El espíritu de las cruzadas en la lírica
occitana.
El ciclo de sirventeses de 1285.
Elena Moltó
Universitat de València
Dentro del género occitano del sirventés existe
un ciclo de poesías que merece ser tenido especialmente en cuenta, quizá porque
en él se observa con toda precisión el valor del sirventés
como arma política... Nos referimos al ciclo de sirventeses de 1285.
Instumento de propaganda, el sirventés es evidentemente partidista.
De hecho, se lo ha comparado, salvando todas las distancias, con las modernas
campañas de prensa, ya que en ambos casos se pretende defender una postura,
atacando la contraria e intentando atraer partidarios a la causa (Riquer, 1989:
56).
Son famosos, por ejemplo, los sirventeses que generó la llamada guerra
de los albigenses, en defensa de las tierras occitanas, contra Francia
y la Iglesia.
En este caso los bandos enfrentados ya no son los franceses contra los occitanos,
sino los franceses contra los catalanes, aunque como veremos ambos hechos históricos
tienen evidentes puntos en común. No es de extrañar, entre otras
cosas, porque a ambas contiendas el Papa les otorgó la categoría
de “cruzada”.
El término dejaba de aplicarse únicamente al combate contra del
Islam, pero contenía las mismas promesas de beneficios espirituales
para los que sirvieran de brazo armado en una guerra feroz de cristianos ...
contra cristianos.
Nuestras poesías (letra y música) atravesaron por lo menos tres
veces la línea del frente que separaba a los dos ejércitos
y obtuvieron la respuesta en el bando contrario, siguiendo, como era obligado
en estos debates, el estrofismo, la métrica y las rimas del primer trovador.
Y naturalmente, la música, que se ha perdido.
Las circunstancias que dan lugar a este intercambio, a esta dura batalla poética, marcan un momento dramático y decisivo para Catalunya. En la primavera de 1285, el hijo de Jaume I, Pere el Gran, se dirige al Rosellón, tierra de su hermano, Jaume II de Mallorca, al enterarse de que éste se ha confabulado con el rey de Francia, Felipe III el Atrevido, lo que desencadena la guerra entre Francia y la Corona de Aragón, a la que el Papa, como hemos dicho, no duda en otorgar la categoria de “cruzada”.
El motivo que inicia este curioso intercambio de propaganda politico-religiosa es un sirventés del trovador afrancesado Bernart d’Auriac en el que, ante la inminente invasión de Cataluña, anima a los “cruzados” franceses con abundantes metáforas heráldicas sobre las flores de lis y deseando que pronto se oigan por estas tierras oïl y nenil (adverbios de negación franceses), en vez de oc yno , todo lo cual, es cierto, resulta chocante por estar escrito precisamente en occitano y por un languedociano. Para él, “nuestro rey” es Felipe III de Francia:
Nuestro rey, que es de honor sin par, quiere desplegar su gonfanón, por lo que veremos las flores avanzar por tierra y por mar; y me parece bien, porque ahora sabrán los aragoneses quiénes son los franceses, y los catalanes, avaramente corteses, verán flores, flores de honrada semilla, y oirán decir por Aragón oil nenil en lugar de oc y no. (Riquer, 1989: 1595-1596)
Esta firme voluntad de inmersión lingüística en boca de un occitano, recuerda los peores momentos de la cruzada contra los albigenses. Cuando los propios trovadores censuran a aquellos occitanos que aceptan resignadamente ver destrozado su primitivo hogar. Aquellos compatriotas que estan empezando a admitir la posibilidad de afrancesarse, como señala Bernart Sicart de Maruèjols en una conocida y dolorosa composición que alude a la avaricia y sed de botín de los del norte:
Durante todo el día me irrito y tengo irritación, y por la noche suspiro velando y durmiendo. Dondequiera que me vuelva oigo que la gente cortés llama "Sire" humildemente al francés. Los franceses son generosos a condición de ver víveres, pues no veo -que tengan- otro derecho. ¡Ay, Tolosa y Provenza y la tierra de Agensa, y Besiers y Carcasés, cómo os vi y como os veo! (Riquer, 1989: 1204)
“No veo que tengan otro derecho”. Es un argumento que observamos
repetido en nuestro caso: los catalanes siempre aluden al derecho que les ampara,
frente a lo que a su entender representa pura codicia de los franceses, que
a su vez no tienen más argumento que el de considerar heréticos,
como veremos, a todos los catalanes. Y entre medias, personajes que se
ven más o menos favorecidos por la pugna entre estos dos reinos, como
el conde Roger Bernat de Foix, otro de los autores que aparece en nuestro ciclo,
y que opta por los franceses en contra del rey de Aragón. Y su oposición
al rey venía de lejos.
