Días antes de marchar a Kuwait, donde se uniría al ejército norteamericano, Julio viajó a Madrid para arreglar papeles y gestionar un seguro de guerra con su diario. Hoy a través de personas próximas a él supe que esas negociaciones con El Mundo no habían ido bien. El periódico no quiso pagar ese seguro. Y luego descubrí más.
Duele al leer en El Mundo que había trabajado durante diez años
en la empresa y que era corresponsal en Nueva York. El Mundo lo tenía
en excedencia para pagarle en bruto, y su estabilidad laboral era más
bien su inestabilidad laboral. De hecho Julio quería volver a Europa,
pues desde hacía ya mucho tiempo se rumoreaba que su plaza en Nueva
York estaba adjudicada a la hija de Pedrojota. Un poco más tarde
otro amigo de Julio con experiencia como corresponsal de guerra me explica
que los seguros para este tipo de conflictos sólo se consiguen con
un contrato de trabajo de por medio, algo que Julio no tenía con
El Mundo.
También nos cuenta que Julio lo llamó para asesorarse
sobre qué chaleco antibalas debía comprar, pues el diario
no se lo íba a facilitar. Este colega le aconsejó el mejor,
uno con placas de cerámica, "porque con estas cosas no se juega",
le dijo. En la tienda a la que había ído Julio no tenían
ese chaleco, y además resulta muy caro. Quizás por ese motivo,
compró uno de calidad inferior. Precisamente el día de su
muerte no pudo avanzar con las tropas porque no se lo permitieron debido
al chaleco que llevaba. Los norteamericanos le dijeron que no era el reglamentario
y no podían garantizar su seguridad. La fatalidad quiso que el lugar
atacado fuera el centro de comunicaciones donde se quedó por precaución.
La otra periodista española que acompaña a las tropas, y a la que podéis leer en La Voz, llamó a algunos de sus compañeros en Nueva York y les dijo que Julio tenía un mal presentimiento y que le había pedido que si pasaba algo hiciéramos saber por qué no quería que Pedrojota asisitiera a su entierro y el motivo de esa negativa.
Quizás Julio se aventuró demasiado para conseguir su ilusión de ser corresponsal de guerra, y descuidó tanto su seguridad personal al no llevar un chaleco adecuado, como sus condiciones laborales, al aceptar trabajar en unas condiciones de alta peligrosidad sin el apoyo necesario por parte de su medio de comunicación. Pero ello no quita culpa al medio en cuestión, que vende el ejemplar de hoy a costa de una persona a la que había puteado durante mucho tiempo.
No leáis esto como una simple acusación a El Mundo; sólo
quiero señalar con el dedo a todas las empresas -de todo tipo, no
sólo medios de comunicación, por supuesto- que ahorran unas
pesetas e incluso sacan cazo gracias a las numerosas trampas que se pueden
hacer a la legalidad en materia laboral: ETT´s, contratos basura,
etc etc.
Julio A. Parrado disponía de un chaleco de protección
SI IIIA adquirido por nuestro periódico a
través de una acreditada empresa del sector de seguridad. La
correspondiente factura consta en
nuestro poder y está a disposición de quien quiera conocerla.
Julio A. Parrado era el titular de la póliza de seguros número
853017 suscrita a través de Willis
Correduría de Seguros y Reaseguros, SA, por la que nuestro periódico
venía pagando 6.508
euros de cuota semanal desde que comenzó el conflicto con Irak.
Julio A. Parrado se encontraba en excedencia voluntaria, estando prevista
su reincorporación a la
nómina del periódico el próximo 1 de mayo. Tenía
una remuneración fija y El Mundo pagaba su
seguro médico, el alquiler de su vivienda y todos los gastos
derivados de su actividad profesional.