El siglo XXI y la responsabilidad del
psicoanalista
Ricardo Jarast
I.- El
navegante del océano tecnológico
No es fácil ser psicoanalista
en estos tiempos. Lo simbólico humano vibra de una manera distinta de cómo lo
hacía a principios de siglo, la época del descubrimiento freudiano. Lo efímero
domina el campo y se hace más difícil el respeto por el tiempo interior del
hombre. El sistema de valores con que nos movemos es más difuso.
La seguridad y permanencia de
ciertos valores culturales forjaban, en tiempos de Freud, individuos con
problemas en los contenidos, los neuróticos. El continente no estaba en
cuestión. Hoy sí lo está y aparece en lo que llamamos neurosis narcisistas,
estados límites, pacientes psicosomáticos. Si hablamos mucho de las fronteras
del psicoanálisis es precisamente porque el ser humano tiene hoy menos claro
cuáles son sus bordes.
Durante mucho tiempo los
psicoanalistas fuimos vanguardia en la aventura del pensamiento. Hablamos de la
revolución de Copérnico, Darwin y Freud, y hasta llegamos a pensar que la
nuestra era la última. Sin embargo, algunos exploradores de otras áreas de
conocimiento van planteando nuevos interrogantes, por ejemplo, siempre se tomó
a la inteligencia como un bien del hombre heredado de los dioses, pero la
inteligencia artificial le va restando atributos divinos.
Ante todas estas cosas, no
tiene nada de malo que nos inquietemos. Lo malo es que nos paralicemos.
Necesitamos ir sabiendo lo que hace otra gente porque pensamos que la vida no
sólo pasa por el psicoanálisis. Los no psicoanalistas también nos necesitan. En
una fantasía científica tan bien armada como la de Odisea 2001, hay una computadora que se vuelve loca; los
científicos de la NASA, cuando envían un Voyager con un condensado audiovisual
sobre qué es la Tierra y quiénes somos nosotros, se ven obligados a pensar muy
profundamente qué es lo humano; los biólogos que manipulan cada vez con más
habilidad los genes, tienen problemas bioéticos y necesitan comprender cuáles
son las grandes líneas de los simbólico humano. Somos de los pocos cultivadores
de la intimidad que quedan y eso sigue haciendo falta.
Una
cartografía de hoy
“Como el final de España y el
principio de la India no están alejados, es evidente que este mar es navegable
y puede franquearse en algunos días con buen viento”.
Esperanzado, Colón afrontó el
océano. Sin saberlo, se embarcaba hacia lo desconocido. Las tierras a las que
llegó no eran las del Gran Khan y en su cuaderno de bitácora aparece el
esfuerzo para interpretar el nuevo mundo que descubría a la luz de la idea
preconcebida que tenía. Hoy la humanidad está embarcada en una exploración en
la que lo desconocido sobrepasa la cartografía dibujada por satélites, estadísticas y ordenadores.
“El Solaris pintado por Stanislav Lem es un planeta sobre el que no
existe forma alguna, no hay fronteras ni islas sino que todo se diluye en un
océano de inteligencia que lo recubre. El mundo del espíritu y el de la
realidad exterior se imbrican y confunden. Los viajeros de la Tierra aprenden a
moverse entre criaturas irreales resurgidas de su pasado y de sus esperanzas.
Poco a poco descubren que esas apariciones inmateriales, pero de pesada
presencia, son el reflejo de una inteligencia única que puebla el planeta.
Hace pocos decenios las
corrientes de la geografía humana y económica eran hegemónicamente materiales,
las corrientes de intercambio. Actualmente los vínculos claramente
individualizados y organizados en torno de estructuras físicas son reemplazados
por formas de unión de otra complejidad. Como Solaris, es un océano hirviente y profundo donde las corrientes
inmateriales de información van generando nuevos espacios. Es un universo donde
se mezclan materia e información, naturaleza y tecnología, genes y electrones.”
(5)
Examinando los vínculos entre
los desarrollos técnicos y la imagen que la ciencia ficción nos suministra,
Patricia Warrick llega a un juicio decepcionante:
“Cuando observa las
aplicaciones de la inteligencia artificial a la sociedad, la ciencia ficción es
incapaz de previsión. De hecho, en la mayor parte de los casos, las
aplicaciones de la tecnología se desarrollan en la realidad antes de que la
ciencia ficción las describa. ¿Qué le ha ocurrido a la capacidad del hombre
para soñar, para imaginar un futuro digno de sus esfuerzos? Tal es la pregunta
planteada al recorrer la literatura de anticipación que se ha interesado desde
los años ´30 en el problema de la cibernética. Desde una aproximación
inicialmente constructiva, esta literatura ha evolucionado hacia una visión
destructora de la relación entre el hombre y la capacidad de inteligencia de
sus máquinas.” (1)
Hace notar que los pocos
autores que se elevan por encima de la mediocridad del género son los que
rompen con los mitos gemelos del hombre reducido al estado de máquina o de la
máquina suplantadora del hombre. Entre ellos están Asimov, Clarke y Lem. Para
ellos, la nave espacial simboliza la existencia de un sistema más extenso
abierto a la exploración y la aparición de una relación complementaria entre el
hombre y el ordenador.
Dos
caras
Desde el inicio la máquina
ofreció dos caras a la humanidad. Una buena y útil bajo el control completo del
hombre. La otra, siniestra, relacionada con el miedo al daño que podría
provocar fuera de control. Pero actualmente el miedo más profundo no es ese,
sino que ella nos suplante por obsoletos.
