MANIFIESTO DEL PCE PARA LA IZQUIERDA.

A. PRÓLOGO.

B. LA GRAN REESTRUCTURACIÓN DEL SISTEMA CAPITALISTA.

1. El nuevo orden internacional.
2. La reestructuración capitalista.
3. La crisis y hundimiento del Socialismo Burocrático de Estado.
4. Las transformaciones culturales.

C. ESPAÑA: ENTRE LA CRISIS Y LA MODERNIZACION CAPITALISTA.

1. La transición política.
2. La política económica de los gobiernos del PSOE.
3. Consecuencias del proyecto del PSOE: el final de una etapa.
4. Izquierda Unida: origen y desarrollo.

D. ALTERNATIVA. LINEAS PROGRAMATICAS.

1. El socialismo y el comunismo a que aspiramos.
2. La centralidad del trabajo.
3. Elementos alternativos para una política económica socialista.
a) Planificación y mercado.
b) Autogestión social, renovación tecnológica y poder privado.
c) Una planificación democrática y articulada.
d) Las relaciones económicas internacionales.
4. Una alternativa ecológica.
5. Las aportaciones feministas a la emancipación global.
6. Una alternativa al modo de vida.
7. Democratización de la comunicación y la cultura.
8. Los valores de la paz.
9. La democracia y la política.
10. Una propuesta federal para la socialización del Estado.

E. INTERNACIONALISMO Y SOLIDARIDAD.

1. Una Europa unida y solidaria.
2. Por la izquierda europea: el polo rojiverde.
3. Por un nuevo internacionalismo.

F. CONCLUSION.

 

A. PRÓLOGO.

En las últimas décadas se han producido grandes cambios en el mundo: cambios en la base tecnológica de la civilización, en las condiciones medioambientales, en la vida social y cultural, en el orden político y económico internacional. El análisis en profundidad de dichos cambios es fundamental para desarrollar una estrategia emancipadora orientada a la transformación del mundo real en el que vivimos.

Pero dicho análisis parte de una voluntad que nos define como comunistas: la voluntad de superar toda forma de opresión y explotación. Por ello, en la medida en que somos conscientes de que el capitalismo sigue siendo un sistema profundamente injusto, afirmamos nuestra voluntad de superarlo. E intentamos desentrañar las condiciones materiales y subjetivas para dicha superación, conscientes de que, como señaló Marx, la nueva sociedad a que aspiramos sólo puede engendrarse en las entrañas de la vieja. Pero también de que el alumbramiento de una nueva sociedad libre e igualitaria sólo puede ser una obra consciente y voluntaria de los seres humanos.

Así, al proponer este Manifiesto para la izquierda, los comunistas del PCE, parte integrante de Izquierda Unida, aspiramos a mantener y actualizar el viejo principio del Manifiesto Comunista según el cuál los comunistas no tenemos intereses propios que se distingan de los intereses generales de las personas trabajadoras y de cuantas trabajan por la emancipación de la humanidad, y queremos caracterizarnos por poner siempre en primer plano los intereses comunes del movimiento emancipador enfocado en su conjunto, contribuyendo así a que los diferentes movimientos sociales emancipatorios fundan su fuerza transformadora con la de las demás fuerzas de la liberación humana.

 

 

B. LA GRAN REESTRUCTURACIÓN DEL SISTEMA CAPITALISTA.

Las crisis cíclicas son connaturales al capitalismo. El "capitalismo regulado" del Estado del Bienestar no consiguió anularlas, sino que dio paso a una profunda crisis que no sólo cuestionaba los fundamentos políticos, económicos y sociales del modelo de acumulación capitalista forjado en el período de expansión de la postguerra, sino que al chocar con los límites ecológicos al crecimiento y abarcar al conjunto de las relaciones sociales, revelaba su carácter de crisis de civilización. Pero dicha crisis no implica por sí sola el hundimiento del capitalismo mundial, sino que está conduciendo a una profunda reestructuración del mismo ante las nuevas condiciones.

 

1. El nuevo orden internacional.

La actual economía capitalista mundial es incompatible con la preservación de una biosfera capaz de acoger, en condiciones mínimamente dignas, a la humanidad futura. Produciendo y consumiento como lo hacemos los países ricos, pesamos demasiado sobre la delicada superficie de la Tierra. Cada vez más estamos cruzando umbrales de irreversibilidad en el camino que lleva al desastre ecológico, por lo que el modo de vida de los países capitalistas, despilfarrador de fuerza de trabajo, de capacidades humanas, de energía y recursos, profundamente contaminante y destructor de los equilibrios naturales, no es generalizable al conjunto de la humanidad. No podemos continuar con el despilfarro consumista que actualmente realizamos en los países del llamado "primer mundo", a costa de la explotación y miseria de las dos terceras partes de nuestro planeta, en ! donde muchos millones de seres humanos mueren de hambre, con unas expectativas de vida desastrosas. No podemos confiar en que el crecimiento económico cuantitativo lleve a superar los desniveles existentes entre los privilegiados y los desposeídos del planeta, ya que la existencia de estos desniveles se debe a la injusta e insolidaria distribución de riqueza.

Tras el final de la confrontación Este-Oeste, nos encontramos ante un nuevo orden internacional basado en las relaciones de dominación entre el Centro y la Periferia. Un Centro en el que el declive económico de los EE.UU. frente a Alemania y Japón se ve compensado por su hegemonía política y militar. Una Periferia en la que a los pueblos emergidos de la descolonización política se han añadido los surgidos del hundimiento del bloque del Este, y en la que junto a países con mayor o menor base industrial o de exportación de materias primas, se encuentran países en proceso de creciente marginación económica y social y amenazados de una catástrofe demográfica. Un mundo en que frente a los pueblos que luchan por un orden internacional pacífico y más igualitario se alzan los gobiernos de los poderosos que quieren instrumentalizar las insti! tuciones internacionales, incluyendo la ONU, al servicio del orden capitalista internacional. Un orden capitalista en que a los mecanismos tradiciones de intercambio desigual, como la subordinación político-militar o la explotación neocolonial, se añaden la dramática espiral de la deuda y la degradación medioambiental.

 

2. La reestructuración capitalista.

La respuesta capitalista a la crisis está siendo el desmantelamiento de los mecanismos económicos y sociales del "Estado del Bienestar" y un pretendido retorno a la lógica del supuestamente libre mercado capitalista, bajo las banderas del neoliberalismo. Pero el Estado Capitalista no ha reducido, sino redefinido, su papel económico.

El capital intenta así poner a su servicio la renovación tecnológica y el nuevo sector estratégico (económica e ideológicamente) de la comunicación, generando un paro estructural de los trabajadores menos cualificados y promoviendo una escisión entre los trabajadores más cualificados dedicados a tareas de gestión, dirección o programación y la masa dedicada a tareas de producción y subsidiarias de control y mantenimiento, en el contexto de una mayor heterogeneidad de la clase trabajadora.

Pero el capital choca con la incapacidad de la disciplina mecánica fordista para organizar la producción en el marco de las nuevas tecnologías, que exigen una actitud activamente consciente de partes significativas de las fuerzas de trabajo. Y la respuesta toyotista orientada a conceder autonomía e iniciativa a colectivos obreros sin darles capacidad de control y decisión sobre el proceso productivo global cae en una contradicción irresoluble en el marco del capitalismo.

La internacionalización del proceso productivo, apoyándose en las nuevas técnicas de comunicación y con enormes concentraciones transnacionales de capital y tecnología que escapan al control de los Estados, intenta enfrentarse a esta contradicción mediante empresas que fragmentan los procesos de producción asignándolos a unidades situadas en diversos países con mano de obra barata, frecuentemente de la Periferia, incapaces de subsistir por sí mismas, digidas por un "cerebro" ubicado siempre en el Centro. Ésta tiende a ser la nueva división internacional de trabajo, que al trasladar las contradicciones al ámbito internacional lleva a la agudización de éstas, especialmente cuando se hunda la demanda de productos desde el Centro una vez empobrecida su base social.

La crisis del Estado del Bienestar, en efecto, lleva a una crisis de legitimación del Estado democrático en los países del Centro, por la incompatibilidad entre las exigencias hechas al Estado por parte del capital y las demandas democráticas de las distintas poblaciones, generando una involución democrática con la subordinación de las libertades y los Parlamentos a los aparatos del poder capitalista.

Pero este proceso sólo es posible reduciendo el peso de los trabajadores en la sociedad y su dignidad como personas mediante el recorte de sus derechos sindicales y sociales, en la distribución de la renta, con la flexibilización del mercado laboral y con el aumento de los ritmos de trabajo, apoyándose en la debilidad de la izquierda política y sindical.

Y a su vez, la agudización de las desigualdades territoriales ha llevado al agravamiento y la multiplicación de los conflictos nacionales.

 

3. La crisis y hundimiento del Socialismo Burocrático de Estado.

Hoy disponemos de una cierta perspectiva histórica de los acontecimientos que dieron lugar al hundimiento de la URSS y demás regímenes del Este de Europa, pero debemos evitar simplificaciones que banalicen las enseñanzas del fin del ciclo histórico inaugurado por la Revolución de 1917.

Si bien los regímenes del llamado "socialismo real" se han diferenciado entre sí, han tenido en común una economía en la que los medios de producción estaban mayoritariamente bajo la propiedad y el control estal, y un sistema político de Partido-Estado que mantenía el monopolio del poder; junto con ello, tuvieron lugar procesos de eliminación de las clases tradicionalmente dominantes y el acceso al poder de sectores sociales anteriormente excluídos, así como profundas transformaciones de las estructuras del estado, del trabajo y de la cultura.

