LA VACA CUERDA (crónica desde Niza)
Rafael Pla López

El 5 de diciembre me desconecté temporalmente del ciberespacio y me incorporé a la expedición de CC.OO. a Niza. Cuando desembarcamos de los autobuses el 6 por la mañana, nos distribuyeron chubasqueros y gorras rojas del sindicato y nos dieron instrucciones para situarnos en la Route de Turin por donde partía la Euromanifestación, en la que nos abigarramos sindicalistas de toda Europa, agrupados por países, en un mar multicolor que expresaba la pluralidad tanto territorial como ideológica del movimiento sindical europeo.

Aunque la salida estaba prevista a la 1, nuestra delegación tuvo que esperar una hora larga bajo una lluvia persistente para emprender la marcha: un río rojo de miles de sindicalistas de CC.OO., primero mezclados y luego deslindados de los de UGT con sus petos blancos, comenzó a recorrer la Route de Turin entre las decenas de millares que integraban la Euromanifestación por una Carta vinculante de Derechos Sociales. Al llegar a la Avenue de la Republique, observamos que todas las travesías hacia la derecha estaban cortadas por cordones policiales: comprendimos que detrás se encontraba el Palacio donde el día siguiente estaba prevista la Cumbre de la Unión Europea. En la Place Garibaldi giraríamos a la izquierda hacia el puerto, para subir por la Rue Arson en dirección a la Place de Saint Roch donde estaba prevista la finalización de la manifestación. En ese momento la comitiva de CC.OO. estaba ya encabezada por la pancarta de Acció Jove de Catalunya, que tras los tambores del grupo Pernambuco daría animación a la marcha.

Desde la Place de Saint Roch nos dirigimos a la Estación de Saint Roch junto a la que habían aparcado los autobuses. Mientras la delegación de CC.OO. se disponía a regresar a España, contacté telefónicamente con los compañeros de C.G.T. con los que debía volver el día siguiente, para confirmar que habían llegado a Niza. Allí estaban, en efecto, aunque aún concentrados esperando el momento de salir en manifestación. Eran las 4 de la tarde. Volví a buscarlos al punto de inicio de la misma, para encontrarme con que todavía estaba saliendo la comitiva de la C.G.T. francesa. Fui remontando el curso de la manifestación, adelantando a las oleadas de decenas de miles de manifestantes bajo las banderas de la C.G.T. francesa hasta más allá del puerto, hasta alcanzar al camión del Partido Comunista Francés que encabezaba la comitiva. Dejándolos atrás, y superando un espacio en blanco de centenares de metros, alcancé en el Boulevard de l'Armée des Alpes la cola de una nueva comitiva, de nuevo bajo las banderas de la C.G.T. francesa., a las que fui adelantando hasta llegar a la Place de Saint Roch. Finalizada dicha comitiva allá a las 5 de la tarde, me dio tiempo a tomarme un bocadillo hasta que llegó la encabezada por el camión del PCF. Me senté a esperar mientras iban llegando nuevas oleadas de la C.G.T. francesa, seguidas de la C.F.D.T, que fue recibida por gritos de "tous ensemble, tous ensemble" (todos juntos). Finalizada aparentemente la manifestación, me dispuse a esperar que llegaran los compañeros con los que debía volver. Al cabo de un buen rato, divisé en lontananza nuevas pancartas y me dirigí hacia ellas: eran ya las 6 de la tarde. Pero se trataba de la comitiva de la Federation Sindical Unitaire. De modo que vuelta a esperar. Y eran ya cerca de las 7, con la plaza casi vacía, cuando apareció la comitiva de las Euromarchas, en la que iba integrada la C.G.T. española. Después de escuchar por un megáfono que unos 1200 italianos que venían en tren habían sido interceptados en la frontera supuestamente inexistente de Veintimilla, fui a buscar a la gente de Valencia que conocía, para averiguar dónde se iba a hacer el Mitin de la Contracumbre. Éste estaba previsto en el mismo Polideportivo donde íbamos a dormir, y a donde supuestamente nos dirigíamos ahora. Pero los manifestantes, en número de varios centenares, se dirigieron hasta la Estación Central para protestar por la interceptación de los italianos, reclamando libertad de circulación frente a un cordón policial. Con mi gorra de CC.OO. encasquetada, y después de varios amagos de carga, que provocaban inmediatamente un movimiento de dispersión, vimos que comenzaban a volar palos y procedimos a retirarnos, mientras caían algunos botes de humo.

