DEL PARTO A LA COMPUTADORA (INDICE)
I. PREAMBULO:
II. SUPERVIVENCIA EN LA VIDA Y EN LA MUERTE:
III. SEXUALIDAD Y FAMILIA:
IV. LA INFORMACION:
V. CAPITALISMO Y SOCIALISMO:
VI. UNA SOCIEDAD INFORMATICA:
VII. CREACION Y CIRCULACION DE LA INFORMACION:
VIII. INFORMACION Y PODER:
Comienzo este trabajo tratando de contestar a la
siguiente pregunta: ¿Cómo y de qué forma la
creatividad llega a convertirse en un valor positivo?
Ello se relaciona con la difeencia motivacional entre
una actividad creativa y una actividad rutinaria, el problema
del aburrimiento, etc.
En la "Introducción a una moral científica"
(IMC) presentaba la siguiente cadena argumental
(1):
a) La relaciones sexuales son relaciones interpersonales
(sociales).
El grafo del argumento sería:
Ahora bien, de aquí se desprende otro paralelismo
entre sexualidad y creatividad. Se trata de la supervivencia después
de la muerte.
Aunque para el individuo el objetivo de la sexualidad
sea obtener placer, para la especie la función de la sexualidad
es la supervivencia por encima de las existencias individuales.
En la IMC se hablaba de instintos de supervivencia
e instintos sexuales(2); y para la argumentación que se
seguía allí bastaba con esa distinción; pero
desde un punto de vista global habría que considerar los
instintos de supervivencia del individuo y de la especie; unos
y otros se desarrollan por selección natural, a través
de la evolución de las especies.
Ahora bien, la supervivencia de la especie exige
no sólo la sexualidad (que, como por casualidad, produciría
descendencia además de placer), sino también el
cuidado de la prole, etc. De hecho, se puede hablar con propiedad
de un instinto maternal: sabemos que viene estimulado por determinadas
hormonas(3).
Este instinto es una necesidad biológica,
en el sentido de que sólo las especies que lo poseen pueden
sobrevivir. Es sabido que algunos animales abandonan a la prole
cuando se encuentran en cautiverio, lo que impide su conservación.
El cuidado de la prole puede aparecer como un valor
secundario o derivado, como medio para "asegurar la vejez".
Pero es plausible suponer que esto aparece tardíamente:
el abandono de los ancianos en las tribus más primitivas
(como en especies animales) lo confirmaría.
Hay que tener en cuenta que el cuidado de la prole
es una necesidad para la supervivencia de la especie, pero no
lo es el cuidado de los ancianos. Y en la selección natural
es la supervivencia de la especie lo que cuenta: la supervivencia
individual juega un papel sólo en cuanto que colabora a
la de la especie; es decir, cuando el individuo es capaz de procrear
o de rendir un servicio útil a la comunidad; claro está
que cuando un individuo posee el instinto de supervivencia, éste
no le abandona necesariamente en el momento en que deja de ser
útil a la comunidad.
De lo anterior se deduce que el cuidado de los ancianos
(el subvenir a sus necesidades cuando ellos ya no son capaces
de hacerlo) no podía ser el resultado de una mera evolución
biológica.
El que el cuidado de los ancianos se imponga como
norma de conducta en una comunidad presupone una capacidad de
previsión en sus miembros, que les haga inculcar esa norma
a su descendencia. Entonces es cuando el cuidado y educación
de la prole puede aparecer como un valor derivado, como un medio
de aplazar la propia muerte.
Aquí vemos que una misma norma de conducta
(el cuidado de la prole) puede tener un carácter ciego
o consciente.
Con el desarrollo económico ocurre algo semejante:
En el capitalismo, las mismas leyes de este régimen
de producción obligan a un desarrollo acelerado (en el
período premonopolista, de libre competencia); esta necesidad
de desarrollo se impone ciegamente a cada capitalista individual,
como una necesidad de supervivencia inmediata: o renovarse o morir
(4).
Este imperativo de crecimiento es lo que permite que los países
capitalistas se destaquen de los demás y lleguen a dominar
el mundo(5). Pero su carácter impuesto desde fuera y, hasta
cierto punto, involuntario, se revela cuando la eliminación
de la competencia por los monopolios llega a frenar el crecimiento(6).
Pero otra forma de crecimiento es posible: un crecimiento
planificado, voluntario, obra de una humanidad dueña de
su propio destino.
Ahora bien, en ocasiones dicha planificación
se ha interpretado, para una etapa dada, como el sacrificio de
una generación a beneficio de las generaciones futuras.
Una norma de conducta de este tipo cabe concebir
que se imponga por selección, en la medida en que las comunidades
que lo adopten se desarrollen mucho más rápidamente
y lleguen a dominar a las demás; pero ello difícilmente
puede corresponder a un mundo sin guerras, en el que la humanidad
forme una sola comunidad. Concebir la competencia, por muy "socialista"
que sea (entre comunidades socialistas), como el móvil
principal del desarrollo, significa quedar anclado en los valores
del viejo mundo.
En el caso de la planificación soviética
del período de entreguerras, el rápido
crecimiento no era sólo una necesidad para conseguir el
bienestar milenario; cercada como estaba por potencias hostiles,
dicho crecimiento era una necesidad de supervivencia inmediata,
como lo demostró el estallido de la 2ª guerra mundial
(apenas 22 años después de la revolución
de Octubre).
En estas circunstancias, se estaba muy lejos de haber
salido del "reino de la necesidad" para entrar en el
"reino de la libertad"(7)
; una planificación
en estas condiciones no puede tomarse como modelo (comparar con
la planificación que se lleva a cabo actualmente en China,
donde se intenta compaginar el desarrollo con el consumo de las
masas).
¿Cuáles serán, entonces, las motivaciones
del crecimiento cuando se entre efectivamente en el "reino
de la libertad"?
Los instintos "paternales", transfigurados
como "prolongación en los hijos", pueden jugar
un papel; esto corresponde al tema de la "supervivencia después
de la muerte". Pero la misma búsqueda del propio bienestar
"en vida" puede ser una importante motivación
para el crecimiento. Este es el enfoque del economista yugoslavo
Branko Horvat(8); según él, se trata de tomar una
decisión: la de elegir el crecimiento óptimo (para
ello se tiene en cuenta la "capacidad de absorción"
del esfuerzo económico que tiene una sociedad dada, y que
depende de su nivel de vida en su sentido más general);
esta decisión resulta ser la más racional, atendiendo
al propio bienestar, para toda persona que tenga una expectativa
de vida de unos treinta años.
Se trata en este caso también de una "previsión
del futuro individual", semejante, a escala de toda la comunidad,
a la que reforzaba el cuidado de la prole como medio de asegurar
la vejez.
Una y otra norma de conducta tienen en común
el que la previsión sólo abarca a la vida del individuo.
Pero la existencia de normas de conducta que se proyectan
más allá de la muerte es una evidencia.
Ya dijimos que el "cuidado de la prole"
era anterior a la previsión que lo contempla como medio
para el propio bienestar futuro. Pero cuando interviene la previsión,
ésta se alarga hasta después de la muerte. Un ejemplo
claro es la institución de la herencia, a la que se añaden
hoy día los seguros de vida.
Si el deseo de asegurar que la propiedad del padre
fuera heredada por el hijo se usa como explicación del
cambio de derecho materno por el derecho paterno para la descendencia
(así como de la institución del matrimonio monogámico)(9),
cabrá ver en la previsión "para después
de la muerte" un factor de una planificación realizada
por una humanidad dueña de su propio destino.
Hemos visto que estas normas de conducta, ligadas
a la supervivencia y desarrollo de la especie, tienen una base
biológica.
Podemos hablar de un sistema de instintos,
con relaciones dinámicas entre ellos. Para el tema que
nos ocupa, distinguiremos entre los instintos que buscan el bienestar
en vida y los que se proyectan después de la muerte.
La sexualidad ocupa un lugar especial dentro de ese
sistema de instintos, debido a su doble función: obtención
inmediata de placer y reproducción.
Resulta claro que en la evolución de las especies
(Aprendizaje Genético) el factor determinante es el segundo;
pero en la conducta individual (Aprendizaje Psicológico)
la motivación es la búsqueda del placer. Para comprender
la relación entre los dos aspectos, hay que tener en cuenta
que el mismo placer (y el aprendizaje psicológico) es un
resultado de la evolución de las especies (del aprendizaje
genético): en esta perspectiva, el placer resulta un instrumento
de la reproducción.
Pero, por otra parte, hoy sabemos que la sexualidad
(más precisamente, la fecundación) no es una necesidad
absoluta para la reproducción; que hay organismos inferiores
que se reproducen indefinidamente sin ningún tipo de fecundación(10).
¿Cómo se impone entonces la sexualidad
a través de la evolución de las especies? La razón
es su capacidad de unir organismos en unidades de orden superior
(11),
con las ventajas para la lucha por la vida que lleva consigo esta
colaboración organizada.
Porque la característica central de la sexualidad,
de los instintos sexuales, es que llevan a salir de uno mismo,
a darse... ¡y ello como medio para obtener placer!
El placer, no hay que olvidarlo, no es más
que un mecanismo psicológico que lleva a actuar de un modo
determinado (si las máquinas capaces de aprender hablaran
nuestro lenguaje dirían que sienten placer cuando sufren
refuerzo positivo, es decir, tendencia a repetir una acción
determinada).
En la programación original de los instintos,
el placer sanciona para el individuo aquéllo que es una
necesidad para la especie.
En unos casos (alimentación, etc), tal necesidad
para la especie se plasma en la necesidad de supervivencia de
los individuos; en otros casos (fecundación, incubación
de huevos, amamantamiento de crías, etc.) su función
extraindividual se revela con claridad (por ejemplo, ciertas sustancias
que provocan atracción sexual por el olor pueden considerarse
como "hormonas exteriores"
(12)).
A lo largo de la evolución de las especies,
ese carácter extraindividual se hace más acentuado
(piénsese en el paso de la incubación al amamantamiento;
el canguro puede considerarse un eslabón intermedio). En
la especie humana, las relaciones sexuales se integran con el
cuidado de la prole en la primera institución social humana:
la familia.
