He rebut aquest mail del Comité de Solidaridad con África Negra.
No puc garantir l'autenticitat ni de la font ni de la informació.
Rafael Pla López
Queridos amigos:

Hemos recibido, hace unos días, el testimonio de un residente en Ruanda, que
vive de cerca los acontecimientos que se dan en ese país. Obviamente, por
motivos de seguridad, no podemos dar el nombre y apellidos del denunciante,
pero tened la seguridad de que el contenido de su testimonio es
absolutamente verídico.

Vosotros, como medio de comunicación, O.N.G., sindicato, asociación, etc.,
tenéis un gran papel en dar a conocer a los ciudadanos lo que realmente pasa
en África, independientemente de lo que cuentan los Gobiernos in situ y los
de Europa o U.S.A. Son muchos los intereses en juego y se consuman las
políticas aun a costa de la vida de multitud de ciudadanos anónimos.

Os animamos a difundir lo que está pasando, para que nuestra conciencia no
nos reproche que seamos cómplices, con nuestro silencio, de situaciones de
violación flagrante de los Derechos Humanos.

Contad con nosotros para todo lo que necesitéis aclarar.

En nombre del Comité de Solidaridad con África Negra.

                                        Encarnación de Mendoza Roldán.


COMITÉ DE SOLIDARIDAD CON EL ÁFRICA NEGRA.
C/ ARGUMOSA, 1. 5º A.  28012  MADRID
TEL.- 530 06 75


                                TESTIMONIO:

La acelerada degradación de la situación en Ruanda, nos lleva a comunicaros
algunos hechos, para que podáis darlos a conocer.

Ya se ha aceptado y declarado oficialmente que hay guerra al Norte del país.
Los testimonios directos hablan de masacres continuas que afectan a la
población civil, especialmente a los hombres, aunque se ha eliminado a
familias enteras. En Giseny y Ruhengueri, los militares obligan a la
población a cortar los árboles, incluidos los bananos, para dejar las
colinas peladas y que así nadie pueda esconderse cuando van a hacer una
“limpieza” o llegan los infiltrados. Desde hace algún tiempo se persigue a
la población de esos lugares que se desplaza a otras regiones, especialmente
a Kigali y se detiene a toda persona con carnet de identidad del Norte.

Pero no sólo esa región es la que se encuentra afectada por la violencia. En
todo el país impera la represión de manera selectiva: se busca a los hutus,
tanto repatriados como los que no salieron del país. Los grupos de
acusadores de “genocidas” funcionan muy bien, encarcelando a los acusados
aunque su inocencia haya sido probada. Ya conocemos la situación inhumana de
las cárceles. Muchos hutus expresan que esperan su turno: “No podemos hacer
nada. Si huimos, nos matan; si nos quedamos, nos llegará la hora con la
política de exterminio que se practica, sobre todo con los que tienen
estudios”. Cada día tenemos noticias de estas muertes en cualquier región
del país.

Hace pocas semanas, los medios de comunicación de España difundieron el
asesinato de 5 religiosas cometido, según las fuentes, por extremistas
hutus. Pues bien, hoy sabemos por el testimonio de la que logró sobrevivir
que los asesinos fueron los militares del ejército regular, para confundir a
la opinión pública internacional y así poder decir que los infiltrados
siguen matando a los tutsis.

Poco antes se informaba, a través de un periodista que no vive aquí sino en
Nairobi y que siempre escribe con la misma ideología, de una masacre en
Mudende, un campo de refugiados congoleses a los que no se les concede el
derecho a vivir ni en la República Democrática del Congo ni en Ruanda. Ahora
sabemos por boca de un militar en función, que fueron sus pocos compañeros
extremistas los que realizaron la matanza, siempre con la finalidad de poder
decir que en esta zona están actuando los infiltrados hutus y tener razones
para seguir “limpiando “ entre la población civil. ¿Qué periódico español
aceptará publicar ahora la verdad de los hechos? Se ha obligado a la gente
que sobrevivió a desplazarse a Byumba, con el fin de aparecer como
protectores del pueblo, y así conseguir ayuda que irá a parar donde otras
tantas veces.

