posible huir.
El sistema que, con exclusividad, posee
esta capacidad de orientación es el sistema Cc. (P), o sea el polo perceptivo
en el esquema del capítulo VII de La Interpretación de los sueños, que es
retomado y desarrollado en este trabajo de 1915.
Este sistema orientador constituye una de
las grandes instituciones del yo, junto con las censuras establecidas entre los
sistemas psíquicos (18).
Al acto de dormir lo considera como un
repliegue narcisístico del sujeto para cuya concreción aparta de sí todos los
estímulos externos perturbadores (19). Esto favorece que tanto la libido como
el yo experimenten sendas regresiones temporales: la libido hasta el narcisismo
primitivo, el yo hasta la etapa de la satisfacción alucinatoria del deseo
(20). En este repliegue narcisístico se
produce una fractura; esto se debe a que las mociones reprimidas, refractarias
al quite de investidura, se enfrentan al deseo de dormir. El soñar es lo que le
permite al sujeto seguir durmiendo y el reclamo pulsional se transforma
proyectivamente en una vivencia alucinatoria (21).
Lo que acontece en el caso de la
formación del sueño es que los restos diurnos no totalmente vaciados de
investidura, se ponen en vinculación con lo reprimido Icc.; así se constituye
el deseo onírico preconsciente que, en tanto fantasía que cumple un deseo,
subroga en su ser un reclamo pulsional inconsciente (22).
El destino de este deseo onírico fue
descrito ya en el capítulo VII de La
Interpretación de los sueños: “… toma un camino retrocedente a través del
Icc. hasta llegar a la percepción que se le impone a la conciencia…. A una regresión así la llamamos tópica, a diferencia de la temporal antes mencionada, o regresión
en la historia del desarrollo” (23).
En la formación del sueño, los
pensamientos: “… se transforman en imágenes, predominantemente visuales, y por
lo tanto las representaciones-palabra son reconducidas a las
representaciones-cosa que les corresponden; en el conjunto es como si un
miramiento por la figurabilidad presidiese todo el proceso...
Muy digno de notarse es lo poco que el
trabajo del sueño se atiene a las representaciones-palabra; en todo momento
está dispuesto a permutar entre sí las palabras hasta hallar aquella expresión
que ofrece el asidero más favorable para la figuración plástica. En este punto se muestra la diferencia
decisiva entre el trabajo del sueño y la esquizofrenia. En esta última, las
palabras mismas en que se expresó el pensamiento preconsciente pasan a ser
objeto de la elaboración por parte del proceso primario; en el sueño no son las
palabras, sino las representaciones-cosa a que las palabras fueron
reconducidas. El sueño conoce una regresión tópica, la esquizofrenia no; en el
sueño está expedito el comercio entre investiduras de palabra (prec.) e
investiduras de cosa (inc.); lo característico de la esquizofrenia es que ese
comercio permanece bloqueado” (24).
Más adelante agrega: “… es de gran
importancia práctica distinguir percepciones de representaciones, por grande
que sea la intensidad con que estas últimas se recuerden. Toda nuestra
vinculación con el mundo exterior, con la realidad, de pende de esta capacidad”
(25).
Esta capacidad, definida por primera
vez en su ensayo Formulaciones Sobre los
dos Principios del Acaecer Psíquico, de 1911, como “examen de realidad”, constituye una de las funciones primordiales
del yo.
Se pregunta, también, Freud cómo la
amentia y la psicosis alucinatoria logran cancelarla para retornar al viejo
modo de satisfacción (alucinación). (26).
Nos habla de la causa desencadenante de
la amentia y, luego, hace una re flexión acerca de la psicosis alucinatoria de
la dementia praecox; respecto de la
causa nos dice que es: “la reacción frente a una pérdida que la realidad
asevera pero que debe ser desmentida por el yo como algo insoportable. A raíz
de ello el yo rompe el vínculo con la realidad, sustrae la investidura al
sistema Cnsc. de las percepciones... Con este extrañamiento de la realidad
queda eliminado el examen de realidad, las fantasías de deseo - no reprimidas, por entero concientes - pueden penetrar en el sistema y ser admitidas
desde ahí como una realidad mejor” (27).
Cuando se refiere a las psicosis
alucinatorias nos indica que: “la psicosis alucinatoria de la dementia praecox nos permite deducir que
no pueden pertenecer a los síntomas iniciales de la afección. Sólo se vuelve
posible cuando el yo del enfermo se ha fragmentado hasta el punto en que el
examen de realidad ya no impide la alucinación” (28).
3º) LA ALUCINACION EN LOS PRIMEROS TRABAJOS
CLINICOS DE FREUD.
En su trabajo Las
neuropsicosis de Defensa (1894), Freud distingue el mecanismo de represión (verdrangung), operante en las neurosis, del mecanismo propio de la
psicosis alucinatoria (verwerfung)
-traducido como “repudio” por
Laplanche y Pontalis y como “desestimación”
en la edición de Amorrortu de las Obras
Completas. En las neurosis, la defensa contra la representación
inconciliable (insoportable) con el yo procede a separar dicha representación
de su afecto concomitante. Aquella al ser separada del afecto se ve debilitada
y queda apartada de toda asociación en la con ciencia.
En cuanto al afecto, su destino en la
histeria será la descarga a través de una inervación somática, motora o
sensorial (conversión o alucinación histérica). En la neurosis obsesiva y
fobias, el afecto devenido libre se adhiere a otras re presentaciones no
inconciliables con el yo, constituyendo así lo que denomina “falso enlace”.
Pero en este trabajo Freud postula,
además, otro tipo de defensa “mucho más enérgica y exitosa mediante la que el
yo desestima (verwerfung) la representación insoportable (unerträglich) junto con su afecto y se comporta
como si la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en
que se ha conseguido esto la persona se encuentra en una psicosis que no admite
otra clasificación que confusión alucinatoria” (29). El yo se desase de una representación
inconciliable con él, pero ésta se encuentra entramada de forma inseparable con
un fragmento de realidad objetiva. Citamos a Freud: “Esta ultima es a mi juicio
la condición bajo la cual se imparte a las representaciones propias una vividez
alucinatoria y desde esta suerte, tras una defensa exitosamente lograda, la
persona cae en una confusión alucinatoria” (30).