La familia es el primer lugar donde se resuelve (en
la especie humana) la dinámica instintiva bienestar individual-continuidad
de la especie. En determinadas condiciones, esta dinámica
se hace contradictoria. Tal contradictoriedad es posible por tratarse
de un sistema complejo de instintos. En algunas ocasiones
puede haber contradicción entre las necesidades de supervivencia
individual (alimentación...) y las necesidades de reproducción:
sería el caso de una familia obrera que no puede alimentar
a más hijos.
Esta contradicción puede resolverse por dos
caminos opuestos: los "premios de natalidad" o el
plus familiar otorgado por el Estado es uno de ellos; el control
de la natalidad es el otro.
Detengámonos en el segundo camino: la "píldora"
juega un papel singular, al separar las dos funciones de la sexualidad:
el placer y la reproducción. Por ello, la "píldora"
representa una amenaza directa a la existencia misma de la familia,
al permitir un placer sexual regular sin tener que enfrentarse
con la perspectiva de los hijos y de su crianza.
Si junto con ello una jubilación suficiente
permite contar con una vejez segura, las necesidades estrictamente
individuales que garantizaban la supervivencia de la especie habrán
desaparecido.
Pero, claro está, la reproducción sigue
siendo una necesidad social; no hay que pensar más
que en que, incluso desde el punto de vista limitado de una generación,
su jubilación descansa globalmente sobre los hombros de
la generación siguiente; el problema de "garantizar
la vejez" sigue existiendo, pero en lugar de transmitirse
de padres a hijos se transmite de una generación a otra.
Estas contradicciones, que están en la base
de la profunda crisis que sufre la familia, sólo podrán
resolverse cuando la sociedad tome colectivamente en sus manos
la crianza y educación de los niños, de tal modo
que los hijos no se conviertan en una carga específica
para sus padres; sólo entonces será posible
una planificación racional de la natalidad.
Hagamos notar que aquí no se trata de una
alevosa "destrucción de la familia", sino de
llenar el vacío funcional dejado por la progresiva e inevitable
desaparición de la misma.
La familia cumplía, desde el punto de vista
social, la función de garantizar la continuidad (tanto
en el sentido "biológico" como en el sentido
"ideológico"). Pero esta continuidad se presenta
también como una necesidad desde el punto de vista
individual.
Ya vimos que las relaciones genitales y el cuidado
de la prole se presentaban como deseables para el individuo. Y
señalamos que estos deseos proyectaban al individuo hacia
fuera de sí (al contrario que la alimentación, que
busca asimilar en el individuo elementos materiales de su entorno
exterior).
Estos instintos de exteriorización se encuentran
en relación compleja con los instintos de supervivencia.
Como ya señalamos, pueden entrar en contradicción;
si ciertos animales en cautividad abandonan a su prole, las mujeres
abocadas a la industria abandonan a sus hijos, pudiendo ver anulados
sus instintos maternales(13); esto, claro está, no es más
que un aspecto de la crisis general de la familia (condición
indispensable, por otra parte, para la emancipación de
la mujer).
Pero los instintos de exteriorización pueden
también combinarse con los de supervivencia individual
como su prolongación, haciendo viable la "supervivencia
después de la muerte".
El ansia de inmortalidad es un resultado lógico
del desarrollo del instinto de supervivencia individual.
Ese ansia se ha plasmado en la creencia religiosa
en el "más allá", en la "otra vida".
Explica la sensación de vértigo, de vacío,
que en ocasiones puede sentirse al perder la fé religiosa
y "sentir" la nada después de la muerte.
Pero junto a ese deseo de prolongación ultraterrena
encuentra su asiento un deseo de prolongación terrenal,
plasmada en la reproducción y cuidado de la prole.
Subrayemos que esto no es, propiamente hablando,
un instinto primario. Los impulsos primarios son, por un lado,
comer y evitar el daño corporal (ésta es la función
del dolor; el evitar el dolor es el estímulo inicial
para luchar contra enfermedades, heridas y mutilaciones); por
otro lado, el coito, amamantamiento, etc.
En la IMC señalamos que los "medios"
se convierten en "fines" por aprendizaje; pero también
puede ocurrir lo mismo con las "consecuencias" que se
derivan de los fines buscados: tanto en un caso como en otro actúa
el mecanismo de asociación.
El seguir viviendo es, claro está, una condición
para sentir placer; pero también es una consecuencia de
comer y evitar el daño corporal; la crianza de los hijos,
a su vez, es una consecuencia de cuidarlos y amamantarlos además
de un medio para asegurar la vejez.
La supervivencia del individuo y de la especie son
los factores primarios determinantes de la evolución de
las especies. Pero, a través del mecanismo que hemos descrito,
llegan a convertirse en objetivos secundarios de los individuos.
En la IMC mostrábamos cómo la ciencia
podía revelar los objetivos primarios que se esconden detrás
de los objetivos secundarios explícitos; esto se hacía
por derivación a partir de dichos objetivos primarios,
contrastando los resultados con tales objetivos secundarios explícitos,
con lo que, bien se justifican éstos en función
de los primarios, bien se demuestra que han quedado anticuados
y han perdido su utilidad.
Pero allí afirmábamos que el "análisis"
de los objetivos explícitos terminaba al ponerlos en función
de los "valores" instintivos; claro que también
se decía que estos valores no eran "originarios",
sino que resultaban de una larga evolución biológica.
Y aquí hemos visto que, por un procedimiento
distinto, es posible pasar de dichos valores primarios instintivos
a los objetivos de orden biológico que les han dado origen:
la supervivencia.
A su vez, de la combinación de los objetivos
de supervivencia del individuo y crianza de los hijos resulta
el objetivo de supervivencia en los hijos.
Instituciones como la herencia revelan de un modo
palmario este objetivo; el lugar del mismo es la familia.
Así pues, la familia cumple, también
para el individuo, la función de continuidad. Con esto
ya no está tan claro que la píldora y la jubilación
amenacen la existencia de la familia.
Pero el objetivo de continuidad exige determinadas
condiciones: entre ellas que la búsqueda de la supervivencia
inmediata no llene la vida del individuo; por ello, la
vorágine industrial es el factor esencial de la desintegración
de la familia.
Ya señalamos que esta vorágine puede
anular los mismos instintos maternales. Pero en cualquier caso
estos instintos maternales-paternales se despiertan sólo
ante la presencia directa de los hijos. El deseo de tener hijos
(como forma de "continuidad") tiene un carácter
netamente secundario, y no aparece si no se dan las condiciones
adecuadas.
Es sabido que el hambre puede anular los impulsos
sexuales(14). Pero de todas formas éstos tienen un carácter
primario, cara a la obtención de un placer inmediato; anterior,
desde luego, al deseo de continuidad: y si la píldora hace que tal "continuidad"
(reproducción) deje de ser un acompañamiento forzoso
de la actividad genital, dicho deseo se convierte en condición
indispensable de tal continuidad (no se tiene hijos si no se quiere).
Además, hay que tener en cuenta que, como se decía
en la IMC, durante una larga etapa los instintos de supervivencia
individual dominan a los instintos sexuales, los "cosifican",
con lo que coartan su tendencia a la exteriorización, sus
potencialidades sociales.
La píldora y la jubilación más
el oscurecimiento del objetivo individual de continuidad llevan
a la desaparición de la familia.
Cabe suponer que cuando la supervivencia individual
inmediata haya dejado de ser un problema angustioso pueda reaparecer
el deseo de continuidad; pero lo hará en unas condiciones
distintas, y por lo tanto en una forma distinta.
En alguna medida, dado que la continuidad es una
necesidad social, puede ser inducida por educación en los
individuos. Pero para que ello tenga éxito se debe hacer
a partir de sus propios valores.
En la medida en que la colectividad toma en sus manos
la crianza y educación de los niños, los instintos
maternales-paternales pierden su función para la supervivencia
de la especie (piénsese, por ejemplo, en el paso del amamantamiento
de pecho al biberón). A su vez, con la píldora la
reproducción se desliga del placer sexual. Con ello, la
continuidad pierde la base que tenía anteriormente en la
reproducción y crianza de los hijos. Y, como remate, con
la desaparición de la familia la continuidad ya no puede
plasmarse en la supervivencia en los propios hijos.
Ahora bien, ¿qué es lo que sobrevive
realmente? En las doctrinas religiosas se oscila entre la supervivencia
del "cuerpo" y la supervivencia exclusiva del "alma".
En las pretensiones terrenales-familiares, se trata de la continuidad
del "apellido", de las posesiones o de una tradición.
Los dos primeros factores influyen sobre todo en las clases altas,
y desaparecen, en general, en el proletariado. En cuanto a la
tradición, podemos distinguir entre su aspecto "social",
o "moral" en sentido tradicional, y su aspecto técnico.
El primer aspecto es una necesidad para la cohesión
del organismo social. El segundo aspecto está en la base
de todo su funcionamiento.
Durante un largo período, las profesiones
se "heredan" (con los instrumentos de trabajo) de padres
a hijos. En la transmisión de las técnicas agrícolas
y artesanales descansaba todo el funcionamiento productivo de
la sociedad.
Así pues, para la inmensa mayoría de
la población lo que "sobrevive" a la muerte es
una determinada actividad; y el medio empleado es la transmisión
de una información técnica.
Para comprender esto más a fondo consideraremos
en qué consiste la supervivencia de una especie. No, desde
luego, en una supervivencia de la materia de sus individuos,
la cual se renueva constantemente; sino en la supervivencia de
una serie de formas organizativas transmitidas genéticamente,
es decir, de una información contenida en los genes.
Sabemos que un sistema dado puede considerarse desde
un punto de vista materia-energético o desde un punto de
vista informático (cibernético)
(15).
Para un organismo vivo (como en general para un sistema
cibernético) lo relevante es el aspecto informático.
A lo largo de la vida de una célula o de un
organismo pluricelular, las sustancias químicas (moléculas)
se renuevan muchas veces. La misma vida se asienta en el intercambio
de materia del organismo con su entorno (metabolismo). A través
de ese intercambio, las sustancias extrañas se acoplan
a la "matriz" del organismo (su ADN
(16)) para entrar
a formar parte de él. Así pues, lo único
que permanece invariante en la vida de un organismo es la información
que contiene. Por lo tanto, sólo la supervivencia de información
puede tener sentido.