Ello puede considerarse como el primer intento histórico de superación práctica del capitalismo en un importante número de países, intentando abolir la explotación del ser humano por el ser humano, lo que ha constituído de por sí un factor de superioridad respecto del capitalismo y ha conducido a importantes beneficios para la vida de las personas trabajadoras.

Pero dicho intento se ha enfrentado desde su fase inicial con graves obstáculos, como la falta de madurez económica para el socialismo derivada del insuficiente desarrollo económico, y las duras condiciones derivadas primero de la guerra civil y la intervención hostil extranjera, después de la espantosa destrucción material y humana sufrida en la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente de los rigores de la guerra fría. En estas condiciones, y en ausencia en casi todos los casos de experiencias democráticas previas (partiendo de regímenes autoritarios en los países del Este de Europa, y de una situación de colonias o semicolonias en los países asiáticos y africanos y en Cuba), debieron emprender un proceso de industrialización acelerada como condición para su misma supervivencia. Este proceso fue visto como un modelo para muchos países del llamad! o Tercer Mundo, pero se vivió de forma dolorosa por su propia población.

Todo ello dificultó el desarrollo de las primeras experiencias de democracia socialista en la Rusia soviética, y facilitó una perversión del proceso de construcción del socialismo: la concentración de poder y privilegios en manos de la burocracia estatal, junto a la falta de democracia y de libertades cívicas, configuraron un modelo de Socialismo Burocrático de Estado que tras la Segunda Guerra Mundial sería adoptado por el resto de países del Este de Europa. Y la esperanza que supuso el intento reformista ecabezado por Jruschov se vio frustrada por la falta de una ruptura que llevara a una desestalinización política, económica y cultural efectiva.

No obstante, el sistema formado por los países de Socialismo Burocrático de Estado cambió radicalmente el panorama mundial, como contrapeso a las tendencias absolutistas del capitalismo, como un factor decisivo en la derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial y por su solidaridad con la lucha contra diversas dictaduras capitalistas, siendo unos aliados importantes de los movimientos de liberación nacional frente al imperialismo capitalista. Asímismo, la satisfacción general en dichos países de derechos sociales fundamentales como el derecho al trabajo, a la atención sanitaria y educativa y al acceso a la cultura, al tiempo que mostraba las potencialidades de su sistema social para mejorar la vida de la gente, especialmente teniendo en cuenta su punto de partida, forzó al capitalismo en los países del Centro a realizar importantes concesiones al movimiento obrero y sindical.

Pero la falta de participación social activa en la construcción del Socialismo Burocrático de Estado era una importante causa de fragilidad de éste. Así, la aceleración de la carrera de armamentos forzada por los EE.UU. al frente del campo imperialista, unida al estancamiento y recesión económica de los países del Este de Europa y a la atracción que ejercía sobre su población el consumismo del capitalismo de los países del Centro, fueron factores determinantes de la crisis de su sistema. El intento de superar esta crisis que supuso la perestroika, corrigiendo las graves deformaciones del sistema y recuperando la democracia socialista, sucumbió ante la rapidez de los acontecimientos a finales de los 80, que abrieron en camino a la restauración de las relaciones capitalistas en los países del Este de Europa. De este modo, la confrontación hi! stórica entre el Capitalismo y el Socialismo Burocrático de Estado se ha saldado con la victoria del primero, cuya base de desarrollo histórico facilitaba mayores niveles de iniciativa individual y progreso tecnológico, en el marco del mercado capitalista. Con dicha victoria, que ha conducido tambi&eacut e;n a una situación de derrota, a superar, de la izquierda de los países capitalistas avanzados, el movimiento obrero anticapitalista ha perdido un aliado potencial, pero ha ganado una mayor libertad en el desarrollo de su propia estrategia emancipadora hacia el socialismo y el comunismo.

 

4. Las transformaciones culturales.

Los cambios tecnológicos minan una de las bases comunes a los diversos modos de vida propios del capitalismo: la separación entre el tiempo libre y el tiempo de trabajo, que genera a su vez una escisión dentro del propio individuo, con unas pautas culturales para el trabajo y otras, completamente distintas, para el asueto. El trabajo asalariado se vive como subordinación a objetivos y normas ajenas, como subordinación a los intereses de la empresa, del capital, a través de la adaptación forzosa al proceso productivo; pero también como medio necesario para permitirse la vida deseada en el tiempo libre.

Pero, por una parte, hemos señalado cómo la misma falta de libertad y democracia en el trabajo deviene un lastre para la eficiencia de la producción.

Y, por otra parte, el tiempo de ocio tiende a ser controlado desde el poder, por medio de la "cultura de masas" generada a través de los medios de comunicación masiva, dejando así de ser propiamente tiempo libre. El control desde el Centro de dichos medios tiende además a producir un uniformismo cultural e ideológico, anulando la capacidad de desarrollo cultural autónomo de los países de la Periferia e imponiendo la universalización de un Pensamiento Único.

Sin embargo, las nuevas tecnologías abren también otras posibilidades, que se expresan en una creciente pujanza de nuevos movimientos antijerárquicos, como las redes de libre circulación de información sin un centro dirigente. Así, también en el terreno de la cultura y la comunicación se enfrentan las tendencias que tienden a anular la libertad y las tendencias que tienden a expandirla.

 

 

C. ESPAÑA: ENTRE LA CRISIS Y LA MODERNIZACION CAPITALISTA.

 

1. La transición política.

La transición de la dictadura a la democracia se gestó y desarrolló de forma sustancialmente diferente a como se había previsto en 1976 en el Manifiesto Programa.

El modelo de transición defendido por el PCE, ruptura democrática con el régimen anterior, basado en una política de amplia unidad democrática y popular, encontró obstáculos que no pudo superar en la presión de fuerzas económicas y políticas externas, preocupadas por el auge de las movilizaciones sociales y de que éstas condicionasen o socavasen el poder real de las clases dominantes españolas, y también por la ruptura objetiva de la unidad antifranquista y la división sindical.

Fruto de este proceso contradictorio fueron un sistema parlamentario sin exclusiones, el reconocimiento de las nacionalidades y regiones, y la configuración del Estado de las autonomías,así como la consecución de conquistas cuantitativas importantes en el terreno de la educación, la sanidad o el urbanismo; pero también, el mantenimiento, cuando no el reforzamiento,de los poderes económicos fundamentales a los cuales se dotó de nuevos mecanismos de intervención social; la continuación, sin cambios sustanciales, de los aparatos del Estado y de la administración; la aceptación explícita de la monarquía parlamentaria, etc.

Junto a la construcción del sistema democrático, el gran problema que gravitó sobre la transición democrática fué la crisis económica. Respuesta a dicha crisis fueron los Pactos de la Moncloa, firmados y apoyados por el PCE como expresión concreta de nuestra estrategia de concentración democrática, aunque quizás sin llevar a cabo un profundo análisis y debate en todo el Partido.

Los Pactos de la Moncloa fueron prioritariamente una apuesta por la aproximación al capitalismo europeo, si bien incluían medidas que favorecían a los trabajadores, pero que no contaron con la participación en su negociación de las organizaciones sindicales y sociales. Pero la política del PCE ante los problemas derivados de la situación económica y política marginando el trabajo en la sociedad produjo objetivamente la desmovilización y el desaprovechamiento de la fuerza real y potencial de los movimientos sociales, principalmente el sindicalismo de clase, así como una práctica política institucionalista.

Disipados rápidamente los efectos positivos de los Pactos de la Moncloa, la política de concentración agravó las consecuencias de la crisis sobre el movimiento obrero, manteniendo su división, dificultando su organización y su respuesta global a la nueva política económica que se instrumentó desde 1979 y al profundo proceso de reestructuración de la economía que se desarrolló a partir de dicho año.

Por ello, el PCE valora autocríticamente los enfoques que guiaron nuestra acción política durante la transición. La política de concentración, mantenida hasta 1982, incluso tras la elaboración de la Constitución, impedía poner en juego la fuerza que se desprendía de la capacidad de lucha de CC.OO., de las asociaciones de vecinos, de las organizaciones tanto estudiantiles, como feministas, ecologistas, de los movimientos intelectuales y profesionales en los que miles de militantes del PCE jugaban un papel relevante.

Pero simultáneamente debemos señalar que la estabilización de la dominación de la oligarquía —que tenía bases objetivas— contó con la aquiescencia del PSOE. La situación internacional, dominada por la confrontación de bloques, los rebrotes de la guerra fría y la ofensiva conservadora constituyó sin duda un marco adverso que dificultó una mayor profundización de las conquistas democráticas.

La destrucción de UCD y la crisis del PCE, facilitaron el éxito electoral del PSOE, que apareció como depositario de una fuerte corriente de cambio que existía en la sociedad española y que supo expresar, primero a través de una política de oposición a UCD y, posteriormente, en un programa electoral progresista.

Sin embargo, inmediatamente después de conseguir los votos y formar Gobierno, el PSOE giró rápidamente hacia una política conservadora en los temas fundamentales, convirtiéndose en defensor de muchos de los valores que históricamente ha defendido la derecha.

 

2. La política económica de los gobiernos del PSOE.

Tras el 'ajuste Boyer' se asistió a un proceso de recuperación de la tasa de crecimiento que fué acompañada de una politica presupuestaria de caracter restrictivo y de un comportamiento moderado de los costes laborales. Paralelamente,la economía española estuvo sometida a una apertura al exterior de magnitud desconocida hasta entonces, como consecuencias del proceso de integración comunitaria y de la aplicación del Acta Unica Europea, lo que ha enfrentado a nuestro sistema económico a una creciente competencia de economías más desarrolladas y en situación, por tanto, más ventajosa.