En los Manuscritos H y K,
inéditos en vida de Freud, éste introduce los conceptos de “proyección” y de
“retorno de lo reprimido” respectivamente[1].
El esquema sería el siguiente: en la
paranoia (a diferencia de la histeria y la neurosis obsesiva donde la representación
procede a separar representación de afecto), no sólo el afecto es reprimido por proyección, sino que
también lo es el contenido de la vivencia.
Nos encontramos entonces con una
defensa que abarcará tanto al afecto como al recuerdo. El contenido de la
vivencia retornará como alucinación sensorial; el afecto proyectado retornará
desde el exterior mediante alucinaciones auditivas (voces que reprochan); éstas
se diferencian de los síntomas neuróticos (formaciones de compromiso) porque
además de haberse desfigurado su texto hasta hacerse irreconocible, se ha
transformado en amenaza exterior y no se refiere a la vivencia primaría
traumática sino a la desconfianza o sea al síntoma primario (31).
En Nuevas
puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa (1896), retoma
conceptos introducidos en sus Manuscritos
inéditos H y K, tales como “proyección” y “retorno de lo reprimido”, así como
también hace una sorprendente anticipación teórica que es el. concepto de “alteración del yo”, detectado en el caso
de la Sra. P; asimismo. reafirma otros planteos publicados en 1894 en Las neuropsicosis de defensa. Pero
si en este trabajo de 1894 el acento está puesto en la defensa, en el de 1896
se destaca el factor etiológico de las diversas entidades clínicas.
El concepto de “proyección” que tendrá cada vez mayor importancia en su obra, va a
ir teniendo una sutil evolución a lo largo de ella:
a)
En un comienzo aparece como una forma de represión:
Freud nos ilustra de manera excelente
en cuanto a esta noción del concepto de proyección en el capítulo III de Nuevas puntualizaciones sobre las
neuropsicosis de defensa, donde nos presenta un “caso de paranoia crónica”
(caso de la Sra. P).
Se trata de una paciente de 32 años, madre
de un niño de dos años, que permaneció sana y productiva hasta los seis meses
posteriores al nacimiento de su hijo. A partir de ese momento se vuelve huraña
y desconfiada, muestra aversión a sus cuñados y se queja de que sus vecinos
habían variado su comportamiento hacia ella volviéndose descorteses y
desconsiderados. Tiempo después se queja de ser observada, incluso cuando se
desviste; le coligen su pensamiento y se sabe todo lo que acontece en su hogar.
Al agravarse su cuadro clínico es ingresada en un instituto de cura de aguas.
Allí afloran nuevos síntomas y se le refuerzan los existentes.
Estando en cierta oportunidad a solas
con su mucama tuvo una sensación en el regazo y pensó que la criada tenía
pensamientos indecentes. Tiempo después comenzó a tener, repetidamente,
sensaciones de una “mano pesada” en sus genitales, y también a tener
alucinaciones de regazos femeninos y genitales masculinos.
Estas imágenes martirizadoras las tenía
cuando se hallaba en compañía de una mujer. Simultáneamente a las alucinaciones
visuales y cenestésicas comenzaron las alucinaciones auditivas. Se trataban de
voces que la fastidiaban, que comentaban sus movimientos y que a veces la
amenazaban y le hacían reproches, que ella no podía explicar.
Freud no detecta aún formaciones
delirantes para la interpretación de las alucinaciones. En cuanto a sus alucinaciones visuales de
regazos femeninos, éstas aparecen junto con la sensación de órgano masculino en
sus genitales.
Freud relaciona las alucinaciones de
regazos femeninos con el período en que estuvo ingresada en el instituto de
cura de aguas, donde vio a mujeres desnudas en la sala de baños.
Consigue que la paciente recuerde una
escena de la infancia, en relación con su desnudez. Aconteció ante su madre, su
hermana y el médico y en dicha ocasión se sintió avergonzada. Recordaba sin
embargo que solía, de pequeña, desnudarse ante su hermano y tener juegos
sexuales con éste en su cama sin experimentar vergüenza alguna.
Sostiene Freud que las alucinaciones de la Sra. P no eran otra cosa que fragmentos tomados
del contenido de las vivencias infantiles traumáticas, síntomas del retorno de
lo reprimido.
A continuación descubre tras una
paciente investigación, que las voces debían su génesis a la representación de
pensamientos que constituían reproches relacionados a la vivencia traumática
infantil. Se trataba de síntomas, producto del retorno de lo reprimido que
llegaban desfigurados a la conciencia como consecuencia de su compromiso con
las resistencias del yo.
La defensa termina en un fracaso y el
reproche originario que la paciente se quería ahorrar regresa en forma
inalterada; pero mediante la proyección
el reproche y la desconfianza hacia uno mismo retorna como desconfianza hacia
otros. Con ello se le quita reconocimiento al reproche, “y, como
compensación de esto, falta luego una protección contra los reproches que
retornan dentro de las ideas delirantes”.
Freud descubre también diferencias
entre el retorno alucinatorio de la paranoia y el de la histeria. Mientras en esta
última, en el retorno alucinatorio a través de imágenes visuales, se repiten
los símbolos mnémicos sin modificación,
en la paranoia se produce una desfiguración en la que una imagen moderna
reemplaza a la reprimida. Las
alucinaciones auditivas son producto de una doble desfiguración: los reproches
reprimidos que retornan como unos pensamientos enunciados en voz alta se ven
forzados por la acción de la censura a su sustitución por otros
pensamientos asociados o a su encubrimiento por modos imprecisos de ex presión,
por una parte, y por otra, están referidos a vivencias recientes, meramente
análogas a las antiguas.