Declarado en rebeldía, encarcelado, se había comprometido
a ceder al rey Pere el vizcondado de Castellbó para salir de prisión.
El rey aceptó. Pero el conde incumplió su palabra esgrimiendo
un argumento que sin duda le era útil: antes de declarar la “cruzada” contra
Catalunya, el rey había sido excomolgado por el Papa y, naturalmente,
indujo a los habitantes del vizcondado a no acatar la cesión.
Esta influencia decisiva de la Iglesia de Roma sobre los asuntos políticos de la época pesa como una losa cuando los autores del bando frances avanzan los argumentos que les justifican. Y ello desde el primer sirventés que inicia el ciclo. Así se expresa Bernart d’Auriac:
Y si alguien quiere segar y romper las flores, bien me parece que no sabe quiénes son los jardineros que para guardar(las) hacen reunir a tantos ricos barones; pues los jardineros son tres, tales que cada uno de ellos es rey más rico que el barcelonés, y con ellos están Dios, la fe y la creencia. Así pues, cuando estén más allá del monte Canigó, que no dejen (en pie) torre, palacio ni casa. (Riquer, 1989:1595.)
No hay duda de que el ejército invasor aparece como más poderoso. Quizá sea por la ayuda que en todo este proceso presta la iglesia romana, una ayuda que se convierte en verdadera munición bélica: con los franceses están “Dios, la fe y la creencia”. Con los catalanes no...
No son pocos los trovadores que han denunciado esta manipulación ideológica
por parte del papado que, a fin de cuentas, está abocando a una carnicería
absurda: en nombre de la fe cristiana se están cometiendo toda serie
de tropelías sin justificación alguna. En nombre de la fe se
está atacando a cristianos indiscriminadamente.
Citaremos un ejemplo de diez años antes a los eventos que nos ocupan
y que dan otra viva muestra de la utilidad del sirventés. Esta obra
de Guilhem de Figueira merece tenerse en cuenta por ser un furioso alegato
contra la iglesia romana, los clérigos y los franceses (por su oposición
al conde de Tolosa). Pero también cabe señalar que las autoridades
eclesiásticas se preocuparon seriamente por la popularidad que alcanzó la
obra. Se sabe que en 1274 los inquisidores preguntaron a un burgués
de Tolosa si tenía un libro que empieza "Roma trichairitz",
en referencia algo inexacta a nuestro poema, y él dijo que no, pero
que había oído una composición de un tal Figueira que
empezaba así: "D'un sirventes far en est so que m'agensa...",
referencia esta vez exacta del sirventés. Reproducimos algunos versos
que dan cuenta de por qué las autoridades temían la circulación
de estas ideas:
Roma, bien se discierne el mal que hay que decir de vos, pues martirizáis a los cristianos por escarnio. Pero en qué cuaderno encontráis -escrito-, Roma, que deba matarse a los cristianos? Dios, que es verdadero y cotidiano pan, me otorgue ver lo que espero de los romanos. Roma, verdadero y llano es que os angustiáis demasiado por los pérfidos perdones que otorgáis contra Tolosa. Mucho os roeis las manos a fuer de rabiosa, Roma cizañera. Pero si el famoso conde vive dos años más, Francia saldrá dolorida por vuestros engaños. (Riquer, 1989: 1275)
Es evidente que se puede rastrear en la producción trovadoresca un marcado sentimiento anti-clerical. Aunque, como señala acertadamente M. de Riquer, anticlericalismo no signifique irreligiosidad. Hablamos siempre de cristianos que escriben para gentes cristianas. Y mientras los unos intentan discriminar las acusaciones, los otros se parapetan en la sentencia que ya ha dictado la autoridad eclesiástica. Así de contundente acaba el primer sirventés contra los catalanes:
Catalanes, no os desagrade si el rey francés os va a ver con hermoso arnés, pues quiere enterarse de vuestro comportamiento y absolveros con lanza y con bordón, pues hace tiempo que permanecéis en excomunión. (Riquer, 1989: 1595)
Bordo tiene dos sentidos: “bordón de peregrino” y “bohordo”,
lanza arrojadiza.” En todo caso queda clara la alusión al carácter
de cruzada.