Todo organismo vivo posee un "almacén"
de información: sus genes. Pero los organismos superiores
poseen otro: su cerebro; y los seres humanos han adquirido la
capacidad de transmitirla.
La información contenida en los genes se transmite
biológicamente: podemos decir que sobrevive en los descendientes.
En biología se distinguen dos partes en un
organismo pluricelular: el "soma" y el "germen".
Y se dice que el "soma" muere con el individuo, mientras
que el "germen" es potencialmente inmortal
(17).
Ahora bien, el cerebro forma parte del "soma".
Por lo tanto, la información contenida en él desaparece
con la muerte, si no se ha transmitido por medios no biológicos.
Sobre tal transmisión descansa la sociedad humana.
Tiene lugar esa transmisión en la enseñanza
de un oficio, en la escritura--lectura de un libro, etc. (se puede
decir con pleno sentido que un autor sobrevive en sus obras).
En las primeras etapas de la sociedad humana, dicha
transmisión se realiza en el seno de la familia, por lo
que va a parar a los hijos, y aparece ligada a la transmisión
genética. Este es el origen del mito de que la "inteligencia"
se hereda(18).
Pero, por sus propias características, la
transmisión de la información contenida en el cerebro
(a la que podemos llamar cultural) es independiente de
la transmisión genética. No tiene por qué
limitarse a los propios hijos, no tiene por qué realizarse
en el seno de la familia. A este respecto, es significativa la
creciente sustitución de la familia por la escuela, como
medio de educación.
La transmisión cultural es un medio de supervivencia.
Y esa transmisión implica una exteriorización del
individuo.
Una sexualidad liberada (liberada de su supeditación
a los instintos de supervivencia individual, de la cosificación,
del sentido de apropiación) lleva en sí la tendencia
a la exteriorización. Combinándose con el objetivo
de supervivencia individual, puede prolongarlo, hacerlo salir
de sí mismo, llevarlo a la supervivencia en otros.
A la supervivencia en otros de la información
contenida en el propio cerebro.
En esta información radica toda la "personalidad":
es importante subrayarlo.
Las doctrinas religiosas afirmaban la existencia
de un "alma" capaz de trascender al cuerpo. Aquí
nos encontramos que lo único que puede trascender al cuerpo
es la información que contiene. Pero a diferencia del "alma"
de la religión, la
información no puede existir separada de un cuerpo: no
hay información sin soporte energético
(19). Lo único
que puede hacer la información es transmitirse de un objeto
a otro; claro que en el proceso de su transferencia no siempre
ha de estar alojada en un cerebro humano: puede asentarse en un
libro, en unas fichas de IBM, en unas ondas electromagnéticas,
etc.
Para aclarar la relación entre personalidad,
información y supervivencia, examinaremos un caso hipotético:
Supongamos que un escritor sufre un accidente que
le provoca una amnesia total: sus ideas, sus normas de conducta,
le abandonan por completo; podríamos decir, en sentido
estricto, que su personalidad ha muerto.
Pero supongamos que entonces ese ser humano aprende
el idioma que usaba el antiguo ocupante de su cuerpo (no podríamos
decir que fuera la misma persona), y leyendo sus libros va asimilando
sus principales ideas y normas de conducta; entonces nos sentiríamos
tentados a decir que la antigua personalidad ha resucitado (por
lo menos en parte).
Pues bien: la relación aquí entre lector
y escritor es idéntica a la que se da cuando otra
persona cualquiera lee y asimila sus escritos (podría haber
tan sólo una diferencia cuantitativa, supuesto en el primer
caso un estudio especialmente intenso de dichos escritos; pero
siempre podríamos suponer un niño que se educa desde
pequeño con los escritos en cuestión).
Por lo tanto, cuando hablamos de que una personalidad
sobrevive en otros al transmitirse a ellos la información
contenida en su cerebro, no lo decimos en sentido analógico,
sino en sentido estricto: no hay más personalidad que dicha
información transferible.
¿En qué consistiría, en efecto,
una personalidad presuntamente "intransferible"? Sabemos
que la sustancia "material" (las moléculas) se
renueva constantemente. Alguien podría argüir que
no es posible transmitir la información completa
contenida en el cerebro; pero tampoco es posible recordarla en
un instante dado; la "personalidad" no puede ser un
todo indivisible y permanente: la información contenida
en el cerebro se borra y se renueva constantemente; podemos decir
que toda la información accesible en un momento dado es
transferible; claro que la conducta viene determinada también
por información no directamente accesible, como demuestra
el psicoanálisis(20); pero, por un lado, el mismo psicoanálisis
permite sacar a la luz esta información oculta y por lo
tanto transmitirla (de hecho, si es el psicoanalista el que la
saca a la luz, su revelación va acompañada de transmisión);
y, por otro lado, una gran parte de la información almacenada
en el cerebro tiene un carácter general, no es específica
del individuo: sobre la "novedad" de la información
volveremos más adelante.
La personalidad se desglosa en una serie de informaciones
de las cuáles se transmite efectivamente (y no ya
sólo potencialmente) una parte; otra parte, desde luego,
se pierde; pero no sólo en el momento de la muerte, sino
a lo largo de toda la vida del individuo: se olvida; claro que
algunas cosas se olvidan para recordarlas posteriormente, pero
otras se olvidan definitivamente: la muerte no es más "trágica"
que este olvido.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que una gran
parte de la información se desecha por inútil; pero
frecuentemente ha servido para extraer información aprovechable;
este proceso tiene lugar tanto a escala social como a escala individual: la información se transfiere
no sólo espacialmente de unas personas a otras, sino también
temporalmente a lo largo de la vida de un individuo; y tanto en
una como en otra transferencia se opera una selección.
Tenemos un ejemplo en los borradores previos a la
redacción de un libro. Puede ocurrir, claro está,
que esos borradores se editen (caso de los "Grundrisse",
borradores de "El Capital"): con ello, paradójicamente,
una información desechada en la transferencia individual
resulta transferida socialmente (señalemos que en el caso
del 2º y 3º tomo de "El Capital" la selección
definitiva de textos no la realizó el mismo Marx, sino
Engels; de hecho, la transferencia individual deja paso cada vez
más a la tranferencia colectiva, aunque sea dentro de un
equipo).
También se da el caso de información
que se pierde, de trabajos de investigación que se repiten,
etc: aquí el problema está en una deficiente circulación
de la información
(21).
El que la personalidad se reduzca a información
choca con la concepción tradicional de la misma.
En nuestro ejemplo del escritor amnésico la
mayoría de los preguntados se sentirían inclinados
a decir que es la misma persona; y sabemos que una persona no
viene determinada sólo por la información almacenada
en su cerebro, sino también por sus relaciones sociales;
en el ejemplo en cuestión, las relaciones sociales tenderían
a conservarse: la situación creada por ello sería
lo que empujaría al amnésico a intentar "recuperar"
la personalidad del escritor.
Una situación inversa sería la provocada
por un hipotético trasplante de cerebro: la misma información
estaría albergada ahora en una envoltura corporal distinta.
Recuerdo una película que trataba este tema ("El hombre
del cerebro trasplantado"): su final era la adopción
de las relaciones sociales del antiguo ocupante de su cuerpo.
Claro que ello era posible por la ocultación
del trasplante: dado que la personalidad suele asociarse con el
cerebro, es de suponer que la mayoría de las personas considerarían
que la auténtica personalidad era la correspondiente al
cerebro; pero ello no dejaría de ocasionar conflictos;
especialmente en las relaciones familiares, que tienen un fuerte
carácter "corporal": la atracción sexual,
por ejemplo, es inseparable del aspecto exterior (en la película
de la que he hablado, al protagonista se le plantea un curioso
problema: su hija -del antiguo cuerpo- se le "declara"
en su nuevo aspecto y le propone hacer el amor, lo cuál
le provoca un trauma; he llamado "curioso" al problema
porque la justificación racional de la prohibición
del incesto está en el evitar que nazcan niños tarados;
justificación que, desde luego, en nuestro ejemplo desaparece,
por lo que el problema se reduce a un residuo moral).
En cuanto a las relaciones profesionales la situación
sería distinta, tanto en caso del amnésico como
en el del trasplantado: la habilidad técnica radica en
el cerebro. Aquí el mantenimiento de las relaciones sociales
correspondientes al aspecto exterior se haría imposible;
en cambio, las correspondientes al cerebro (en el caso del trasplantado)
no traerían, en general, ningún problema (salvo
actividades que requieran una especial fuerza o agilidad). El
caso del amnésico no tiene nada de hipotético por
lo que se refiere a esto: es sabido que los amnésicos pierden
su posición profesional (en el caso habitual de amnésicos
parciales, deben revalidar su titulación en el caso de
que la tengan).
La raíz de los conflictos en los casos imaginados
está en su carácter excepcional. Lo habitual es
una correspondencia (que varía, en todo caso, muy lentamente)
del aspecto exterior con el carácter y las aptitudes. De
esta correspondencia surge socialmente el concepto de personalidad
(22).
De todas formas, destaquemos que el concepto
de información está involucrado también en
el aspecto exterior: así, el rostro es la parte del cuerpo
que contiene mayor información (por su mayor complejidad),
la que se recuerda con más fuerza y sirve más específicamente
para identificar a una persona.
La personalidad, hemos dicho, viene determinada por
las relaciones sociales. Pero hoy día las relaciones sociales
tienen un carácter fundamentalmente económico, y
se verifican a través de objetos materiales, de "cosas";
de ahí que se pueda hablar del "fetichismo" o
"cosificación"
(23) de tales relaciones sociales,
en la medida en que las relaciones entre cosas ocultan las relaciones
entre personas.
El paradigma de ese fetichismo es el comercio: en
la producción mercantil el carácter social del trabajo
es su carácter general-abstracto
(24), que se plasma en
el valor de cambio de las mercancías; es decir, la relación
entre trabajos independientes tiene lugar únicamente como
relación de cambio entre sus productos, como relación
entre cosas.
Con el desarrollo del maquinismo se desarrolla también
la interdependencia de distintos trabajos individuales; pero esta
interdependenciase mantiene a través de la maquinaria:
es ésta la que expresa el carácter colectivo del
trabajo(25).
