Anagrama SEP/Noticias Paleontologicas
Mayo 2000 Boletin de la SEP Nº 35
linea
[Página Inicial NP]

OBITUARIO

DON BERMUDO MELÉNDEZ MELÉNDEZ

Fotografía D. Bermudo   La comunidad paleontológica española expresó unánimemente en su momento el pesar por el fallecimiento del que había sido Miembro honorario de nuestra Sociedad Española de Paleontología desde 1986, D. Bermudo Meléndez Meléndez, Catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense y Académico de la Real de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Víctima de una afección cardiocirculatoria que se había iniciado unos meses antes, murió el 29 de enero del año pasado, pocos días después de haber cumplido los 87 años.

   Muchos de nuestros consocios deben contarse entre los que fueron alumnos suyos como pertenecientes a algunas de las 33 promociones en las que él impartió docencia en la Complutense, y seguramente varias vocaciones en el campo de la Paleontología debieron surgir al calor de su verbo encendido durante sus clases, y los que no tuvieron el privilegio de ser alumnos suyos, por lo menos habrán tenido ocasión de conocerle a través de sus textos que tanta difusión adquirieron a lo largo de los últimos decenios. Porque en la producción escrita de Bermudo Meléndez, junto a numerosos trabajos de investigación y ensayos diversos, ha ocupado un lugar fundamental la edición de esas obras, que a distintos niveles académicos fue publicando desde 1947, cuando todavía estaba preparando su oposición a la cátedra. Y además la publicación del conocido texto sobre Geología en colaboración con José Mª Fúster, catedrático de Petrología, fallecido también en los últimos meses.

   En razón a su actividad investigadora y profesoral, Bermudo Meléndez recibió diversos nombramientos oficiales, entre los que se cuentan el de Consejero de número del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el de miembro de la Comisión Nacional de Geología y el de Académico de la Real de Ciencias. Nuestra Sociedad le había distinguido en 1986 como Miembro honorario, diversas Academias científicas (Roma, Tucumán y Córdoba de Argentina) le nombraron miembro correspondiente y la Universidad de Alcalá de Henares le invistió como Doctor honoris causa.

   Había nacido el 21 de enero de 1912 en Palencia, donde residía su familia por aquellos tiempos, pero su formación académica tuvo lugar en Madrid, donde cursó Ciencias Naturales en la entonces llamada Universidad Central. Terminó sus estudios de licenciatura en 1936 y, tras el intervalo de la guerra, inició su tesis doctoral bajo la dirección del profesor Eduardo Hernández Pacheco, que versó sobre Los terrenos cámbricos de la Península Hespérica, y que obtuvo Premio Extraordinario en 1942. Siguiendo el consejo de su maestro comenzó luego su especialización en Paleontología y sus primeras publicaciones como investigador versaron sobre faunas cámbricas de Sierra Morena y Cordillera Ibérica.

   En 1944 salió a oposición la cátedra de Geología general de la Universidad de Granada. Meléndez logró hacerse con ella tras las correspondientes pruebas, lo que determinó una estancia de cinco años en aquella ciudad, hasta que fue convocada la cátedra de Paleontología y Geología histórica de Madrid, que igualmente sacó en 1949. En el largo intervalo comprendido entre esta fecha y la de 1982 en que se jubiló, vivió directamente los cambios que se produjeron en los planes de estudio y en la nueva estructuración de las Facultades: la escisión en dos de la licenciatura en Ciencias Naturales (Ciencias Geológicas y Ciencias Biológicas), el paso de las correspondientes Secciones a Facultades independientes y la organización departamental de las mismas. Especialmente esta última innovación, que permitía una progresiva estabilidad del personal docente facilitando su especialización, pudo dar origen ala formación de equipos investigadores, con lo que se hizo efectiva la existencia de la que ya se ha denominado escuela paleontológica de Madrid, que él dirigió hasta sus últimos años.

   El nombre de Bermudo Meléndez será recordado en el futuro especialmente como el del autor de los libros de texto de Paleontología y Geología. Con toda razón porque la preparación de obras de carácter didáctico fue en él una obsesión constante que le acompañó durante toda su vida, y a ella dedicó sus mayores esfuerzos, que invertía también en las continuas revisiones y correcciones a que sometía sus originales cada vez que se producían nuevas ediciones de los mismos.

