Convegno Internazionale Dacia Maraini

 Scrittura, scena, memoria, femminismo


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 RIASSUNTI

 


Justo Serna, “Colomba: El bosque familiar


                               
    ¿Qué relaciones se establecen entre los personajes y los novelistas? Colomba (2003), de Dacia Maraini, trata de esta necesidad, de este enigma. ¿Un factor externo puede convertirse en objeto interno, en objeto de narración? Los personajes irrumpen en la vida de quienes escriben, estableciendo con dichas personas relaciones fantasiosas, invasoras, incluso dominantes. Es un factor aparentemente incontrolable que introduce el caos en el orden previsible de la vida que se escribe.
    Pero para que dicho personaje y sus historias tengan sucesión y sentido, la persona real ha de tomar el mando, como un yo consciente que no se deja avasallar. El personaje se convierte en objeto de narración, pero  a la vez es fuente de narraciones previas que ahora se exhuman,  historias que pueden o no ser congruentes, que pueden competir entre  sí, que pueden desplazarse. Y eso es un trastorno que altera los pasados olvidados o inventados. ¿Son sueño o son realidad? Vivimos con historias propias y con episodios de hechos que sólo otros vivieron.  Recibimos del pasado un patrimonio de existencias que son o devienen relatos, que se convierten en recuerdos, pero es ahora cuando al contarse cambian a quien cuenta, a quien escribe y a quien lee.
    Una parte fundamental de nuestra existencia no se cumple, no se materializa. La vivimos como sueño propiamente: como deseo o escenario futuro que jamás se realiza. ¿Material desechable? Debemos, pues, recrear ese mundo virtual con voces parciales, dudosas y necesarias que nos modifican al exhumarlas, sabiendo además que no nos dicen lo esencial. Y eso que nunca se plasma, que nunca llega a manifestarse, no desaparece: se aloja en ese interior provocando efectos de los que no siempre salimos indemnes. Es la maraña de lo censurado, de lo reprimido, de lo olvidado, propiamente de lo siniestro. Es un momento espectral que empieza con nuestra infancia, que se extiende a lo largo de la vida, con el que debemos contar y que, además, debemos contar(lo). Esos ensueños o restos del pasado no consumado son historia potencial, nuestra historia virtual: habitada por fantasmas que reviven conforme son relatados, conforme hay alguien que los escribe, alguien que los hace propios sin garantías de certeza.
    Toda la acción de Colomba, de Dacia Maraini, comienza en un bosque de los Abruzos. ¿Y qué sé yo de todo esto? No lo sé como lector, pero la novelista que nos no va contar tampoco sabe gran cosa. Narrar es averiguar lo que no se sabe que se sabe: es inventar, invenire, hallar. El bosque es un motivo de arranque bien concreto: una muchacha ha desaparecido internándose en el corazón de sus tinieblas. ¿Ha sido secuestrada? Pero el bosque es también un espacio simbólico: una espesura de historias que se enredan, de personajes que se cruzan. ¿Cómo se sale de dicho boscaje literal y metafórico? ¿En qué condiciones regresan la autora y los lectores?