En el capitalismo, este carácter colectivo
se encuentra "personificado" en el propietario de los
medios de producción(26). Pero el trabajador asalariado
mantiene con él una relación de cambio, y
no una relación personal, como ocurría entre el
siervo y el señor feudal.
Además, el desarrollo del capitalismo lleva,
con la formación de las "sociedades anónimas",
a la "despersonalización" del capital. Ello rematala
cosificación de las relaciones sociales.
En la IMC se explicaba cómo la cosificación
se extiende también a las relaciones sexuales, convirtiéndolas
en unas "relaciones de intercambio". La cosificación
abarca así desde las relaciones de producción (profesionales)
hasta las familiares.
Observemos que en el capitalismo hay dos formas de
cosificación, a las que podemos llamar "mercantil"
y "maquinista". La primera se da en la relación
entre distintos propietarios y entre capital y trabajo. La segunda
se da entre los trabajadores de una misma fábrica o de
un complejo de fábricas cuya propiedad está unificada.
Estas dos formas de cosificación (a través
del dinero y a través de la maquinaria) no sólo
son distintas, sino opuestas: se desarrollan en sentido inverso;
en el interior de una fábrica se excluye el cambio; frente
a la racionalidad técnica dentro de la fábrica,
en el mercado reina la anarquía.
El desarrollo de esta contradicción lleva,
mediante la concentración de la producción, al progresivo
desplazamiento de las relaciones mercantiles
(27). La expropiación
de unos capitalistas por otros reduce cada vez más estas
relaciones de intercambio a las que se dan entre capital y trabajo.
La expropiación de los expropiadores, mediante
la socialización de los medios de producción
(28)
(es decir, el paso del capitalismo al socialismo) no
hace sino culminar este proceso: al acabar con el
capital, se extirpan las relaciones de intercambio entre capital
y trabajo.
En el socialismo el producto íntegro del trabajo
pertenece a la colectividad entera; por lo tanto, no es posible
el intercambio dentro de la colectividad, por las mismas
razones que excluyen el cambio dentro de una fábrica capitalista:
el intercambio sólo es posible entre propietarios independientes.
Del mismo modo que en el capitalismo el cambio quedaba
expulsado fuera de la fábrica, en el socialismo el cambio
queda expulsado fuera de la sociedad socialista: se reduce al
comercio exterior. Así pues, el comercio y sus leyes (como
la "ley del valor") no desaparecerán por completo
mientras toda la humanidad no forme una misma comunidad socialista.
Si el dinero sigue existiendo en el socialismo,
no actúa como medio de cambio, sino como medio de distribución
(29):
El trabajador recibe una cierta cantidad de dinero
no como "salario", como "pago" de su trabajo
(no se le "paga" al que trabaja para sí mismo),
sino como prueba de haber cumplido con su parte de responsabilidad
en el trabajo colectivo.
De la misma forma, lo que hay en el almacén
es propiedad suya como miembro de la colectividad: no puede comprarlo;
tan sólo puede separar una parte para su consumo.
La semejanza formal de la distribución socialista
con el intercambio capitalista esconde una profunda diferencia
de contenido: el "dinero" socialista sólo lo
es formalmente, pero no por su contenido real; su función
es análoga a las "acciones" de una sociedad anónima,
que sirven a los capitalistas para la distribución de beneficios;
tan sólo que las "acciones" capitalistas están
sujetas a intercambio, mientras que el "dinero" socialista
está unido indisolublemente a la actividad laboral del
trabajador; piénsese que lo que permite el cambio de las
"acciones" capitalistas es la existencia de diferentes
tipos de "acciones", correspondientesa distintas sociedades
anónimas, así como la posibilidad de cambiarlas
por dinero contante y sonante; pero sería absurdo, en el
caso del socialismo, cambiar dinero por dinero: el "dinero"
socialista sólo puede emplearse como medio de distribución.
El dinero en una sociedad mercantil es o cierta cantidad
de oro o un representante de la misma; el "dinero" socialista
sólo representa una cierta cantidad de trabajo.
La circulación de mercancías, M-D-M,
«exuda constantemente dinero»
(30). En el socialismo
el producto no se cambia, no se convierte en mercancía
(a menos que se exporte), no circula: sólo se distribuye.
Y el movimiento del dinero (que no es un ciclo) se agota en sí
mismo: T —› D —› P, trabajo —› dinero —› producto; y aquí los elementos
(T,D,P) ni se "cambian" ni existe entre ellos equivalencia
de "valor".
Ahora bien, en el socialismo también hay "cosificación".
Pero su raíz no está en un intercambio inexistente,
sino en el sistema maquinista.
La socialización de los medios de producción
acaba con la cosificación mercantil, pero no con la cosificación
maquinista.
El que los trabajadores sean dueños de las
máquinas no impide que en su relación
estén mediatizados por ellas. No impide que su actividad
real sea la de auxiliares de la maquinaria, no anula el
esclavizamiento a la rutina de sus movimientos mecánicos.
El simple hecho de cambiar el carácter social del trabajo
no modifica su naturaleza física.
De la misma forma que el capitalismo se apodera del
trabajo en su forma artesanal y sólo posteriormente transforma
su contenido(31), el socialismo comienza a andar apoyándose
en las muletas del sistema maquinista.
Pero el obrero convertido en órgano parcial
de la maquinaria no puede alcanzar una comprensión global
del proceso de producción. La maquinaria no sólo
se interpone entre los trabajadores, sino también entre
ellos y su producto.
Ello determina la existencia de una contradicción
entre el sistema maquinista y la gestión socialista de
la producción: en el socialismo, las fábricas y
la producción global son administradas en nombre de los
trabajadores, en representación suya; pero el sistema maquinista
se alza como un obstáculo al control efectivo de esa administración
por el conjunto de los trabajadores: la producción resulta
fragmentada en una serie de operaciones elementales a cargo de
distintos obreros, cuya conexión se realiza en el cuerpo
de la maquinaria; pero lo que une físicamente a dichas
operaciones separa a los obreros que las realizan, y les impide
constituir una voluntad colectiva en el mismo proceso de producción:
la unidad de este proceso no tiene lugar en el "obrero colectivo",
sino en el seno de la maquinaria.
De aquí que el control sobre los administradores
sólo puede realizarse fuera del mismo proceso de
producción, como un control político; de
aquí que la producción maquinista lleva en sí
una fuerte tendencia a la burocratización.
El producto total es obra y propiedad de la colectividad.
Pero el maquinismo tiende a presentarlo ante los trabajadores
como un producto extraño a su propia actividad.
La división social del trabajo entre productores
independientes hace que para cada uno de ellos resulte extraño
lo producido por los demás: ésta es la base del
intercambio comercial.
Con la división manufacturera del trabajo,
ya no hay ningún objeto completo del cuál se pueda
decir: esto lo he hecho yo(32); pero al menos hay ciertos rasgos
del producto que se pueden reconocer como resultado del propio
trabajo.
En el maquinismo, incluso esto desaparece: aparentemente,
el objeto es producido por la maquinaria; sólo el obrero
colectivo podría reconocerlo como propio. Pero el maquinismo
disgrega al obrero colectivo en los trabajadores individuales:
su unidad sólo puede realizarse por encima del proceso
de producción, como unidad política.
Al esconder la relación productiva
con el objeto, el maquinismo provoca que el trabajador que pretende
consumirlo contemple su relación con dicho objeto exclusivamente
a través del dinero que le sirve para conseguirlo.
De este modo la cosificación maquinista se
extiende de la producción al consumo: las relaciones de
distribución socialistas aparecen como relaciones
mercantiles.
El trabajador que acude a una tienda socialista,
al olvidar que el objeto que pretende consumir es ya suyo
(como producto de su trabajo, en unión de toda la colectividad)
entiende que lo compra.
Ello es un residuo ideal de la cosificación
mercantil bajo el capitalismo. Pero también un resultado
de la cosificación maquinista heredada del capitalismo.
En el socialismo no hay un mercado interior, pero
sí hay la ilusión de relaciones mercantiles;
los que hablan de la introducción de "mecanismos de
mercado" en la planificación socialista son víctimas
de esa ilusión
(33).
Los llamados "mecanismos de mercado" consisten
en realidad en orientar la producción mediante informaciones
procedentes del consumo.
Ahora bien, ello puede hacerse de dos formas: mediante
una estimación estadística del consumo realizado
o mediante una petición directa de los consumidores.
El primer procedimiento se corresponde con la cosificación
de la distribución socialista: la relación entre
producto y consumidor aparece tan sólo cuando pasa de la
tienda a sus manos por intermedio del dinero; y este movimiento
es el que se tiene en cuenta, posteriormente, para planificar
la producción.
Esta técnica es formalmente análoga
a los estudios capitalistas de mercado. Pero, por un lado, sólo
en el socialismo es posible contar con la totalidad de los datos
de producción y consumo. Y, por otro lado, los objetivos
son distintos:
En el capitalismo, el objetivo es vender los
productos, convertirlos en dinero; por ello, los estudios de mercado
son inseparables de la publicidad.
En el socialismo, el objetivo es atender a las necesidades
sentidas por la población.
En el capitalismo se trata de manipular la demanda;
en el socialismo de servirla.
En el capitalismo producción y consumo se
encuentran realmente separados: los capitalistas controlan la
producción, y mediante los estudios de mercado y la publicidad
intentan controlar el consumo.
En el socialismo producción y consumo son
dos funciones de la misma colectividad: con el estudio de la demanda
se trata de restablecer la relación entre ellas, que ha
quedado entorpecida por la cosificación de la distribución.
La producción capitalista es producción
para el mercado; la producción socialista es esencialmente
producción para el consumo (tanto "individual"
como "productivo", es decir de medios de producción).
Ahora bien, si la estimación del consumo realizado
intenta paliar los efectos de la cosificación, la petición
directa de los consumidores intenta superarla, pasar por encima
de ella.
Dicha petición conduce a un mecanismo democrático
mediante el cuál los trabajadores pueden decidir colectivamente
qué producir en función de sus propias necesidades.
Dicho mecanismo apunta de hecho a una sociedad donde
la distribución no se haga de acuerdo con el trabajo realizado,
sino de acuerdo con las necesidades de cada uno
(34); con ello
desaparecerá el dinero (no olvidemos que el "dinero"
socialista no es más que un certificado por el trabajo
realizado), y la cosificación de la distribución
habrá pasado a la historia.
