UNIVERSIDAD E INVESTIGACIÓN

Las elecciones autonómicas de 2011 se realizan en un contexto general de cuestionamiento del "estado del bienestar" y en particular de los servicios públicos, que en el caso de la Universidad se concreta en presiones para someterla a los intereses de los mercados, en prejuicio de su obligación de atender, desde la autonomía académica y la capacidad de critica, a todas las necesidades sociales. Al mismo tiempo, las Universidades españolas se ven sumergidas en el Proceso de Bolonia, después de que el Gobierno desoyó la petición de IU y amplios sectores universitarios de paralizar la implantación forzosa de las nuevas titulaciones para permitir que las reformas se hicieran en condiciones adecuadas y tras un amplio debate en la Universidad y en la sociedad. Con ello, dicha implantación, que ni homogeneiza en el ámbito europeo (4+1 versus 3+2...) ni racionaliza el mapa de Grados, se está realizando en el marco de unos recortes presupuestarios que dificultan tanto la renovación pedagógica para un aprendizaje centrado en el estudiantado como la dimensión social del proceso que debería garantizar que nadie encontrara obstáculos para iniciar o completar las estudios universitarios por razones derivadas de su origen socioeconómico.

En estas condiciones, la política gubernamental pretende asignar a las Universidades una tercera función, la "transferencia de conocimiento", que se añadiría a las funciones docente e investigadora y claramente desviada hacia los sectores productivos privados. Asimismo, en vez de una financiación suficiente para una docencia e investigación de calidad en todas las Universidades Públicas, se promueve la "diferenciación" entre ellas, privilegiando a los llamados "Campus de Excelencia Internacional", para la consideración de los cuales se daría una importancia relevante a dicha "transferencia de conocimiento", entendida como la aplicación de los resultados de la investigación universitaria en empresas privadas.

Dicha política elitista y mercantilista distorsiona el funcionamiento de las Universidades Públicas, en las que la "transferencia de conocimiento" debería considerarse incluida en la función docente, en vez de entenderse como un servicio directo a empresas privadas que, en el marco de un recorte de la subvención pública a las Universidades, puede conducir a su supeditación a dichas empresas.

La opción mercantilista se acompaña de la pretensión de gobernar la Universidad como si fuera una empresa privada, proponiendo bajo el nombre de "gobernanza" una supuesta "profesionalización" no sólo de la gestión sino también del gobierno de las Universidades, pretendiendo burlar así el ejercicio democrático de la autonomía universitaria que prevén la Constitución y la misma LOU.

Y esa política de transvase de recursos a empresas privadas no se plantea sólo en las Universidades, sino para todos los centros públicos de Investigación, favoreciendo el paso de miembros de su plantilla a dichas empresas.

Es necesario darle la vuelta a dichas políticas, deslindando claramente los ámbitos público y privado y potenciando desde los poderes públicos la docencia y la investigación como un servicio público generalizado de calidad. En ese sentido, hacemos nuestra la afirmación de la Declaración de Lovaina de Ministros Europeos de Educación Superior según la cual "el Espacio Europeo de Educación Superior (...) es un espacio en el que la educación superior es una responsabilidad pública (...) consideramos que la inversión pública en la educación superior es una prioridad crucial. (...) Dentro de un marco de responsabilidad pública confirmamos que la financiación pública sigue siendo la principal prioridad para garantizar el acceso equitativo y el desarrollo sostenible de las instituciones de educación superior autónomas".  Y exigimos a los gobiernos tanto central como autonómicos actuar en consonancia con ello. Y teniendo en cuenta que la responsabilidad directa de la financiación de las Universidades Públicas es una competencia de las Comunidades Autónomas, el papel de éstas, y el resultado de las elecciones autonómicas, resulta crucial al respecto.

La financiación pública de las Universidades Públicas debe orientarse en primer lugar a facilitar el acceso a las mismas sin trabas económicas. Nuestro objetivo es la gratuidad de las enseñanzas universitarias, y en tanto normas de ámbito estatal impongan una horquilla de tasas académicas, defenderemos que éstas se fijen en el extremo inferior de la horquilla, y nos opondremos con energía a incrementos superiores al del coste de la vida como los que se han venido produciendo. Por otra parte, el acceso desde los sectores económicamente desfavorecidos únicamente podrá garantizarse con un sistema generalizado de becas-salario que permita el mantenimiento del estudiantado sin depender de su familia. Además, para un modelo alternativo de desarrollo sostenible compatible con el decrecimiento en el consumo de recursos naturales, que debe descansar sobre la investigación y la formación, el estudio debe considerarse como una actividad socialmente útil, y por lo tanto debe ser retribuido, con sujeción naturalmente a responsabilidad en su desempeño.

Dicha financiación debe posibilitar asimismo que la docencia se realice en condiciones adecuadas para una renovación pedagógica con métodos activos y participativos, única forma de conseguir un aprendizaje centrado en el estudiantado, que requiere grupos no masificados con un tamaño adecuado al tipo de docencia y nunca de más de 50 estudiantes. Dicha docencia requiere también de una formación pedagógica adecuada del profesorado: ser un buen investigador o investigadora es una condición necesaria, pero no suficiente, para ser un buen profesor o profesora de Universidad. Parece por tanto razonable que la exigencia de 60 créditos de formación pedagógica sea también un requisito para la formación del profesorado universitario. Naturalmente, entre dichos créditos deberían contarse los créditos prácticos de la docencia impartida por el profesorado en formación, y no debería plantearse una exigencia adicional a quienes ya hayan impartido un mínimo de 60 créditos de docencia, aunque sí recomendarse la formación en metodologías activas para posibilitar un aprendizaje centrado en el estudiantado, la cual debería ser tenida en cuenta en los procesos de promoción.