En “La última pregunta”, Asimov traza la historia de la humanidad y de
la computadora durante un billón de años. Ambas se van complejizando y
finalmente la última computadora se convierte en Dios y pone de nuevo en
movimiento todo el proceso. Y Clarke, el primer hombre que en 1948 imaginó la
comunicación vía satélite y explicó su funcionamiento, también escribió que la
propia inteligencia humana podría no ser más que un estadio evolutivo en el
camino hacia la inteligencia cibernética; computadoras conscientes de sí mismas
y completamente inteligentes.
Ya hemos entrado en el universo
del picosegundo, la milésima parte de un mil millonésimo de segundo, lenguaje
temporal sin espacios muertos de nuestras hipermáquinas, coexistiendo con el
tiempo de lo humano. ¿Cómo armonizar esos tiempos de densidades diferentes?
Siempre el artista ha anticipado el problema psicológico predominante de su
época. Creo que uno de los increíbles de nuestro tiempo es que quizá por
primera vez, las máquinas diseñadas por el hombre, en la armonía de lo caótico,
dibujan cuestiones que el hombre mismo se resiste a integrar.
Gert Ellenberger, en su ensayo
“Libertad, ciencia y estética”, dice: “¿Por qué nos parece bella la silueta de
un árbol deshojado, doblado por la tormenta, recortándose contra el cielo de un
atardecer invernal, y no hallamos belleza en la silueta correspondiente de
cualquier edificio universitario de uso múltiple? La respuesta parece derivar
de la nueva visión de los sistemas dinámicos. Nuestra sensibilidad hacia la
belleza se inspira en la disposición
armoniosa del orden y el desorden, tal como ocurre en los objetos naturales:
nubes, árboles, cordilleras, cristales de nieve. Allí radica parte de la
excitación que rodea a estas imágenes de computadora: ellas demuestran que, por
medio de la investigación, es posible establecer una conexión interna o puente
entre la visión científica racional y la atracción estética emocional. Estas
dos formas de conocimiento empiezan a concordar en su estimación de qué
constituye la naturaleza”.(21)
La
geometría
En los últimos años la vieja
geometría ha renacido gracias a la computación gráfica. La geometría inaugurada
por Euclides es la geometría de las formas puras, perfectas, lisas, armoniosas.
Pero la geometría clásica no podía describir la forma de las nubes, el follaje
de las plantas, la irregularidad de las olas. La geometría de la naturaleza,
los “fractales”, nacieron con la computadora. La denominación deriva de la
palabra latina “frangere”y evoca la idea de fragmentación e irregularidad. En
este mundo computarizado se pueden generar curvas según estos lineamientos:
a) se
selecciona una figura generadora simple (por ejemplo, un triángulo);
b) se reproduce esa figura en tamaños
decrecientes, repetida miles de veces.
De
este modo las formas se repiten, cualquiera que fuere el nivel de detalles con
que se examinen. Es la denominada “autosimilaridad o autosemejanza”. Si en el
proceso de generar fractales, repitiendo incontables veces una figura inicial,
entra el azar, se consiguen los “fractales aleatorios”. Es decir, aunque
mantengan siempre la semejanza de las formas con la figura generadora, los
tamaños no varían según una ley regular, sino que, con limitaciones, dependen
del azar. Así se obtienen las irregulares y hermosas formas de la naturaleza,
siempre parecidas pero nunca idénticas. (10)
Un poeta
Un
poeta, Archibald McLeish, miembro de la delegación norteamericana en las sesiones
preparatorias de la organización de la UNESCO, logró que ésta se llamara
precisamente UNESCO y no UNECO como iba a serlo (United Nations Educational and
Cultural Organization). La S es de “Scientific”. Para este poeta la ciencia se
había convertido en una protagonista de nuestra época.
Newton
con su ley de gravitación universal pudo explicar el movimiento de los astros
y, al generalizarlo a todo tipo de masas, legó al conocimiento principios de
orden, entendimiento y tranquilidad. Humanizó los cielos al tornarlos más
comprensibles y también elevó los fenómenos físicos a un lugar de privilegio
como modelo de conocimiento para otras disciplinas. En ese universo parecido a
un reloj, el azar no desempeñaba papel alguno y todas las piezas encajaban como
los dientes de un engranaje. Pero hoy nos encontramos con una ciencia de la
inestabilidad impulsada por Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química 1977 por su
trabajo acerca de la termodinámica de los sistemas alejados del equilibrio.
Cuando se aparta a los sistemas del equilibrio, se comportan extrañamente, se
vuelven “no lineales”, pequeñas “entradas” pueden provocar gigantescos cambios,
mientras que fuerzas de gran escala producen pocos o ningún cambio. Al mismo
tiempo se multiplican los circuitos de realimentación positiva que generan
procesos de autoalimentación y el azar entra en escena. Las estructuras
afianzadas se pueden desintegrar o bien modificarse a sí mismas totalmente.
Prigogine piensa que la mayor parte de la realidad no es estable y equilibrada,
sino que bulle y burbujea con el cambio y el desorden. El caos puede entonces
ser el precursor necesario de un orden en un nivel más alto. (16)
Estas
ideas las reencontramos entonces en las pantallas de computadora, en los
gráficos, con los fractales aleatorios obteniendo hermosas e irregulares formas
de la naturaleza: nubes, archipiélagos, paisajes montañosos.
Pero
la angustia que producen estos nuevos pensamientos, la dificultad de percibir
un orden en el caos, promueve en mucha gente un cultivo de lo imaginario. Una
reciente encuesta realizada entre estudiantes de la Universidad Hollins, de
Virginia, EE.UU., mostró que más de la mitad de los interrogados creía en
fantasmas y telepatía mental, cuando hace diez años sólo una cuarta parte de
los universitarios creía en esas cosas.