Al carecer la paranoia de una defensa
secundaria como la de la neurosis obsesiva, las ideas delirantes que llegan a
la conciencia le imponen al yo demandas imperiosas de trabajo que culminan en
una alteración de éste. Y las ideas delirantes que en sí misma no son
influibles, son aceptadas por el yo exentas de contradicción.
Tenemos, entonces. un delirio de interpretación que desemboca en la alteración
del yo.(32)
b)
Como un reconocimiento en otra persona, de lo que precisamente se desconoce
dentro del sujeto.
Se puede ejemplificar con un pasaje de Análisis fragmentario de una histeria (Caso Dora), donde Freud nos dice que
encuentra “su modelo en la conducta de los niños pequeños, que siempre que se
les reprocha alguna mentira responden: ‘el mentiroso eres tú” (33).
c)
Como un proceso de expulsión casi
real.
Esta acepción del concepto de
“proyección” es destacada por Laplanche y Pontalis en su Diccionario de Psicoanálisis. Dicen al respecto:
“El sujeto arroja fuera de sí aquello
que rechaza, volviéndolo a encontrar inmediatamente en el mundo exterior”
(34). Sostienen además: “Podría decirse
que aquí la proyección no se define como un ‘no querer saber’ sino como un no querer ser” (35).
Los autores relacionan esta acepción de
proyección con una bipartición originaria del sujeto y del mundo exterior, con
lo que asemejan el término al de “verwerfung”.
Citan el caso Schreber donde Freud dice: “No era exacto decir que la sensación
suprimida en el interior se proyectaba al exterior; más bien reconocemos que lo
que ha sido abolido en el interior vuelve desde el exterior” (36).
El período reseñado de la obra
freudiana (Las neuropsicosis de defensa,
Manuscritos H y K y Nuevas puntualizaciones...) se encuentra
regido por una concepción etiológica de todas las entidades clínicas que, como
todos sabemos, se trata de cierta fijación a un penoso acontecimiento real de
naturaleza sexual, el trauma, frente al cual se erigen diversas modalidades
defensivas, dando origen a su correspondiente conflicto psíquico y su peculiar
forma de retorno. Despejando este
acontecimiento hasta su trasfondo más remoto, se trata -siempre y en última
instancia- de la seducción de un niño por parte de un adulto. El suceso
traumático eficiente tiene lugar antes del período de pubertad, aunque sus
manifestaciones psicopatológicas se produzcan luego de ésta.
En todos estos años, Freud realiza un
enorme avance en sus descubrimientos y producción teórica; avance que lo
conducirá hacia una inversión dialéctica fundamental, tras la cual la mayor
parte de sus conceptos teóricos permanecerán en pie pero sufrirán sucesivas
transformaciones y reubicaciones dentro de este corpus teórico freudiano
cobrando así, cada una de ellas, un peso y una dinámica diferentes.
Este “giro copernicano” comienza a
esbozarse en la carta a Fliess del 9 de septiembre de 1897 donde, invirtiendo
la teoría de la seducción, descubre la sexualidad
infantil y la trama edípica;
teoría que desarrollará sin descanso hasta el final de su obra y que se desplazará hacia el centro de
la personalidad psíquica como complejo nuclear y estructurante y, por tanto,
deberá ser tomado en cuenta para el abordaje teórico de las diversas
estructuras clínicas y sus producciones sintomáticas, incluyendo la
alucinación.
El desarrollo que hace Freud de la
teoría del complejo de Edipo y su
ulterior articulación con el complejo de castración, con su función
interdictora y normativa, permitirá relacionar los mecanismos defensivos
descriptos en Neuropsicosis de defensa
(represión para las neurosis y repudio o desestimación en la con fusión
alucinatoria) con la estructuración y destino sexual del sujeto. La “representación inconciliable con el yo”,
lo insoportable (unerträglich)
será ahora la castración; así las diversas entidades clínicas tendrán que ver
con cierta modalidad defensiva implementada frente a la realidad de la
“diferencia sexual anatómica”.
La aceptación o el rechazo ante la
percepción de la castración nos plantea el problema de que no se puede
considerar como una realidad la carencia del pene en la mujer, salvo partiendo
de una creencia o premisa que postule la universalidad del pene. Es decir que no se trata de una percepción en
sí misma sino de la confrontación de una percepción con una teoría sexual
infantil.
Del dominio de dicha creencia o de la
caída de la misma y la instauración de la castración dependerá la salida o no,
del complejo de relaciones intersubjetivas que ordenan y estructuran al ser
humano; éstas que denominamos “complejo de Edipo” y que no sólo determinan al
individuo como sujeto sexuado sino que marcan también su peculiar vínculo con
la realidad.
Y en este nuevo contexto Freud sitúa a
su “Hombre de los Lobos” para
descubrir en él, el mecanismo alucinatorio, vigente ya a los cinco años. Y el
episodio alucinatorio surgió de esta forma en Sergio Pankejeff: “Tenía cinco
años, jugaba en el jardín junto a mi niñera, atajaba con mi navaja la corteza
de uno de aquellos nogales que también desempeñan un papel en mi sueño. De
pronto noté con indecible terror que me había seccionado el dedo meñique de la
mano (izquierda o derecha) de tal suerte que sólo colgaba la piel. No sentí
ningún dolor, pero sí una gran angustia. No me atreví a decir nada a la aya,
distante unos pocos pasos; me desmoroné sobre el banco inmediato y permanecí
ahí sentado, incapaz de arrojar una mirada al dedo. Al fin me tranquilicé, miré
el dedo y entonces vi que estaba completamente intacto” (37).
Freud sostiene que esta alucinación
negativa marcó el re conocimiento de la realidad objetiva de la castración y
aventura que acaso estuvo destinada a señalar precisamente ese pasaje. Freud analiza el simbolismo del árbol como
representación de la mujer, comparándolo con el Tancredo de Tasso; señala que
Sergio relacionaba las hemorragias maternas con la castración y descubre además
“la incitación para la alucinación” en el relato acerca de un pariente, que
habiendo nacido con seis dedos en un pie le fue cortado ese miembro
supernumerario. Y en otra de sus obras, La Fausse
Reconnaissance generalizó aún más el vínculo entre alucinación y situación
edípica. Afirma allí: “tales espejismos
alucinatorios no son raros justamente dentro de la ensambladura del complejo de
castración, y de igual modo pueden servir para rectificar percepciones
indeseadas” (38).