Con un compañero de la CGT valenciana me dirigí al Polideportivo, abarrotado de miles de personas, donde efectivamente había comenzado el Mitin. Después de varias intervenciones contra la globalización capitalista de representantes de ATTAC, asociaciones campesinas y otras organizaciones, acompañadas por los gritos rítmicos de "tous ensemble, tous ensemble, eh, eh", pasó a realizarse una Asamblea de delegados de los diferentes colectivos para planificar la manifestación del día siguiente, que pretendía bloquear los accesos a la Cumbre: los manifestantes debíamos dividirnos en 12 grupos para bloquear las distintas vías de acceso; y con el fin de preservar el carácter esencialmente pacífico de la acción, el grueso de los manifestantes nos concentraríamos en las vías principales, derivando a los grupos más agresivos a vías secundarias.

El día 7 a las 7 de la mañana salíamos del Polideportivo y nos concentrábamos a la espera de grupos que habían pernoctado en otros lugares. En la Place de Saint Roch se incorporaron un par de centenares con ikurriñas, y varios millares de manifestantes comenzamos a marchar hacia el centro, mientras se suponía que otra manifestación similar avanzaba desde el lado opuesto de la ciudad. Sobre las 8, y llegados a la Avenue de la Republique, fuimos distribuyéndonos por las distintas travesías frente a los distintos cordones policiales que impedían el paso hacia el Palacio. Mientras un nutrido grupo se concentraba en la Rue Barla, la vía más amplia que conducía al Palacio, continuamos, escapando de unos primeros gases lacrimógenos, hasta el lugar que teníamos destinado en la Place Garibaldi.

Allí, frente a unas vallas que nos separaban de un cordón policial, procedimos primero a sentarnos en tierra, y luego a danzar dando vueltas siguiendo a un dragón verdicolor portado por una decena de compañeros y compañeras de Cataluña, alrededor de una vaca conducida por un campesino con vestimenta tradicional, que venía a representar las ventajas de la crianza natural frente a los métodos que habían provocado las "vacas locas". El júbilo estalló cuando la vaca procedió a defecar sobre el asfalto, como un cuerdo símbolo de la globalización que rechazábamos.

Pero después el dragón, en su deambular, abandonó el lugar, seguido por la mayoría de la gente, hacia el grupo principal de la Rue Barla, quedándonos solos un grupo del País Valenciano con la vaca. Después de una breve deliberación, acordamos trasladarnos allí para recoger a más gente y volver a nuestro sitio. De regreso en la Place Garibaldi con el dragón y la vaca, seguimos gritando "No pasarán" e interrumpiendo el tráfico. Un coche que por sus distintivos parecía formar parte de alguna delegación oficial se vió forzado a hacer marcha atras. En un momento dado, algunos procedieron a un ineficiente lanzamiento de palos contra un grupo de policías fuertemente pertrechados y escudados que se mantenían inmóviles detrás nuestro, ante lo que otros alzamos gritos contra las provocaciones. Pero las cosas siguieron relativamente tranquilas hasta las 9, hora prevista de llegada de las delegaciones. En ese momento, fue la policía quien inició la provocación lanzando a la plaza un bote de gases lacrimógenos, que fue respondido por lanzamientos de piedras y cohetes, mientras algunos llamábamos a no caer en las provocaciones. Pero a ello siguió una profusión de lanzamiento de botes por la policía que en un momento llenó la plaza de gases lacrimógenos, obligándonos a abandonarla y dispersándonos por las calles colaterales.