II.- La desconfianza de Tamus
La
creciente “colorización” electrónica de films antiguos, rodados originalmente
en blanco y negro a fin de adecuarlos a las exigencias de los “ratings” de la
TV color, ha originado una aguda controversia. Woody Allen se ha convertido en
uno de los más ardientes defensores de la integridad original de las películas.
Lo
que sucede con el cine también se observa en el debate sobre la conservación de
las obras de arte en los museos. Los técnicos intervienen continuamente para
“estabilizar” pinturas envejecidas y físicamente imperfectas. Los artistas y
los “connoisseurs” son considerados románticos retrasados que deberían ceder
ante la ciencia de los técnicos restauradores. Así, escenas profundas de viejos
maestros con matices y sombras superpuestas, son achatadas, aclaradas y
empobrecidas como avisos de dentífrico, para hacerlas accesibles, para que
puedan leerse de una sola mirada, para que la gente no tenga que hacer
esfuerzos para ver lo que está mirando.
En
esta línea nos encontramos con la modificación de los hábitos de los
telespectadores. “Zapping” es la práctica de saltar de un canal a otro sin
permanecer en la sintonía de un solo programa. Los períodos de atención son
pequeños y los turistas del dial cambian sin que importe la programación, pues
ven televisión y no programas. Todo esto tiene mucha importancia en el futuro
de la publicidad televisiva. Hay actualmente una tendencia a producir
comerciales más breves.
¿Y
dónde ha quedado la credibilidad en la fotografía? Siempre pensábamos que lo
que veíamos en una foto era lo verdadero. Hoy ya no es así. En 1982 los
editores del National Geographic hicieron en algunas horas lo que hubiera
llevado una generación a los egipcios: movieron una pirámide hasta dejarla
cerca de la otra para que una fotografía de ambas quedara bien centrada en la
tapa de la revista.
Este
proceso se llama fotografía electrónica. Consiste en hacer una lectura de una
foto convencional con una máquina que usa un rayo láser para leer la imagen y
después convertir la información visual en señales electrónicas que, a su vez,
son transformadas en números binarios, el lenguaje de las computadoras. Este
proceso llamado digitalización produce una imagen hecha de puntitos electrónicos
o “pixels”. La foto puede entonces ser trabajada mediante una imagen punto por
punto cambiando los valores numéricos de cada “pixel”. Cualquier aspecto de la
imagen puede ser transformado sin evidencia de cambio.
¿A
dónde voy con todo esto? En El navegante
del océano tecnológico señalaba como la angustia de los nuevos
descubrimientos promovía una exacerbación de lo imaginario patológico incluso
en individuos con un buen nivel de formación intelectual. En este artículo
intento, entonces, recoger diversos indicios de los caminos “decreativos” y
“desrealizantes” que las nuevas técnicas, originales e interesantes en sí
mismas, pueden proponer como atajos mortíferos al intelecto humano.
¿Cómo
evitar esos atajos mortíferos, hacer una pirueta intelectual y extraer la savia
de estas transformaciones notables? Esa es la cuestión. Muchos creen que la
educación será una de las empresas mayores de la humanidad en el próximo siglo,
inclusive desde el punto de vista económico.
La revolución cognitiva
Howard
Gardner, profesor de la Universidad de Harvard, se refiere a una “revolución
cognitiva”. Se trata de la integración de seis disciplinas: filosofía del
conocimiento, psicología, lingüística, inteligencia artificia, antropología y
neurociencias. L a novedad consiste en
que las ciencias cognitivas han empezado a “englobar” la educación. De ser
simples satélites cercanos a las ciencias de la educación se han introducido en
la sustancia misma del proceso educativo.
Existe la posibilidad cierta de la superación de
barreras hasta ahora infranqueables entre las culturas. Es posible pensar en
una educación internacional. Todos los estudiantes que hablan español en
cualquier lugar del mundo podrán comunicarse por medios telemáticos,
intercambiar y utilizar los mejores programas didácticos. También la barrera
lingüística será franqueada con la incorporación de sistemas automáticos de
traducción simultánea.(4)
El
inventor del lenguaje LOGO, Seymour Papert, piensa que es toda la visión de la
educación la que debe revisarse a partir de la aparición del chip electrónico.
Podemos pensar que siempre existirá un lugar llamado escuela, pero seguramente
cambiará mucho y se sustituirá el acento en aprender muchos conocimientos por
una labor más socrática de discutir e iniciarse en cómo aprender cosas.
El
chip electrónico probó ser muy útil en mejorar en los chicos la estrategia de
la búsqueda del sentido de las palabras y frases escritas y, también, en la
comprensión de ciertas propiedades de las formas dibujadas. Sin embargo, muchos
temen que la lógica de la computadora anule la sutileza del espíritu humano,
que sólo un buen maestro puede transmitir. Y advierten sobre la nutrición
educativa que se da al niño. Debe iniciarse con información “blanda” – la
música, el teatro, la danza – para
adquirir los conocimientos “duros” – disciplinas científicas y lenguaje de
computadora -.
Frente
al interrogante sobre las maneras de formar a los jóvenes para el tercer
milenio, en el Japón se insiste en la necesidad de recuperar los valores ancestrales.
La revalorización de la tradición es parte de la era de la duda que caracteriza
a este fin de siglo. Aparece en el momento en que la aceleración de las
mutaciones sociales y tecnológicas adquieren un ritmo vertiginoso.