A partir de estos momentos, la relación
intrínseca entre la alucinación en sus múltiples formas y el complejo nuclear
acompañado de la angustia de castración queda firmemente establecida en el
pensamiento freudiano.
-- BION. LAS ALUCINACIONES Y LA
ALUCINOSIS.
Adentramos
en las concepciones que W. Bion desarrolló acerca del fenómeno alucinatorio a
partir de su trabajo con pacientes esquizofrénicos, para culminar en su
conceptualización de la alucinosis como componente habitual del psiquismo
humano, no es tarea fácil. Y más aún, constreñidos a una exposici6n sintética,
presentada a continuación de nuestro intento de transmitirles lo esencial del
pensamiento de Sigmund Freud acerca de este apasionante hecho psíquico.
Pensamiento e hipótesis tan alejadas de este nuevo esquema desarrollado por
Wilfred Bion, que hace más difícil este intento. Daremos por suficientemente
conocidos los marcos teóricos en que Bion se movía en los años cincuenta,
esencialmente las ideas de Melanie Klein y su escuela, enriquecidos ya por su
trabajo Diferenciación de las
Personalidades Psicóticas y no Psicóticas. A continuación intentaremos
transmitirles sus primeras aproximaciones al tema y, luego, sus desarrollos
posteriores.
A partir de su primer artículo Sobre la alucinación del año 1958, Bion
plan tea su abordaje desde la sesión analítica misma, afirmando sin ambages
que: “las descripciones de alucinaciones de las que tengo conocimiento, carecen
de la precisión necesaria para ofrecer material para la interpretación
psicoanalítica”. Pero, prometiéndonos al
mismo tiempo que: “esta observación de los procesos alucinatorios es esencial y
fecunda”.
Creemos que, sin duda, lo ha sido y lo
es, aunque resulte tarea difícil el glosar y transmitir sus enfoques.
Haciendo una delicada y agudísima
observación de un paciente diagnosticado como esquizofrénico, aunque Bion
aclara que en esos momentos ya no lo era, llega a la conclusión de que el
paciente sentía que sus órganos sensoriales tanto expulsaban como recibían. Es
así como Bion llega a proponernos como el primer paso para comprender los
fenómenos alucinatorios esta especial
cualidad de los órganos sensoriales del psicótico.
“Si el paciente dice que ve un objeto,
ello puede significar que ha percibido un objeto externo o que está expeliendo
un objeto a través de sus ojos; si dice que oye algo, ello puede significar que
está expulsando un sonido, lo que no es lo mismo que hacer un ruido, si dice
que siente algo eso puede significar que está expulsando una sensación táctil a
través de la piel”. Y agrega esta
esencial prevención: “la conciencia del doble significado que pueden tener los
verbos relativos a los sentidos para el psicótico puede permitirnos a veces
percibir un proceso alucinatorio antes de que éste se manifieste por signos más
familia res”.
Acompaña esta actitud su minuciosa y constante
observación de la conducta del psicótico. Así es como pudo verificar que
“cuando el paciente me miraba estaba llevándose una parte mía dentro de él. La
tomaba con sus ojos como luego se lo interpreté, como si los ojos pudieran
succionar algo de mí. Esto me era quitado antes de sentarme y luego expulsado
por los ojos, de modo que quedaba depositado en el ángulo derecho de la
habitación, donde él podía observarlo mientras descansaba en el diván. La
expulsión se completaba en pocos minutos. Un estremecimiento era la señal de
que ya se había completado. Entonces, y sólo entonces, comenzaba la
alucinación”.
Bion aclara que todo esto se fue
manifestando y él pudo comprenderlo gradualmente a lo largo de los años. Con
respecto al objeto supuestamente depositado en el ángulo de la habitación y que
a juzgar por las miradas del paciente, se trataba de lo que más le preocupaba,
Bion afirma: “evidentemente, era un objeto hostil, su expulsión lo había dejado
vacío; su presencia lo amenaza y le hace temer que ya no podrá hacer otro uso
de la sesión”.
Si bien las alucinaciones y la fantasía
de que los sentidos emiten tanto como reciben, indican la gravedad del
trastorno, Bion señala un aspecto benigno del síntoma en este momento evolutivo
y que antes no se manifestaba. Se apoya para esto en el final de la sesión
anterior donde el paciente se había mostrado hostil, manifestando deseos de
asesinarlo. Bion pudo mostrarle que estaba escindiendo sentimientos penosos,
principalmente envidia y deseos de venganza, de los que esperaba desembarazarse
introduciéndolos en el analista.
Interpreta Bion la conducta descripta como un intento de retirarle esos
malos aspectos de él, antes de afrontar el tema principal, “la ingestión de la
cura”.
“La escisión,
el uso evacuatorio de los sentidos y
las alucinaciones eran empleados al
servicio del deseo de curación y podemos considerarlos por lo tanto actividades
creadoras”, afirma el autor. Lo dicho
por éste nos muestra la complejidad que ofrece no sólo la observación y detección
del fenómeno alucinatorio en los niveles que encaró Bion, sino también los
matices que debemos considerar dentro del criterio bioniano de ubicar a la
actividad alucinatoria “como intento del paciente de manipular las partes
peligrosas de su personalidad con una función evacuativa”, aunque en Volviendo a pensar afirma: “actualmente
considero que tanto las alucinaciones como el uso que se les da cambian
constantemente”. Estos matices que complican y enriquecen sin duda nuestra
tarea. Bion los explicita así: “Espero que esté claro que estoy hablando de un
paciente psicótico que ha llegado a una etapa en la que podemos observar
impulsos creadores y podemos inclusive considerarlos como motivos de mecanismos
mentales que al comienzo de su análisis parecían estar totalmente subordinados
a impulsos destructivos”.
