PÁSALO. Relato sobre la noche del 13 de marzo en Madrid

PÁSALO. Así terminaba el mensaje que recibí en torno a las tres de la tarde
anunciando una concentración silenciosa por la verdad frente a la sede del
PP en la calle Génova. Así comenzaba algo que con el paso de las horas iba
difundiendose minuto a minuto. Por cada mensaje que la gente recibía, se
enviaban diez, quince, veinte mensajes más. Hubo gente que recibió hasta
diez mensajes de grupos de gente diferente: familia, trabajo, lugar de
estudios, gente del colegio, del barrio, y esos mensajes se multiplicaron
hasta el infinito, propagandose como las llamas de un incendio por efecto
del viento. A las seis de la tarde un despliegue policial protegía la sede
del partido y sus efectivos pedían la documentación a todo manifestante que
llegaba. Media hora después, sin embargo, la concurrencia de tantos
madrileños sobrepasó la capacidad policial y una hora más tarde la calle
Génova era un hervidero de gente gritando de rabia y pidiendo explicaciones
al gobierno de la nación. Había gente que lloraba, otros expresaban su
indignación a gritos, mentirosos, asesinos, te dijimos no a la guerra;
vuestra guerra, nuestros muertos; no estamos todos, faltan doscientos;
mentirosos, vosotros teneis chófer, nosotros cercanías; lo sabe todo el
mundo menos nosotros; los muertos no se utilizan, basta de manipulación, y
queremos salir en La Primera.

La prensa que se encontraba tras el cordón policial era mayoritariamente
extranjera, y había un gran despliegue de antenas parabólicas de cadenas
televisivas europeas. De las calles adyacentes y bocas del metro salía cada
vez más gente de todas las edades y razas que se unían a la concentración,
que de silenciosa al final no tuvo casi nada porque se nos hacía difícil
permanecer callados cuando se pretendía celebrar un minuto de silencio.
Siempre alguien lo rompía con algún grito: mentirosos, asesinos. Las
lágrimas y la indignación se propagaban de igual modo que la información. La
gente estaba pegada a sus transistores y los móviles sonaban sin parar para
transmitir información a la gente, que a su vez propagaba las noticias, que
corrían de boca en boca.

Cuando Rajoy declaró a los medios que la concentración era ilegal e
ilegítima, y acusó a sectores del PSOE de haberla organizado, la multitud
rugió y contestó: "nos han convocado los asesinados", y "la voz del pueblo
no es ilegal". Cómo ibamos a ser ilegales, cuando el gobierno seguía
mintiendo, ocultando información y violando los derechos más elementales del
pueblo: el derecho a la libertad de expresión y al derecho a la información.
En TVE 1, Cine de Barrio.

En Génova pasaban las horas y los ánimos se iban encendiendo cada vez más.
Seguía llegando gente, y no se veían banderas de partidos políticos ni
sindicatos. Sólo pancartas improvisadas con cartones y bolígrafos. Tampoco
la gente cantaba; todo eran gritos de dolor e indignación. El jefe
antidisturbios confesaba a un reportero de la SER que no podían disolver la
concentración por la fuerza porque eramos ya más de 5 mil personas y no era
cuestión de cargar contra la muchedumbre donde había ancianos y niños. Cada
vez que algún miembro de la sede se asomaba a la ventana la gente rugía y
pedía la verdad, y mientras, seguían llegando noticias de concentraciones
espontáneas en todas las ciudades de España. Las nueve de la noche y nadie
se movía de allí, pese al frío. Nos llegó una nota que circulaba en manos de
todo el mundo: A las doce en Sol. Pasaló.

De pronto otra noticia que se propaga entre la gente: dos hindúes y tres
marroquíes detenidos por su relación con los supuestos asesinos en Lavapiés.
Los servicios de inteligencia por un lado y el gobierno por otro. Españoles
en el extranjero, amigos de todos los puntos del planeta seguían mandando
noticias de las principales cadenas televisivas del mundo: Bush lamenta que
el apoyo de España a su guerra contra Irak haya tenido estas consecuencias
para Madrid. En cambio, el gobierno no lo lamenta, sino que oculta toda la
información y llama a la calma, e insiste en que en la jornada de reflexión
el pueblo no puede salir a la calle para expresarse. Rugimos más aún: no nos
vamos, sal al balcón, da la cara, PP responsable, PP culpable, vuestra
guerra, nuestros muertos, vosotros teneis chófer, nosotros Cercanías,
vosotros, fascistas, sois los terroristas. Diez de la noche y la gente sale
hacia Sol tomando las calles sin permiso.