Fanáticos
Sherry
Turkle es una psicóloga y socióloga norteamericana profesora en el Instituto de
Tecnología de Massachusetts (MIT). Su primer libro fue Jacques Lacan. La irrupción
del psicoanálisis en Francia. Es un
estudio sobre la manera en que Francia, un país resistente a las ideas
psicoanalíticas, fue arrastrado, a fines de la década del sesenta, por un
“embelesamiento con Freud”. La autora pasó más de un año “in situ”
entrevistando a estudiantes, activistas políticos, periodistas, pacientes y más
de ciento cincuenta analistas. Si bien en Francia el psicoanálisis se había
empezado a desarrollar desde las primeras décadas del siglo, se afirmó después
de la Segunda Guerra Mundial y sólo alcanzó aceptación general después de mayo
de 1968. Hubo en ese momento una confluencia entre el modo psicoanalítico
lacaniano de pensar y una demanda social. Surgió así lo que la autora denomina
una “cultura psicoanalítica”. En 1984 Turkle publicó otro libro: El segundo yo. Las computadoras y el
espíritu humano. Durante seis años estudió la “cultura de la
computadorización”, una cultura en gestación. Investigó el efecto que produce
la computadora en gente muy distinta: niños, usuarios de computadoras
personales, los investigadores en inteligencia artificial, los virtuosos de la
computadorización.
Según
la autora, en ambos libros la meta es la misma:
“…comprender
cómo las ideas salen de un sofisticado mundo técnico para ingresar en la
cultura en su conjunto y, una vez allí, cómo modelan la manera en que la gente
piensa en sí misma”.
A
ella no le interesa la “computadora instrumental” sino la “computadora
subjetiva”, como objeto evocativo que “…fascina, trastorna la ecuanimidad y
provoca la reflexión”. Como un moderno Rorschach, la cualidad camaleónica de la
computadora permite distintos estilos de interacción con la máquina.
Los
virtuosos de la computadorización, conocidos como “los fanáticos”, conforman un
grupo muy patológico. Muchos buscan un alma en la máquina. Aparece la sensación
de fundir la mente propia con un sistema universal. La computadora se
transforma en un objeto transicional perteneciente simultáneamente al yo y al
mundo exterior.
Los
fanáticos son, en general, hombres jóvenes para quienes la destreza adquirió
mucha importancia. Hay un deseo de perfección centrado en el dominio de la
computadora. Viven y piensan la mayor parte del día, todos los días, en computadoras. Utilizan su dominio
sobre la máquina para construir una cultura de proezas cada vez más difíciles
buscando sistemas cada vez más complejos.
El
MIT, uno de los centros de mayor nivel mundial en computadorización, es un buen
lugar para estudiar a este grupo. Los fanáticos del MIT hablan del “deporte de la muerte”: consiste en
empujar la mente y el cuerpo hacia límites cada vez más difíciles. El cuerpo no
es algo cuidado sino negado y castigado. Los fanáticos huyen de las relaciones sociales y coexisten en ellos la autodenigración
corporal y social junto con la sensación de ser una elite. Se mantienen unidos
por la tolerancia mutua y el respeto por un individualismo extremo. Es una
cultura de solitarios que no están solos.
La tercera ola
En
La tercera ola, Alvin Toffler postula
que ésta es “la más profunda conmoción social y reestructuración creativa de
todos los tiempos”. Toffler piensa que somos
la generación final de una vieja civilización y la primera de otra nueva, y que
la confusión y angustia actuales se originan en este conflicto.
La
primera ola de cambio, la revolución agrícola tardó miles de años en
desplegarse. El nacimiento de la
civilización industrial, la segunda ola,
necesitó trescientos años. El autor cree que la tercera ola se completará en pocas décadas. Algunos
indicadores de la tercera ola son: la
inteligencia artificial, la revolución genética, la superconductividad, la
fusión en frío.
A
mi entender, el libro de Toffler es excesivamente optimista, pero creo
que vale la pena leerlo y reflexionar sobre él. En este tiempo de entrechocar
de olas, todos percibimos innovaciones revolucionarias como la
computadorización. Ni buena ni mala, poderosa. Ayudará a muchas personas a
enriquecerse y crecer, y será para otras, como los fanáticos, un refugio
patológico.
Llegados
a este punto creo oportuno recordar un mito que trae Platón en el Fedro: el dios egipcio Teut, inventor de
la escritura, le dice al rey Tamus lo conveniente que sería extenderla
entre su pueblo. El rey le pregunta qué utilidad tendría y Teut se lo explica
en detalle. Entonces Tamus le responde:
“Padre
de la escritura y entusiasmado con tu invención, le atribuyes todo lo contrario
de sus efectos verdaderos. Ella no
producirá sino el olvido en las almas de
los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria: fiados de este
auxilio extraño, abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar
los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido
su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de
despertar reminiscencias, y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no
la ciencia misma. Porque cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin
maestros se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes en su mayor
parte, y falsos sabios insoportables en
el comercio de la vida”.
Podemos
ser menos desconfiados que Tamus. Desde
la invención de la escritura el incremento del saber humano fue inmenso. Se
integró la sabiduría de muchos tiempos y muchos hombres. Hoy, con las computadoras sucede algo similar. Pareciera que la cooperación entre el hombre
y la máquina se levanta como un nuevo mojón en la historia.
III.- Patente Nº 4.736.866
La
cátedra Lucasian de Matemáticas de la Universidad de Cambridge, dictada en el
siglo XVIII por Newton, es ocupada hoy por un paciente neurológico grave de 47
años. Se trata de Stephen Hawking considerado uno de los más grandes físicos
teóricos del mundo, en la línea de Galileo, el mismo Newton y Einstein. Desde
1962, una esclerosis lateral amiotrófica ha ido inutilizando progresivamente
todos sus músculos hasta el punto de que actualmente no puede más que mover
levemente la cabeza y las manos. Al estar impedido de hablar se comunica por medio de un
ordenador personal y un sintetizador de voz que lleva en su silla de ruedas.
