LA PARTICIPACIÓN EN LAS INSTITUCIONES
Rafael Pla López

Continuamos en la lista de IU-Hortaleza el debate iniciado en la web de Rebelión. Aunque debo decir que me desconciertan los criterios de publicación en dicha web. Encuentro en su portada de hoy 3 de enero, en el apartado de España, la réplica de Constantino Bértolo a mi previa réplica a la entrevista a Nines Maestro. Yendo a la página de España, encuentro de nuevo la réplica de Constantino Bértolo del 2 de enero y la entrevista a Nines del 23 de diciembre. Mi réplica a Nines no aparece. Y debo entrar en la página de "Izquierda Unida en el Rubicón", picando en "más noticias...", para encontrar finalmente mi réplica del 30 de diciembre precedida inmediatamente por la de Constantino.
Sería un buen método el que yo utilizo en mis páginas de debate: enlazar desde las réplicas los artículos replicados. Para facilitar el seguimiento del debate lo hago ahora:
Constantino se dedica a descalificarme acusándome de descalificar a Nines Maestro. Pero no parece haber entendido mi réplica en la que distingo cuidadosamente entre un profundo respeto al bakuninismo desde mi posición comunista libertaria (nada de "ironía facilona de sacar a relucir a Bakunin") y una crítica despiadada al sectarismo (Constantino, a pesar de su proclamada pertenencia al PCE, parece más proclive a defender a Corriente Roja que al PCE y a su proyecto político, IU, al que Nines califica como enemigo de clase). Me atribuye también Constantino algo que no digo ("la deleznable insinuación de que todo se debe a la pérdida de la condición de diputada por parte de Ángeles Maestro"). Eso lo dice él, no yo, que me limito a alabar la tarea que Nines realizó como diputada y a lamentar su posterior deriva política. Otros, por el contrario, quizá se congratulen de que cuando Nines se liberó de la deleznable cadena de las instituciones burguesas haya podido desplegar su potencial revolucionario.

Vayamos pues a la cuestión de fondo, la participación en las instituciones, dejándonos de nominalismos.

Cuestiona Constantino, apoyando la posición de Nines, "el participar en unas instituciones políticas que, hoy por hoy, se muestran como un obstáculo para cualquier avance significativo hacia la democracia económica". Pero lo que debería preguntarse es si la no participación, dejando las instituciones exclusivamente en manos de defensores del capitalismo, permitirían avanzar hacia la democracia económica (supongo que se refiere al socialismo).

La posición genérica de no participar ha sido, efectivamente, defendida legítimamente por Bakunin. Pero en ningún caso es posible apoyarse en Marx o Lenin para defender dicha posición. Marx y Lenin, desde la utilización del método dialéctico, planteaban la cuestión de la participación en las instituciones desde el análisis concreto de la situación concreta. De modo que sólo en una situación revolucionaria, en la que se procede a sustituir las viejas instituciones por las nuevas, admitirían el abandono de las primeras. Y recordemos que Lenin no sólo defendió la participación en la Duma zarista como un instrumento para ayudar a organizar a la clase obrera y proporcionarle portavoces, sino que incluso después del triunfo de la Revolución de Octubre con la consigna "todo el poder a los Soviets" propugnó la participación en las elecciones a la Asamblea Constituyente modelada según las reglas de la democracia burguesa, aunque posteriormente apoyara también su disolución.

De lo que se trata, en cada caso, es de valorar el nivel de conciencia y organización de la clase trabajadora y el resto de sectores populares, y su capacidad para desarrollar instituciones alternativas. La posición del PCE, como es perfectamente conocido, es que ello debe realizarse a través de la "revolución de la mayoría", mayoría que debe expresarse, ciertamente, en la movilización social, pero también electoralmente. En ningún caso propugnamos que una minoría se alce con el poder imponiendo su política sobre la mayoría de la ciudadanía. Ello no sólo es utópico en nuestra sociedad, sino que no sería un paso hacia la emancipación social, sino hacia una dictadura burocrática. Y aunque Carrillo dijo muchas tonterías, una de sus frases ("dictadura, ni la del proletariado") debe ser celebrada por todos los libertarios, conscientes de a dónde ha conducido la supresión de libertades políticas en el Este de Europa.