Esta debilidad relativa de nuestra economía hundía sus raíces en causas históricas, como la tardía industrialización o la ausencia de una Reforma Agraria, pero también, y nos referimos a los últimos tiempos, en la ausencia de una voluntad decidida por parte de los poderes públicos para remover los obstáculos que estrangulan nuestra capacidad de desarrollo.

La "modernización" del país —eje del discurso del cambio en 1982— fué en realidad un durísimo proceso de reestructuración económica y política orientado por una lógica que tomaba a la llamada clase empresarial y a los tradicionales centros de poder financiero, como los auténticos sujetos activos del desarrollo. En esta elección de fondo el PSOE ha sido extremadamente coherente: si la "modernización" del país dependía decisivamente de las 'expectativas' y preferencias de los grupos económicos (autóctonos o foráneos dominantes) había que crear las condiciones (políticas, fiscales y laborales) que permitiesen su libre desarrollo, removiendo los posibles obstáculos y favoreciendo todos aquellos elementos que contribuyeran, directa o indirectamente, a incrementar la rentabilidad del capital. Por ello las rentas salariales se han c! onvertido en la variable independiente sobre la cual han girado las políticas de 'ajuste permanente' practicadas por los distintos gobiernos del PSOE, ya sea como instrumento para reducir la inflación o como mecanismo para conseguir un incremento de la productividad. La crisis económica pone de manifiesto los límites y las enormes debilidades de un modelo de desarrollo fundamentalmente especulativo incapaz de generar una dinámica autónoma, así como territorialmente desequilibrado, socialmente injusto, ecológicamente insostenible y con una estructura productiva profundamente distorsionada e incapaz de emplear al conjunto de las fuerzas de trabajo existentes. Ello ha llevado a una profunda destrucción de tejido productivo, especialmente en el sector público, aumentando gravemente el número de parados.

En el marco del fracaso de la "modernización", el recurso a políticas coyunturales, la insistencia en el control salarial, la práctica suicida de políticas de subvenciones a multinacionales para su establecimiento en España, el mantenimiento de políticas monetarias restrictivas han sido los instrumentos más utilizados para combatir la persistente propensión a la inflación o a incurrir en déficits externos y han sustituído a políticas de fondo ajustadas a la naturaleza real de los problemas. Simultáneamente, la estructura productiva se manifestaba incapaz de utilizar plenamente la fuerza de trabajo de la población potencialmente activa, ya sea por el uso de técnicas inadecuadas a nuestra dotación de recursos como por la ausencia de reformas en el medio rural o la incorrecta especialización sectorial.

Al sentar las bases de nuestro frágil equilibrio exterior en la entrada de capital extranjero y los ingresos por turismo, como principales factores correctores de una balanza comercial crónicamente deficitaria, y al ser esos factores muy sensibles a la evolución de la coyuntura internacional así como limitados sus efectos, la economía española añade un caracter diferencial a los riesgos que acechan a las economías desarrolladas de occidente.

El crecimiento económico desencadenado en dicho periodo se produjo sobre dichas débiles bases sin que en ningún momento los responsables económicos del país abordaran la corrección de las deficiencias estructurales. Por el contrario, se abandonó todo posible intento de dirigir conscientemente un verdadero proceso modernizador de nuestra economía descargando en las fuerzas del mercado la responsabilidad de impulsar la economía. Se creó así un espejismo del crecimiento que explotó con facilidad las ventajas inmediatas de una febril actividad más especulativa y financiera que real.

Los graves conflictos que han enfrentado a gobierno y sindicatos de clase de nuestro país, han puesto de manifiesto la incompatibilidad de fondo existente entre la política económica practicada y las aspiraciones del movimiento obrero. La propuesta del Gobierno a CC.OO. y UGT ha sido siempre la misma: aceptación de las líneas básicas de su proyecto a cambio de su cooptación en la maquinaria institucional y financiera del Estado. La negativa de los sindicatos a aceptar esta estrategia estaba más que justificada: la política del Gobierno necesitaba y necesita de una fuerza de trabajo estructuralmente debilitada, con una capacidad contractual limitada y unos sindicatos subalternos a la lógica de los poderes económicos dominantes. El paro, la precarización del empleo, la dualización del mercado laboral, el recorte de las prestaciones sociales han sido los instrumentos pr! ivilegiados de la estrategia económica de la oligarquía financiera asumida por el Gobierno del PSOE.

 

3. Consecuencias del proyecto del PSOE: el final de una etapa.

Junto a lo anteriormente indicado, tal vez lo más profundamente inquietante del modelo de sociedad conformado desde las políticas conservadoras del PSOE es el nivel de desarme moral y la creciente alienación en el terreno de lo cultural y de los valores.

Tales políticas generan mensajes tales como que el desarrollo y la eficacia económica conducen inevitablemente a la marginación, el paro crónico y la miseria, aceptando en lo fundamental el mensaje del capitalismo neoliberal puro y duro. Tales políticas propician los valores del más rancio conservadurismo: el culto a la agresividad, el individualismo, el consumismo despilfarrador, la adoración del dinero y el éxito fácil, la corrupción y el egoísmo insolidario.

Una política económica neoliberal y la exaltación de los correspondientes valores insolidarios han sido el caldo de cultivo que ha propiciado el rosario de escándalos económicos que ha coronado la etapa final del gobierno del PSOE. Si a ello añadimos que las limitaciones en la democratización de los aparatos del Estado heredados de la dictadura han supuesto el mantenimiento de prácticas que hemos de calificar como de terrorismo de Estado, completaremos el cuadro de la descomposición final de lo que en 1982 se presentó como depositario de las esperanzas de cambio de la sociedad española.

Tras las elecciones municipales y autonómicas de 1995 se ha configurado en cierta medida un nuevo panorama político-institucional en España. En un deslizamiento del voto iniciado en las elecciones generales de 1993, mantenido en las europeas de 1994 y consolidado en las autonómicas y municipales, la 'política de derechas' del PSOE ha abierto el camino al triunfo electoral del PP, lo cual puede representar una intensificación de la política antisocial practicada y de la connivencia con los llamados «poderes fácticos». Por el contrario, la solución de los problemas de la sociedad necesita de una política de izquierdas.

 

4.Izquierda Unida: origen y desarrollo.

No es aventurado afirmar que sólo la articulación unitaria, amplia y plural de todas las fuerzas de izquierda, en torno a programas y políticas de progreso y transformación social, puede conllevar, en un proceso interactivo, la recuperación democrática necesaria para construir una alternativa real a las políticas y recambios de derechas.

Dada la naturaleza y el calado de los problemas centrales de la época, el proceso emancipatorio asume hoy el carácter de una gran convergencia y alianza de pueblos y de fuerzas sociales, políticas y culturales diversas.

En consecuencia, ¿cuál ha de ser la amplia, la compleja, a veces contradictoria y desigual, convergencia en que se exprese la mayoría social que ha de impulsar el proceso hacia la conquista de la hegemonía, la transformación social y el socialismo?.

El PCE inició, junto con otros, la contestación a tal interrogante desde el análisis constante, la reflexión teórica y la práctica cotidiana en la acción política, social y cultural.

La política de convergencia aprobada por el XI Congreso del PCE, y que tuvo su primera expresión en el importante trabajo llevado a cabo en Convocatoria por Andalucía, a lo que se sumó las movilizaciones por la Paz durante el Referendo de la OTAN, generó la constitución de Izquierda Unida, que nació como coalición de partidos políticos junto a compañeros que sin tener filiación partidaria apostaban por una izquierda transformadora.

Tras años de existencia y trabajo, IU se ha consolidado y fortalecido, teniendo una creciente presencia en la vida política y social. IU ha sabido interpretar, canalizar y, al tiempo, representar los anhelos y voluntades de un amplio sector de la sociedad española.

Izquierda Unida continúa su progresión tanto en implantación geográfica y social como en representación institucional habiéndose consolidado como una fuerza política ascendente que aspira a conseguir la hegemonía social en la izquierda y en la sociedad, si bien ello no se ha visto representado en la misma proporción en la sociedad, ni tampoco organizativamente.

IU ha de conseguir armonizar su función de instrumento unitario y plural para la intervención política y social cotidiana con su paulatina y constante transformación en un amplio marco de convergencia no sólo política, sino también social. La crítica argumentada a las políticas y prácticas del gobierno del PSOE ha constituído, y constituye, un elemento esclarecedor de IU, de su autonomía y desarrollo, entendiendo que una parte importante del electorado que opta por la abstención está conformada por personas que a sí mismas se consideran de izquierda, por lo que debemos incorporar este potencial transformador al proyecto común de emancipación social y humana, combatiendo los fenómenos que provocan esa abstención.

En los variados ámbitos de la geografía española aparecen movimientos sociales, asociaciones culturales, etc..., algunos de los cuales se sitúan en la cultura de los valores y prácticas de la izquierda, y que demandan de IU mayores niveles de iniciativa política y de imaginación, al objeto de posibilitar un notable ensanchamiento de la actual pluralidad unitaria articulada hoy en IU.

Las movilizaciones obreras, populares y democráticas que emanan de la confrontación de intereses y de la voluntad de solución de los grandes problemas contemporáneos, constituyen vías privilegiadas en la construcción y desarrollo de IU como proyecto unitario y plural de transformación social, consolidada ya como tercera fuerza política que aspira a convertirse en fuerza hegemónica en la izquierda y en la sociedad.

