
Había expectativas de que
Julian Assange,
fundador de Wikileaks, sería declarado "persona del año" de la revista
Time. Y había razones para ello: las sucesivas filtraciones a lo largo
del 2010 del "asesinato colateral" desde un helicóptero en Bagdad (
http://collateralmurder.com/ ), de los diarios de guerra en Afganistán y en Iraq (
http://213.251.145.96/iraq/diarydig/ ) y finalmente de cables diplomáticos norteamericanos (
http://wikileaks.fdn.fr/cablegate.html ) habían sacudido cada vez con más fuerza la escena mundial. Pero finalmente el elegido por la revista Time fue
Marck Zuckerberg,
fundador de Facebook y protagonista de una reciente superproducción de
Hollywood. No había realmente motivos para extrañarse: ya tenemos un
precedente anterior, cuando Time eludió nombrar persona del año 2006 a
quien había sido escogido por los internautas:
Hugo Chávez. Su miramiento para evitar nombrar a personajes molestos al gobierno norteamericano es proverbial.
Pero es interesente contrastar el respectivo papel de Wikileaks y
Facebook: si Wikileaks batalla por la transparencia gubernamental y
corporativa ante la ciudadanía, Facebook en la práctica funciona como
un instrumento para anular la privacidad de la ciudadanía,
demostradamente ante las empresas (que han explorado perfiles de
Facebook para discriminar en la contratación), y probablemente ante los
gobiernos: el flujo de información en uno y otro caso parecen ir en
sentido contrario.
Es cierto que los instrumentos de Internet desbordan frecuentemente las
intenciones de sus creadores: Twitter fue creada como una red para el
cotilleo, y está siendo utilizado para la coordinación de
movilizaciones sociales, cosa que ya se refleja en su página de
entrada, que ha sustituido el "¿Qué estás haciendo?" por "¿Qué está
pasando?". Y otro tanto ocurre también con Facebook: la
intercomunicación a través de redes sociales se ha demostrado un
instrumento útil para coordinar la rebelión popular, como parece haber
ocurrido en el caso de Túnez, posiblemente la primera rebelión popular
exitosa impulsada fundamentalmente a través de Internet.
Pero la política de los gestores de Facebook es especialmente oscura:
no sólo ha mostrado un notorio desprecio por la privacidad de sus
usuarios (filtrando datos con propósitos comerciales, arrogándose la
propiedad de las imágenes que almacena por encima de la voluntad de sus
autores...), sino que pone en práctica medidas de censura notoriamente
arbitrarias. Ya había sido denunciada la supresión de perfiles
"catalanistas", y posteriormente ha suprimido porque sí el perfil
"Fiesta del PCE": cuando me enteré, entre bromas y veras, especulé
sobre la eventualidad de que la CIA considerara que ya tenía bastantes
datos sobre los "amigos" de nuestra Fiesta.
Por ello es importante advertir del peligro que supone el control
monopólico de la "red social" por una empresa privada, burlando así la
multilateralidad propia de Internet. Si las llamadas "revoluciones de
colores" debían aparentemente recibir directamente el visto bueno del
Departamento de Estado USA, corremos el peligro de que las
"revoluciones por Internet", si confían en el uso de Facebook, estén
condicionadas a recibir dicho visto bueno a través de sus oscuros
gestores.