Dicho mecanismo exige una compleja red de información
que transmita a los órganos del sistema productivo las
necesidades existentes. Necesita por lo tanto un gran desarrollo
de la industria de la comunicación.
La industria de la comunicación se caracteriza
precisamente por tener una estructura diferente a todas las demás:
en ella la producción y el consumo se confunden, se llevan
a cabo simultáneamente
(35). Es más: en ella los
instrumentos son un vehículo para la relación
entre distintas personas; la comunicación es la antítesis
del maquinismo.
Ahora bien: a medida que el principio automático
se enseñorea de la producción, el trabajo humano
se desplaza hacia actividades de comunicación, de transferencia
de información.
La máquina-herramienta sustituyó a
la mano del hombre, y la máquina motriz a su fuerza física.
Pero con ello no se liberaba al hombre del trabajo, sino que se
invertía su relación con la herramienta: el hombre
pasaba a ser un instrumento de la maquinaria, se convertía
en su complemento: su misión era "rellenar" los
huecos de la producción en cadena, corregir sus desviaciones,
etc.
Ahora bien, el autómata moderno, la computadora,
es capaz no sólo de dirigir el conjunto de la maquinaria,
sino incluso de corregir tales desviaciones. Basta para ello con
darle un programa adecuado de instrucciones, que la computadora
llevará a cabo una y otra vez.
Entonces la actividad humana consiste en transmitir
el programa a la computadora, pero sobre todo en elaborarlo y
comunicarlo a los demás.
La automación supera el maquinismo y la cosificación
consiguiente, sirviendo de base para un sistema d producción
basado en la transmisión de información de unos
hombres a otros.
Dijimos que la personalidad de un ser humano está
contenida en la información que posee. Por lo tanto, cuando
las relaciones sociales son esencialmente relaciones de información
la cosificación desaparece.
Claro está que la información se transmite
a través de un medio; pero este medio ya no separa a los
hombres (como ocurría con la maquinaria o el dinero), sino
que es un vehículo para la misma personalidad.
No eixiste una diferencia esencial entre la comunicación
por contacto o visión directa y la comunicación
a muchos kilómetros de distancia. La diferencia es tan
sólo de grado.
La tranferencia de información es lo que permite
la formación de una voluntad colectiva.
En el maquinismo la voluntad colectiva de los trabajadores
sólo podía formarse por fuera del proceso de producción,
como voluntad política. La automación permite
que esta voluntad colectiva se forme dentro del proceso
de producción, y por lo tanto que el conjunto de los trabajadores
controle la producción desde dentro. Es más: la
voluntad colectiva de los trabajadores se convierte en parte integrante
del mismo proceso de producción.
Por lo tanto, la automación está en
una profunda contradicción no sólo con el capitalismo,
sino también con las deformaciones burocráticas
del socialismo: en general, con todo sistema en el que la gestión
de la producción sea realizada por una minoría.
En el maquinismo y en el sistema mercantil hay una
contradicción entre la determinación de la personalidad
por la información que posee y su determinación
por sus relaciones sociales; la raíz de esa contradicción
está en la cosificación de las relaciones sociales.
Pero si las relaciones sociales pasan a ser relaciones
de información, la contradicción desaparece. La
sociedad aparece como un inmenso "sistema cibernético"
(36)
cuyos elementos (los "individuos humanos") se transfieren
información entre sí. Para completar el sistema
tendríamos que incluir en él los artefactos (computadoras,
etc.) capaces de procesar información.
Como ya hemos indicado, una parte importante de la
información transmitida se referirá a las necesidades
humanas que el sistema de producción debe permitir satisfacer.
El conjunto de las necesidades humanas descansa sobre
las necesidades instintivas. Pero ya hemos visto que los instintos
de supervivencia individual se combinan con los instintos sexuales
para determinar el deseo de supervivencia en otros mediante la
transmisión de información.
Para ello, como ya dijimos, es necesario que la supervivencia
individual inmediata haya dejado de ser un problema angustioso.
En definitiva, que alimentación, vivienda, higiene, etc.,
se encuentren aseguradas; o lo que es lo mismo, que el grado de
desarrollo económico garantice la existencia de medios
de vida para todos, y el sistema social asegure su distribución
efectiva. Estas condiciones se dan en una sociedad socialista
altamente industrializada. En ella, los objetivos que se colocan
en primer lugar son los de transmisión de información.
Esto no quiere decir que tales objetivos no puedan
presentarse en otros tipos de sociedad. Por ejemplo, en la medida
en que bajo el capitalismo existan zonas de bienestar, cogen fuerza
los objetivos de comunicación interpersonal; o lo que es
lo mismo, se deja sentir la frustración por la falta de
esa comunicación
(37).
Ahora bien, sólo en el socialismo dichos objetivos
pueden adquirir un carácter general y prioritario.
Del mismo modo que sólo la automación
permite su completa satisfacción.
En el maquinismo, la comunicación interpersonal
puede obtenerse sólo excepcionalmente y por fuera del proceso
de producción, por fuera del trabajo (tanto más
bajo un régimen capitalista de producción).
El tiempo se escinde en tiempo de trabajo y tiempo
libre. El tiempo libre es el destinado a la satisfacción
de las necesidades individuales: si se descuenta el empleado para
la comida y el sueño, el tiempo restante será el
que se podrá emplear, como máximo, para satisfacer
las necesidades de información y comunicación. Ahora
bien, ya hemos señalado que en el sistema mercantil la
cosificación inunda el conjunto de las relaciones sociales,
incluso las relaciones familiares.
Por ello, si el amor sexual entre la pareja
humana puede aparecer como un islote de comunicación interpersonal,
esta comunicación se encuentra limitada en dos sentidos:
Por un lado, por su carácter excepcional y
esporádico: la convivencia forzosa en el matrimonio lleva
en general a la muerte del amor
(38), e incluso durante el noviazgo
éste no deja de sufrir altibajos.
Por otro lado, por el sentido de apropiación
recíproca de la pareja
(38), que instala dentro de ella
la cosificación en forma de relaciones de intercambio.
La actividad primordial en el hombre determina su
forma de ser; si dicha actividad es un trabajo cosificado, el
hombre no puede liberarse plenamente en su tiempo libre de los
hábitos adquiridos en dicho trabajo.
Por el contrario, en el sistema de producción
basado en la transmisión de información las necesidades
de comunicación se satisfacen en el mismo trabajo:
desaparece la separación
entre tiempo libre y tiempo de trabajo.
En estas condiciones, el objetivo de continuidad
y supervivencia después de la muerte se satisface en la
transferencia de información, al margen de la reproducción
biológica. La familia ya no es necesaria para tal continuidad.
El hecho de que la continuidad se personificara en
los hijos explica la repugnancia provocada por ciertas fantasías
semicientíficas. Por ejemplo, el tema de la reproducción
"in vitro", es decir, la fecundación en un tubo
de ensayo de un óvulo por un espermatozoide y el cultivo
posterior del feto en el laboratorio. De aquí a la producción
"industrial" de seres humanos a partir de óvulos
y espermatozoides seleccionados no habría más que
un paso: es la fantástica sociedad "feliz" de
Huxley
(39), en la que placer y reproducción habrían
quedado definitivamente divorciados. Ahora lo obligado es hablar
de sociedad "deshumanizada", con su corolario de hombres
y mujeres idénticos, fabricados en serie, etc., etc.
En realidad, la única diferencia entre una
sociedad de este tipo yla actual sería la inexistencia
de la familia, que de todas formas marcha a pie firme hacia su
desaparición.
Y, por otra parte, sabemos que la personalidad (la
información contenida en el cerebro) no se hereda, sino
que proviene de la educación: un millón de seres
humanos genéticamente idénticos, en una sociedad
diversificada, darían un millón de personalidades
diferentes. Si acaso, podría ser algo aburrido ver tantos
rostros idénticos, pero es de suponer que en una tal sociedad
los seres humanos tendrían algo más interesante
que su figura para comunicar.
En cambio, un millón de seres humanos genéticamente
diferentes, nacidos de vientre de mujer, pero esclavizados de
por vida a un trabajo rutinario, monótono y carente de
contenido, acaban reducidos a lo mismo: nada. La fuente de los
hombrecitos idénticos y mecanizados no es la hipotética
fábrica de embriones, sino la fábrica capitalista;
y aún en ésta, no pasa demasiado tiempo sin que
se produzca la rebelión de los "esclavos mecánicos".
Y, para la transferencia de información, que
es la única forma real de continuidad, es indiferente que
esa transferencia se realice a seres humanos salidos de los propios
órganos genitales o a seres humanos salidos de una fábrica
de embriones.
El peligro para la propia continuidad no está
en el monopolio de los genes, sino en el monopolio de la información.
Y su solución no es otra sino la socialización de
los medios de información.
Por otra parte, es claro que una vez admitida hipotéticamente
la fábrica de embriones, no habría motivo para rechazar
la "ingeniería humana", la fabricación
de seres con nuevos órganos, forma diferente, incluso la
incorporación de material sintético, etc. El que
a estos seres se les siga llamando hombres o se les considere
una nueva especie que sucedería a la humana, carece de
importancia.
A los que se lamentaran de estas transformaciones,
habría que preguntarles si no creen que la humanidad tenga
algo mejor que su forma física para legar a sus descendientes.
Repitámoslo una vez más: lo único
específicamente humano que se lega es la información
poseída. Y en una sociedad en la que la transmisión
de información sea el objetivo central, las modificaciones
introducidas tenderán a hacer esa transmisión más
eficiente.
Hasta lo que conocemos actualmente, la eficiencia
en la transferencia y procesamiento de la información no
se consigue modificando los órganos humanos, sino prolongándolos
por diversos medios: computadoras, emisoras y receptores de radio
y televisión, etc.
Pero en el caso hipotético de que se produjeran
transformaciones de órganos, es de suponer que irían
en el mismo sentido: en el de asegurar la máxima eficacia
en la transmisión de la herencia de la humanidad.
A los que ante estas expectativas se horroricen vislumbrando
una "civilización de robots", habría que
contestarles que si lo propio de los robots es la rutina, esa
civilización no es la del futuro, sino la del maquinismo.