El PCE como organización política que ha hecho de IU su proyecto estratégico, actuará, en el ámbito de IU, según los acuerdos de la Asamblea Federal de IU u órgano pertinente.

Consecuentemente con ello todos los comunistas, militen donde militen, están emplazados a la contribución a construir el movimiento político y social organizado que representa IU, a organizarlo e impulsarlo, dedicando su esfuerzo intelectual, individual y colectivo, a IU, garantizando el cumplimiento de los postulados que suponen llevar a la práctica el movimiento político y social.

En esta perspectiva, el PCE ha de dedicar buena parte de sus esfuerzos a la lucha ideológica y cultural y a impulsar la articulación de tejido social, cuya debilidad es uno de los principales problemas para la construcción de la alternativa, objetivo central de IU.

 

 

D. ALTERNATIVA. LINEAS PROGRAMATICAS.

 

1. El socialismo y el comunismo a que aspiramos.

Para superar las injusticias existentes en el mundo actual, para terminar con las distintas formas de opresión y explotación, para conseguir una humanidad justa, libre y solidaria, hay que superar el capitalismo que se ha alzado con la hegemonía política desde el Occidente y el Norte del mundo.

En nuestro esfuerzo por la superación de lo existente, ya desde el Manifiesto Comunista hemos venido planteando como alternativa una sociedad socialista que terminara con la explotación de unas personas por otras y una sociedad comunista sin clases y sin Estado. Para ello hemos de comprometernos en un ejercicio de coherencia personal y política que nos permita relacionar nuestros grandes objetivos emancipatorios con nuestra actividad cotidiana del día a día.

El desarrollo social de la humanidad, de la economía, de la ciencia y de la técnica hacen cada vez más posible y necesario sustituir la rapiña por el cultivo racional de los recursos naturales, la confrontación por la cooperación y el lucro insolidario por la búsqueda de un bienestar compartido por el conjunto de la humanidad. Y si la misma supervivencia de la vida y de la civilización en el planeta exige generalizar la cooperación por encima de egoísmos insolidarios, el desarrollo de las formas de comunicación social posibilita que dicha cooperación se asiente en la autoorganización social, y no en la coacción impuesta desde los centros del poder político.

La transformación de la sociedad habrá de ser obra de la actuación consciente, voluntaria y organizada de las personas que componen esa sociedad, a través de una auténtica revolución de la mayoría.

En este proceso, los mecanismos electorales democráticos de conformación de la voluntad colectiva habrán de ser no sólo respetados, sino desarrollados al máximo, de modo que permitan corregir las acciones de gobierno y sustituir a los gobernantes que se aparten de la voluntad mayoritaria.

Somos conscientes de que el desarrollo de una voluntad emancipatoria colectiva no puede circunscribirse a los procesos electorales ni ser resultado de la simple recepción de propaganda política. Por el contrario, dicha voluntad sólo podrá desarrollarse de forma activa a través de la movilización social y de una práctica cotidiana por la mejora de las condiciones de vida que, impregnadas de valores emancipatorios, vayan articulando la autoorganización social en un proceso de superación del mercantilismo y del estatalismo. Impulsar este proceso es la tarea de las y los comunistas.

Abolida ya la explotación, en una asociación de personas libres en armonía con la naturaleza, se inaugura la auténtica historia de la humanidad. En el corazón de esta sociedad se inscribirá el principio que dice: a cada cual según sus necesidades, de cada cual según su capacidad. La existencia ya no estará constreñida por la posición que se ocupe en las relaciones de producción y los seres humanos podrán dedicarse libremente a crear, a gozar y a amar. Decía Paul Lafargue: "el fin de la Revolución no es el triunfo de la justicia, la moral, la libertad y otros infernales embustes con que se burla a la humanidad desde hace siglos, sino trabajar lo menos posible y gozar física e intelectualmente lo más posible." La manera de expresarlo quizá no fuese afortunada, pero el fondo es cierto. No aspiramos a un mundo de ascetas o sacrificados ! héroes, sino a la felicidad humana, a la asociación en la que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos.

Este es nuestro sueño, nuestra utopía.

Lo escribió Pisarev y lo repitió Lenin: "Hay que soñar, siempre que la persona que sueñe crea seriamente en su sueño, se fije atentamente en la vida, compare sus observaciones con sus castillos en el aire y, en general, trabaje escrupulosamente en la realización de sus fantasías. Cuando existe algún contacto entre los sueños y la vida, todo va bien.".

Para la realización de un sueño de esta índole trabajamos.

 

2. La centralidad del trabajo.

La naturaleza es la fuente de toda riqueza y el trabajo humano no es otra cosa que la consecuencia de una fuerza natural, la fuerza de trabajo del ser humano. Sin el trabajo humano nada es posible en ningún tipo de sociedad.

Se han producido cambios importantes en la organización del trabajo, en el mercado laboral y en la estructura de clases que favorecen la difuminación de la conciencia de clase entre los trabajadores de los paises económicamente desarrollados. Pero esos cambios no presuponen que haya desaparecido el potencial transformador de la clase trabajadora: el trabajo continúa siendo elemento central para la transformación social.

Ello no significa que haya que limitar la acción política al lugar de trabajo, ni menos aún al reparto del excedente. Las transformaciones sociales experimentadas por el capitalismo y los propios mecanismos desarrollados por éste para hacer frente a los retos que le ha planteado históricamente el movimiento obrero, obligan a integrar y extender las estrategias y prácticas en el mundo del trabajo más allá de las reivindicaciones laborales y económicas tradicionales así como a establecer como prioritarias las luchas contra los aspectos más injustos de las relaciones de producción capitalista.

El proceso de mecanización y automatización del trabajo es más complejo de lo que algunos afirman. El trabajo manual, en todas sus formas, no es marginal hoy día ni parece que vaya a serlo en los próximos tiempos. Además, la sobreexplotación y precarización del trabajo manual está alcanzando porcentajes muy altos —y no sólo en el mercado negro de trabajo— lo que se refleja en un aumento espectacular del número de accidentes de trabajo y enfermedades psíquicas. No debemos olvidar, además, la explotación de la mano de obra en el Tercer Mundo para mantener el sistema capitalista.

La consideración de la situación en que se encuentran las mujeres añaden nueva perspectivas y contenidos a nuestra comprensión del mundo del trabajo. Por una parte aparece la necesidad de revindicar para las mujeres el derecho a la plena incorporación al trabajo remunerado, instando a la implantación de medidas que posibiliten una igualdad de acceso real. Por otra parte debemos dar una mayor visibilidad y valoración al trabajo doméstico que en esta sociedad se atribuye casi en exclusiva a las mujeres, ocultando en un ámbito "privado", un trabajo imprescindible para la reproducción social.

Asimismo los comunistas debemos enfrentar las contradicciones entre el movimiento obrero y otros sujetos transformadores. Para ello debemos esforzarnos por poner de relieve en cada conflicto concreto cómo las contradicciones se relacionan con el modelo social capitalista, oponernos claramente a los comportamientos y prácticas machistas y autoritarias citadas y proponer alternativas que procuren superarlas desde los valores de la izquierda y la defensa de los intereses de las personas más desfavorecidas.

Con relación a las organizaciones sindicales, los comunistas dentro y fuera de ellas debemos procurar su extensión, fortalecimiento y unidad y evitar su burocratización y su subordinación a la Administración. La apuesta por el sindicalismo sociopolítico de clase debe fomentar, que junto a la indispensable acción reivindicativa, actúe como parte integrante de un bloque social de progreso contribuyendo a incorporar a la lucha social los valores y los objetivos de la izquierda.

La valorización o revalorización del trabajo, desde una perspectiva comunista, debe:.

1. Proponer la reducción drástica de la jornada laboral y la necesidad de "trabajar menos para trabajar todas y todos", tener más tiempo libre para el desarrollo de la persona de una forma creativa y la participación política y social en la vida ciudadana, así como asumir de manera compartida las tareas domésticas;.

2. Impulsar la participación activa de los trabajadores para mejorar las condiciones de trabajo e incidir en la organización del mismo con el fin de avanzar en la democratización de ésta.

3. Defender colectivamente y esforzarse en lo personal en el trabajo bien hecho, en especial en el sector público así como la corresponsabilización, en el ámbito privado, con el trabajo doméstico.

4. Incluir en nuestros análisis el trabajo en su globalidad incorporando baremos que cuenten con el trabajo realizado en el ámbito doméstico así como los factores específicos que afectan al trabajo de las mujeres, luchando contra las prácticas discriminatorias y los mecanismos de segregación.

5. Denunciar prioritariamente la situación de los pueblos y capas sociales más desfavorecidos y fomentar la solidaridad con ellos de la parte de los trabajadores del Centro y de sus sindicatos, actuando sobre los beneficios del capital y no sobre los salarios para resolver las contradicciones originadas por la división internacional del trabajo.

Se trata en definitiva de contraponer la lógica del trabajo a la lógica del Capital: es el trabajo, y no el capital, el que crea riqueza. El Capital no "crea empleo", sino que explota a la fuerza de trabajo.

 

3. Elementos alternativos para una política económica socialista.

a) Planificación y mercado.