Esperamos mostrar en nuestro paciente, Julio, estos diferentes aspectos y
cambios en el proceso alucinatorio; asimismo los usos defensivos de la
alucinación y su evolución en distintos momentos del proceso analítico, por
ejemplo el uso de la alucinación como
substituto de la negación. Conviene señalar que Bion habla en este artículo
de alucinaciones histéricas y de alucinaciones psicóticas. En lo que hace a las
histéricas, dice estar cercano a Freud, y las caracteriza como conteniendo
objetos totales y estar asociadas a la depresión; la alucinación psicótica
contiene elementos análogos a objetos parciales. Bion piensa que en el psicótico encontramos
ambos tipos de alucinaciones. Ejemplificaremos más tarde las alucinaciones
histéricas con materiales de un caso de Psicosis Histérica, oportunidad en que
esperamos abordar esta compleja diferenciación. De entre los múltiples aspectos
que aborda Bion, quisiéramos destacar lo referente a cómo registra y actúa la parte no psicótica de la personalidad la
actividad de la parte psicótica en su utilización del mecanismo alucinatorio;
estas consideraciones las hacemos movidos por múltiples experiencias con
pacientes psicóticos, en procesos analíticos de recuperación, y donde resulta
esencial la reacción de la parte no psicótica ante los fenómenos alucinatorios,
de inusual persistencia, aún desaparecidas las creencias delirantes. Describe la situación del paciente que siente
impulsos de expresar su amor a una joven, pero le dominan sentimientos de
impotencia, envidia y odio, que son acrecentados por una sensación de
frustración y de incapacidad de tolerar la frustración. De inmediato siente la
urgente necesidad de desembarazar a su psiquis del odio y la envidia
destructores, en aras de la expresión de amor a su objeto. La ausencia de
impulsos a alterar el ambiente, el ansia de rapidez asociada a la incapacidad
de tolerar la frustración, contribuyen a imponer “la descarga de la psiquis por
medio de la alucinación, o sea el uso del aparato sensorial en sentido inverso,
lo que es reforzado por una acción muscular que debe ser considerada como
equivalente del fruncir el ceño. La musculatura no se limita a asumir una
expresión de odio asesino, sino que lleva a cabo un ataque homicida real. Por
consiguiente, hay que considerar el acto resultante como una actividad
ideo-motriz, y el paciente lo experimenta como perteneciente a esa clase de
fenómenos que he descrito como creación de ‘objetos
bizarros’ (dibujos de Alberto). El paciente no siente que ha alterado su
ambiente, pero sí que ahora está en libertad de amar a su objeto sin la
presencia de sentimientos opuestos de impotencia, odio o envidia. Pero ese
alivio es efímero. Esta descripción es una aproximación al estado de ánimo del
que tiene una penosa conciencia, la parte no psicótica de la personalidad del
paciente. Ese estado de ánimo contribuye a su temor a cualquier progreso que
pueda conducirlo a establecer vinculaciones amorosas que darían origen al deseo
de expresar su amor y, luego, a la intolerancia de la frustración ocasionada
por la existencia de sus impulsos destructivos y a verse abrumado por la parte
psicótica de su personalidad, pues sólo en ella podrá encontrar mecanismos que
prometan la so lución instantánea de los problemas causados por la presencia de
emociones indeseables”.
Hemos subrayado especialmente estos
párrafos pues enfocan y clarifican uno de los más difíciles problemas técnicos
en el psicoanálisis de psicóticos. Bion destaca, al finalizar su artículo, la
necesidad de que el analista se percate de que las alucinaciones son mucho más
frecuentes de lo que se piensa y de que su aparición depende del hecho de que,
siendo reversibles los sentidos, un objeto puede ser para el paciente no algo
que existe independientemente, sino una excreción o, como nosotros diríamos,
una alucinación.
Transmitirles la evolución de las ideas
de W. Bion desde el artículo revisado por nosotros hasta la enunciación de la
alucinosis como una forma de transformación
constituye un imposible, dado que obligaría a sintetizar toda la evolución del
pensamiento bioniano. Pero dado que la mayoría de Uds. conocen esa evolución,
intentaremos ceñirnos aquí el fenómeno descrito por Bion como alucinosis; el
producto final de una transformación en
alucinosis puede ser, entre otras cosas, una alucinación, manifestada
clínicamente o no por el paciente. Como sostienen Grinberg, Sor y Tabak[2],
“la conducta, el lenguaje y las acciones que caracterizan el funcionamiento de
la personalidad psicótica son expresiones en el contexto de las
transformaciones, de transformaciones en alucinosis. La dificultad para el observador de detectar
y comprender este tipo de transformaciones es muy grande, ya que frecuentemente
el analista no tiene acceso al producto final”.
Estos mismos autores muestran cómo las
transformaciones en alucinosis están correlacionadas con un desastre o
catástrofe primitivos, en los que los contenidos emocionales, cosas en sí
mismas, elementos Beta, no encontraron un continente (madre con reverie) que los contuviera y
transformara. El terror sin nombre devuelto al lactante en estas condiciones o
pánico psicótico como también lo llama Bion, constituye y configura un modo de
funcionamiento mental en un área cuyas dimensiones son infinitas y que no puede
actuar como continente. Frente a este estado el bebé, y más tarde la
personalidad psicótica, adopta defensas extremas que tratan de evitar el
pánico, evacuando las funciones capaces de registrar lo percibirlo. La
catástrofe emocional primitiva que es el “O”
de la alucinosis se transforma y los factores que operan esta transformación
son la envidia asociada con la voracidad, factores que ya intervinieron en el
desastre original pero que ahora proliferan a modo de crecimiento canceroso al
decir de Bion. Los órganos de los sentidos utilizados habitualmente para la
percepción, aprehensión y reconocimiento de los objetos, funcionan como
medio de evacuación de los productos o fragmentos formados en el proceso de
transformación en alucinosis. Los músculos pueden cumplir esta función
evacuativa, así es como uno de nosotros[3]
ha descrito estas evacuaciones musculares como fenómeno típico de los casos
borderline. Alucinaciones visuales,
auditivas, olfatorias, tactiles, etc., evidencian la alucinosis como también,
según Bion, pueden existir “alucinaciones fugaces u evanescentes” y también las
“alucinaciones invisibles”. Estas últimas variedades nos han resultado muy
difíciles de aprehender y comprender.