Pues
bien, este hombre de mente brillante, entusiasta científico apasionado por la
cosmología, quiere compartir con el hombre común su visión del universo. Para
ello escribió hace poco una Historia del
tiempo, traducida ya a nuestro idioma y convertida en best-seller mundial.
Hawking se pregunta: ¿cuál es la naturaleza del universo? ¿Cuál es nuestro
lugar dentro de él? ¿De dónde venimos él y nosotros?
En
los párrafos finales de su libro, Hawking escribe: “Hasta ahora, la mayoría de
los científicos han estado demasiado ocupados con el desarrollo de nuevas
teorías que describen cómo es el universo para hacerse la pregunta de por qué.
Por otro lado, la gente cuya ocupación es preguntarse por qué, los filósofos,
no han podido avanzar al paso de las teorías científicas … Si descubrimos una
teoría completa, con el tiempo habrá de ser, en sus líneas maestras,
comprensible para todos y no únicamente para unos pocos científicos. Entonces
todos, filósofos, científicos y la gente corriente, seremos capaces de tomar
parte en la discusión de por qué existe el universo y por qué existimos
nosotros. Si encontrásemos una respuesta a esto sería el triunfo definitivo de
la razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios”.
El ratón de Harvard
“Por
primera vez, la Oficina de Patentes formuló una política pública y tomó en
propias manos la autoridad del Congreso. Sus responsables han decidido
literalmente quién controlará la posesión de la vida en el siglo XXI”, advirtió
Jeremy Rifkin, presidente de la Fundación sobre Tendencias Económicas de
Washington, quien es uno de los líderes de la coalición que procura interrumpir
la cesión de patentes sobre animales.
La
Oficina de Patentes y Marcas Registradas de los EE.UU. había aprobado en abril
del año último la patente Nº 4.736.866 para “mamíferos no humanos
transgenéticos”, la primera patente del mundo a una forma superior de vida, un
ratón creado por Philip Leder y Timothy Stewart, investigadores de la Escuela
de Medicina de Harvard, mediante técnicas de manipulación genética. Ambos
habían aislado un gen que provocaba el cáncer en muchos mamíferos, incluido el
hombre, y después lo inyectaron en huevos fertilizados de ratón y lograron una
nueva cría de esos animales con modificaciones genéticas. Según Leder: “Debido
a que la mitad de las nuevas hembras contrae indefectiblemente el cáncer, la
cría alterada sirve de modelo más eficaz para analizar cómo los genes
contribuyen al desarrollo del cáncer, particularmente el de mama”.
Donald
J. Quigg, comisionado de Patentes, expresó que la capacidad potencial de los
ratones modificados para acelerar la investigación de tratamientos para el
cáncer fue un factor importante para otorgar la primera patente y dijo: “¿Cómo
puede alguien decir que esa clase de experimentos es indebida o falta a la
ética?”
Las
preguntas que Hawking se hace en Cambridge, y que quiere compartir con la humanidad,
no son las preguntas que se hacen muchos otros investigadores de punta.
Un
año antes, en 1987, Alvin Toffler, asustado, prevenía sobre los problemas
político-morales y económicos que la revolución genética planteaba y advertía:
“Donald J. Quigg, al carecer de una legislación específica sobre el asunto,
toma la decisión administrativa de que nuevas “formas de vida” desarrolladas
mediante ingeniería genética puedan ser patentadas como si fueran artefactos…
No es exagerado afirmar que las decisiones tomadas por ese grupo de personas
podrán influir en nuestro destino para siempre. ¿Quiénes son? Son hombres de
negocios, burócratas, jueces, médicos y científicos, quienes, al haber un vacío
de una política de bien común y de guías morales pertinentes, están poco a poco
y sin plan alguno formulando una política para la revolución biológica que está
por sumirnos a todos”. (17)
Y dos años después, en mayo de este año, un gen
ajeno fue transferido a un ser humano por primera vez en la historia por Steven
Rosenberg, el oncólogo que trascendió al gran público como extirpador de los
tumores a repetición de Ronald Reagan. El paciente, un hombre con un cáncer
incurable, fue inyectado con células que habían sido alteradas genéticamente
mediante la utilización de un virus de rata.
Con
todo esto, la posibilidad de curas fantásticas y de “biohorrores” está
planteada.
¿Por qué psicoanalistas?
Un
decreto del presidente Mitterrand creó en 1983 un Comité Nacional Consultivo de
Ética de las Ciencias de la Vida y de la Salud. Al respecto dice el biólogo
Jacques Testart, uno de los más brillantes especialistas de las nuevas técnicas
de fecundación in vitro: “Es un comité que reúne a treinta y cuatro personas,
la mitad de las cuales son biólogos o médicos, el resto son juristas o gente de
las ciencias humanas. Este comité da su parecer cuando se le pide. No tiene
ningún valor legal, es una autoridad moral. Pienso que no tendría que haber
técnicos que son a la vez juez y parte. Tendría que haber sólo gente de las
ciencias humanas, filósofos y psicoanalistas y a lo mejor historiadores de las
ciencias, porque tienen la experiencia de lo que ya pasó.
Periodista: ¿Por
qué psicoanalistas
Testart:
Porque, con los filósofos, son los únicos que saben dónde va el hombre cuando
hace ciertas cosas.” (2)
El
psicoanalista se pregunta: la vida, ¿qué es?
Es
algo que atañe más al ser que al sexo. Lo propio de la salud es ser y sentirse
real. Hay un vínculo entre la salud emocional del individuo y un sentimiento de
realidad.
