CULTURA Y COMPROMISO
Rafael Pla López, miembro del Comité Federal del PCE
Fiesta del PCE 2009

Nos acompañan en este coloquio Antoni Lucchetti, del Grupo de Teatro "Catorzedeabril", David Becerra, Investigador de la FIM, y Manuel López, escritor y también militante de IU. Y para hablar del compromiso social y político de las "gentes de la cultura" estaría bien que comenzáramos reflexionando sobre qué entendemos por tales "gentes de la cultura". ¿Nos referimos a lo que popularmente se conoce como "la farándula"? ¿Pensamos en los intelectuales solidarios a los que en tiempos del franquismo se llamaba "los abajofirmantes"? ¿O nos remitimos a lo que el Partido en aquellos tiempos llamaba "Fuerzas de la Cultura" propugnando su Alianza con las Fuerzas del Trabajo? Y sobre todo, ¿dónde ubicamos a estos sectores sociales en el marco de una sociedad dividida en clases?

Una característica esencial de los mismos, que los diferenciaba y diferencia del clásico obrero manual industrial, es la imposibilidad de separar su compromiso social y político del contenido de su actividad profesional. Un obrero manual militante podía cuestionarse las relaciones sociales de explotación en las que desarrollaba su trabajo sin entrar a analizar el contenido y las implicaciones sociales de dicho trabajo, que por otra parte venían predeterminados por la maquinaria con la que trabajaba y sobre los que tenía poca o nula capacidad de intervención. Pero un escritor, un pintor o un científico socialmente conscientes no tenían tanta suerte: no podían dormir tranquilos olvidándose del uso que pudiera hacerse de sus obras para adormecer a la población, para alienarla o para generar muerte y destrucción: su compromiso político y social requería asumir plenamente la responsabilidad por el contenido de su actividad profesional.

Con todo, y como ya analizábamos en los años 70, el desarrollo tecnológico vinculado a lo que llamábamos la revolución científico-técnica tenía como una de sus consecuencias difuminar la frontera entre lo que en su día llamábamos "Fuerzas del Trabajo" y "Fuerzas de la Cultura": en los países desarrollados, un porcentaje cada vez mayor de la población trabajadora se desplazaba de la producción directa a actividades de control, programación e investigación que requerían enfrentarse con el contenido de los procesos productivos; la misma automatización que generaba ese desplazamiento se apoyaba en un nuevo instrumento, el ordenador, que a diferencia de la antigua máquina-herramienta podía acometer múltiples tareas, haciendo descansar en el operador humano la elección entre las mismas, por mucho que dicha elección viniera impuesta por el propietario de los medios de producción. Pero frente a dicha imposición, la contradicción entre el carácter social de los medios de producción y el carácter privado de su propiedad adquiría una nueva dimensión, no limitándose ya a la distribución de la riqueza sino extendiéndose a las relaciones de poder dentro del proceso productivo.

Pero junto a lo que pudiera llamarse una cierta "intelectualización del proletariado" tenía lugar también una "proletarización de los intelectuales", que se expresaba en la masificación de la Universidad. Del intelectual profesional liberal y más o menos bohemio se pasaba mayoritariamente al intelectual asalariado, en el sector público o privado. Una expresión de ello fue en su día lo que se llamó el movimiento de PNNs, que sintomáticamente tenía como reivindicación central la consecución de un contrato laboral. Y el paso de una Universidad para la formación de las élites burguesas a una Universidad para la formación de la clase trabajadora es lo que está detrás de las contradicciones que subyacen al llamado "Proceso de Bolonia", sin cuyo análisis es imposible deslindar lo que son necesidades objetivas del desarrollo de las fuerzas productivas de lo que son condicionantes impuestos por las relaciones de producción capitalistas.