Pero quizás el texto más violento sea el del trovador anónimo
que cierra el ciclo de sirveteses y en el que se pone de manifiesto la contundente
labor de “limpieza” evangélica del bando cruzado:
Los franceses, que en valor no tienen par, deben forzar, junto con los borgoñones, a que los patarinos vayan a Roma; y los que se acojan a Aragón serán llevados presos al gran fuego, como es justo, y aventadas sus cenizas; y cuando estén bajo vuestra obediencia tendrán tal fin que (sus cuerpos) se encaminarán al mar por la playa, así como el alma a la perdición. (Riquer, 1989:1599-1600)
En esta época de convulsiones espirituales el término patarinos es
aplicado a cátaros, heterodoxos, disidentes y herejes varios. En especial
a los valdenses, miembros de un intento de reforma eclesiástica mucho
más acorde con el mensaje evangélico preconizado.
El anónimo autor de estos versos considera pues herejes al rey En Pere
y a sus súbditos, que era una de las razones esgrimidas para considerar
una “cruzada” la invasión de Cataluña por los franceses.
En una interpolación de la crónica de Desclot se dice que las
tropas del rey de Francia, al iniciar la invasión de Cataluña, “destrouhien
e guastaven tota la terra a massaren foch a esgleyes e les enderrocaven; e
prenien les ymages de Santa Maria e dels cruciffixes e trencaven-les,
e dehien que allò éran ymatges de patarins e desonraven-les molt”.
(Riquer, 1989: 1599)
Desde el otro bando, y desde hace mucho tiempo, son numerosos los autores occitanos que advierten de la ficción que las autoridades eclesiásticas crean en sus vecinos del norte. Les han prometido perdón e indulgencias, como si se tratara de ir a combatir en Tierra Santa. Roma aprovecha pues las ambiciones de los guerreros del norte para controlar mejor una política que se le va de las manos. Y es evidente que las promesas de salvación eterna son una buena coartada para la mala conciencia que pudieran experimentar los franceses. Mala conciencia a la que aluden los trovadores y que es el reflejo de una situación crítica: la Iglesia romana se ha erigido en el único poder que puede decidir quien tiene derecho a sobrevivir en este mundo cristiano. Así se expresa Pons de Capduelh en un sirventés dirigido a Pere II, padre de Jaume I, justo antes del desastre de Muret:
Conozco a alguno de ellos que prefieren desheredar a los cristianos que a los traidores sarracenos, y si les habláis de ello, dirán que sois pecador. Los que se hacen predicadores de los demás deberían predicarse igualmente -a sí mismos, pero la codicia quita el juicio al clero. (Riquer, 1989: 1268)
Quizá el autor que más lúcidamente ha plasmado este momento
convulso sea Peire Cardenal. La tragedia de este trovador es la de saber que
la suya es una causa perdida. Ha vivido desde el principio la invasión
francesa, el desastre de Muret y la despótica actuación de los
dominicos, con la aparición de los primeros tribunales de la Inquisición.
A pesar de que tampoco a él se le pueda detectar ni sombra de catarismo,
su anticlericalismo, como señala M. de Riquer: "(en el más
literal sentido del término: odio a los clérigos) tiene una de
sus más claras razones en la indignación que le produce ver a
dignatarios de la Iglesia, sacerdotes y monjes al servicio de la causa del
rey de Francia, y en nombre de ella cometer y tolerar toda suerte de pillajes
y expoliaciones, incluso combatiendo como guerreros.” (Riquer, 1989:
1482)
En última instancia, Peire Cardenal se irrita contra el deseo de uniformización
ideológica que se está imponiendo en los territorios occitanos.