Pero que si por "robot" entienden cualquier sistema
automático, la respuesta habría de ser que los hombres
de ayer, de hoy y de mañana no son otra cosa que robots:
el que su cerebro se componga de neuronas y no de células
electrónicas es lo de menos. Robots, claro está,
mucho más perfeccionados que los que construímos
actualmente por medios artificiales; del mismo modo que el hombre
del futuro (o lo que le suceda) estará mucho más
desarrollado que el hombre actual.
La idea vulgar sobre el robot es la de un autómata
de programa rígido, que responde siempre del mismo modo
a unos estímulos dados. Pero hoy día se construyen
artefactos capaces de aprender, es decir, de modificar
sus respuestas buscando una máxima eficacia
(40). Estos
artefactos no se limitan a recibir y emitir información,
sino que realmente producen información nueva, encuentran
soluciones que no estaban determinadas de antemano.
Hasta ahora habíamos hablado de la transmisión
de información, y no nos habíamos detenido a considerar
la producción de información nueva.
Ello se debe a que no hemos estudiado el problema
del progreso, sino el de la supervivencia.
La evolución de las especies está regida
por este principio: la selección en virtud de la capacidad
de supervivencia. Y señalamos que lo que sobrevive es la
información contenida en los genes.
Si la supervivencia de la información es un
problema, es porque la naturaleza tiende a destruirla.
En general, la naturaleza tiende a disgregar toda
organización compleja. Y los seres vivos se caracterizan
precisamente por su complejidad: de aquí que el primer
problema sea la protección de esa complejidad.
Y la complejidad se protege reproduciéndose,
repetiendo uno a uno sus diversos rasgos en otro organismo: de
este modo, aunque el original sea destruído sobrevivirá
la copia.
Los genes son precisamente los que se encargan de
transmitir esos rasgos; para ello, la estructura de los genes
debe estar en cierta correspondencia con los rasgos del organismo
completo: podemos decir que estos rasgos se encuentran traducidos
en la estructura genética. A lo que permanece invariante
en una traducción es a lo que llamamos Información:
por eso decimos que los genes almacenan y transmiten información
sobre el organismo completo.
Así pues, vemos que el sentido de la Información
es la reproducción de una serie de rasgos constantes. Esto
vale tanto para la información genética como para
la información contenida en un mensaje: auqnue el mensaje
adopte distintas formas (oral, en una cinta magnetofónica,
en unas ondas electromagnéticas, etc.) su información
deberá conservarse.
Pero sabemos que de hecho un mensaje, al transmitirse,
va perdiendo información: una cinta cinematográfica
sufre cortes, un libro pierde hojas o se estropea, una cinta magnetofónica
se borra, etc. De aquí que su reproducción en múltiples
copias sea un medio de luchar contra esa pérdida; el problema
es esencialmente el mismo que en los seres vivos: es un
problema general de la Física y de la Teoría de
la Información.
Antes vimos cómo se podía descender
de los instintos primarios a la búsqueda de supervivencia,
que es el problema primario de la Biología. Y posteriormente
pasamos de dicha supervivencia a la transmisión de información,
como forma de la misma. Ahora vemos que con ello lo que hacemos
es descender desde un problema "biológico" a
un problema "físico".
Pero si el objetivo es la transferencia de una información
dada, fija, constante, sabemos que ese objetivo no puede alcanzarse
más que mediante la producción de nueva información.
La evolución de las especies lleva de seres
vivos elementales a organismos superiores, que contienen mucha
más información y están mucho mejor adaptados
para la supervivencia. Y si esa evolución no está
organizada, y tiene lugar a través de mutaciones de los
genes producidas al azar, el Aprendizaje Psicológico sí
está organizado.
Los genes funcionan como mecanismos rígidos:
tienen un comportamiento determinado y no se apartan de él,
transmiten siempre la misma información (a menos que sufran
una mutación casual por causas externas).
En cambio, el cerebro se caracteriza por tener la
propiedad de aprender: por un lado, es capaz de recibir
y transmitir una información variable; por otro
lado, es capaz de producir nueva información.
Esta producción es una necesidad para la misma
lucha por la supervivencia; es decir, es la misma supervivencia
la que exige el progreso.
De este modo se crean y transmiten nuevas técnicas
cada vez más desarrolladas. Surge la manufactura, el maquinismo,
y posteriormente la automación. Al problema de asegurar
la supervivencia individual inmediata le sucede el de mejorar
las comunicaciones.
Ahora podemos comprender la relación que hay
entre la transmisión de información y la
producción de nueva información: la transmisión
es el objetivo, la producción es el medio.
Ello nos aclara el problema de la "creatividad".
La "creación" equivale a la producción
de nueva información. Así se habla de "creación"
de una obra artística, de una nueva teoría científica,
de una nueva técnica, etc.
Observemos la diferencia entre esta creación
y la supuesta "creación" de las doctrinas religiosas:
en nuestro caso no se trata de creación "a partir
de la nada", sino a partir de unos materiales preexistentes.
Más exactamente: no se trata de creación
de materia, sino de creación de información.
La materia-energía no se crea ni se destruye;
pero cambia de forma, de organización. La creación
de información consiste en esto: en organizar la materia
de un modo nuevo.
Hay creación de información a través
de la evolución de las especies, aunque esa creación
sea inconsciente y se produzca al azar. Hay creación de
información en el crecimiento de un organismo vivo: sabemos
que la información correspondiente no está completamente
contenida en los genes
(41).
Hay creación de información cuando
un animal aprende determinados rasgos de comportamiento que no
estaban incluídos en los instintos.
Poco importa que, en este caso y en el anterior,
la creación se repita en cada organismo individual. Para
que haya creación no hace falta que la novedad sea absoluta:
basta con que lo sea desde el punto de vista del organismo, con
que no le haya sido transmitida.
Vemos así que creación se opone a transferencia.
En la evolución de las especies una mutación
se producirá, por lo general, en varios individuos; pero
una vez que se ha impuesto por selección, se transmitirá
invariablemente por herencia: la creación deja paso a la
transferencia.
En cambio, la información epigenética
(añadida en el crecimiento) y la que se aloja en el cerebro
de un animal no pueden transmitirse por herencia; por eso su creación
debe repetirse en cada individuo.
Lo que caracteriza a la especie humana es precisamente
la transferencia de la información contenida en
el cerebro; esa transferencia se lleva a cabo mediante un lenguaje.
Es importante comprender esto: lo que caracteriza
a los hombres no es la creación de información,
sino su transferencia.
Los humanistas se llenan la boca diciendo que los
hombres se diferencian de los animales por ser "creativos".
En realidad es justo lo contrario: los animales tienen un porcentaje
de "creatividad" mucho más elevada: tienen que
haber creado toda la información que posee su cerebro;
en cambio, a un hombre le enseñan.
La Pedagogía tradicional consiste en una simple
transferencia de información del profesor al alumno. La
Pedagogía llamada activa pretende que el alumno aprenda
"creativamente"; pero ello sólo es posible hasta
cierto punto: el profesor siempre debe proporcionar una cierta
información, o lo que es lo mismo, restringir las posibles
alternativas que se le ofrecen al alumno (esta restricción
siempre tiene lugar, de una forma u otra); cuando el alumno encuentra
la solución al problema entre estas alternativas puede
decirse que "vuelve a crear" esa solución, pero
sólo parcialmente.
En las primeras etapas de la historia humana la información
sólo circula dentro de una comunidad muy restringida; por
ello, los hallazgos más primitivos deben haberse realizado
un gran número de veces: deben haberse creado por separado
en cada comunidad.
Más adelante, la transferencia de información
se extiende a círculos cada vez más amplios, sustituyendo
a la creación; o lo que es lo mismo: multiplicando el aprovechamiento
de cada creación.
Durante un período muy largo, la creación
era esporádica, ocasional; se producía sin organización,
sin método. Después, poco a poco, la creación
de información se va organizando socialmente: nace la ciencia;
una ciencia da unas normas que orientan la búsqueda de
novedad en unas técnicas determinadas. Pero la ciencia
en su origen es una actividad de un número extraordinariamente
reducido de personas.
Es una característica del siglo XX el ascenso
vertiginoso del número de científicos
(42). Ello
se produce especialmente en la segunda mitad del siglo, con el
inicio de la Revolución Científico-Técnica,
con la introducción de la automación en la producción.
El aumento del número de científicos
es un aspecto del desplazamiento general del trabajo hacia actividades
de tratamiento de la información.
Según Radovan Richta, «en el punto más
alto del desarrollo tecnológico el trabajo humano se transforma
en una actividad creadora»
(43). Pero la principal característica
de la era de la automación es un extraordinario desarrollo
de la circulación
de información. Y, por lo tanto, el máximo aprovechamiento
de cada creación; por primera vez se vislumbra la posibilidad
de que toda la información existente en la sociedad se
accesible en principio a cada individuo: con ello desaparecerá
la repetición de creaciones.
De toda la información poseída por
un individuo, sólo una ínfima parte habrá
sido creada por él. Por lo tanto, la mayor parte de su
actividad no será creadora, sino que consistirá
en la recepción y transmisión de información.
Es de suponer incluso que la proporción de
su actividad que será creativa disminuirá: anteriormente,
cada hombre tenía que resolver por su cuenta mil problemas
cotidianos, cuya solución sólo la aprovechaba él;
eran mil creaciones estériles, que no se transmitían
y morían con el individuo; mil creaciones que debían
repetirse un millón de veces, al aparecer una y otra vez
los mismos problemas, los innumerables y pequeños problemas
de cada día cuya solución debía encontrarla
cada cual.
Es importante destacar esto: en el pasado, todos
los hombres eran creadores; pero sólo unos pocos tenían
el privilegio de poder comunicar sus creaciones.
Este es el contenido real del llamado "culto
a la personalidad": atribuir a un solo hombre, o a unos pocos
hombres, la capacidad de creación, de modo que los demás
se limiten a ser sus transmisores.
Pero, pese al escándalo de tantos relamidos
e hipócritas burgueses, el "culto a la personalidad"
no fue una invención de Stalin y de Mao; por el contrario,
era la norma de todas las sociedades preexistentes.
¿Qué significa acaso la idea de los "genios"
(artísticos, políticos, militares) a los que un
presunto "hálito divino" habría dado la
facultad de crear?