Yo me voy a Lavapiés para cenar un poco y ponerme algo de abrigo porque ya
no siento las manos del frío. La plaza está vacía, y al llegar a la calle
Cabeza nos encontramos con una chica joven que, en la puerta de su casa,
aporrea una cacerola con la cabeza alta y el semblante grave. Tímidamente
salen a los balcones vecinos que salen a aporrear las cacerolas. Primero es
un suave tintineo, después comienzan a abrirse los balcones de todas las
calles y comienza un zumbido ensordecedor que se expande por todo el barrio.

Bajamos a la plaza, que comienza a llenarse de gente que aporrea sus
cacerolas, sartenes e instrumentos con fuerza. Aparece una cámara de
televisión alemana, mientras la plaza y las calles están llenas de gente
protestando sin palabras, y en un momento precioso hasta parece que seguimos
todos el mismo ritmo. Un ritmo fúnebre y contundente, seco, duro, lleno de
rabia y solemnidad. Y marchamos todos hacia Sol, donde ni siquiera podemos
entrar porque Madrid está en la calle. Siguen volando
las noticias, siguen multiplicándose los mensajes de solidaridad con las
protestas de otras ciudades, siguen propagándose las noticias. La policía ha
cargado contra la gente en Zaragoza y en Barcelona. Están estudiando
suspender las elecciones, ha aparecido en manos del PP, de repente, un vídeo
en el que Al Quaeda reivindica el atentado, y la gente comenta asombrada e
indignada que no salimos en los medios. En la SER comentan que pese a la
toma de las calles por parte de la ciudadanía, no van a seguir
retransmitiendo para mantener la calma y no calentar los ánimos. La censura
del siglo XXI. Las cámaras, los micrófonos, y las luces desaparecen; solo
quedan los reporteros alemanes que trabajan a destajo, y nosotros gritando,
y todas las calles que desembocan en Sol colapsadas. No hay banderas, no hay
partidos, no hay magnetófonos, no hay organizadores, no hay órdenes. La
multitud avanza espontáneamente hacia Atocha y la policía se retira
discretamente. La calle es nuestra y caminamos por donde queremos, cortando
el tráfico. Nadie rompe cristales, nadie destroza el mobiliario urbano,
Madrid avanza cívicamente y Ansuátegui ordena invisibilidad. La policía
apaga las sirenas, y las lecheras apenas son percibidas. "Veniros con
nosotros", grita alguno a los uniformados, que no se atreven ni a mirarnos a
los ojos. La rabia está en el grito, en las palabras. La gente exige que el
gobierno informe, que los medios informen, la gente exige que el gobierno
asuma su responsabilidad, y que deje de mentir a un país entero, que a
través de internet y los teléfonos móviles va conectandose con el mundo
entero. Los medios nacionales ningunean la protesta y dejan claro de qué
lado están. La gente alza sus móviles para que los que escuchan al otro lado
perciban el ambiente que hay en Madrid. Más de un millón de personas bajan
hacia Atocha por la calle del Prado y por la calle Atocha. Y circula otro
papel: a las dos en punto cinco minutos de silencio. Pasaló.

Todos al suelo. Silencio sepulcral. No hay cámaras. Miles de velas
encendidas, y se rompe el silencio con el grito lleno de orgullo: viva
Madrid, y todos gritamos, viva, viva Madrid. Aznar escucha, el pueblo está
en lucha, y las riadas humanas avanzan hacia el Congreso. En la radio sólo
se oye música y resúmenes del partido del Real Madrid. Las voces ya cascadas
por el paso de las horas, los pies doloridos, y no hay miedo, no hay
policía, solo el helicoptero rugiendo encdima de nuestras cabezas, y una
sensación de euforia al ver que somos tantos, que somos incontables.
"También estuvimos en la manifestación de ayer", decían algunos cartones a
modo de pancarta. Frente al congreso, las lecheras protegiendo el recinto
sagrado donde unos cuantos toman las decisiones sin preguntar. La gente
vuelve a gritar, dijimos no a la guerra, dijimos no a la guerra, vuestra
guerra, nuestros muertos, un pozo de petróleo por un pozo de sangre,
embusteros, tve=nodo, urdaci nazi, queremos la verdad.

Pasamos el congreso, llegamos a la Gran Vía, seguimos por Hortaleza. La
gente sale de los bares, los pubs y las discotecas. Unos se unen, otros
provocan preguntando qué pasa y por qué tomamos las calles, y Madrid avanza
imparable bajo la atenta mirada del helicçoptero. Los porteros de las
discotecas desde las que sale música evasiva y alegre nos miran alucinados,
tratando de proteger los imperios del alcohol y la música entretenida.
Llegamos a la sede del PP de nuevo, y la gente, pese al cansancio, sigue
aullando. Cuatro, cinco de la mañana, y la gente grita hoy protestamos,
mañana os cesamos, a la hora de votar se tiene que notar, asesinos,
mentirosos.