Siendo esencial la formación de investigadores para un modelo alternativo de desarrollo sostenible, ésta es también un componente esencial de la función docente de las Universidades Públicas, a través de los estudios de Postgrado, que deben ser fomentados en vez de obstaculizarlos con tasas elevadas. Naturalmente, los resultados de la investigación universitaria deben vertirse también en los estudios de Postgrado, que deberían también poder ser organizados por los demás Centros Públicos de Investigación en cooperación con las Universidades, naturalmente con los mismos requisitos de formación pedagógica que el del profesorado universitario. Ésta es la vía adecuada para la transferencia del conocimiento a la actividad económica, que debe hacerse a través dels estudiantado de Postgrado y de la publicación de dichos resultados, no transfiriendo profesorado a empresas privadas ni conviertiendo Departamentos universitarios en gabinetes de investigación de empresas privadas. El necesario carácter público de los resultados de las investigaciones realizadas con fondos públicos debe facilitar el desarrollo de dicha transferencia, evitando las trabas derivadas del sistema de patentes y de la privatización del conocimiento en nombre de la llamada "propiedad intelectual".

Dicho proceso de formación de investigadores debe permitir superar el déficit de investigación extrauniversitaria, cosa que requiere también un cambio de la cultura empresarial. Las empresas públicas deben jugar un papel de vanguardia en ello, impulsando que la investigación aplicada, y más todavía la innovación, se haga en el seno de las empresas por sus propios trabajadores y trabajadoras, no descargando su responsabilidad sobre las Universidades. Para fomentarlos habría que crear o desarrollar Institutos Tecnológicos, de carácter público, fuera de las Universidades pero que deberían servir de puente entre las empresas y las Universidades y otros centros públicos de investigación, evitando entre otras cosas que la intervención directa de las empresas en la Universidad lleve a su mercantilización. El funcionamiento de dichos Institutos se debería basar en el principio de la libre difusión del conocimiento, prestarían un servicio libre de asesoramiento a las empresas para el desarrollo tecnológico, y fomentarían, en cooperación con las Universidades y Centros de Formación Profesional, la formación de trabajadores y trabajadoras con capacidad de innovación, con especial incidencia en la formación en el puesto de trabajo, en el marco de "el aprendizaje a lo largo de toda la vida", que complemente la formación inicial que se desarrollaría en las Universidades y Centros de Formación Profesional. Dichos Institutos potenciarían también el desarrollo de redes de intercambio de información tecnológica, a través de la cual las empresas compartan sus avances tecnológicos, cosa más eficiente que el secretismo de la "cultura de patentes". En el marco de dichos Institutos deberían desarrollarse Centros de Investigación Tecnológica, en redes territorializadas, generando sinergias al posibilitar tareas de investigación que empresas pequeñas tienen mucho más difícil de llevar a cabo en solitario, aunque cada empresa habría de asumir la responsabilidad de la innovación a través de la creatividad de sus trabajadores y trabajadoras formados al respecto. Naturalmente, la contrapartida sería la libre difusión de los resultados de tal investigación.

Evitar la supeditación mercantilista de las Universidades es también una condición necesaria para hacer posible su autonomía y su gestión democrática, recordando que, como decía la Carta Magna de las Universidades Europeas de 1988, "La Universidad, en el seno de sociedades organizadas de forma diversa debido a las diferentes condiciones geográficas e históricas, es una institución autónoma que, de manera crítica, produce y transmite la cultura por medio de la investigación y la enseñanza. Para abrirse a las necesidades del mundo contemporáneo, debe lograr, en su esfuerzo de investigación y enseñanza, una independencia moral y científica de todo poder político y económico".

PROPUESTAS:
  1. Paralizar la aplicación de la “Estrategia Universidad 2015” y debatir con toda la comunidad universitaria para construir una universidad pública al servicio de la sociedad y no de los intereses del mercado.
  2. Garantizar una financiación pública de las Universidades Públicas que posibilite una docencia en grupos reducidos para un aprendizaje centrado en el estudiantado.
  3. En el gobierno de la universidad, respetar su autonomía potenciando  la participación y  la corresponsabilidad de sus miembros, mediante la colegialidad en la toma de decisiones y la electividad de sus cargos representativos y ejecutores.
  4. Promover la formación pedagógica como un requisito para la formación de un profesorado capaz de impulsar una renovación pedagógica para un aprendizaje centrado en el estudiantado en la docencia de Grado y Posgrado.
  5. Fijar las mínimas tasas académicas para los estudios universitarios.
  6. Complementar las becas-salario que posibiliten la plena dedicación al estudio de todo el estudiantado universitario.
  7. Asegurar el carácter público de los resultados de toda investigación financiada con fondos públicos.
  8. Impulsar la formación de Posgrado de investigadores en Universidades y demás Centros Públicos de Investigación.
  9. Desarrollar Institutos y Centros de Investigación Tecnológica para impulsar la investigación aplicada, la formación y la innovación en los centros de trabajo.
  10. Propugnar Campus Interuniversitarios Integradores que articulen a todas las Universidades Públicas en cada Comunidad Autónoma.
(propuesta a la Permanente del Área de Formación de IU para el Programa Marco para las Elecciones Autonómicas de 2011)