La defensa liberal del capitalismo se centra en contraponer mercado a planificación. Sin embargo, el capitalismo se ha caracterizado por un gran desarrollo de la planificación, primordialmente dentro de cada empresa: la base del desarrollo del capitalismo ha estado en el desarrollo industrial mediante el trabajo organizado, yendo a formas cada vez más complejas de cooperación; así, la base de la producción capitalista es la cooperación y no la competencia mercantil, que queda restringida a la esfera de la distribución y cada vez de manera más imperfecta. De hecho a medida que se desarrolla la concentración de capital y de grandes empresas, la esfera de la cooperación va desplazando a la esfera del mercado, y se desarrollan formas más amplias de planificación empresarial; a su vez, el Estado capitalista interviene planifican! do para regular las condiciones de la producción y del mercado capitalista, intervención que se hace cada vez más necesaria a medida que crece la complejidad de éstos y sus desequilibrios amenazan la estabilidad del sistema económico. Así tenemos como, en nombre del liberalismo, las políticas monetaristas frecuentemente distorsionan el funcionamiento de los mercados no financieros.

Lo que distingue al capitalismo del socialismo no es la existencia de la planificación, sino el quién y para qué se planifica. Así, el capitalismo se caracteriza por la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la propiedad de los medios de producción, que supone no sólo la apropiación privada por el capitalista de los frutos del trabajo colectivo, sino que la planificación de este trabajo se realice al servicio del beneficio de los capitalistas.

Por el contrario, en los regímenes estatalistas la propiedad estatal unificada entraba en contradicción con el carácter fragmentado de la producción: el carácter unificado de la propiedad no se apoyaba en una unificación técnica de la producción, sino que derivaba de una imposición política del Estado; la planificación centralizada basada en la propiedad estatal se convertía así en una planificación burocrática desconectada de la realidad productiva, de la base económica de la sociedad; y la falta de un funcionamiento democrático del Estado agravaba más aún esa desconexión.

En la producción capitalista vienen teniendo lugar cambios sustanciales. De una parte, aumenta la dependencia de la producción de ciencia y tecnología que, por sus propias características, es una producción social. De otra, y gracias a estos avances técnicos, aumenta la integración técnica de las unidades de producción lo que permite desvincular el control de la misma cada vez más de una fuerza de trabajo concreta y de un territorio concreto.

Todo ello se manifiesta en una contradicción: cuanto más social es el proceso de producción, más opaco aparece ese carácter social y más se dificulta la democracia económica, por la independencia relativa de las condiciones de producción concretas en que esta se desenvuelve. La desregulación económica y la reducción del papel del Estado van despejando las condiciones para que la integración técnica bajo el poder privado prospere.

El mercado, de este modo, llena los intersticios que deja libres la integración técnica de la producción (lo que ocurría también con el mercado negro bajo la planificación burocrática). De modo que sólo a medida que esta integración técnica se va desarrollando la esfera del mercado va retrocediendo, como viene ocurriendo a todo lo largo del desarrollo del capitalismo.

Pero el mercado es un mecanismo social a través del cual se expresan las relaciones de dominación. Y en el mundo actual, siempre funciona en el marco de una planificación por parte de las empresas o las instituciones.

Por todo ello el dilema entre planificación y mercado es falso. De lo que se trata es de optar políticamente entre una planificación democrática o no, entre una planificación al servicio de los intereses sociales mayoritarios o de los privilegios de una minoría. Y asimismo de decidir al servicio de qué intereses se realiza la intervención en los mercados. Todo ello nos sitúa ante la necesidad de dar una respuesta de carácter político que ataque los mecanismos de "ocultación" del carácter crecientemente social de la producción que la dinámica del capitalismo va alimentando.

 

b) Autogestión social, renovación tecnológica y poder privado.

La planificación socialista, que sólo puede ser democrática, se corresponde con la propiedad social de los medios de producción colectivos. Pero la tarea de dar un carácter socialista a la planificación no debería supeditarse a la forma jurídica de la propiedad: dicha supeditación significaría, en la actualidad, supeditarse al Estado como sancionador de dicha forma jurídica, en vez de dar el protagonismo de la emancipación de los trabajadores a los propios trabajadores.

De hecho el productivismo maquinista, al supeditar el trabajador a la maquinaria, convirtiéndolo en un engranaje de la misma, creaba las condiciones objetivas para marginar al trabajador de la gestión de la producción, poniendo ésta en manos de capitalistas o burócratas, preocupados esencialmente por la cantidad de los productos obtenidos, menospreciando los costes ecológicos y sociales de tal producción.

Pero en la medida en que avanza la automatización de las tareas rutinarias y la renovación tecnológica adquiere una importancia creciente para un desarrollo de la producción en el que los aspectos cualitativos son cada vez más relevantes, las formas dirigistas de gestión se vuelven más y más ineficientes. De hecho, la rigidez burocrática de los regímenes estatalistas se ha mostrado menos flexible que el capitalismo, que interesado primordialmente en controlar sus beneficios podía fácilmente delegar en técnicos la gestión directa de la producción. Pero a su vez el carácter cada vez más social de la producción de ciencia y tecnología tiende a facilitar la autogestión social de la producción.

Dentro de una empresa capitalista, los trabajadores se ven forzados a confrontarse con el poder privado del capital para defender sus intereses. Y dichos intereses no se limitan a las reivindicaciones salariales, sino que abarcan también al conjunto de las decisiones sobre la marcha de la empresa, a toda su planificación interna. Un sindicalismo sociopolítico no ha de limitarse a disputar la compraventa de la fuerza de trabajo, sino que debe disputar la misma gestión de la empresa, desde la organización del trabajo hasta el destino de los beneficios.

Las demandas ecológicas, vecinales, de igualdad sexual y culturales dependen en buena medida no sólo de la actuación de las instituciones, sino también de la gestión de las empresas. Y en la medida en que el desarrollo cualitativo de la producción depende cada vez más de sus trabajadores científicos y técnicos, aumenta la responsabilidad de éstos ante sí y ante sus conciudadanos. Es así como puede aparecer ante los trabajadores la exigencia creciente de la autogestión social de la producción frente al poder privado en las empresas y en las instituciones.

 

c) Una planificación democrática y articulada.

Una planificación democrática debe ser una planificación articulada a distintos niveles, desde las empresas a las instituciones.

La propiedad puede adoptar múltiples formas, en función del nivel de integración técnica y social de la producción: ni la planificación democrática ni la propiedad social pueden vincularse exclusivamente al Estado; y no sólo porque en unos casos puedan adoptar una forma individual, cooperativa, municipal, etc., sino porque en otros casos habrán de adoptar formas supraestatales: socializar una empresa multinacional, con una producción integrada a través de diversos Estados, no es una tarea que pueda realizarse en el ámbito de un Estado; igualmente, una planificación del ecosistema deberá en última instancia ser global, de ámbito internacional, articulando a los paises desarrollados y subdesarrollados para superar a un tiempo el despilfarro y la miseria. Por último hay que tener en cuenta que los objetivos comunistas suponen en último! término la desaparición del Estado, perviviendo la propiedad social de los medios de producción más allá de éste.

La planificación democrática debería desarrollarse a través de la articulación de los esfuerzos transformadores a los distintos niveles, disputándole el poder concreto al capital, tanto desde las instituciones como a partir de la organización de los trabajadores y la alianza de estos con otros sectores populares en un Bloque Social de Progreso.

 

d) Las relaciones económicas internacionales.

Mientras persistan las diferencias económicas regionales a nivel mundial se necesita una regulación de las relaciones económicas internacionales que permitan el desarrollo endógeno y sostenible de las regiones menos desarrolladas e impidan el "dumping" social en las más avanzadas.

En tanto no exista un marco único de regulación económica mundial suficientemente democrático, es preciso contraponer a las prácticas agresivas del proteccionismo capitalista, disfrazadas de libre comercio, la protección de los derechos sociales, de los tejidos productivos locales y del medio ambiente concreto.

Esto implica, en primer lugar oponerse a la protección del capital financiero que practican el FMI y los bancos centrales a través de los mecanismos de estabilidad cambiaria y acortamiento del déficit público. En segundo lugar, imponer normas de protección social y ecológica, unilateral y multilateralmente, para regular el comercio internacional. Y, por último, apostar por marcos bilaterales de intercambio entre regiones mundiales de diferente nivel de desarrollo para que el comercio sea efectivamente beneficioso para las partes.

 

4. Una alternativa ecológica.

Hoy el socialismo implica también diseñar y aplicar una política a escala mundial y de cada país que ponga en el centro de toda la actividad económica el respeto al medio donde el ser humano debe realizar su actividad y su vida.

El PCE debe defender una política ecológica radical como parte inseparable de la lucha por el socialismo, trabajando por superar las contradicciones entre las necesidades globales y las demandas específicas de determinados sectores populares.

Una política que sólo será posible desarrollar estableciendo prioridades, esforzándonos por extenderla en la sociedad mediante el debate de alternativas y la movilización y defendiéndola ante las instituciones de forma sistemática, como la puesta en marcha de mecanismos efectivos de corrección del estado actual de deterioro ambiental.

La realidad nos está demostrando la capacidad de movilización creciente que tiene la conciencia ecológica. Esta capacidad coexiste con una contradicción real: es una concepción ecológica sin traducción política.

El desarrollo ecológicamente sostenible se basa en el cultivo de la naturaleza y la fuerza de trabajo y no en su explotación. Un tal desarrollo ha de ser esencialmente cualitativo, no puede basarse en políticas globalmente expansivas, sino que debe contemplar un decrecimiento del consumo de energía no renovable y materias primas junto a la expansión de la cultura, la educación y la sanidad públicas. Esto exige políticas redistributivas del tiempo de trabajo, de la renta (entre el capital y el trabajo y entre los mismos trabajadores) y de los presupuestos (ampliando los servicios sociales y eliminando los gastos antisociales, militares y suntuarios).