Agotada regreso a casa. En Sol hay cientos de velas encendidas, y decenas de
ramos de flores y carteles, cartas, gritos de papel donde la gente demuestra
su solidaridad y su cariño. La gente se arodilla, enciende más velas, y todo
está en silencio. Siguen las pancartas colgando de todos los rincones de la
Puerta del Sol; los servicios de limpieza esta vez respetan el dolor de una
ciudad entera que llora a sus muertos. Banderas de todas partes del mundo, y
escritos en árabe, no al terrorismo, PP responde, mensajes de las familias
de los fallecidos, basta de horror, queremos la verdad, televisión
manipulación, y cuatro mendigos apoyados contra la pared, rodeados de velas,
en silencio. El pueblo llora, el gobierno miente. Lucía no te olvidaremos
nunca. Papá te quiero. Esta no es nuestra guerra. Agotada, no puedo ni
moverme de allí. Porque si la gente expresaba la rabia ante la mentira en
la calle Génova, allí se concentra el dolor, el silencio, velas encendidas y
flores congeladas del frío que hace.

Esto es lo que sucedió en Madrid la víspera de las elecciones. Y si en los
medios no se quiso recoger esta toma de las calles por parte del pueblo
madrileño, por lo menos que se difunda por la Red lo que pretende ser
acallado y ocultado. Porque algo ha cambiado desde anoche: ya no tenemos
miedo. Ni en Madrid, ni en el resto de las ciudades, ni los pueblos. Y no
necesitamos partidos políticos que organicen manifestaciones: ya sabemos que
internet y los móviles cuentan lo que no cuentan los medios oficiales, y ya
sabemos que tenemos una herramienta de comunicación, la del boca a boca,
para expresarnos. Se nos han negado los derechos fundamentales que recdonoce
nuestra Constitución, y el pueblo ha pagado caro la incursión de su gobierno
en una guerra por petróleo. Un pueblo que nunca ha tenido problemas con el
mundo árabe, un pueblo que se indigna ante la mentira y los insultos del
candidato a la presidencia de España. Madrid demostró que está llena de
gente de todas las nacionalidades, edades y condiciones sociales que son
sensibles, y fue anoche la verdadera democracia, la de la soberanía del
pueblo, en la que la gente se expresaba libremente.

Pásalo.

Koral Herrera

Ver también "¡Pásalo! Relatos y análisis sobre el 11-M y los días que le siguieron"
(libro en PDF con Copyleft)


Entrevista con el autor del SMS que concentró a la gente frente a al sede del PP de Madrid

dimarts 16 de març de 2004, per radiocable.com
 fuente: www.Radiocable.com
www.kaosenlared.net
 
 
Algún día, las universidades de sociología estudiarán la noche del 13 de marzo de 2004. Aquella noche, que ya ha sido bautizada como "la noche de los mensajes cortos", cientos de personas, sin un mismo convocante que las uniera, coincidieron protestando frente a la sede del Partido Popular. En ese momento, en España, se jugaba el destino de las elecciones.
 
Radiocable.com ha localizado al autor del primer SMS (mensaje) que desencadenó la concentración. Un mensaje que contribuyó a cambiar el rumbo del país.
 
"Yo no le llamaría manifestación, la verdad es que fue una concentración de gente y yo no tenía ni idea de que iba a haber tanta . Yo pensé que nos ibamos a apuntar un grupo de amigos. En todo caso no conozco la ley electoral ni lo que dice sobre las jornadas de reflexión, pero allí estaba la policía y en caso de que hubiera sido ilegal lo que debería haber hecho es haberla disuelto".
 
Detrás de estos acontecimientos no hubo ningún partido o plataforma política, no hubo ningún sindicato; ni siquiera algún periodista de los medios de la oposición -como sugirió un periódico- sino un ciudadano que convocó a un pequeño grupo de amigos allí y se encontró con 4.000 personas exigiendo la verdad a sus gobernantes.
 
El mensaje, que desencadenó la concentración, se expandió primero por teléfono movil y finalmente invadió los foros de internet: "¿Aznar de rositas? ¿Lo llaman jornada de reflexión y Urdaci trabajando? Hoy 13M, a las 18h. Sede PP, C/ Génova 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!".
 
"Mi telefono permite 160 caracteres, [...] el mensaje tenía 158 caracteres
 dice en radiocable.com-. Recuerdo que estuve bastante tiempo ajustándolo para que entrara exactamente lo que yo quería decir en un solo mensaje".
 
La casualidad quiso que esa noche frente a la sede del PP, preparadas para informar de la jornada electoral -que tendría lugar 24 horas más tarde- se encontraran diversas emisoras de televisión del mundo que tenían las antenas parabólicas desplegadas... sólo tuvieron que enchufar y conectar en directo.
 

Gentileza de Cercle Obert de Benicalap
Iniciativas Sociales y Culturales de Futuro