Últimamente menudean artículos denostando el "amor romántico" como una
manifestación del patriarcado. A la hora de explicarlo, se caracteriza
por su carácter "posesivo" y de "dominación", singularmente sobre las
mujeres.
Sin embargo, probablemente la estrategia de combatir el patriarcado
vinculándole el "amor romántico" tenga pocas posibilidades de éxito,
siendo dudoso que mucha gente, especialmente joven, acepte la renuncia
al "amor romántico" si se pone como condición para dicho combate, lo
que puede reducir éste a un carácter elitista y minoritario. Por otra
parte es dudosa dicha vinculación entre "amor romántico" y patriarcado,
dado que tal "amor romántico", incluyendo por cierto sus componentes
posesivos, aparece también con frecuencia en relaciones homosexuales,
tanto entre hombres como entre mujeres. Posiblemente fuera más
inteligente centrar las críticas en los componentes posesivos y de
dominación, sin pretender que para acabar con ellos haya que renunciar
globalmente al "amor romántico". Y desde luego, personalmente no estoy
dispuesto a aceptar que mi amor por mi compañera, fallecida el año
pasado, no fuera romántico por el hecho de que no incluyera posesividad
y celos.
El problema, claro, es qué queremos decir cuando utilizamos el adjetivo
"romántico". Si nos remitimos al
diccionario,
encontramos distantas acepciones:
La primera y la segunda se refieren al "romanticismo" como movimiento
cultural (que según la
Wikipedia se
origina en Europa a finales del siglo XVIII como reacción
revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el
Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos).
La tercera acepción es "Apropiado para el amor o que lo produce". Y la
cuarta es "Sentimental, generoso y soñador". Y ciertamente, en este
sentido genérico no tiene porqué vincularse a una posesividad dominante.
Puede ser útil también remitirnos a los clásicos, en este caso al
Friedrich Engels de "El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado", Así, en el
capítulo
2 sobre la familia puede leerse: "
Nuestro
amor sexual difiere esencialmente del simple deseo sexual, del "eros"
de los antiguos. En primer término, supone la recipropidad en el ser
amado; desde este punto de vista, la mujer es en él igual que el
hombre, al paso que en el "eros" antiguo se está lejos de consultarla
siempre. En segundo término, el amor sexual alcanza un grado de
intensidad y de duración que hace considerar a las dos partes la falta
de relaciones íntimas y la separación como una gran desventura, si no
la mayor de todas".
Y he de decir que el planteamiento de Engels encaja en mi propia
definición "cibernética" de enamoramiento, formulada como la conversión
de la relación con la persona amada en un objetivo primario, de modo
que su misma presencia produce placer (refuerzo positivo) y su ausencia
produce dolor (refuerzo negativo). Ello puede ser inevitable a partir
de una alta intensidad de los sentimientos. El problema es en qué
medida deriva en posesividad y celos.
Señalemos que los celos, como expresión más directa de la posesividad,
habitualmente no derivan tanto de la pérdida del ser amado como del
temor a dicha pérdida. Y lo que expresa es una inseguridad en la
relación, el temor a que el contacto del ser amado con otra persona
pueda llevar a dicha pérdida.
Pero la posesividad de los celos no deriva directamente del amor
"romántico", sino del desamor ambiental, de la precarización extendida
al amor que lo hace ver como aislado, excepcional e inseguro.
Por otra parte, el enamoramiento puede también estar vinculado a otra
característica: la asunción de los objetivos del ser amado como
objetivos propios. Ello puede derivar del componente positivo del
enamoramiento: asumir los objetivos del ser amado como vía para
asegurar su presencia que es el objetivo primario. Voy a poner un
ejemplo trivial: cuando mi compañera y yo planeábamos un viaje, a mi me
daba igual donde ir porque lo que me importaba era estar con ella, de
manera que asumía directamente sus deseos para el viaje.
Pero esa asunción de los objetivos del ser amado, al desarrollarse,
puede llevar a priorizar su bienestar por encima del bienestar propio.
Esto, que algunos llaman "amor verdadero", se corresponde también con
la cuarta acepción de "romántico" del diccionario, como manifestación
de generosidad. Ello puede ser compatible con sentimientos dolorosos de
celos a raíz de un abandono, pero excluye cualquier forma de violencia
o de coacción hacia el ser amado.
Así, en vez de rechazar el "amor romántico" hay que aspirar a un amor
romántico y verdadero, cuya consolidación y extensión requiere de un
ambiente amable, en el que el apoyo mutuo sea el comportamiento social
habitual. Por ello, puede también legítimamente llamarse
amor comunista.