Conviene señalar dada la forma que
hemos dado a esta presentación, que al plantear Bion las alucinaciones como
producto de evacuaciones de elementos Beta, y separar claramente los
pensamientos oníricos, situados en un nivel genéticamente más evolucionados,
caracterizado por la existencia de elementos Alfa, condicionando la formación
de pensamientos oníricos a la operancia de la función Alfa.
Su conceptualización del fenómeno
onírico difiere radicalmente de lo planteado por Sigmund Freud y, asimismo, el
fenómeno alucinatorio que estima producto de la Parte Psicótica de la
Personalidad, cosa que habrán podido Uds. mismos apreciar a través de nuestra
síntesis de las disímiles posturas teóricas de S.Freud y de W.Bion, en este
campo.
Con respecto al soñar y las psicosis
creemos oportuno señalar las siguientes observaciones de Bion en su trabajo Sobre la Alucinación: “había observado
que sólo después de un considerable trabajo analítico el paciente psicótico
llega a mencionar un sueño y que cuando lo hace parece pensar que ha dicho todo
lo necesario una vez que ha comunicado el hecho de que ha tenido un
sueño”. Y agrega Bion: “Pensé que los
sueños tenían tantas características comunes con las alucinaciones que era
posible que verdaderas experiencias alucinatorias en el consultorio arrojaran
luz sobre el sueño psicótico”.
Años más tarde en Atención e Interpretación llega a afirmar: “Los elementos
sensoriales de un sueño psicótico no representan nada, son una experiencia
sensorial; el uso de la experiencia sensorial para representar una realidad
psíquica diferencia el sueño neurótico y su calidad simbólica del sueño
psicótico”.
Creemos nosotros que éste es un terreno
donde queda mucho por decir, y que los pacientes psicóticos no permiten a
nuestro entender un distingo tan tajante.
ALGUNOS EJEMPLOS CLINICOS.
A) APARICION DE ALUCINACIONES AUDITIVAS EN UN CASO DE PSICOSIS HISTERICA, Y DESARROLLO
DE DIFERIES TIPOS DE ALUCINACIONES DURANTE EL PROCESO ANALITICO.
Se trataba de una paciente soltera de
24 años, analizada en Buenos Aires. Llegó al análisis presentando un delirio de
influencia y claras alucinaciones auditivas vinculadas con su delirio. Antes
que nada observaremos la génesis de sus alucinaciones auditivas y luego
comprobaremos la aparición de una amplia variedad alucinatoria durante su
análisis. Elena nos permitirá seguir
la aparición de sus voces gracias a la existencia de un cuaderno-diario de
aquellas épocas. A nuestros fines señalaremos que entre los 14 y 15 años tuvo
juegos amorosos con varios hombres de su edad, llegando con uno de ellos a
relaciones sexuales casi completas. Luego de esta etapa con una dolorosa
ruptura con Agustín, el último de estos novios adolescentes, Elena pasó por un
período de apasionados enamoramientos homosexuales y es en medio de ellos donde
se esbozan las alucinaciones auditivas. El material rescatado permitió ubicar a
Luisa, su principal objeto amoroso de entonces y una de las voces que le
hablaban durante el análisis. Escribía
Elena: “Amo a Luisa con todo mi ser, con toda mi fuerza interna. Siento celos
cuando su atención es atraída por otros. Porque te quiero a tí me perdí en un
abismo sin salida. Es doloroso porque nunca recibí ninguna respuesta profunda,
seria, comprometida en nuestro amor-pasión”. “Estoy triste, lo estoy
verdaderamente. Porque te amo y ni siquiera te has percatado”. En este clima
empiezan a aparecer frases como éstas: “¿Por qué no con fiabas en mí y me
contabas cosas de tu más profundo yo?, ¿Por qué no venías a buscarme, por qué,
por qué?” “Mis queridas locas e insensibles amigas”. Y empiezan a aparecer las
voces: “Hoy me han comentado cosas, me han comunicado muchas cosas. Hoy he
explicado muchas cosas. Hoy me han dicho que no eras tan bella. Eran mis
hechiceras. Pero no saben nada práctico. Sólo confundir, mal entender, además
con un desprecio autosuficiente, ridículo.” Pocos días después Elena escribe:
“Pedazos de putas, y digo pedazos y digo bien porque sólo son un
pedazo de algo. Pobres putas. Sólo son un pedazo de algo inhumano. Si pudiera
combatirlo o responderles. Para qué voy a desaprovechar la ocasión. Si las
ignorara nunca comprenderías nada pese a que no estoy segura que diciéndoles
las cosas claramente logre algo.”
A través de este diario se ve
nítidamente la presencia de impulsos homosexuales hacia Luisa, detrás de ese
enamoramiento idealizado y frustrado. Se ve asimismo su ya intensa lucha con
las alucinaciones auditivas, la que fue seguida por la instalación de un
delirio de influencia con clarísimos contenidos homosexuales. La mujer que la
influía telepáticamente, una ex-profesora de Elena, llevaba el mismo nombre de
su madre. Es destacable cómo el análisis reveló que Elena mantenía un vínculo
disociado de goce y necesidad con sus voces, a pesar del carácter persecutorio
de éstas y de su actitud consciente de sufrimiento y rechazo ante ellas.
Un fragmento de sesión tras varios cos
años de análisis nos permitirá volver a tomar contacto con Luisa, una de las
voces alucinatorias identificadas en esos momentos por Elena: “Había tres
personas sobre un fondo oscuro. Ahora me han dicho, gritado casi:’Soy Luisa.