Repetimos: en muchos lugares impera el terror, sin que haya cauces para la
denuncia dada la corrupción que hay a todos los niveles. Este país se hunde
en el mal: mentira, violencia, odio, robo, crimen y demás cortejo que le
acompaña. Si nadie pone remedio, TODOS, hutus y tutsis, van a la
destrucción. Cuesta pensar que nuestro mundo sea tan miope o tan inhumano:
se mata por defender intereses económicos y se destruyen los valores humanos
y la vida.

Para colmo, la situación de hambre se ha generalizado y a ello se ha unido
una epidemia de malaria que se está cobrando muchas víctimas. El Norte,
granero del país, está desierto: nadie cultiva ya y no se ve a casi nadie
por allí. Sólo militares. La mayoría de los repatriados que han hecho el mes
de “formación“ obligatorio -donde se les explica la “verdadera” historia de
Ruanda desde el punto de vista de quienes mandan- sigue sin poder trabajar.

Un hecho concreto que hemos vivido esta semana y representativo del caso de
miles de ruandeses -unos muertos y otros encarcelados- os dará la medida del
drama que vivimos. A un hombre hutu, que nunca se fue del país, se le acusó
de genocida, hace unos meses, por medio de falsos testigos. Estuvo detenido,
se le interrogó y le metieron en la Cárcel Común durante dos meses, mientras
se investigaba el caso. Como el tema del genocidio del 94 sigue estando a
flor de piel y arrastra a muchas venganzas, las conclusiones falsas
triunfan. Sin embargo este hombre, durante el genocidio, salvó la vida a
muchas personas que dieron testimonio a su favor. Este hecho y la
movilización que se produjo para que saliera la verdad, hicieron posible su
salida de la cárcel. el mismo día de la excarcelación se vio obligado,
forzado, a “agradecer” su libertad a los corruptos. Desde entonces y durante
tres meses, no han cesado de asediarlo para que continúe dándoles dinero,
amenazándole de que, si no pagaba, tenían poder para encarcelarlo
definitivamente.

Tal vez desde España resulta difícil comprender esta tela de araña que
vivimos y que es mortal y que lleva a optar por la verdad y dignidad, con
riesgo de la vida, o por “salvarse” perdiendo la dignidad y endeudándose
para toda la vida, en manos de quienes amenazan con prepotencia y,
frecuentemente, con un arma en la mano.

Esta semana, el hombre en cuestión se ha negado rotundamente a seguir con
este juego y les ha hablado con claridad: “Si lo planificado es matar a
todos los hutus, matadme. Ya no doy más dinero” Ya está en la Cárcel
Central, de donde es casi imposible salir. Todos saben, ellos también, que
es inocente. Todos. Los compañeros de trabajo, en el barrio, el fiscal, el
juez... Pero aquí manda el terror, la venganza, la corrupción y los militares.

El sistema judicial no funciona. Derechos Humanos no puede hacer gran cosa.
La Iglesia no denuncia. A las comunidades que intentan ayudar a la gente se
las tacha, aunque no hablen, de colaborar con el enemigo del gobierno. Hay
personas amenazadas dentro de esas Comunidades. ¿Qué hacer? ¿Seguir
acompañando calladamente a esos testigos, capaces de ir haciendo un proceso
en este pueblo? ¿Denunciar y que nos echen del país en pocas horas? Sabemos
que nuestra presencia molesta, pues somos testigos de esas atrocidades. Si
ese hombre ha sabido elegir entre la esclavitud en la calle y la libertad en
la cárcel, expresión de la resistencia activa, es porque muchos ruandeses
viven esperando que la solidaridad internacional actúe, como lo ha hecho en
muchos otros países, y presione para que no se siga manteniendo económica y
políticamente a un Gobierno que tiene planificado, y está llevando a cabo,
un exterminio.


ESTE TEXTO ESTÁ AVALADO POR EL COMITÉ DE SOLIDARIDAD CON EL ÁFRICA NEGRA.