   Este tipo de labor la empezó en 1947 durante su etapa granadina, con la publicación de un primer volumen de lo que debía ser su Tratado de Paleontología. Él era consciente de la carencia en el mercado de obras en español sobre la materia que pudiesen ser utilizadas como textos para la enseñanza universitaria, y esta obra, aunque con un contenido quizá por encima de lo que demandaban los planes de estudio vigentes, pretendía subsanar esta falta. Pero por diversas razones, la continuidad de la obra se interrumpió tras la aparición del segundo volumen, y fue sustituida en 1955 por un nuevo texto más reducido en su contenido pero más adecuado al nivel exigible en los estudios de licenciatura. Fue el Manual de Paleontología, en un único volumen, que tuvo una acogida muy favorable por parte del alumnado.

   Más adelante, los cambios en los planes de estudio, que comportaban una ampliación del contenido de la Paleontología que quedaba repartida en varios cursos, le movió a redactar una obra más extensa en sustitución del Manual, pero con un tratamiento parecido. El nuevo texto, que tituló simplemente como Paleontología, se había distribuido en tres volúmenes, el primero de los cuales apareció en 1970 y el segundo en 1979. El tercero, en cuya redacción intervinieron activamente varios de sus antiguos discípulos y ya colaboradores, se dividió en dos entregas, la segunda de las cuales no llegó a aparecer sino hasta 1995, un cuarto de siglo más tarde del momento en que lo había hecho el primer volumen. Con ello quedaban patentes las inevitables diferencias entre éste y los anteriores, por lo que a pesar de la edad que él tenía ya en aquellos momentos (había superado con creces los 80 años) intentó enfrentarse con el reto de remodelar la primera parte de la obra con la finalidad de ponerla al día. La empresa requería considerables esfuerzos y él se dio cuenta de que para llevarla a buen puerto era más necesario que nunca hacerse con la incorporación de varios colaboradores. Con su concurso se preparó en efecto el nuevo volumen, y entre ellos debe destacarse especialmente el papel desempeñado por su hijo Guillermo, encargado de revisar el contenido de las diversas partes, procurando mantener en lo posible la uniformidad de la obra y el espíritu que la guiaba, en unos momentos en que él no estaba ya en condiciones de hacerlo personalmente. No obstante, el diseño del volumen y buena parte de su contenido reconocen la propia mano de Bermudo Meléndez. La nueva obra, que recuperó la denominación de Tratado de Paleontología del texto de 1947, lleva fecha de 1998, pero él ya no llegó a verlo impreso y sí solo alcanzó a poder revisar algunas galeradas, así que debe ser considerada como su obra póstuma.

   Al margen de estos textos paleontológicos, Meléndez trasladó su inquietud didáctica hacia la edición de otras obras sobre materias más o menos afines, consciente de la inexistencia en el mercado de textos útiles para los estudiantes de Ciencias Geológicas y Biológicas. Por ello, en colaboración con José Mª Fúster, editó en 1966 un texto de Geología, que conoció una amplia aceptación y del que se produjeron hasta ocho ediciones sucesivas. Asimismo se ocupó de la preparación de obras menores, básicamente orientadas a la enseñanza media, como los conocidos Modelos cristalográficos recortables, de los que llegaron a producirse con el tiempo hasta veinte ediciones.

   Era incansable en el trabajo. A lo largo de su vida aceptó diversos encargos editoriales. El que seguramente más trabajo le dio en su momento fue su participación en la obra del Diccionario de Geología y ciencias afines que le había encargado la Editorial Labor en 1957, y la dirección sustitutoria de la misma que tuvo que aceptar al producirse el fallecimiento del que era su director, Pedro de Novo. Meléndez era el responsable del contenido paleontológico en el diccionario (un tercio de la extensión total de la obra, de 1685 páginas) y a partir de entonces tuvo que asumir además la supervisión y coordinación del conjunto, textos, figuras y un amplio prólogo. Misiones de orden parecido fueron los encargos de la Comisión Nacional de Geología de redactar un Vocabulario de términos paleontológicos (1959) y de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de participaren materias de su competencia para el voluminoso Vocabulario Científico y Técnico, en sus ediciones de 1983 y 1996. Y no hay que olvidar la cantidad de traducciones que el Instituto Lucas Mallada del CSIC le confió para su serie de Publicaciones extranjeras sobre Geología de España, y las que llevó a cabo por propia iniciativa sobre dos libros del paleontólogo italiano Piero Leonardi sobre el tema de la evolución.