A pesar de que no tenga especiales simpatías por movimientos religiosos
más o menos heterodoxos, como los valdenses, es notable su espíritu
tolerante y su oposición hacia sistemas de control como la institucionalización
sistemática de la confesión:
La religión fue primitivamente instituida por gente que no quería barullo, ni ruido, pero los jacobinos después de comer no guardan silencio, sino que disputan sobre qué vino es mejor, y han instituido un tribunal de pleitos y es valdés quien de ellos se desvía; y quieren saber los secretos del hombre para hacerse temer más. Su pobreza no es espiritual: guardando lo suyo se quedan con lo que mío es. (Riquer, 1989: 1482)
Es evidente que sus sirventeses son una contundente arma de propaganda de los invadidos. Su defensa de los condes de Tolosa no puede ir sino en contra de todo lo que representa la venida de los franceses. Del norte, a su parecer, han llegado las peores costumbres: la tacañería, el desprecio a los pobres, la ostentación y el encumbramiento de traficantes y traidores. Incluso cuando su sirventés va dirigido contra los clérigos no puede dejar de olvidar que, en última instancia, el brazo armado de la tragedia que recorre el mediodía, viene del norte del Loira:
Ni milano ni buitre olfatean tan pronto la carne podrida como los clérigos y los predicadores huelen dónde está el rico. Inmediatamente se hacen sus íntimos, y cuando la enfermedad lo agobia le hacen hacer tal donación que los parientes no reciben provecho. Los franceses y los clérigos son famosos por hacer mal, pues siempre les sale bien. (Riquer, 1989:1500)
A la sed de riquezas, a la codicia también aludirá el segundo
de los contendientes del ciclo. Ni más ni menos que el propio rey Pere
el Gran, II como conde de Barcelona y III como rey de Aragón, nacido
en Valencia en 1240 y muerto muy poco después de los hechos que aquí comentamos.
Tenemos bien documentados sus movimientos en fechas tan cruciales: las órdenes
cursadas a los caballeros de Cataluña para que acudieran a oponerse
a la invasión, la defensa del Coll de Panissars o de Girona, su requerimiento
a los campesinos del Vallés y del Llobregat para que envíen trigo
a Barcelona, en previsión de un posible cerco de la ciudad...
Y lo cierto es que las medidas estaban más que justificadas. Mientras
recorría el Ampurdán y dirigía la defensa de las plazas,
entre el 8 y 9 de junio el ejército francés atravesaba los Pirineos,
y, en combinación con fuerzas navales, ocupaba una zona entre Peralada
y la costa. El 24 de junio los franceses entraban el Llers, y allí era
coronado como rey de Aragón Carlos de Valois, hijo de Felipe III de
Francia y de Isabel de Aragón, hermana de Pere el Gran. Como es habitual
en la época, al problema religioso-político se le suma la cuestión
familiar.
Este sobrino francés de Pere el Gran aparece como Carlos de Valois “roy
d’Aragon” en un jeu-parti escrito hacia 1294, cuando el príncipe
francés aún seguía intitulándose de ese modo (Riquer,
1989: 1591).
A él se dirige pues el rey En Pere siguiendo con la metáfora
de las flores de lis y realizando hábiles juegos de palabras que eran
evidentes para su auditorio:
Y mi sobrino, que suele llevar flores, quiere cambiar su enseña, lo que no me parece bien, y oímos contar que se hace llamar rey de Aragón; pero, plazca o pese a quienquiera, mis jaqueses se mezclarán con sus torneses, y plazca a Dios que venza el que tiene mejor derecho, porque yo jamás, por frasco de bretón, dejaré la enseña del palo (Riquer, 1989: 1596-1597).
La moneda jaquesa era muy corriente en la Corona de Aragón, y la tornesa,
en Francia.
El basto, el palo al que alude el rey catalán es el bastón
heráldico de las armas de los condes de Barcelona, vulgarmente llamados
barras. A ellas opone el rey el “frasco del bretón”, que
es una expresión difícil de traducir. Pero son numerosas las
alusiones que realizan los trovadores a la “esperanza bretona” según
la cual, el rey Arturo, aún vivo en la isla de Avalón, volvería
para reinar sobre su pueblo. Podría ser un detalle burlón hacia
su sobrino que espera en vano ser el verdadero rey de los catalanes...
Pero el término más interesante es el del “frasco” (jamás,
por frasco de bretón, dejaré la enseña del palo). Bocell, en
catalán medieval significa “botellita”; en provenzal bosel.