La
gente sana vive tres vidas:
1.-
La vida exterior, la vida de las relaciones interpersonales.
2.-
La vida interior, la realidad psíquica personal.
3.-
La vida de la experiencia cultural.
Esta
es la más variable de las tres vidas y fue estudiada por el pediatra y psicoanalista
inglés Donald Winnicott.
Es
un espacio potencial que no corresponde al adentro, el mundo de los sueños y
las fantasías, ni al afuera, el mundo de la realidad compartida. Es ese paradójico
tercer dominio que participa de los otros dos simultáneamente. Atañe a los
símbolos. Su punto de origen se ubica en el comienzo mismo de la vida cuando la
madre, por medio de su adaptación activa a las necesidades del bebé, superpone
la realidad externa de su presencia a la presencia que el bebé va imaginando.
Esto habilita al niño, cuando va diferenciándose del ambiente, a superponer a
la realidad externa lo que él imagina. En toda esta zona transicional se
localiza la raíz del simbolismo.
El juego
“En la playa de interminables mundos, los niños
juegan”, escribió el poeta indio Rabindranath Tagore. Esta cita le llamó la
atención a Winnicott desde su adolescencia, Cuando se convirtió en freudiano
supo qué significaba. El mar y la playa representaban una interminable relación
sexual entre el hombre y la mujer, y el niño surgía de esa unión para tener un
breve momento antes de convertirse en adulto. El mar es la madre y los bebés
salen del mar y son arrojados a la
playa. Por lo tanto, la playa es el cuerpo de la madre cuando el niño ha nacido
y ella y el bebé ahora nacido empiezan a conocerse. Así surgen también los
símbolos, del juego de la madre con su bebé.
Para
Winnicott la palabra “juego” se transformó en uno de los pilares de su
pensamiento. Decía: “Al psicoanalista tiene que resultarle valioso que se le
recuerde a cada instante no sólo lo que se le debe a Freud sino también lo que
le debemos a esa cosa natural y universal que llamamos juego. La psicoterapia
se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del
terapeuta. Está relacionada con dos personas que juegan juntas. El corolario de
ello es que cuando el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a
llevar al paciente de un estado en que no puede jugar a uno en que le es
posible hacerlo”.
En
el estado fusional primario entre la madre y el bebé, éste vive en la
infinitud, sin percatarse de pasado y futuro. El sentimiento de la continuidad
y de la finitud del tiempo es un logro por adquirir. La ”continuidad de la
línea de la vida “ es provista por la continuidad del cuidado materno.
En
cada ser humano existe continuidad en la transmisión de la capacidad de ser
como individuos, de generación en generación. De la capacidad de ser nace la de
hacer: cada generación no sólo reemplaza a la anterior y cuida a la que sigue
biológicamente, sino que crea y recrea el ambiente cultural. Quizá la
continuidad y la evolución de la cultura son el rasgo principal de la condición
humana. “La experiencia cultural, decía, provee la continuidad de la raza
humana, que trasciende a la existencia personal. Comienza con el juego y
conduce a todo aquello que compone la herencia del hombre: las artes, los mitos
históricos, la lenta progresión del pensamiento filosófico y los misterios de
las matemáticas, de las instituciones sociales y de la religión.”
Winnicott,
que murió en 1971, no conoció la revolución biológica, la “bomba” biológica. Sí
la bomba atómica y la acercaba a su idea de las angustias inconcebibles, es
decir, diferentes formas que puede adoptar el miedo al aniquilamiento: agonías
primitivas que el niño sufre en relación con una quiebra de la continuidad de
existir. Habría un miedo primitivo a la discontinuidad, al fin de todas las
riquezas de un mundo edificado generación tras generación.
“Sabemos
– decía Winnicott – que son los hombres quienes son capaces de destruir el
mundo. Si esto se produce, moriremos, acaso, en una última explosión atómica,
sabiendo que en esa destrucción no hay salud, sino miedo, y que representa en
parte el fracaso de la gente sana y de la sociedad sana, que no supieron
hacerse cargo de sus miembros enfermos.”
IV.- Ginecidio y bioética
“Si
la sabiduría humana hubiese progresado con la ciencia, no tendríamos la bomba
atómica”, dijo Jean Bernard, presidente del Comité de Ética francés. (3)
Centenares
de embriones congelados duermen en cubas de nitrógeno líquido en laboratorios
franceses a la espera de su renacimiento.
Algunas
mujeres son estériles porque sus trompas tapadas impiden el encuentro del óvulo
y el espermatozoide. Al hacerse la fecundación en el laboratorio se sortea el
obstáculo. Se alcanza un éxito del 20 al 25%. Pero se ha mejorado el
rendimiento de las fecundaciones gracias al congelamiento de los embriones.
Para evitar que los pacientes sufran en cada ciclo una extracción quirúrgica
del óvulo, los especialistas estimulan con hormonas su producción. Se recoge un
promedio de seis. Algunos médicos colocan a todos los óvulos al mismo tiempo en
el útero, corriendo el riesgo de un embarazo múltiple. Otros los congelan. Y
acá se plantea el problema de los “huérfanos in vitro”. El Comité de Ética
aconsejó usarlos seis meses después del fracaso del primer embarazo o nueve
meses después del nacimiento del primer bebé.
Muchos
científicos consideran estos plazos demasiado cortos. La manipulación de los
embriones, definidos por el Comité de Ética como “personas humanas
potenciales”, encierra peligros como la eugenesia, es decir, la idea de aplicar
métodos biológicos al perfeccionamiento de la especie.
