¿DE CLASE?
Rafael Pla López
Me ha llamado la atención un artículo en el Mundo Obrero de noviembre
de 2017 con el subtítulo "El feminismo
de clase frente al feminismo burgués". ¡Como si el feminismo
"burgués" no fuera "de clase"!
Naturalmente, como no podía ser de otra forma en una revista con ese
nombre, en el texto del artículo queda claro que cuando dice "de clase"
se refiere a la clase trabajadora. Pero la expresión del subtítulo,
dando a entender que la clase
por antonomasia es la trabajadora, hace el juego a la ideología
capitalista que pretende enmascarar el clasismo de la burguesía.
Ciertamente, dicho enmascaramiento se daba más en el llamado "neocapitalismo" de los años 70 del
siglo XX, que pretendía hacer creer que la lucha de clases había dejado
de existir en el marco del llamado "Estado
del bienestar" con el que pretendían contrarrestar la eventual
atracción de la clase trabajadora "occidental" por el sistema social de
la Unión Soviética. Pero tras el fin de la Unión Soviética los
capitalistas, con lo que llamamos neoliberalismo, tienden a quitarse
las máscaras de la explotación social. Es así como el magnate
semimarxista Warren Buffet ha
podido declarar que "la lucha de
clases existe, y la mía va ganando" (digo "semimarxista" en el
mismo sentido en el que Lenin
se refería a Bismark y a
quienes utilizaban el marxismo para analizar la realidad social, pero
no, claro, para transformarla).
Y os recomiendo la serie televisiva "Traición", en la que se muestra
descarnadamente el clasismo burgués: el inicio de la trama es la fusión
entre una firma española y una inglesa cuyo primer resultado es
realizar despidos para aumentar los beneficios. Por cierto que Ana Belén representa a la mala de la
serie, burguesa y clasista. Eso, claro, no es un baldón para ella. No
voy a decir que dicha serie sea comunista (entre otras cosas para no
incitar a que la quiten), pero sí recuerdo la frase de un actor de
izquierdas de que estaría dispuesto a representar a un fascista en una
película comunista, pero no a un comunista en una película fascista.
Singularmente, desde posiciones supuestamente radicales es habitual
enarbolar la expresió "de clase" o "clase trabajadora" como
contraposición a las de "humanidad" o "ciudadanía". Y es singular,
porque ya en la "Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel" de 1843 Karl Marx llamaba a la clase
trabajadora una clase que es "la
disolución de todas las clases", que sólo puede
emanciparse a sí misma emancipando al conjunto de la humanidad, lo que
vuelve a plantear en el "Manifiesto Comunista".
Y de hecho, la insistencia en un enfoque "de clase" viene a a
corresponder a una posición reformista, renunciando a luchar por el fin
de la división de la sociedad en clases y limitándose a la lucha
"económica" propia de los sindicatos, como criticaba Lenin en el "Qué hacer". Y
ciertamente sí tiene sentido hablar de "sindicalismo de clase" para
contraponerlo al sindicalismo vertical que en el franquismo pretendía
agrupar a trabajadores y empresarios, o al sindicalismo amarillo que
aunque sólo sea de trabajadores está subordinado a la patronal. Y
hablando de sindicalismo no es necesario especificar que su "clase" es
la trabajadora, porque ello está implicado en el mismo término de
sindicato, contrapuesto a las agrupaciones de empresarios. Pero la
necesaria lucha sindical es intrínsecamente reformista, en la medida en
que disputa el reparto de la renta entre la clase burguesa y la clase
trabajadora, pero su actuación no se dirige a acabar con el
capitalismo, cosa que requiere ir más allá de la lucha sindical, por la
generalización de los derechos humanos o ciudadanos. Precisemos que el
problema con el término "ciudadanía", desde una perspectiva
revolucionaria, no está en su extensión sino en su posible restricción,
por ejemplo excluyendo a la población inmigrante, frente a lo cual es
necesario reivindicar su inclusión, extendiendo los derechos de
ciudadanía a todos los seres humanos.
Hay que destacar que una revolución socialista que expropie a los
capitalistas lo que hace es convertirlos en trabajadores, forzándolos
en el comunismo a trabajar de acuerdo con sus capacidades para recibir
de acuerdo con sus necesidades. Naturalmente, la inversa no es cierta:
una "revolución" capitalista no convierte a los trabajadores en
capitalistas, aunque la supuesta "revolución" neoliberal de Margaret Thatcher intentara generar
la ilusión de un "capitalismo popular" en la que los trabajadores
pasaran a ser pequeños accionistas, pero ello no alteraba la realidad
sociales de que continuaban dependiendo de su salario para vivir. Y
ciertamente, no es una alternativa convertir a los trabajadores en
rentistas, aunque sea de forma bien intencionada como pretenden los
defensores de la llamada "renta básica".
Hay que decir, no obstante, que la expresión "de clase", e incluso la
"de clase trabajadora", tiene una ambigüedad derivada de la pluralidad
de significados de la preposición castellana "de": si ésta se
interpreta como privativo o restringido a la clase trabajadora tiene un
sentido reformista, en tanto que supone renunciar a su vocación de
emancipación universal; pero si se se intepreta como "desde" la clase
trabajadora puede conducir a adoptar el punto de vista propio de la
misma, que es precisamente la abolición de la división de la sociedad
en clases y la emancipación del género humano que cantamos en La
Internacional.