Separado del resto del grupo del País Valenciano, fui dando vueltas hasta encontrar a dos de ellos en la Rue Barla, donde un nutrido grupo de manifestantes se habían agrupado lejos del alcance de las bombas lacrimógenas, mientras algunos avanzaban lanzando objetos y retrocedían ante nuevos botes de gases. En un momento dado, y en una calle lateral, un par de personas rompieron con piedras los cristales de una empresa de seguros, mientras el grueso de los manifestantes presentes en la calle les abucheaban. En ese momento decidimos volver al Polideportivo.

De vuelta sobre las 10 en el Polideportivo, poco a poco fueron regresando los manifestantes, y se realizó una asamblea multilingüe improvisada en la que se discutió sobre la línea a seguir. Se realizaron las propuestas de acudir en autobuses a Veintimilla a apoyar a los italianos interceptados, y de manifestarse ante una comisaría cercana para exigir la liberación de los detenidos. Entretando se aproximaban las 12, hora prevista para el regreso del autobús del País Valenciano.

Ya en el autobús, algunos proponían que nos quedáramos para manifestarnos ante la comisaría, pero los conductores tenían con su empresa el compromiso de estar de regreso de madrugada, por lo que finalmente tuvimos que salir sobre la 1. Ya de camino en el autobús y varias horas después, recibimos información telefónica de que habían seguido los enfrentamientos, con más de 40 detenidos. Detrás quedaba nuestra participación en una nueva movilización contra la globalización capitalista.

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Una primera valoración de urgencia de lo ocurrido en Niza debería permitirnos extraer lecciones para acontecimientos posteriores, como la próxima cumbre del Fondo Monetario Internacional en Barcelona.

Una primera constatación es que si la fuerza de la movilización de Seattle radicó en buena medida en la confluencia de sindicatos, campesinos, ecologistas y otros grupos alternativos, esa confluencia brilló por su ausencia en Niza.

Así, la Confederación Europea de Sindicatos (C.E.S.) hizo una magnífica demostración de fuerza con su manifestación del día 6, pero al mismo tiempo demostró, al organizar la retirada de sus efectivos antes de que empezara la cumbre, su nula disposición a emplear dicha fuerza de una forma que pudiera preocupar a los gobiernos opuestos a una auténtica Carta vinculante de Derechos Sociales.

Y, por su parte, los organizadores de las Euromarchas, retrasando la salida de su manifestación para evitar juntarse con los sindicatos de la C.E.S., mostraron asimismo su nula disposición a promover una lucha conjunta contra la globalización capitalista. Se diría, por tanto, que unos y otros hubieran olvidado las lecciones de Seattle.

Todo ello condicionaba la efectividad de la movilización del día 7. Unos millares de manifestantes podían alterar la normalidad de la celebración de la cumbre, pero no bloquearla. Para ello hubieran sido necesarios no millares, sino decenas de millares, que, por ejemplo, hubieran podido establecer un cinturón de bloqueo lejos del alcance de las bombas lacrimógenas de los defensores del Palacio, llenando las calles de forma que pudieran neutralizar los intentos de dispersión.

Es también de destacar que, a diferencia de ocasiones anteriores, los manifestantes no estábamos entrenados ni pertrechados para resistir cargas policiales y protegernos de gases lacrimógenos. Es importante destacar esto último, dado que las técnicas usuales de resistencia pasiva, como tenderse en el suelo, pueden resultar inútiles contra los gases.

Por último, es de señalar que, por ejemplo, el inocuo lanzamiento de piedras contra los escudos policiales proporcionaba la excusa perfecta para la represión policial. Es difícil saber si tales acciones derivaban de la estupidez o de la infiltración policial, pero en caso de haberse producido ésta no hubiera tenido una mejor forma de proceder. Por ello, es importante una organización de la acción masiva no violenta que permita neutralizar actos aislados de provocación violenta.