 

5. Las aportaciones feministas a la emancipación global.

El movimiento feminista y la lucha de las mujeres por su liberación han contribuido a destacar la importancia de una serie de aspectos teóricos y políticos que conforman, de hecho, un factor importante para la renovación y desarrollo del pensamiento marxista y que a la vez exigen una práctica política diferente:

1. La crítica al economicismo pseudomarxista que ha basado el discurso tradicional de los partidos comunistas y que, además de propiciar otros fenómenos deformantes, ha ocasionado un terrible reduccionismo sobre la política y los proyectos de transformación.

2. Un nuevo análisis de lo productivo, entendiendo por tal no solo la producción directa sino también la esfera de reproducción social de la fuerza de trabajo.

3. Consecuentemente con lo anterior, el feminismo ha puesto en entredicho la división público/privado y ha abierto un nuevo campo para la política. El feminismo como opción estratégica tiene como objetivo intervenir sobre la acción política entre cuyo marco se encuentra lo privado, de la misma manera que debe intervenir sobre unas nuevas formas de hacer política en su forma y su contenido.

4. El feminismo ha puesto de manifiesto la existencia dentro del capitalismo de una serie de conflictos que no se derivan sólo de la contradicción entre capital y trabajo. El conflicto entre sexos, la tensión guerra/paz, la relación humanidad/naturaleza, etc. se realizan de una forma específica dentro del capitalismo pero no son "emanaciones directas" de este sistema.

5. El feminismo ha aportado un nuevo concepto de emancipación y transformación, en el que los cambios no sólo afectan a las esferas de la producción sino también a la organización social y al conjunto de las relaciones sociales humanas.

6. La existencia de nuevos sujetos políticos, entre ellos de forma destacada la mujer, que son protagonistas con elaboraciones que modifican cualitativamente el proyecto.

7. El discurso feminista establece una relación privilegiada con los nuevos movimientos sociales estableciendo problemáticas comunes que derivan de la globalidad de dicho discurso global.

8. El feminismo ha puesto de relieve la relación entre la jerarquía social del capitalismo y la jerarquía entre sexos. La crítica feminista a la jerarquía se extiende a todos los aspectos de la vida cotidiana, contribuyendo a esclarecer las relaciones de dominación que se establecen en el interior del sistema y que impregnan todo tipo de relaciones sociales. De forma especial hay que destacar la crítica feminista a las organizaciones políticas, sociales y sindicales, con estructuras verticales, fuertemente jerarquizadas, y unos modos de hacer política inspirados en idénticos principios a la organización del Estado. En este sentido merece especial atención, en el camino de actuación del feminismo del futuro, el intento de socavar esos valores insolidarios desde la enseñanza a través de las experiencias de la coeducación.

9. Estas aportaciones no sólo interesan a las mujeres en su lucha por la emancipación sino también a todos los colectivos interesados en la misma; la globalidad del discurso-mujer es una aportación política y teórica con capacidad y necesidad de intervenir en el conjunto de la elaboración, desde la concepción del Estado, la organización de la economía, la organización social, etc.

Desde estas aportaciones es imprescindible el encuentro entre el movimiento obrero y el movimiento feminista. Los términos de este encuentro no pueden ser sólo teóricos, su virtualidad radica en un cambio en los contenidos y talantes de las fuerzas interesadas en alternativas de transformación, y dotando a estas políticas de una mayor concreción y acercamiento a la vida, siendo conscientes de que el futuro de la humanidad dependerá del nuevo lugar que ocupen las mujeres en la sociedad.

En otro orden de cosas, valoramos positivamente las aportaciones hechas por el movimiento de liberación homosexual, tanto femenino como masculino, ya que reclama la libertad en el sentir y en el amar, y pone en jaque ciertos tópicos y estructuras de la sociedad capitalista occidental.

 

6. Una alternativa al modo de vida.

El modo de vida "occidental" se basa en el consumismo, en el despilfarro, el lujo superfluo y la acumulación de objetos de uso privado por parte de una minoría, condenando a la miseria a la mayoría de la humanidad y a la degradación al planeta en que vivimos. La misma supervivencia de la humanidad y de la vida en el planeta exige un cambio radical en el modo de vida.

Nuestro proyecto debe ser capaz de dar respuestas igualitarias asegurando la consecución del mayor grado posible de bienestar. Los avances científicos y técnicos deben servir a la mejora de las condiciones reales de vida.

Para ello es necesario crear otra valoración distinta en la colectividad sobre el bienestar, así como crear conciencia de la posibilidad y ahorro de otros hábitos de consumo que, de asumirse socialmente, significarían una mejora real de las condiciones de vida con un menor coste energético y una mayor posibilidad de equilibrar el reparto internacional. Se trata de proponer placeres alternativos al consumismo, socializables, basados en las relaciones interpersonales y el desarrollo de la creatividad. Es en este sentido que hablamos de síntesis del "ascetismo" y el "hedonismo". Nuestra alternativa no puede ser la sociedad de la "abundancia", pero sí debe ser la sociedad del placer, de un placer y un modo de vida generalizable al conjunto de la humanidad.

 

7. Democratización de la comunicación y la cultura.

Esta alternativa requiere la asunción de valores coherentes con la misma. Para ello es necesaria una democratización de la comunicación y la cultura.

El PCE propugna una producción cultural que conciba a los receptores como sujetos activos y no como meros recipientes pasivos. El PCE se proclama partidario de unos contenidos que defiendan y amplíen los valores humanistas de la solidaridad, la cooperación, la igualdad y la dignidad humanas, frente a los predominantes valores actuales del individualismo, la competitividad, el derecho del más fuerte, la discriminación y el enriquecimiento de los pocos a costa de los muchos.

La democratización de la comunicación y de la cultura, implica igualmente establecer relaciones democráticas en la producción y creación, en la distribución y el consumo, en la formación, en las condiciones de trabajo en los sectores implicados, etc. La democratización en los ámbitos de la información, la comunicación y la cultura conlleva necesariamente el pluralismo de las opiniones y enriquecerla con el contraste de las diferentes perspectivas. Estas relaciones democráticas no pueden limitarse a los medios de titularidad pública, sino que deben ampliarse también a los medios privados.

Esto significa que su modo de producción debe regirse prioritariamente por criterios de utilidad social como servicio público, basado en los principios de independencia, pluralismo y acceso universal, y no por criterios de rentabilidad financiera, esto es, de ganancia privada.

En consecuencia el PCE propugna la creación de un Código de la Comunicación que proteja a los usuarios y a las minorías y garantice el derecho de acceso. El PCE se opone igualmente a la banalización de la cultura y de los sentimientos y a los contenidos que atenten contra la dignidad humana, promocionen estereotipos de hombres y mujeres e inviten a la violencia.

En el medio plazo, dado que el papel actual de los medios como propagandistas de la ideología dominante del sistema tiene su origen en su conformación como empresas de propiedad privada, ligadas a poderosos grupos financieros nacionales e internacionales, es necesario concluir que sólo será posible su adecuación a las necesidades e interés de la mayoría de la población mediante su socialización, más allá de la mera nacionalización o monopolio estatal.

Dado que asistimos a una nueva forma de poder, entroncada en las esferas de la economía, la política y la cultura, y sustentada en un fortísimo desarrollo tecnológico, el PCE defiende el establecimiento de un nuevo Sistema Crítico, Alternativo y Democrático de la Información y de la Comunicación, con centros y canales informativos que abran espacio para el intercambio multilateral, horizontal y regional de información, fomentando la entrada en el mundo de la información de los paises de la periferia, lo que implicaría garantizar el respeto en todos los ámbitos de las culturas y características nacionales. Dos elementos fundamentales de este nuevo orden son la puesta en marcha de mecanismos antimonopolistas que puedan quebrar el dominio absoluto de los grandes grupos de la comunicación y el apoyo a los llamados medios alternativos de comunicación, que pe! rmitan la expresión de los colectivos socia les más abandonados o castigados por su ideología anti-sistema.

Defendemos el derecho de toda persona a tener una formación adecuada, útil para su desarrollo y, por ende, útil para construir una sociedad más solidaria. Consideramos necesaria una formación integral durante toda la vida, con los medios adecuados para ello, que prepare a los hombres y mujeres para la participación social de forma activa y crítica para la vida cultural y que sea útil asimismo para un desarrollo económico y social, ecológicamente fundamentado, para toda la sociedad.

En este marco, defendemos un sistema público de educación orientado a garantizar una formación crítica de calidad para todas las personas.

 

8. Los valores de la paz.

Los valores de la paz que el PCE defiende se refieren a la lucha contra la guerra, que es un acto de violencia suprema que destruye todos los valores, y van hasta la raíz del mal que engendra la violencia. Significan que la acción concreta y sistemática contra la guerra y los belicistas se inicia con la lucha política y cultural por el desarme y contra el militarismo, contra el paro y la marginalidad; contra la destrucción que las drogas pueden llevar a suponer a las personas, la miseria económica y el hacinamiento humano; contra la inducción a la confrontación de muchos mensajes comunicacionales; contra el dogmatismo, el sectarismo, la intolerancia, el racismo y la xenofobia.

La voluntad de construir una sociedad pacífica y pacifista, a nivel mundial y en cada país, debe ser uno de los ejes básicos de la acción de los comunistas, debe impregnar todo el comportamiento social y político —incluído el personal— de todos y todas los que apoyamos una opción socialista.

La situación a la que nos enfrentamos hoy en el panorama internacional es bastante más pesimista de lo que se preveía al inicio de la década. La multiplicación de los conflictos bélicos (muchos de ellos de carácter civil) y el aumento de los gastos militares (de nuevo en una alocada carrera de armamentos) exigen mantener la demanda de una reducción inmediata y drástica de estos gastos y la renuncia a la guerra como instrumento de relación humana.