Profesionales
escoceses han puesto a punto un procedimiento que permite detectar embriones
masculinos. Por lo tanto, se podrá elegir el sexo del hijo. Científicos
australianos descubrieron que si se extrae una célula del embrión, éste sigue
desarrollándose bien. Con la célula obtenida se puede estudiar la información
genética y detectar taras, con lo que se puede hacer una selección de
embriones. (9)
Dice
Jacques Testart:
“Tenemos
en nuestro equipo más de cincuenta niños que nacieron por medios naturales y
cuyos padres se habían inscripto para la fecundación “in vitro”. Nacieron antes
de intentarlo.
Entonces
hay algo que no anda bien en la mente de la gente.
Si
se pone a punto la posibilidad de determinar el sexo del óvulo fecundado se va
a crear una necesidad, esa especie de mística de la ciencia de la medicina. Hay
que tomar lo más moderno. La gente se va a precipitar a los laboratorios y las
camas ya no servirán para hacer niños”. (2)
Tres
breves noticias:
Poco
tiempo atrás una mujer de California quiso quedar embarazada por medio de la
inseminación artificial con esperma donado por su padre, abortar el feto y
trasplantar sus células cerebrales a su padre enfermo del mal de Alzheimer.
En
Sudáfrica una abuela ha albergado y parido el óvulo fertilizado de su hija. Ese
hijo ¿es un hijo o/y un nieto?
Se
ha conseguido en laboratorios fecundar una gameta femenina con otra gameta
femenina, volviendo innecesario el espermatozoide. Se unió así el patrimonio
genético de una mujer con el de otra mujer.
Estas
breves informaciones son índice de la necesidad de pensar la cultura de finales
del siglo XX, para reconstruir los límites que permitan mantener la continuidad
de la vida simbólica del ser humano.
Sólo un uno por mil
La
médica argentina Liliana Kaplan desarrolló en Paris, a principios de 1983 un
método que permite a las ocho semanas de embarazo captar enfermedades muy graves del feto a partir de
la biopsia de placenta. Kaplan observó con asombro y preocupación cómo su
método empezó a ser utilizado por Estados y grupos religiosos y culturales para
la determinación del sexo embrionario en embarazos normales, con el fin de
eliminar los del sexo femenino. A esto lo llamó “ginecidio”. Abandonó esa línea
de investigación aplicada y siguió trabajando en inmunología de la
reproducción. Al mismo tiempo animó grupos de reflexión pluridisciplinarios
sobre los peligros de ciertos avances de las ciencias biológicas (tuve ocasión
de participar con ella e Hitoshi Oshima, profesor de Letras de la Universidad
de Tokio, en mesas redondas sobre estos temas).
Así
como hace algunas décadas la física atómica elevó el nivel del conocimiento de
la física por encima de las otras ciencias, desde hace pocos años se asiste a
una revolución de la biología, impulsada por la genética molecular.
Esta
nueva ciencia deriva de la teoría atómica aplicada a la biología y nace con el
descubrimiento de la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN). Pero el
ADN, soporte del patrimonio genético de todo lo vivo, sólo pudo analizarse en
detalle en 1975 a partir de la ingeniería genética.
Las
ciencias físicas en su necesidad de conocer la naturaleza para dominarla
evacuaron el “factor humano” para ser objetivas. Esto se constituyó en un
paradigma de todas las ciencias, no escapando la medicina que se
hipertecnologizó, reduciendo al hombre a un órgano enfermo para reparar o
cambiar.
Dice
la doctora Kaplan: “Esta es una crisis de la cultura y de la conciencia moral de
Occidente, que es producto de la falta de espacio para los aspectos psíquicos
del hombre que contienen el mundo de los afectos y las emociones: el alma, en
suma, que no puede ser separada de los aspectos corporales aunque no
dispongamos aún de los instrumentos teóricos para pensarlos juntos.
La
biología molecular nos enseña que lo que separa al hombre del chimpancé no es más que un uno por
mil de genes.
El
gran mérito de Freud es el haber introducido con su noción de inconsciente una
fractura en las certezas de objetividad de la ciencia moderna, lucha por la
cual parte de ese uno por mil, que constituye aún un enigma total para la
biología y comenzó así a crear dificultosamente su propio espacio en la ciencia
de los científicos y de la sociedad”.
En
griego la palabra “ética” significa ciencia de la moral. La palabra “moral”,
rechazada del lenguaje de nuestro tiempo, vuelve desde las universidades
norteamericanas a través de la palabra “bioética”, moral de la biología.
Los
psicoanalistas estamos también convocados a pensar la bioética.
La responsabilidad
En
1977 fueron enviados a las estrellas dos vehículos espaciales que, después de
explorar el sistema solar exterior desde Júpiter hasta Urano, abandonaron poco
tiempo atrás nuestro sistema solar, convirtiéndose en emisarios de la Tierra.
Cada
una de las naves Voyager lleva adosado un disco fonográfico con un mensaje para
posibles civilizaciones extraterrestres que la nave pudiera encontrar en algún
tiempo y lugar remotos.
Cada
disco contiene 118 fotografías de nuestro planeta y nuestra civilización, casi
90 minutos de nuestra mejor música, los sonidos de nuestro mundo y saludos en
casi 60 idiomas y el lenguaje de las ballenas.
¿Por
qué el lenguaje de las ballenas?
Las
grandes ballenas son las dueñas sensibles y graciosas del océano profundo, los
animales más grandes que hayan evolucionado nunca sobre nuestro planeta.