Analicemos los acontecimientos de Bolivia: en una situación prerrevolucionaria, los trostkistas han apoyado la constitución de una Asamblea Popular formada por representantes de los sectores sociales en lucha, opiniéndose tanto a la consigna de Asamblea Constituyente como a la convocatoria de Elecciones Legislativas y Presidenciales. Pero cuando el desarrollo de los acontecimientos condujo a la celebración de tales Elecciones, evidenciándose el apoyo popular a las mismas y las expectativas de la candidatura de Evo Morales, los trostkistas llamaron a votar dicha candidatura, demostrando así su lucidez política y su capacidad de análisis marxista de la situación concreta.

Naturalmente, la situación de España tiene poco o nada que ver con la de Bolivia: ni estamos en una situación prerrevolucionaria, ni hay expectativas a corto plazo de que una candidatura de izquierda real pueda conseguir un apoyo electoral mayoritario. Pero, ¿justifica ello no participar? ¿Con qué alternativa? Si precisamente la situación de "atraso de las masas", su falta de conciencia y de movilización, limita las posibilidades electorales, ¿puede pensarse que se dan las condiciones para poner en pie unas instituciones alternativas que sustituyan a las actuales? Y lo mismo vale para la organización sindical de los trabajadores. Podemos criticar las renuncias de las direcciones de los sindicatos mayoritarios, pero sólo desde la participación en ellos podemos contribuir a organizar y elevar el nivel de conciencia y de movilización de la mayoría de la clase trabajadora. Calificar como "enemigo de clase" a la mayoría de la "clase en sí", además de ser una aberración idealista, no es precisamente el camino para impulsar la "clase para sí", es decir, la conciencia de clase revolucionaria (y digamos entre paréntesis que los trabajadores y trabajadoras que padecen el paro, la precariedad y la falta de derechos laborales entienden perfectamente qué significa la reivindicación de "empleo digno" frente a las propuestas de reformas laborales antiobreras, y no entenderían que renunciáramos a luchar por dicha reivindicación a la espera de poder terminar con la explotación capitalista).

No nos engañemos. El problema no es que haya muchos comunistas en el Congreso de los Diputados. El problema es que no haya. De hecho, parece haber sólo un diputado que asuma, no ya las posiciones del PCE, sino los acuerdos mayoritarios del Consejo Político Federal de IU. Ello, naturalmente, deberá hacernos replantearnos muchas cosas, pero no el abandono de las instituciones, abandono que por otra parte es una perspectiva probable, tal como van las cosas, por falta de apoyo electoral.

Naturalmente, no se trata de centrar todos los esfuerzos en "entrar en las instituciones". Ello, además, sería baldío. Sólo desde una amplia movilización social es posible conseguir apoyo electoral para candidaturas alternativas. Como dijera también Julio Anguita, la tarea principal de los comunistas no es la conquista del poder, ni por vía insurreccional ni por vía electoral, sino la articulación de tejido social con voluntad de alternativa a lo existente. Y claro está que es necesaria una división del trabajo, y que quienes nunca hemos tenido un cargo público podemos recibir el apoyo y a su vez apoyar el trabajo de quienes estén en el Parlamento representando nuestras posiciones políticas. Pero también es necesaria una autocrítica colectiva por haber dejado expedito el paso a las instituciones a tantos oportunistas y arribistas (y añadiría "y tantas", dejando claro que no me refiero a Nines). Y no es contradictorio apoyar una amplia convergencia política y social de izquierdas, en la calle y en las instituciones, priorizando la movilización y autoorganización social, y al mismo tiempo defender que hacen falta comunistas en el Parlamento.