No, la burguesía no se escandaliza de que
existan "genios", sino de que esos "genios"
puedan aparecer entre las clases oprimidas, entre los pueblos
que han acabado con la explotación.
Las reflexiones anteriores nos permiten aclarar el
concepto de "líder": el líder es el que
dice lo que todos querrían decir; el que expresa una información
que cada uno posee pero no puede transmitirla: el líder
es el representante de una colectividad de seres humanos
incomunicados, o que sólo se comunican mediante su identificación
con dicho líder.
Claro está, se puede decir que un líder
no sólo "representa", sino que "manipula",
cuando previamente se ha ocupado de inculcar a cada individuo
la información en cuestión.
Un carácter similar tienen los mecanismos
electorales de los países capitalistas: el elector debe
elegir entre cierto número de "programas"; para
ello le basta con escribir un nombre o unas pocas cifras. Pero
cada programa contiene mucha más información que
la que se escribe en la papeleta de voto; ello es posible porque
al elector se le ofrecen tan sólo un pequeño número
de las alternativas posibles.
Claro está que la capacidad de elección
puede ser mayor en unos casos que en otros; ello no depende tanto
de la cantidad de alternativas como de su diversidad real;
el caso extremo tiene lugar en los países fascistas, donde
las alternativas que se ofrecen son idénticas: como reza
el adagio popular, se trata de escoger entre un huevo y otro huevo;
evidentemente, en este caso la capacidad de elección es
nula.
Pero todos los casos tienen en común una abrumadora
desproporción entre la circulación de información
en un sentido y en otro: casi toda la información se transmite
de arriba a abajo.
Una democracia popular se caracteriza por
la inversión de este sentido: se trata de que los mismos
programas sean elaborados de abajo a arriba; para ello el instrumento
básico es la asamblea, donde todos los asistentes
pueden dar a conocer su opinión.
Ahora bien, cuando la base económica de una
democracia popular es el maquinismo (y auqnue la propiedad sea
colectiva), su funcionamientono sólo tiene lugar fuera
y al margen del proceso de producción, sino que equivale
a "marchar contra la corriente": el sistema maquinista
no estimula a los trabajadores a manifestar su opinión,
sino todo lo contrario.
La democracia popular tiene su asiento en un funcionamiento
vivo de las asambleas, con una participación intensa en
las mismas; y el maquinismo provoca una tendencia a asambleas
mudas, burocratizadas, donde los asistentes se limitan a escuchar
y aprobar el informe de la presidencia.
Esto, claro está, ocurre también con
las asambleas realizadas bajo el capitalismo; pero éstas,
en general, no son instrumentos de gestión, sino de lucha:
su principal objetivo es agruparse en una posición alternativa
a la del sistema vigente; esta posición alternativa puede
ser elaborada colectivamente por la asamblea o ser expresada por
sus líderes; por lo general se dará una cierta combinación
de estos dos procedimientos.
Actualmente existen técnicas para estimular
la participación colectiva, que reciben el nombre de "dinámica
de grupos"; consisten, entre otras cosas,en la utilización
intensa de la discusión en grupos pequeños, que
se combina con su "puesta en común" en la asamblea
general. Ciertas técnicas, como el llamado "Philipps
66", permiten extraer en un breve espacio de tiempo las opiniones
de un número relativamente amplio de personas.
Es de destacar que estas técnicas se han desarrollado
en primer lugar en los países capitalistas, especialmente
en los Estados Unidos.
La razón es muy sencilla: la introducción
de la automación en la producción exige aumentar
en una proporción muy elevada la circulación de
información; los viejos métodos de comunicación
y educación resultan ineficaces; es más: se hace
necesario luchar contra la inercia de la incomunicación
provocada por el maquinismo.
Pero a la larga la "dinámica de grupos",
como la misma automación, entra en contradicción
con el capitalismo. Contiene la posibilidad (y la necesidad) de
una gestión colectiva de la producción por el conjunto
de los trabajadores; ésta, naturalmente, sólo es
realizable en el socialismo.
Con la automación, la democratización
de la circulación de información puede realizarse
en el seno del proceso de producción; se convierte
en una necesidad para la misma producción.
Esta democratización, al acabar con el monopolio
de los canales de comunicación por unos pocos individuos,
permite a todos los hombres transmitir la información que
han creado.
Esto es lo que caracteriza a la era de la automación:
no que toda la actividad sea creativa, sino que toda la actividad
creativa se transmita.
Ello permitirá organizar colectivamente
la creación de información, en una escala inmensamente
mayor: las aportaciones de los distintos hombres se engarzarán
rápidamente, se probarán y seleccionarán
las innumerables alternativas imaginadas; aquí más
que en ningún otro terreno se puede decir que el todo es
mayor que la suma de las partes: las diversas creaciones no se
suman, se multiplican.
¿Qué fuente más potente para el
desarrollo científico que miles de millones de hombres
creando información colectivamente?
Poco importa que desde el punto de vista del individuo
sólo una pequeña parte de su actividad sea creativa,
sólo una proporción ínfima de la información
contenida en su cerebro haya sido creada por él: la cantidad
total de información poseída por la sociedad aumentará
rápidamente, y con ella, la información accesible
a cada individuo.
La riqueza del conocimiento poseído
por un organismo, sus posibilidades de acción, no vienen
determinadas por la información creada por él, sino
por la información total que posee.
Si el hombre se eleva desde el primer momento por
encima de los animales, no es por su mayor "creatividad",
sino por su capacidad de acumular en un cerebro humano la información
creada por otro.
Si el maquinismo "empobrece" al obrero
encerrándolo en la rutina, es porque vacía de contenido
al trabajo(44).
El hombre del futuro tendrá una "riqueza
personal" enormemente mayor que el actual, al poseer una
cantidad de información mucho más grande.
Pero es más: al desarrollarse la transferencia
de información, esa "riqueza personal" se convertirá
cada vez más en "riqueza social". La información
poseída por un individuo dejará de ser "privada"
para convertirse en un eslabón de la circulación
general de información; presumiblemente, con la incomunicación
desaparecerá también la "intimidad": y
los hombres no tendrán motivos para lamentarlo. Al llegar
a ser toda la información información social,
la supervivencia de la personalidad individual se identificará
con la supervivencia de la sociedad.
Anteriormente dijimos que la transmisión
de información era el objetivo, y la producción
(o creación) de nueva información el medio para
conseguirlo.
Pero en rigor el medio no es sólo la información
creada por el mismo organismo, sino la información
total poseída por él; ello incluye tanto
la creación como la recepción de información.
Cuando decimos que la posesión de información
es un medio para su transmisión no nos referimos tan sólo
al hecho evidente de que sólo se puede transmitir aquella
información que se posee; pensamos sobre todo en la necesidad
de adquirir información sobre el modo de conservar
y transmitir la información ya poseída; es decir,
sobre el modo de sobrevivir en uno mismo y en otros.
Ahora bien, toda transmisión efectiva necesita
dos extremos: el emisor y el receptor; y lo que para el receptor
es un medio, para el emisor es un objetivo; objetivo que puede
realizarse precisamente porque hay otro que recoge esa
información.
Con ello no queremos decir que toda información
recogida sea útil para la supervivencia; pero si se necesita
información es porque se la ignora; es decir, se ignora
el contenido específico de la información que será
útil para resolver los propios problemas; la búsqueda
de información es siempre, en mayor o menor medida, una
búsqueda por tanteo.
Hemos dicho "en mayor o menor medida";
pues una información no está desconectada de otra:
es posible clasificarla y orientar en cierta medida su búsqueda;
pero siempre la información que se desea y necesita recibir
es una información nueva.
De aquí que recibir una y otra vez una información
ya poseída, ya asimilada, resulta inútil; con la
posibilidad de sorpresa desaparece la posibilidad de encontrar
alguna solución nueva a los propios problemas; de aquí
que la repetición reiterada produzca hastío, aburrimiento.
Otro tanto ocurre con la transmisión de información,
o en general con la propia actividad: cuando se repiten una y
otra vez los mismos movimientos, éstos se revelan incapaces
de transmitir nada nuevo sobre la propia personalidad; la
frustración, la rutina, son tanto mayores cuanto más
carente de contenido es la actividad; si esta actividad rutinaria
ocupa la mayor parte del tiempo, como ocurre en el maquinismo
capitalista, no sólo se bloquea la manifestación
de la personalidad, sino que ésta misma llega a anularse.
De aquí la importancia crucial que ha revestido
(y reviste aún) para la clase obrera la reducción
de la jornada de trabajo: en el maquinismo, la personalidad del
obrero sólo puede realizarse y manifestarse fuera
del trabajo; como hemos señalado, sólo aquí
puede integrar una voluntad colectiva que se oponga a la
del capitalista: de aquí también la importancia
de la huelga como medio de lucha y de organización
del proletariado.
De aquí también que a medida que la
Revolución Científico-Técnica introduce rasgos
de automación en la producción capitalista tiene
lugar un cambio en las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores:
éstas se orientan cada vez más hacia el propio contenido
del trabajo, tienden a conseguir el control de la producción,
enfrentándose directamente con la forma capitalista de
gestión de dicha producción.
El dominio del capitalista sobre el obrero se basa
en la propiedad de los medios de producción; en el sistema
maquinista, estos medios de producción se enfrentan al
obrero como maquinaria, como un poder ajeno a él;
pero con la introducción de la automación el factor
esencial de la producción pasa a ser la información
poseída por los trabajadores: con ello, el dominio del
capitalista se revela como un absurdo.
Examinemos ahora cómo la información
puede llegar a convertirse en el factor esencial de la producción.
En la producción artesanal, lo esencial
era la habilidad técnica del operario. Por ello dijimos
que la "herencia" fundamental legada de una generación
a otra era dicha habilidad técnica. Cierto que el trabajo
se efectuaba con determinados instrumentos, pero por lo general
éstos eran sencillos y fáciles de obtener: un buen
operario que perdiera sus herramientas podría conseguir
otras con facilidad a cuenta de su trabajo, mientras que al que
poseyera herramientas sin tener la habilidad necesaria para emplearlas
no le serían de ninguna utilidad. Por ello, la herencia
de los instrumentos de trabajo no tenía una importancia
significativa frente a la herencia de la habilidad técnica
(la situación en la agricultura era semejante; aunque aquí
la tierra juega un mayor papel, éste no se revela
durante la época feudal, en la que el campesino está
ligado a dicha tierra de un modo o de otro).