El
mar es poco transparente y la vista y el olfato no son muy útiles para
orientarse. Pero sí el sentido del sonido. Dice Carl Sagan: “Algunos sonidos de
ballenas reciben el nombre de canciones, pero todavía ignoramos su naturaleza y
significado reales. Ocupan una amplia banda de frecuencias, pasando muy por
debajo del sonido más grave que el oído humano puede oír o detectar. Una canción
típica de ballena dura quince minutos; las más largas , una hora. A veces un
grupo de ballenas abandona sus aguas invernales en medio de una canción y seis
meses más tarde vuelve y continúa exactamente en la nota correcta como si no
hubiera habido interrupción”.
Durante
decenas de millones de años, las ballenas se pudieron comunicar a miles de
kilómetros de distancia. Pero, actualmente, el ruido de los buques comerciales
y militares interfiere esas comunicaciones brutalmente.
“¿Saben
las ballenas sus respectivos nombres?¿Pueden reconocerse como individuos a
partir de los sonidos? Hemos segregado a las ballenas de nosotros”, concluye
Sagan.
También
el poder de la tecnología moderna interfiere en la sutil comunicación entre la
madre y el feto.
Para
la recientemente fallecida psicoanalista francesa Françoise Dolto, el ser
humano es de entrada un ser de comunicación, desde su vida fetal. “Podemos
comunicarnos con él si sabemos entenderlo y si respetamos su dignidad de futuro
hombre o de futura mujer “, decía. (14)
La
haptonomía, nueva disciplina enseñada por Franz Velzmann, permite a los médicos
comunicarse con el feto mediante el tacto a través de la pared del vientre de
la madre. Si el niño ya se comunicó gracias a la haptonomía con sus padres,
éstos lo ayudan a presentarse bien, mediante el tacto y la palabra en el
momento del parto.
En
la época de los bombardeos nazis a Londres, Donald Winnicott, a través de la
BBC, contactaba radiofónicamente con las madres inglesas. Entre otras cosas les
decía que creyeran en su propia intuición materna y que no permitieran la
intrusión del poder médico en la compleja comunicación entre la madre y su
bebé.
Cuarenta
años después, con la televisión y el videocassette, Dolto luchó por el respeto de esa misma intimidad, semilla
básica de la salud mental.
“Las
nuevas técnicas de diagnóstico prenatal son un arma de doble filo. Es de temer
que los médicos las utilicen para magnificar su saber y ejercer sobre el feto
un poder absoluto, privándolo de una relación única, irreemplazable, con la
madre que lo lleva en su seno y lo escucha. Tenemos el ejemplo de la ecografía,
que permite saber a los cuatro meses si el feto es masculino o femenino. Esto
no autoriza al médico a revelarle el sexo a la madre si ésta no lo desea”, afirmaba
Dolto. (6)
Los
investigadores de la concepción “in vitro” no saben más que el resto de los
humanos sobre el origen de la vida, sobre lo que da nacimiento a un hombre
nuevo en devenir. No es el investigador el que da la vida. La vida es algo que jamás se podrá ver aún con los más
perfeccionados instrumentos de observación. La vida es el deseo mismo. El
deseante de vivir no es el progenitor, sino quien ha de nacer. Sólo cada niño
se da vida por su deseo de vivir.
Los
psicoanalistas, que tenemos fe en el desarrollo posible del hombre, en esta
última década del siglo, debemos reafirmar nuestro compromiso responsable con
una ética del ser, ética puesta en cuestión dramáticamente por un desarrollo
tecnológico desmesurado sin el acompañamiento necesario de una reflexión
madura.
Bibliografía
1.-
Asimov, I.: Sobre la ciencia ficción,
Sudamericana, Buenos Aires, 1982.
2.-
Baron Supervielle, O.: “¿Se debe abolir el azar? Entrevista a Jacques Testart”,
La Nación, 1/3/87.
3.-
Baron Supervielle, O.: “Jean Bernard o la sabiduría en la ciencia”, La Nación,
13/11/88.
4.-
Battro, A.: “La revolución cognitiva”, La Nación, 9/11/86.
5.-
Bressand, A. y Distler, C.: El mundo del mañana,
Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, 1986.
6.-
Dolto, F.: La causa de los niños,
Paidós, 1986.
7.-
Hawking, S.: Historia del tiempo,
Grijalbo, 1989.
8.-
Kaplan, L.: “La bomba genética”, Psyche Nº 27, 1988.
9.-
Kouchner, A.: “Huérfanos in vitro”, La Nación, 11/12/87.
10.-
Lauría, E.: “La fantástica cara oculta
de la geometría”, La Nación, 14/9/87.
11.- Platón: Fedro, Obras Completas, volumen 1, Bibliográfica Omeba, Buenos
Aires, 1967.
12.-
Sagan, C.: Cosmos, Planeta, 1982.
13.-
Schneider, K.: “El ratón de Harvard”, La
Nación, 27/4/86.
14.-
Simmonnet, D.: “Resposabilidad y culpabilidad. Entrevisa a Françoise Dolto”, La
Nación, 22/4/88.
15.-
Toffler, A.: La tercera ola, Plaza
& Janés, Barcelona, 1980.
16.-
Toffler, A.: “La nueva ciencia de la inestabilidad arroja luz sobre la
política”, La Nación, 27/11/86.
17.-
Tofffler, A.: “El caos moral rodea a la incontrolable revolución biológica”, La
Nación, 8/7/87.
18.-
Turkle, S.: Jacques Lacan. La irrupción
del psicoanálisis en Francia, Paidós, Buenos Aires, 1983.
19.-
Turkle, S.: El segundo yo. Las computadoras
y el espíritu humano, Ediciones Galápagos, Buenos Aires, 1984.
20.-
Winnicott, D.: Realidad y juego,
Gedisa, 1987.
21.-
Wolff, T.: “Los gráficos por computadora, una nueva forma de arte, La Nación,
22/11/86.