Tampoco ha desaparecido la posibilidad de que sean utilizadas armas nucleares en un conflicto. Es más, pese a las afirmaciones de los gobiernos en el sentido de la necesaria desaparición de estas armas, asistimos a un repunte de su modernización y extensión.

El PCE aboga por la disolución progresiva y completa del ejército, por reorientar el presupuesto de defensa hacia la cooperación social entre los pueblos, de reducir la concentración del poder militar y orientar la política defensiva a favor del concepto de defensa integral no militar, cuyo eje sea la población y su participación activa en la misma.

Respecto a la objeción de conciencia, el PCE se opone a la imposición de servicios obligatorios como la llamada Prestación Social Sustitutoria, denuncia la sustitución de puestos de trabajo en las entidades prestacionistas y defiende y apoya la insumisión, como derecho individual, sino como expresión de nuestra propia coherencia política, en tanto que asumimos el antimilitarismo como una de nuestras señas de identidad.

En cuanto a la política internacional, el PCE se opone a la intervención bélica a cualquier nivel, tanto nacional o regional, de fuerzas ajenas al conflicto, defendiendo el cese de la violencia y su sustitución por marcos de diálogo y entendimiento entre los afectados. En cualquier caso, el poder de mediación entre contingentes bélicos, deberá, evitando la intervención de fuerzas transnacionales o nacionales, como es el caso de la OTAN, que bajo la excusa de la pacificación actúa para imponer los intereses del capital internacional, reservarse en exclusiva a las Naciones Unidas. Unas Naciones Unidas cuyo funcionamiento deberá ser replanteado desde los mismos principios del derecho internacional que la inspiran, impidiendo el uso indiscriminado del derecho de veto por parte de aquellos paises que gozan de una posición hegemónica en el panorama internacional.

El PCE se declara decididamente partidario de la disolución del ejército de nuestro país y de todos los restantes paises, rechazando la idea de crear u organizar un ejército europeo. Proponemos que la UE se conforme como un espacio desmilitarizado. Para alcanzar ese objetivo, el PCE impulsará y apoyará aquellas iniciativas tendentes a la desaparición de los ejércitos de los paises miembros de la UE y defenderá que la ampliación a terceros paises se haga teniendo presente este proyecto de desmilitarización.

 

9. La democracia y la política.

Nuestro horizonte socialista se inscribe en el marco de la democracia más profunda, completa y participativa, que para nosotros significa:.

- Una labor constante para la realización efectiva de todos los derechos humanos.

- Una participación cada vez más amplia de todos las personas en la gestión de los asuntos públicos desde las pequeñas comunidades hasta el ámbito internacional.

- Igualdad de acceso de todos los individuos a las libertades consagradas formalmente.

- Capacidad de decidir colectivamente los contenidos, las formas y la distribución de la producción.

Ello presupone ampliar y profundizar las normas democráticas, los controles de la sociedad sobre el quehacer político y económico, el desarrollo legislativo adecuado y los instrumentos eficaces para el seguimiento y control de la acción política. En una palabra, acabar con la separación sociedad-política, gobernado-gobernante.

 

10. Una propuesta federal para la socialización del Estado.

El PCE históricamente ha defendido y defiende el derecho a la autodeterminación de los pueblos, apuesta por una organización federal del Estado Español que aúne el respeto y defensa de los derechos nacionales y regionales y la solidaridad entre todas las comunidades que configuran el actual Estado Español, considerando que para ello la fórmula ideal es la República.

Consideramos necesario seguir avanzando en este proceso, desarrollando los Estatutos de Autonomía en el marco de la Constitución de 1978 y superar dicho marco para federalizar el Estado, de modo que la convivencia de los pueblos que lo componen no se base en la coacción de un poder central, sino en el acuerdo entre ellos, en una solidaridad no impuesta sino concertada en base a un interés recíproco, que se prolongue en el marco europeo e internacional.

Este acuerdo federal en condiciones de igualdad entre las naciones y pueblos que componen el Estado Español permitirá la superación de los conflictos nacionales permitiendo el desarrollo en condiciones de igualdad de las distintas lenguas y culturas nacionales. Pero nuestra propuesta federal va mucho más allá de la resolución de estos problemas, inscribiéndose en un proyecto global para la socialización del Estado, para devolver a la sociedad organizada el control sobre la gestión de los asuntos públicos, superando así la utilización del Estado como instrumento de dominio de una minoría para mantener sus privilegios.

Por ello, no sólo planteamos el principio federal para la relación entre las naciones y regiones, sino para la completa organización del Estado, desarrollando la autonomía de las entidades locales, desde los Ayuntamientos, de modo que desde la soberanía en la gestión municipal se articule la cooperación entre ellos al servicio de los ciudadanos.

Nuestra propuesta federal supone que, al tiempo que se desarrolla el sufragio universal a todos los niveles, para la elección de los gestores públicos y la toma de decisiones concretas desde cada barrio y municipio hasta el gobierno del Estado y más allá, en el marco de Europa, se articulen mecanismos de control y revocabilidad de los representantes elegidos a todos los niveles, de modo que los organismos superiores estén sometidos al control democrático de los inferiores y no al revés. En este contexto, la adopción del principio republicano de la elección y revocabilidad del Jefe del Estado no será más que una consecuencia lógica del desarrollo de un principio democrático general.

A través de este proceso de socialización del Estado, deberá tanto desarrollarse la capacidad para ejercer la función institucional con modos y maneras diferentes de ética, de eficacia y de ejemplaridad, como dar lugar a la generación de participación ciudadana capaz de hacer cada día menos indispensable la existencia del Estado. Dicha socialización del Estado no será así un horizonte lejano que se aleje a medida que vamos avanzando, sino un proceso de transformación desde la realidad actual, a medida que se desarrolla la articulación social comunitaria, a través de las comunidades de vecinos, municipales, autónomas, federal, europea e internacional. Y no hacemos un juego de palabras al decir que dicho desarrollo comunitario es el objetivo y la tarea de los comunistas.

 

 

E. INTERNACIONALISMO Y SOLIDARIDAD.

 

1. Una Europa unida y solidaria.

En 1972, en su VIII Congreso, el PCE apoyó el ingreso de España en la CE apostando por trabajar en un proyecto de transformación. Nuestro análisis sobre la internacionalización de la economía, de la tecnología, de las comunicaciones, etc., indicaba la necesidad de acentuar la coordinación de los Estados en marcos regionales nuevos, creando instancias políticas, económicas y sociales internacionales, superadoras del Estado-nación, que impulsaran el desarrollo de las relaciones humanas.

Ahora bien, la Unión Europea fruto del tratado de Maastricht supone un retroceso en esa dirección. La apertura de un Espacio Económico Europeo sin avances significativos en la Unión Política y Social, el propio programa de convergencia europeo, basado en el más puro y duro neoliberalismo, sitúan a las regiones y sectores más desfavorecidos de Europa en una peor posición para defender sus intereses. Por ello nos reafirmamos en nuestra oposición a esta forma de construir Europa.

No apostamos por cualquier proyecto abstracto de Europa:.

1) Nos pronunciamos por una UE con plena unidad política, social y económica, apoyando el proceso de ampliación de la UE a otros Estados europeos, e impulsando desde la consolidación comunitaria, la más plena unidad de Europa en su conjunto donde se garantice el desarrollo de las diversas culturas y expresiones específicas de todos los pueblos que componen Europa. En ese sentido, es imprescindible impulsar, frente a la Europa de los Estados, la Europa de las regiones y de los pueblos en un sentido solidario con los menos desarrollados, frente al proyecto neoliberal de carácter netamente discriminatorio.

2) La plena unidad europea es incompatible con una política de dependencia o supeditación, en aspectos fundamentales, a la de los EE.UU., como por ejemplo de seguridad. La UE ha de impulsar una Europa independiente en todos los campos que tenga las mejores relaciones con todos los pueblos del mundo.

 

3) Ese desarrollo independiente tiene su mejor expresión en la política de seguridad. La desaparición del Pacto de Varsovia deja sin ninguna justificación lógica la pervivencia del bloque de la OTAN, e igualmente la nueva situación mundial no justifica el mantenimiento de estructuras reflejo de la guerra fría que, como la UEO, se diseñaban para el impulso de la política de bloques. La UE puede y debe desarrollar una política propia de seguridad comunitaria inscrita en las nuevas perspectivas de un mundo donde desapareció la confrontación Este-Oeste. Una política basada en el desarrollo máximo de la teoría de seguridad compartida, en el desarme sostenido, comenzando con la eliminación de todas las armas de exterminio masivo; en definitiva, en la creación de un espacio de seguridad por el que ningún pueblo del mundo se vea amenazado y! que al mismo tiempo garantice que nadie puede amenazar a los pueblos europeos.

4) Una Europa pacífica y pacifista que desde los parámetros antes señalados juegue un papel preeminente en el impulso a la solución negociada de todos los conflictos, en el marco de las normas, renunciando al recurso a la guerra como solución última (aunque nunca deseada) para los conflictos internacionales. En consecuencia, una Europa que realice el más estricto control del comercio de armas contribuyendo al desarme real en todo el mundo. El PCE considera que la UE debería declarar la industria de armamentos como sector a desaparecer. Para ello deberá diseñar planes de reconversión de la misma en industria civil.