Obsérvese que dicha habilidad técnica
es escasamente transferible: su transmisión tiene un carácter
privado, se verifica a lo largo de años de trabajo junto
al maestro. Aunque es información acumulada en el cerebro,
no tiene la forma de una información socialmente utilizable
de un modo general.
La cosa cambia de arriba abajo con la implantación
del maquinismo. La habilidad técnica del operario deja
paso a la eficacia del instrumento de trabajo; éste es
ahora complicado y costoso, y no es accesible al trabajador ni
siquiera a cambio de una vida de trabajo. La habilidad técnica
es ahora inútil, mientras que el propietario de la maquinaria
encuentra con facilidad mano de obra que la haga funcionar.
En estas condiciones, la herencia de los instrumentos
de trabajo es todo: asegura la permanencia del poder económico
en manos de la clase capitalista.
En cambio el trabajador no hereda nada: se
ha convertido en proletario, en dueño de nada.
Pero por otra parte la revolución industrial,
al tiempo que sustituye la mano del operario por la máquina-herramienta,
convierte los procedimientos de trabajo en información
socialmente utilizable, en información científica
y técnica. Pero esta información no es directamente
utilizable en la producción; antes debe descomponerse en
mil fragmentos, convertirse en mil instrucciones elementales que,
procesadas por los cerebros de los trabajadores, determinarán
los movimientos sencillos cuya repetición es propia del
sistema maquinista.
La cosa cambia con la implantación de instrumentos
capaces de procesar información: las computadoras. Gracias
a ellas es posible convertir directamente dicha información
en movimientos mecánicos, en reacciones químicas,
etc.: en toda clase de transformaciones naturales. La información
se convierte en un instrumento general para la transformación
de la naturaleza.
En la producción artesanal, los instrumentos
podían ser utilizados de mil formas diferentes: era la
habilidad técnica del artesano la que determinaba los resultados
que se obtenían con ellos.
Por el contrario, en el maquinismo los instrumentos
están adaptados para un uso determinado: ello provoca la
impresión de que es la máquina la que fabrica los
objetos.
En cambio, las computadoras son de nuevo instrumentos
de uso múltiple: su resultado dependerá de la información
que reciban. Pero, al contrario que la habilidad técnica
del artesano, esta información tiene un carácter
directamente social.
(1) R.Pla, "Introducción a una moral
científica", inédito.
(3) S.Alvarado, "Biología general"
(Madrid, 1964)
(4) K.Marx, "El Capital", t.I, p.499 (Ed.F.C.E.,
México, 1946/1867)
(5) V.I.Lenin, "El imperialismo, fase superior
del capitalismo" (Ed.Fundamentos/en "Obras escogidas",
t.1, p.689-798, Ed.Progreso, Moscú, 1961/Petrogrado, Ed.Zhizn
y Znanie, 1917)
(6) O.Lange, "Sobre la teoría económica
del socialismo", p.118 y ss. (Ed.Ariel, Barcelona)
(7) F.Engels, "Del socialismo utópico
al socialismo científico" (Ricardo Aguilera ed.)/
en "Obras escogidas de Marx y Engels", t.II, p.92-161,
(Ed.Fundamentos, Madrid, 1975/París, 1880)
(8) B.Horvat, "Teoría de la planificación"
(Ed.Oikos-Tau)
(9) F.Engels, "El origen de la familia, la propiedad
privada y el estado", en "Obras escogidas de Marx
y Engels", t.II, p.177-345, Ed.Fundamentos, Madrid, 1975/Zurich,
1884)
(10) S.Alvarado, "Biología general"
(11) H.Marcuse, "Eros y civilización",
p.197 (Ed.Seix Barral/Ed.Planeta-Agostini, Barcelona, 1985/Bacon
Press, Boston, 1953)
(12) J.Piaget, "Biología y conocimiento"
(Ed.siglo XXI, México, 1969)
(13) K.Marx, "El Capital", t.I,
p.327
(14) C.Castilla del Pino, "Sexualidad y represión"
(Ed.Ayuso) /en "Sexualidad, represión y lenguaje",
p.11-63 (Ed.Ayuso, Madrid, 1978/1971)
(15) J.Klír & M.Valach, "Cybernetic
modelling", p.77-78 (Ed.Iliffe, London/ SNTL, Praga, 1967)
(16) J.Monod, en "Del idealismo ´físico`
al idealismo ´biològico`", p.21 (Ed.Anagrama,
Barcelona, 1972)
(17) S.Alvarado, "Biología general"
(18) H.Salvat, "La inteligencia, mitos y realidades"
(Ed.Península, Barcelona, 1972)
(19) J.Guillaumaud, "Cibernética y lógica
dialéctica", p.37 (Artiach ed., Madrid, 1971)
(20) N.Wiener, "Cibenética", p.238
(Guadiana de Publicaciones, Madrid, 1971/M.I.T, Massachusett,
1961)
(21) R.Richta, "La civilización en la
encrucijada", p.287 (Artiach ed., Barcelona, 1972/Praga,
1968)
(22) L.Wittgenstein, "The Blue and Brown Books"
(Oxford), p.61, citado en A.G.Suárez, Teorema IV/1, p.97
(Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia,
Universidad de Valencia, 1974)
(23) K.Marx, "El Capital", t.I, p.37
(24) K.Marx, "El Capital", t.I, p.42
(25) Ver K.Marx, "El Capital", t.I, p.315-316
(26) K.Marx, "El Capital", t.I, p.269
(27) V.I.Lenin, "El imperialismo, fase
superior del capitalismo", p.16 (Ed.Fundamentos)
(28) K.Marx, "El Capital", t.I, p.648-649
(29) K.Marx, "El Capital", t.I, p.43
(30) K.Marx, "El Capital", t.I, p.72
(31) K.Marx, "El Capital", t.I, p.137
(32) Ver K.Marx, "El Capital",
t.I, p.273
(33) Ver Ota Sik en "Cambio 16" nº
149, p.7. Y como respuesta, Liberman en "Plan y beneficio
en la economía soviética", p.188 (Ed.Ariel,
Barcelona)
(34) K.Marx, "Crítica del programa de
Gotha", en "Obras escogidas de Marx y Engels",
t.II, p.5-30 (Ed.Fundamentos, Madrid, 1975/"Neue Zeit",
1891). Pablo, "Hechos de los apóstoles",
2, 44-45
(35) K.Marx, "El Capital", t.II,
p.50
(36) J.Klír & M.Valach, "Cybernetic
modelling", p.79
(37) C.Castilla del Pino, "La incomunicación",
p.10 (Ed.Península, Barcelona)
(38) C.Castilla del Pino, "Problemas en la relación
hombre-mujer", en "Cuatro ensayos sobre la mujer"
(Alianza Ed., Madrid, 1971)
(39) A.Huxley, "Un mundo feliz" (Ed.Plaza
& Janés, Barcelona, 1969)
(40) N.Wiener, "Cibernética", cap.9,
p.265 y ss.; J.Klir & M.Valach, "Cybernetic modelling",
p.264 y ss.
(41) J.Piaget, "Biología y conocimiento";
J.Monod, "El azar y la necesidad", p.97 (Barral ed.,
Barcelona, 1972/Ed.du Seuil, París, 1970)
(42) R.Richta, "La civilización en la
encrucijada", cuadro IV/1, p.379 (Artiach ed., Barcelona,
1972)
(43) R.Richta, "Progreso técnico y democracia",
p.28 (Comunicación, Ed.Alberto Corazón, Madrid)
1. El valor de la creatividad
2. Creatividad y sexualidad
3. La supervivencia
4. El cuidado de la prole
5. El cuidado de los ancianos
6. Aparece la previsión
7. Formas de crecimiento económico
8. La planificación forzosa
9. Previsión para la vida
10. Previsión para la muerte
11. La sexualidad y la doble función de los
instintos
12. Las razones de la sexualidad
13. La función del placer
14. Instintos extraindividuales
15. Dinámica instintiva en la familia
16. Jaque a la familia
17. Garantizar la reproducción
18. La búsqueda de continuidad individual
19. Las consecuencias se convierten en fines
20. Más allá de los instintos
21. La supervivencia en los hijos
22. La continuidad eclipsada
23. Una continuidad que se hace imposible
24. Lo que sobrevive en el hombre
25. Lo que sobrevive en la vida
26. El cerebro y los genes
27. La transmisión cultural
28. Sexualidad y exteriorización
29. Trascendencia e información
30. El caso del escritor amnésico
31. Personalidad y transferencia
32. La selección de la información
33. La personalidad y las relaciones sociales
34. La cosificación de las relaciones sociales
35. Cosificación mercantil y maquinista
36. Jaque a la cosificación mercantil
37. El dinero en el socialismo
38. Cosificación maquinista en el socialismo
39. Cosificación de la distribución
socialista
40. Mercado capitalista y demanda socialista
41. Los consumidores deciden
42. Industria de la comunicación y maquinismo
43. La información y su medio
44. La formación de una voluntad colectiva
45. Relaciones sociales y de información
46. Las necesidades humanas y la transmisión
de información
47. La obtención de comunicación
48. El caso de la fábrica de embriones
49. El caso de los hombres artificiales
50. ¿Una civilización de robots?
51. La supervivencia de la información
52. La producción de nueva información
53. La creación de información
54. Creación y transferencia
55. La creación se organiza
56. Creación y transferencia en la era de
la automación
57. El monopolio de la información
58. Democracia informativa
59. La creación se colectiviza
60. La riqueza de información
61. Jaque a la intimidad
62. El hambre de información nueva
63. La rutina
64. Del abandono al control de la producción
65. La información en la producción
b) Las relaciones sexuales producen placer.
Luego:
c) La sexualidad motiva positivamente las relaciones
interpersonales (sociales).
d) Además, la creatividad es social, dado
que:
e) Se "crea" para comunicar a otros lo
creado.
f) Con la Revolución Científico-Técnica,
la creación se hace colectiva.
g) Luego (por "d" y "c") la sexualidad
motiva positivamente la creatividad.
a
|-> c ( a·b -> c , e+f -> d , c·d -> g )
b |
|-> g a·b·(e+f) -> g
e -> |
| d
f ->