¿ES LA ENERGÍA NUCLEAR LA SOLUCIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO?

El 24 de mayo 2004 el periódico inglés The Independent publicó un artículo de James Lovelock, el conocido autor de la “Hipótesis Gaia”, con el título“Nuclear power is the only green solution” (“La energía nuclear es la única solución verde”) que ha tenido una notable repercusión en los medios de comunicación y que, ciertamente, merece atención y discusión.

El artículo llama la atención sobre la gravedad del efecto invernadero y la necesidad de disminuir drástica y urgentemente la emisión de los gases que provocan su incremento, para evitar una catástrofe ambiental sin precedentes. En esto existe un consenso muy general en la comunidad científica: el cambio climático provocado por la actividad humana ha comenzado ya y está relacionado con la modificación tremendamente acelerada de la composición de la atmósfera, debida a las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero. El corolario es bien claro: es preciso establecer urgentemente un nuevo modelo energético que no esté basado en los combustibles fósiles.

Hasta ahí todos de acuerdo. Pero Lovelock muestra un serio desconocimiento del problema energético y se equivoca gravemente al proponer la energía nuclear como solución. En primer lugar porque, como bien sabemos, son gravísimos los problemas que el uso de este recurso energético genera para el medio ambiente (aunque entre ellos no se encuentre el incremento de los gases de efecto invernadero): toneladas de residuos de media y alta actividad, con vidas medias de centenares de años y, en algunos casos, milenios; los peligros asociados al transporte y manipulación de los materiales radiactivos; la posibilidad de accidentes de tremendas consecuencias, como el ocurrido en Chernobil, o de atentados, cuya prevención (hipotética) requiere costosas medias de seguridad, etc.

Por otro lado, como Bernard Laponche, especialista en políticas energéticas, recordó el pasado 2 de junio, en el marco de los Diálogos organizados por el Forum de las Culturas, la Paz y la Sostenibilidad, que está teniendo lugar en Barcelona, la contribución de la energía nuclear en el ámbito mundial es tan solo de un 6%. Incluso en países como Francia o Japón, que en su momento optaron por la creación de numerosas centrales, el porcentaje de energía de origen nuclear no llega al 20%. Es cierto que a veces se afirma que en Francia este porcentaje es de un 80%, pero, como bien explicó Laponche, se trata de un error: ése es el porcentaje que corresponde a la producción de electricidad. De hecho, el consumo de productos petrolíferos por cápita en Francia es similar al del conjunto de la Unión Europea.

Así pues, apostar por una solución nuclear exigiría crear en todo el mundo miles de centrales, de un coste, como es bien sabido, desorbitado y absolutamente inaccesible a los países del Tercer Mundo (donde dos mil millones de personas siguen sin tener acceso a la electricidad y otros tres mil tienen un suministro de energía muy insuficiente). En conclusión: la energía nuclear no representa hoy una alternativa real a los combustibles fósiles, sino un grave problema más, con el que es preciso acabar.

El artículo de Lovelock contiene otro serio error: habla de las energías renovables como de “visionary energy sources”. No lo son: los parques eólicos y los paneles fotovoltaicos, por ejemplo, constituyen ya una realidad en fuerte expansión en algunos países, a pesar del escaso impulso que se ha dado hasta aquí a su desarrollo, debido, entre otros, a los intereses de los grupos de presión petrolíferos. Una realidad por la que se apostó ya en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro en 1992, en la de Johannesburgo en 2002 y desde instituciones mundiales como el World Watch Institute o el propio Parlamento Europeo al instar a poner en marcha medidas políticas con plazos precisos para lograr un incremento del porcentaje de energías renovables en el consumo final energético, de forma que representen un 20 % del total en el año 2020. Una alternativa que es preciso y posible desarrollar fuertemente en poco tiempo, como han mostrado, con datos rigurosos, los expertos que han participado en los diálogos del Forum 2004, y que tiene la enorme ventaja para los países en desarrollo de su descentralización y facilidad de mantenimiento. Cabe añadir que las críticas habituales a su alto coste y bajo rendimiento son hoy inconsistentes, dados los notables progresos realizados, en ambos aspectos, a medida que va extendiéndose su uso.

A dichos análisis e impulso se ha venido a sumar recientemente la declaración final de La Conferencia Mundial sobre Energías Renovables, clausurada en Bonn el 4 de junio, con participación de más de 150 países, que se ha sellado con un gran acuerdo de medidas concretas, cuya puesta en práctica será supervisada por Naciones Unidas, para impulsar las energías renovables como la eólica, la mini-hidráulica o la solar, reconociendo su papel crucial en la lucha contra el cambio climático y la pobreza.

Amparo Vilches y Daniel Gil