Rafa Montaner

EL pronunciamiento armado contra la monarquía de Alfonso XIII lanzado el 12 de diciembre de 1930 en Jaca por los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández fue vivido intensamente en Valencia, por aquel entonces una de las ciudades donde más había prendido la llama del republicanismo. El golpe que pretendía instaurar la República por la fuerza atizó el fuego de una huelga general de dos días que se había iniciado el martes 9 de diciembre en el cap i casal con el secretario del Sindicato Único de Metalúrgicos, el cenetista Santiago García, muerto a tiros en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad y donde hubo varios heridos de bala a un lado y otro de las barricadas. El paro general y los tumultos se prolongaron durante 10 días, especialmente tras conocerse que Galán y Hernández habían sido fusilados el domingo 14 de diciembre. El Gobierno de la dictadura que entonces dirigía el general Dámaso Berenguer, quien había sustituido a Primo de Rivera, ante las derivaciones revolucionarias que habían desencadenado los sucesos de Jaca en algunas capitales, como es el caso de Valencia donde obreros y estudiantes habían tomado las calles, envió a la ciudad del Turia más de un millar y medio de militares, entre ellos una bandera de la Legión procedente de Melilla, dos compañías de Guardias Civiles de Madrid y dos cruceros de la Armada, para reforzar a las tropas de la plaza que ya habían tomado con cañones y ametralladoras los principales puntos estratégicos. El gabinete de Alfonso XIII, que el lunes 15 había declarado el Estado de Guerra en toda España, temía que Valencia se le fuera de las manos y por ello también pretendía desplegar otra bandera de la Legión, con medio millar de hombres más. Sin embargo,cuando ya estaba a mitad de camino, y al ver que la situación estaba bajo control decidió acantonarla en Alicante. Aquellos días de revuelta todavía rondan por la memoria de veteranos republicanos, como Alejandra Soler, la nuera del periodista Félix Azzati, director del diario republicano El Pueblo fundado por Blasco Ibáñez. Soler, que en aquel diciembre de 1930 tenía 16 años y cursaba cuarto de bachillerato en el Instituto Luís Vives, todavía recuerda las ametralladoras emplazadas en la Estación del Norte con sus cañones mirando hacía la calle Calvo Sotelo y la plaza del Ayuntamiento —entonces de Emilio Castelar—, epicentro de las protestas. Esta veterana militante de la Federación Universitaria Escolar (FUE) señala que la Guardia Civil había sitiado el Luis Vives y los estudiantes, encerrados en el laboratorio de la segunda planta, intentaban evitar el asalto lanzando ácido contra los agentes. Juan Marín, de 85 años y otro veterano de la FUE, también era alumno del Luis Vives a pesar de que sólo contaba con 10 años. Recuerda las virulentas cargas policiales contra los huelguistas: «Eran cerca de las nueve de la mañana y yo, como todos los días, pasaba por Barrachina a comprarme un bocadillo de blanco y negro para almorzar antes de ir al instituto. Ese día había mucha gente y, de repente, empece a oír disparos. Un obrero me cogió del brazo y me metió en un sótano de una finca en obras donde había más de 100 personas escondidas. Estuvimos allí por lo menos un par de horas, hasta que cesaron los tiros». José Llavador, que entonces no pasaba de los 20 años —ahora tiene 95— y era un miembro activo de la FUE en la Universitat, rememora impactado «los tremendos sables» de los jinetes de la policía gubernativa que le cerraban el paso.


(Diario Levante, 18 de diciembre 2005)