Desclot, al narrar la retirada de los franceses por el Coll de Panissars, dice: “E
puys prenien de la terra del peu de la muntanya, e portaven-se’n hun
bocet ple e tenien lur carrera; e dehían que•l perdó havían
guanyat”. (Riquer, 1989: 1596-1597)
Con la conciencia tranquila, y a pesar de ser derrotados por los catalanes en octubre del mismo año, los franceses volverán a casa convencidos de haber participado en una guerra santa. En nuestro ciclo de sirventeses, es notable la diferencia de tono que emplean los de un bando y los del otro. Como muestra, la última estrofa que cierra la serie de poesías:
Veremos colgar a los de Aragón, y no podrán eludir más la justicia, y veremos atar a su rey y ahorcarlo como ladrón, y no será el primero en ser puesto (en la horca)..... los perseguirán para destruir su semilla, y luego veremos a todos los de su casa y de su linaje morir en prisión. (Riquer, 1989:.1599-1600)
Desde el otro lado el tono es sensiblemente diferente, no sólo cuando
habla el rey, sino cuando responde defendiéndolo Pere Salvatge. Éste
es el último de los contendientes poéticos que nos faltaba por
presentar. Se trata de un trovador estrechamente relacionado con la corte,
sobre el que hay importante documentación, y cuyo apelativo de Salvatge
lo relaciona con los “caballeros salvajes”, correos reales y personas
que divertían a la corte.
El 13 de julio de 1285, cuando los franceses ya han coronado a su rey de Aragón,
el rey En Pere, en lo que hoy llamaríamos una movilización general,
dispone que diversos caballeros y Pere Salvatge se reúnan en un lugar
que ya se les indicará a fin de hacer daño al enemigo (“ad
inferendum malum inimicis”). El daño que Pere Salvatge tenía
que infligir al enemigo, como sabemos, no tenía que ser hecho con armas
bélicas sino poéticas.
Veamos pues cómo contesta él al sirventés de los afrancesados
y a las protestas de Pere el Gran:
Señor, rey que parece enamorado no debe estar con voluntad irritada contra las flores, sino que debe calcular cómo podría arreglarse para segar las flores, prestigiosamente, en el mes del verano, cuando las flores nacen más abundantes, y que los segadores sean de tal valor que en monte ni en llano, en tierra ni en bosque, dejen una sola flor de aquí hasta Montboló. (Riquer, 1989: 1597-1598)
Aquí se trata de anticipar un escenario de batalla en condiciones que son presentadas como leales. El tono épico es visible, como exige el género propagandístico del sirventés, pero no se observa el mismo espíritu belicoso-inquisitorial de los versos anteriores.
Mientras que del lado francés la guera santa aparece pues como la mejor
justificación, del lado catalán se alude al derecho y se denuncia
la manipulación papal que acusa de herejía a todo el que no se
pliegue a sus objetivos. Todo ello en el marco de un conflicto en el que los
catalanes, por sus intensas relaciones con los occitanos, se enfrentan a la
ambición de la monarquía francesa. Recordemos que el mediodía
esta cayendo progresivamente en sus manos desde la proclamación de la
cruzada contra los albigenses por el papa Inocencio III en 1209.
No es de extrañar pues que el rey En Pere aluda en su sirventés
a la ayuda que espera recibir de los occitanos
Peire Salvatge, en grave pesadumbre me hacen estar en mi casa las flores, que hasta aquí quieren pasar, sin considerar derecho ni razón, por lo que ruego a aquellos de Carcasés y de Agenés y ruego a los gascones que les pese si las flores me hacen menguar mis dominios; pero hay quien se imagina ganar perdón, y el perdón le será de gran perdición. (Riquer, 1989: 1596)
Dicho en otras palabras, los hay que se han creído la coartada que
ha presentado la iglesia de Roma, dado el carácter de cruzada otorgado
a la invasión.
En esta guerra sin cuartel entre reinos en plena expansión, occitanos
y catalanes se enfrentan por separado y conjuntamente a un tipo de ofensiva
parecida. No es de extrañar, ya que sus intereses fueron a menudo los
mismos. Y los adversarios también.