Soy Luiisa” Es de señalar que hasta esa sesión nunca había aparecido este
personaje, ni en recuerdos ni en forma alucinatoria. Esta reaparición de Luisa
se daba en el siguiente clima: “No son humanas, son mierdas. Ni son mujeres.
Una mierda que en la vida parece un ser humano, es sólo una forma. Me pueden
poner cualquier persona, sus gestos. Ahora me han dicho: ‘¡Qué imbécil!’, y me
hacen aquí un ruido y un dolor” (se toca el brazo). “No son seres humanos, la
gente no es como Vd. cree, Carlos”; “Sé que cuando uso mi boca, hablo yo, con
la mente son ellas”. “De repente me están torturando y hay el sonido” (como una
sirena).
Se pudo verificar en Elena cómo los
acercamientos a sus conflictos más it, tensos incrementaban sus resistencias,
seguido por la intensificación de los fenómenos alucinatorios, con persistencia
de las alucinaciones auditivas, siempre bajo forma de voces femeninas, y la
aparición de alucinaciones táctiles, cenestésicas, kinestésicas, con particular
intensidad en sus zonas genitales y en sus piernas, bajo formas de pellizcos,
golpes o frotes. Pudimos conectar la mayor parte de estas alucinaciones con los
momentos del proceso analítico, aunque de manera curiosa nunca aparecía yo de
manera expresa, sino aludido de manera indirecta: “el imbécil, el sabelotodo”,
etc. Señalaremos de paso que a pesar de la desaparición del delirio, los
fenómenos alucinatorios persistían, cuando tuve que suspender este análisis por
mi viaje a España.
Elena muestra, a nuestro entender, la clara relación entre el complejo edípico,
en este caso bajo la forma del edipo negativo (el vínculo homosexual con su
madre) y toda la gama de fenómenos alucinatorios.
B) EL ALUCINAR Y EL SOÑAR
ACTUANDO CONJUNTAMENTE COMO DEFENSAS REGRESIVAS EN UN ESQUIZOFRICO CRÓNICO. INTOLERANCIA AL PROGRESO ANALÍTICO
FRENTE AL CRIMEN EDÍPICO.
Se trata de Julio, paciente
esquizofrénico de 29 años, profesional, con una conducta compatible con la convivencia
familiar, a pesar de la persistencia de las alucinaciones auditivas, sin
contenidos delirantes en esos momentos. También presentaba alucinaciones
cenestésicas, con trastornos de la imagen corporal, especialmente del rostro,
las que podía conscientizar y relatar con una lucidez sorprendente. Las
alucinaciones auditivas pudimos detectarlas, en muchos momentos, como irrupción
regresiva y castrante en circunstancias de cambio y progreso. Julio parecía refugiarse en su mundo
alucinatorio, y el regreso precipitado a su hogar, metiéndose luego en cama,
parecía tranquilizarlo y hacer desaparecer las alucinaciones. En ningún momento
me incluyó a mí de manera manifiesta en el contenido alucinatorio.
En momentos en que a través del proceso
analítico Julio había comenzado a tener una vida social los fines de semana,
aunque toda fantasía sexual o simple mente el contacto con la mujer le era
prácticamente imposible, un fin de semana conoció a Marisa, amiga de su
hermana, casada, aunque el marido no la acompañaba. Resultó evidente que Marisa
buscó abiertamente a Julio, con claras insinuaciones acerca de su libertad
sexual, coqueteando con él y aproximándose física mente de manera casi continua
toda la noche. Julio trajo al análisis este encuentro y su deseo de reencontrarla,
cosa que intentó insinuándoselo a su hermana el fin de semana siguiente. Ésta
le dijo que, como Marisa era casada, ella no que ría meterse en líos. Julio
llegó a la primera sesión de la semana siguiente con aire de preocupación,
ansioso y evidentemente deprimido. Luego de un silencio me dijo: “Tuve un
sueño, soñé con mi padre. Que se moría. Yo bailaba con mi madre. Pero no estaba
contento”. Queda silencioso y dice luego: “Han vuelto las voces con mucha
fuerza, pero ahora es el Abuelito, mi abuelo que me da consejos. Me habla, me
controla constantemente. Me dice cosas, no me deja ni vestir tranquilo. Me
dice: haz esto, no hagas aquello, es un fastidio constante”.
Intentaremos transmitirles nuestra
interpretación de lo sucedido: La posibilidad para Julio de encontrar una mujer
en la realidad externa que lo provoque y excite desata un proceso regresivo en
él. Es evidente que la situación con Marisa, mujer casada e íntima amiga de su
hermana desata las fantasías incestuosas en Julio. Es de señalar que durante el
período tormentoso de su psicosis tuvo fantasías pasajeras de atacar con un
cuchillo a su madre, también fantaseó atacar a su padre. Se hace evidente,
entonces, que en Julio la situación edípica estaba encapsulada en sus niveles
originales, y sus fallos en el mecanismo de represión normal, evidenciados por
el sueño incestuoso, hicieron que el vínculo incestuoso, Hermana-Marisa,
internamente se transformara de hecho en crimen edípico y baile-coito
incestuoso con la madre. Baile-coito terriblemente culposo (recuérdese su
comentario espontáneo acerca de que “no estaba contento” bailando en el sueño
con su madre).
Fácil es comprender la intensidad y
concretud que tiene para Julio la conflictiva edípica, de manera que fantasía y
realidad no pueden ser distinguidas por él. El sueño nos permite comprender la
explosiva repercusión del encuentro con Marisa-Mamá y, por ende, mujer
prohibida. Pero el sueño no parece haber sido suficiente continente para su
“violencia asesina”, que lleva al esquizofrénico a acomodarse a la cronicidad
como mostramos en otra ocasión. Y como el sueño no fue suficiente continente,
Julio nos muestra la furición evacuatoria adicional del mecanismo alucinatorio.