   Con el tiempo que llegó a invertir en la preparación de tantos textos y traducciones parece difícil que todavía pudiera atender a una labor personal de investigación paleontológica, con la publicación de numerosos trabajos en diversas revistas científicas. Un cómputo de su producción escrita efectuada por él en 1972, incluyendo trabajos de investigación, ensayos y artículos de divulgación, textos y traducciones, alcanzaba hasta entonces la cifra de 227 títulos, y todavía siguió publicando continuamente durante los veinticinco años siguientes, aunque no dispongamos por ahora de su número.

   Durante toda la vida estuvo interesado de manera primordial en el estudio de las faunas paleozoicas, y en particular de los equinodermos del Paleozoico inferior. Entre 1954 y 1959 publicó hasta diez trabajos sobre los equinodermos del Ordovícico medio y superior de la Cordillera Ibérica y los Montes de Toledo, donde llegó a distinguir la presencia de diversas formas nuevas de cistoideos. Más adelante, entre 1975 y 1996, volvió a ocuparse del tema en colaboración con el paleontólogo bretón Jean Chauvel (y esporádicamente con otros autores),efectuando una revisión y reinterpretación del material estudiado anteriormente, junto con el de otras procedencias, en once publicaciones más. Objeto de su interés fueron también otros organismos del Paleozoico: trilobites, arqueociatos y un medusoide del Cámbrico y artrópodos (varios euriptéridos y un miriápodo) del Carbonífero, etc. Pero su interés se extendió en realidad hacía cualquier hallazgo practicado por él en terrenos distribuidos a todo lo largo de la escala temporal incluyendo el Cuaternario.

   En su producción bibliográfica ocupan un importante lugar sus artículos sobre el tema de la evolución orgánica vista a través de los ojos del paleontólogo. Se cuentan hasta 35 las publicaciones suyas sobre el tema, entre ensayos, artículos de divulgación conferencias, prólogos de libros, etc. Sus ideas personales girando alrededor de una visión finalista del proceso, las manifestó por primera vez en las páginas del Tratado de 1947 y las mantuvo con firmeza a lo largo de los años, si bien con el tiempo fue matizando algunas de sus afirmaciones iniciales. Aunque reticente al principio a aceptar el papel del azar y de la selección natural, pasó a admitir más adelante varios supuestos de la teoría sintética y nociones procedentes del neodarwinismo. Y hasta llegó a considerar en los últimos años de su vida las nuevas perspectivas que ponía de manifiesto la teoría puntualista, aunque nunca abjuró de su visión finalista del fenómeno vital. Como editor figuró en 1966, junto con Miguel Crusafont y Emiliano de Aguirre, en el libro La Evolución, de la colección de la Biblioteca de Autores Cristianos, que alcanzó una extraordinaria difusión en los medios culturales del país.

   Bermudo Meléndez ha sido una figura relevante en la Paleontología española de la postguerra. Sus libros de texto, tan difundidos, han permitido que su nombre sea ampliamente conocido y apreciado, no solo entre nosotros sino también en los países iberoamericanos. Su largo período de docencia en la Universidad Complutense ha dado lugar a que una gran mayoría de geólogos españoles (y una parte notable asimismo de los biólogos) se hayan beneficiado de sus enseñanzas y orientaciones. El contenido del libro-homenaje que, como prueba de admiración y respeto, le fue ofrecido en 1994 (un número doble de Col-Pa, la pequeña revista que él había fundado treinta años antes), constituye una muestra del amplio abanico de especialidades que él fomentó a su alrededor. Un número importante de los que fueron alumnos suyos ocupan hoy plazas en los departamentos universitarios y en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Todos se consideran deudores de la ayuda recibida en sus años de formación por parte de Don Bermudo, el tratamiento por el que fue conocido no sólo por sus alumnos más directos, sino por todo el colectivo geológico-paleontológico del país.

   Hombre sencillo, de convicciones firmes y de talante pacífico, vivía sólo para su quehacer científico y para su familia. Su hijo Guillermo, consocio nuestro, que tomó de él el testigo, escribió hace unos años una sentida biografía de él ("una semblanza desde dentro" como la titulaba), reveladora de la gran calidad humana del personaje que hemos perdido. Nos quedará siempre su recuerdo.

   Descanse en paz.

Jaime Truyols

Flecha arribaCabecera de Página

Flecha izquierdaRetornar al Índice

                        
Flecha izqda. libro abierto Flecha drcha.
Página anterior Página siguiente