En este sentido cabe señalar una composición que veinte años
atras, en 1265, Paulet de Marselha dirige al mismo rey Pere el Gran, cuando
aún era infante de Aragón. En esta ocasión no acabaremos
con un sirvetés, sino con una pastorela atípica ya que el trovador
y la pastora se dedican a comentar hechos de candente actualidad y a
animar al infante a oponerse a Carlos de Anjou que ha sometido por fuerza
Provenza y ataca Sicilia. Este Carlos de Anjou, tío de Felipe III, será uno
de los instigadores de la cruzada contra Cataluña. El futuro Pere el
Gran aparece aquí como el salvador de los provenzales y el más
poderoso enemigo de Carlos de Anjou, cosa que será cierta años
después cuando el rey catalán conquiste Sicilia en 1282 y le
arrebate la corona al francés.
Esto es lo que dice Paulet de Marselha aludiendo al íntimo parentesco
entre los condes de Provenza y de Barcelona:
Señor, decidme cantando si os parece que el gentil infante de Aragón reclamará alguna vez lo que fue de su linaje, ya que se lo considera poderoso, joven, fuerte, grande, hermoso y bueno; que yo quisiera que pronto demostrara su valiente ánimo ante los codiciosos falsos viles orgullosos, en quienes muere el mérito... hasta que los hubiera echado a la orilla... y los explulsara fuera de nuestro lenguaje. (Riquer, 1989: 1451-1452)
“Lenguatge”, parece estar, como señala Martí de
Riquer en el sentido de comunidad idiomática. Cabe recordar que Raimon
VII de Tolosa decía de los languedocianos: “Homines nostre
ydiome, videlicet de hac nostra lingua” (hombres de nuestro idioma,
esto es de nuestra lengua).
Comunidad idiomática e intereses comunes que los trovadores no dejan
de subrayar mientras su primitivo hogar se va desmoronando y con él,
lo que sin duda fue la cuna de una brillante civilización.
Por fortuna para los catalanes, en esta ocasión la defensa del país
funcionó y sus ejércitos hacían retroceder a los franceses
en otoño de 1285. Durante la retirada, en Perpinyà, moría
el rey francés Felipe III. Poco después fallecía de enfermedad
Pere el Gran.
Por fortuna para los catalanes también, su comunidad idiomatica
no sufrió aquella inmersión lingüística de la que
hablaba el primer trovador que abre nuestro ciclo de sirventeses... Una propaganda
sensiblemente más violenta, como hemos visto, que la que intentan hacer
circular los partidarios de los catalanes.
En todo caso el ciclo constituye una magnífica explicación de
por qué reyes y grandes señores se procuraban los servicios de
trovadores que difunderan su política y desprestigiaran la de los enemigos.
Y evidentemente se reviste del máximo interés para el conocimiento
de las actitudes enfrentadas en aquellos tiempos convulsos del occidente europeo. Unos
tiempos alterados sin duda por el espíritu de las cruzadas...
Bibliografía
Aurell, M. (1989): La vielle et l’épée. Troubadours
et politique en Provence au XIIIe siècle, Paris, Aubier
Faral, E. (1930): Les jongleurs en France au Moyen Age, Pris-Ge4nève,
Slatkine
Koelher, E. (1964): “Observations historiques et sociologiques sur la
poésie des troubadours”, Cahiers de Civilisation Médiévale
Meneghetti, M.-L. (1984) Il pubblico dei trovatori. Ricezione e riuso dei
testi lirici cortesi fino al XIV secolo, Milano
Riquer, M. de. (1989): Los Trovadores. Historia literaria y textos,
Barcelona, Ariel
Nostre reys, qu’es d’onor ses par,/ vol desplegar/son gonfano,/don veyrem per terra e per mar/las flors anar;/et sap mi bo,/qu’aras sabran aragones/qui son frances,/e•ls catalas estregz cortes/veyran las flors, flors d’onrada semensa,/et auziran dire per Arago/oil nenil en luec d’oc e de no.
Tot jorn m'azire/et ai aziramen,/la nueg sospire/e velhan e dormen./aug la corteza gen/que cridon "Cire"/al frances humilmen./Merce an li francey,/ab que vejo.l conrey,/que autre dreg no.y vey./Ai, Tolosa e Proensa/e la terra d'Agensa,/Bezers e Carcassey,/quo vos vi e quo.us vey!
E qui vol cuhir
ni trencar/las flors, be•m par/no sap quals so/li ortola que per gardar/fan
ajustar/tan ric baro;/que li ortola son tals tres/que quascus es/reys plus
ricx que•l barsalones,/e Dieus e fes es ab lor e crezenza;/donc, quan
seran outra mon Canego,/no•y laisson tor ni palays ni maizo.