Y es llamativo como externaliza esa figura del “Abuelito” en una primitivísima
función superyoica, persecutoria, pero controladora, al mismo tiempo, de su
violencia.
Creemos sumamente interesante este
funcionar de la alucinación en conjunción con el soñar, como evacuación e
intento de control al mismo tiempo. Teórica y técnicamente, creemos innecesario
recalcar la importancia de un material como éste.
Por razones de tiempo, sólo les
comentaré uno de los notables fenómenos posteriores a este episodio, donde
Julio, regresó al modo simbiótico de relación con su madre, vínculo simbiótico
tan bien descrito en el esquizofrénico por Harold Searles[4].
Dice este autor, y lo ha verificado en varios pacientes, que: “el
esquizofrénico puede llegar a pensar que la resolución del modo simbiótico de
relación implica la muerte del progenitor y así experimenta su propio self
potencial como un self potencialmente asesino”.
Podemos imaginarnos el efecto
potenciado de estas fantasías y de las fantasías edípicas en Julio, y de cómo
necesitó regresar al vínculo simbiótico-infantil con su madre, con la
desaparición de los fenómenos alucinatorios en esos momentos.
Y terminamos aquí nuestra aproximación
al apasionante universo de las alucinaciones con la esperanza de haberos dejado
múltiples interrogantes y estímulos en este campo curiosamente tan virgen en el
campo del psicoanálisis.
B
I B L I O G R A F Í A.
A) SIGMUND FREUD.
1) S.
Freud, “Proyecto de una psicología”.
Ed. Amorrortu, Obras Completas, Buenos Aires 1985 (1) Tomo l pag.362.
2) Ibid.
pag. 363.
3) Ibid.
pag. 363.
4) Ibid.
pag. 363.
5) Ibid.
pag. 364.
6) J.
Laplanche, “Vida y muerte en
psicoanálisis”. Ed. Amorrortu, Buenos Aires 1973, pag.85.
7) S.
Freud,”Proyecto de psicología”, pag.
369.
8) J.
Laplanche, Vida y muerte en psicoanálisis,
pag.86.
9) Ibid.,
pag. 86.
10) S. Freud, “La interpretación de los
sueños”. O. C. T. V, pag. 558.
11) Ibid.
pgs. 558—559.
12) Ibid.
pag. 591.
13) S.
Freud, La pérdida de realidad en neurosis
y psicosis O.C. TXIX pags. 195—196.
14) S.
Freud, “Sobre un caso de paranoia
descrito autobiográficamente”. O. C. T. XII pag. 71.
15) S.
Freud, “Construcciones en el análisis”
0. C. T. XXIII, pag. 268.
16) S.
Freud,”La interpretación de los sueños”.
0. C. T. y pag.538.
17) S.
Freud, “Complemento metapsicológico a la
doctrina de los sueños”. 0.C.T. XIV pag. 228.
18) Ibid.
pag. 232.
19) Ibid.
pag. 221.
20) Ibid.
pag. 222.
21) Ibid.
pag. 222.
22) Ibid.
pag. 225.
23) Ibid.
pag. 226.
24) Ibid.
pag. 227.
25) Ibid.
pag. 230.
26) Ibid.
pag. 230.
27) Ibid.
pag. 232.
28) Ibid.
pag. 233.
29) S.
Freud, “Las neuropsicosis de defensa”,
0.C. T. III, pag.60.
30) Ibid.
pag.60.
31) S.
Freud, “Manuscrito K”, 0. C. T. 1,
pag. 267.
32) S.
Freud, Nuevas puntualizaciones sobre las
neuropsicosis de defensa, 0. C. T. III pag. 184.
33) J.
Lap1anche y J. Pontalis, Diccionario de
psicoanálisis Ed. Labor Barcelona 1987 pag 311.
34) Ibid.
pag 311.
35) Ibid.
pag. 311.
36) Ibid.
pag. 311.
37) S.
Freud, “De la historia de una neurosis
infantil”, 0. C. T. XVII, pag. 79.
38) S.
Freud, “Acerca del fausse reconnaissance”,
0. C. T. XIII, pag 210.
B) WILFRED R. BION.
– (1962): Aprendiendo
de la experiencia. Paidós. B. Aires, 1980.
– (1963): Elementos de
psicoanálisis. Paidós. B. Aires, 1988.
– (1965) Transformaciones.
Del aprendizaje al crecimiento. Centro editor de América latina. B. Aires,
1968.
– (1970): Volviendo a
pensar. Horme. B. Aires, 1970.
– (1970): Atención e
interpretación. Paidós. B. Aires, 1974.
Volver a Inicio de
Ritmos Freudianos
* Trabajo presentado en Valencia en el Instituto de Estudios Psicosomáticos y Psicoterapia Médica (IEPPM), el 17 de Diciembre de 1991.
** Carlos Alberto Paz Carrillo. (A.P.M.) C/ Felix Boix, 7, 6º-E. 28003-Madrid. Tel.: 913 50 97 39 E-mail: carlospaz@retemail.es .
*** Osvaldo V. Rubli Posner (A.P.M.) Avda. de Aragón, 38. Esc 2ª. 7ª. 46021- Valencia. / Avda. Maissonave, 9. Esc 2. 3º-A. Alicante. Tel.: 655 67 82 94. E-mail: osvaldorubli@ono.com .
[1] El término proyección aparece ya en el trabajo de Freud de 1894, Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia, pero es en el Manuscrito H, escrito unos meses después, donde se hace una importante indagación sobre este concepto.
[2] GRINBERG, SOR y TABAK (1973): Introducción a las ideas de Bion. Nueva Visión. B. Aires
[3] PAZ CARRILLO, C. A., PELENTO, M. L, y OLMOS DE PAZ, T. (1976): Estructura y/o estados fronterizos en niños, adolescentes y adultos. Ed. Nueva Visión. B. Aires, 1977. Tres tomos.
[4] SEARLES, H. (1966): Escritos sobre esquizofrenia. Gedisa. Barcelona, 1980.