Y hay que destacar que los cambios afectan al conjunto de la Cultura, y no sólo a lo que pudiéramos llamar su vertiente técnica. Destaquemos en primer lugar que lo que puede llamarse la "industria de la Cultura" ha pasado a tener un peso importante dentro del conjunto de la economía. Y en segundo lugar que ello está conectado con el cambio en la composición del trabajo y de la clase trabajadora, especialmente en los países desarrollados, por el aumento del peso de la actividad intelectual en el proceso productivo, lo que conlleva que las necesidades culturales hayan pasado de ser un divertimiento accesorio a convertirse en una necesidad básica. Ciertamente, el sistema capitalista pervierte gravemente la expresión de dicha necesidad, pero la importancia de la creatividad en el trabajo para un desarrollo sostenible conlleva una exigencia objetiva de actividades culturales que fomenten la creatividad.

Y ello se produce además en un contexto en el que el desarrollo de Internet facilita la libre comunicación y difusión de la información y de las expresiones culturales, convirtiendo en utópicos los intentos de restringirla. Ello hace inviable a medio plazo la pretensión de constreñir la Cultura al marco de las relaciones mercantiles, por mucho que se adorne con rimbombantes declaraciones de defensa de una fantasmagórica "propiedad intelectual". Ciertamente, se podrá seguir vendiendo y comprando originales y manuscritos, como objetos físicos, para acopio de coleccionistas, pero no se podrá impedir su libre reproducción con un coste mínimo. Todos los intentos de prohibir la denostada "piratería" ignoran las cacareadas leyes objetivas de la economía, y son como querer poner puertas al campo. En este marco, movimientos como el del software libre están preconfigurando el futuro en construcción.

Por todo ello, el desarrollo y libre acceso universal a la Cultura debe ser asumido como una responsabilidad pública, impulsando su gratuidad comenzando por la educación a todos los niveles, lo que incluye naturalmente el proporcionar medios de vida a quienes la generan.

Además, no sólo la creatividad deja de ser exclusiva de una minoría de artistas e investigadores para pasar a ser una necesidad creciente en el seno de la clase trabajadora, sino que Internet, como verdadero medio de comunicación "de masas", y no sólo "masivo", posibilita la autoría y difusión generalizada de obras por sus usuarios. En este contexto carece especialmente de sentido hablar de "creadores" como distintivo exclusivo de una élite minoritaria de autores. Y hay que destacar que, siendo encomiable el compromiso de los trabajadores y trabajadoras de la Cultura, en tanto que ciudadanos y ciudadanas, en contra de la guerra y de los abusos de cualquier poder, su principal responsabilidad es el compromiso por una Cultura libre.

Resulta así lamentable y patética la actuación de algunos capitalistas de la cultura, o trabajadores con vocación de tales, que pretenden vivir de rentas, defendiendo lo que Marx denostó como dominación del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, y que en España tienen en la SGAE su mascarón de proa. Si Proudhon ya denunció que "la propiedad es un robo", ello es especialmente cierto de los ladrones que pretenden cobrar incluso por el canto de la Internacional. Naturalmente, ello lo único que ha de hacer es estimularnos a convertir el canto de nuestro himno revolucionario en un acto de insumisión por una Cultura libre.

Asistieron al coloquio unas 20 personas. Rafael Pla López comenzó (http://www.uv.es/pla/pce/cultcomp.htm) destacando la necesidad del compromiso de los trabajadores y trabajadoras de la cultura con su propia actividad profesional, y cómo ello tiene a generalizarse con la revolución científico-técnica, concluyendo que dicho compromiso debe ser en primer lugar por una Cultura libre, que por otro ladco Internet facilita. A continuación, David Becerra planteó que la literatura estaba vinculada al mercado capitalista. Antoni Lucchetti subrayó que el compromiso de la cultura podía ser a favor del sistema o crítico con él, destacando que la cultura actúa como un espejo de la realidad social, describiendo su experiencia dramatúrgica como espejo de 70 años de la historia de España. Finalmente, Manuel López explicó la agitación cultural en red que realizan en Córdoba, destacando la importancia de compartir en la esfera pública para generar referentes de valores críticos, y que análogamente a lo que representó la imprenta, la revolución cientifico-técnica está abriendo el camino para un cambio de época. El debate se centró principalmente sobre las posibilidades y limitaciones de Internet, señalándose que en cualquier caso el cambio lo deberán realizar las personas, y en primer lugar las comunistas.