Los tres jardineros: Felipe III de Francia y sus dos hijos, Felipe, rey
consorte de Navarra, y Carlos de Valois (presunto rey de Aragón).
Roma, be.is decern lo mals c'om vos deu dire,/ quar faitz per esquern dels crestians martire./ Mas en cal quadern trobatz c'om deia aucire,/Roma, .ls crestians?/Dieus, qu'es verais pans/e cotidians, me don so qu'eu desire/ vezer dels romans./Roma, vers es plans que trop etz angoissossa/ dels perdons trafans que fetz sobre Tolosa/ Trop rozetz las mans a lei de rabiosa,/ Roma descordans./Mas si.l coms prezans/ viu ancar dos ans, Fransa n'er dolorosa/ dels vostres engans.
Catala, no•us desplassa ges/si•l reys frances/vos vai vezer ab bels arnes,/qu’apenre vol de vostra captenensa,/et absolver ad lansa et ab bordo,/quar trop estaiz en l’escominio.
Frances, que de cor non a par/devon forzar/e borgoingnon,/los patarins a Rom’anar,/e qui clamar/s’an d’Aragon/al gran foc seran menat pres,/com rason es,/e gitad’al ven lor cenes;/e quan seran de vostr’obediensa/faran tal fin qu’al mar per lo sablon/s’aviaran, com l’arma a perdison.
...qu'ie.n sai de tals c'amon deseiretar/mais cresteans que sarrazins fellos;/e, s'en parlatz, diran vos qu'estz pechaire;/e sel que.s fai dels autres predicaire/deuria se predicar eissamen,/mas cobeitatz tol a clerzial sen.
Religios fon li premieir'enpreza /per gent que treu ni bruida non volgues,/mas jacopin apres manjar n'an queza,/ans desputan del vin cals mieillers es,/et an de plaitz cort establia/et es vaudes qui.ls ne desvia;/et los secretz d'ome volon saber/per tal que miels si puescan far temer./Esperitals non es la lur paubreza:/gardan lo lor prenon so que mieus es.
Tartarassa ni voutor/no sent tan leu carn puden/quom clerc e prezicador/senton ont es lo manen./Mantenen son sei privat,/e quant malautia.l bat,/fan li far donassio tal que.l paren no.i an pro./Franses e clerc an lauzor/de mal, quar ben lur en pren.
E mos neps, que sol flors portar,/vol cambiar,/don no•m sap bo,/son senhal, et auzem contar/que•s fai nomnar/rey d’Arago;/mas, cuy que plass’o cuy que pes, los mieus jaques/si mesclaran ab sis tornes,/e plass’a Dieu que•l plus dreyturiers vensa,/qu’ieu ja nulh temps per bocelh de breto/no layssarai lo senhal del basto.
Los d’Aragon veirem penjar,/ni plus scampar/pouran raison,/e•l sieu seignor veirem ligar/et aforcar/coma lairon;/non i sera lo premier mes/................/los cassaran per aver soa semenza,/e pois veirem cascun de soa maison/e de son linh morir en la preison.
Senher, reys qu’enamoratz par/no deu estar/ab cor felo/contra flors, ans deu arbirar/cum puesca far/ab bon resso/culhir las flors en aissel mes/on l’estius es/e las flors naysson plus espes,/e•lhs culhidors sian d’aital valensa/qu’en pueg ni en pla, en serra ni•n boysso/no laisson flor de sai Monbaulo.
Peire Salvagg’,
en greu pessar/me fan estar/dins ma maizo/las flors que say volon passar,/senes
gardar/dreg ni razo,/don prec asselhs de Carcasses
e d’Ajanes/et als guascos prec que lor pes/si flor mi fan mermar
de ma tenensa;/mas tals cuja sai gazanhar perdo/que•l perdos l’er
de gran perdecio.
Senher, ara•m digatz chantan/del gentil enfan d’Arago/si•us par que ja nulh temps deman/so que de son linhatge fo,/pos que ric, jove, fort e gran/lo troba hom, e bel e bo;/qu’ieu volria que ades/demostres son valen cor/als cobezes fals engres/ergollos, ab cui pretz mor/e caba..../tro que•ls agues mes en l’or/...... e•ls gires/de nostre lenguatge for.”