5) Una Europa solidaria. La construcción europea sólo será efectiva desde la aplicación del más amplio concepto de solidaridad como expresión de un mundo cada vez más interdependiente. Solidaridad referida a cuatro esferas complementarias:.

a) En el seno de la propia Unión Europea, superando con la implantación de auténticas políticas sociales las desigualdades interregionales e impulsando la Carta Social demandada por los sindicatos que supere la construcción desigual de la UE, acentuada en la esfera de lo económico y ralentizada, cuando no parada, en lo social.

b) Solidaria en la esfera intereuropea. La desigual situación económica y social del conjunto europeo será un punto permanente de tensiones que amenazará a la propia construcción europea. La puesta en marcha de una política solidaria que contemple el desarrollo del conjunto de Europa es imprescindible para el impulso y estabilidad de todo el continente, acentuando la acción en el este europeo para el impulso de su desarrollo económico que le permita en el menor tiempo posible su acercamiento a los mínimos comunitarios.

c) Solidaridad con el resto del mundo: el fin de la confrontación Este-Oeste puso en evidencia el problema real entre Centro y Periferia, poniendo un acento especial en la solución de los problemas de los pueblos ribereños del Mediterráneo, foco permanente de tensión, incluida la militar, y donde sólo será posible una solución de futuro desde la promoción de sus potenciales económicos.

d) Solidaridad y cooperación para la solución de los problemas migratorios, que se acentuarán en el futuro y no serán solucionables con políticas represivas. Europa no puede sustituir el caído Muro de Berlín por un muro en el Mediterráneo que sería el del racismo y la xenofobia. Reclamamos la extensión del derecho de voto activo y pasivo y a preservar a la vez su nacionalidad de origen a todos los inmigrantes sin distinción. Al reto europeo de la integración de Estados, naciones y pueblos, se añade hoy el reto de la integración ciudadana de millones de personas de nacionalidad, raza, religión y cultura diferenciadas de las que ostenta la mayoría de la población. No hay proyecto europeo de transformación social sin la participación de millones de inmigrados. Defendemos, por tanto, una Europa abierta, con fronteras que deben ha! cerse cada vez más permeables a las gentes del sur, y en la que las políticas de cooperación al desarrollo del Tercer Mundo sean una verdadera prioridad, no una cuesti&oacut e;n testimonial, cuando no un negocio para empresas especializadas.

 

2. Por la izquierda europea: el polo rojiverde.

El desarrollo de una Europa progresista requiere el impulso y la coordinación de toda la izquierda europea.

La izquierda europea está integrada por formaciones plurales que suman en su seno corrientes clásicas del pensamiento obrero (comunistas, socialistas, etc...), los pensamientos emergentes del pacifismo, ecologismo y feminismo y sectores sociales que se confrontan en un sentido progresista con el sistema como grupos de jóvenes o creyentes comprometidos. Ello permite espacios de comunicación y cooperación concretos de un abanico amplio de la izquierda.

Por ello, seguiremos propiciando la extensión de la más amplia red de relaciones internaciones con toda la Izquierda Europea, que permita impulsar políticas comunes en todas las instancias políticas donde participamos, comenzando por el Parlamento Europeo, priorizando la confluencia de las formaciones de carácter alternativo al sistema capitalista, con el fin de desarrollar un polo rojiverde con un programa común que sirva de referencia para los pueblos de Europa, encabezando el esfuerzo por la consecución de la hegemonía de la izquierda frente a las políticas liberal-conservadoras.

En esa misma dirección desarrollaremos nuestro trabajo impulsando foros de debate y propiciando la coordinación de los movimientos sindicales, pacifistas, ecologistas y culturales de ámbito europeo.

La izquierda europea ha de constituirse desde la negación de cualquier política eurocentrista y por ello practicando una política de relaciones para la solidaridad con toda la izquierda y fuerzas progresistas del mundo.

 

3. Por un nuevo internacionalismo.

El PCE, al impulsar un proyecto transformador de la sociedad en la perspectiva del socialismo, considera que los derechos humanos son indivisibles en su conjunto, tanto en su integridad como en la complementariedad de todos ellos y que su validez ha de extenderse sin fronteras a la totalidad del mundo y del género humano.

El PCE declara su voluntad solidaria universal y proclama el internacionalismo como una seña de identidad inherente a la naturaleza de la izquierda. Por ello, el PCE se esforzará en promover el rechazo social a toda muestra de injusticia, independientemente del lugar del mundo en que se produzca, al mismo tiempo que reafirma su compromiso solemne con la paz, advirtiendo que esa paz está siendo permanentemente amenazada por el mantenimiento de una situación de desequilibrio y atropello a los pueblos. La paz está indisolublemente ligada al desarrollo económico, la democracia y el avance social en la Periferia del planeta.

Por tanto, el PCE se opone a toda forma de neocolonialismo y de discriminación racial, apoya el derecho de los pueblos a su soberanía y a convivir en paz. Se opone al uso de la fuerza como instrumento para solucionar los conflictos internaciones, al armamentismo y a la pervivencia de cualesquiera bloques militares o de bases en territorio extranjero.

El PCE se declara solidario con la lucha y los logros de los pueblos en sus caminos diversos hacia la democracia, el ejercicio de su soberanía y su liberación nacional y social, y apoya las iniciativas de cooperación internacional y propugna la condonación de la deuda externa de los paises pobres.

Este nuevo internacionalismo debe tener dos ejes de actuación, aunque las acciones a desarrollar sean múltiples y complejas. El primer eje es la solidaridad más radical con los explotados y humillados en cada ámbito y situación, y el segundo es la convergencia con todos los protagonistas sociales que apuestan, desde cada posición propia, por una acción social e institucional incardinada en actuaciones concretas o en programas de actuación coincidentes. En este marco, el PCE apuesta por las experiencias de solidaridad sin intermediarios estatales a través de ONGs que potencien la participación social en estas tareas.

En este empeño cabemos todos los que nos reclamamos de uno u otro pensamiento emancipador, sea éste religioso o agnóstico, marxista, anarquista o humanista. Para la más profunda, concreta y viable solidaridad internacionalista y para la construcción de una cultura socialista todos somos necesarios.

 

 

F. CONCLUSION.

Nuestra finalidad como comunistas es una humanidad pacífica y solidaria, en armonía consigo misma y con la naturaleza, sin clases y sin Estados.

Planteamos como objetivo de la izquierda para Europa un socialismo a través de la autogestión individual y colectiva y de la propiedad social de los medios de producción colectivos como base para una planificación democrática.

Proponemos como alternativa progresista al Estado Español una democracia política y social, basada en una república federal con una perspectiva solidaria por encima de las fronteras y que garantice el derecho a la autodeterminación de todos sus pueblos.

Para la consecución de estos objetivos es necesaria una organización revolucionaria que utilice métodos científicos de análisis, que fomente el debate sobre los procesos de transformación social, impulse movimientos sociales emancipatorios y promueva en cada ámbito una amplia unidad del conjunto de las fuerzas progresistas y obreras.

Nuestra perspectiva socializadora debe ser a un tiempo anticapitalista y antiautoritaria, fundiendo las tradiciones comunista y libertaria con las aportaciones de los movimientos actuales en una nueva síntesis emancipatoria.

Defendemos que un movimiento político de izquierdas (como Izquierda Unida) trabaje por la socialización del Estado, disolviéndolo en la sociedad a través de un proceso de federalización y del control y la revocabilidad de todos los cargos públicos, desde los ayuntamientos a la jefatura del Estado.

Propugnamos que el sindicalismo, como organización sociopolíticas de los trabajadores, supere en su dinámica reivindicativa tanto las fronteras del Mercado (compraventa de la fuerza de trabajo) como el tutelaje del Estado, trabajando por una democratización autogestionaria de la empresa que socialice la toma de decisiones poniendo su planificación interna en armonía con los intereses ecológicos del conjunto de la humanidad.

Impulsamos un pacifismo que apunte a liberar a la humanidad del militarismo, superando la utilización de métodos coactivos para el tratamiento de las contradicciones entre los pueblos y las clases sociales y permitiendo así la socialización de la humanidad en libertad.

Trabajamos por impregnar el comunismo de una cultura de trabajo y un contenido ecologista que rechace tanto el despilfarro contaminador basado en la seudolibertad del mercado como el supuesto papel salvador del Estado: los instrumentos coactivos del Estado, el armamento y la guerra, son elementos e instrumentos contaminadores de primer orden; nuestra alternativa debe ser la sociedad consciente y pacíficamente organizada para evitar los efectos destructivos de la acumulación de acciones individuales inconexas.

Sostenemos un feminismo que tiene ante sí el reto de reivindicar los valores humanos afectivos minusvalorados como femeninos, socializándolos para el conjunto de la humanidad frente a la agresividad autoritaria machista y patriarcal.

Apoyamos los movimientos por la liberación sexual como palancas para liberar el potencial socializador del sexo, promoviendo la realización social del individuo y reivindicando el valor de la comunicación humana tanto frente al fetichismo mercantilista del sexo como frente a su represión puritana.

Abogamos por que los movimientos de emancipación nacional realicen su potencial liberador así como a la libre inserción de sus pueblos en una humanidad pacífica sin ejércitos ni fronteras.

Estos son los objetivos y las tareas que tiene ante sí el PCE, nuestro partido, como un instrumento de acción política de la izquierda alternativa e impulsor de un proceso de confluencia de la misma. Un partido organizado sobre la base de un federalismo democrático, cuyos miembros reflexionen y debatan libremente y actúen unidos en todos los ámbitos y a todos los niveles de la sociedad, dentro de diversos movimientos políticos y sociales, fijando autónomamente sus posiciones en cada uno de ellos, e inequívocamente comprometido en el ámbito del Estado Español con la alternativa política que representa Izquierda Unida.