ENEMIGA LE SOY MADRE.
Enemiga le soy, madre,
aquel caballero yo,
Mal enemiga le soy.
En mi contempla y adora,
Como a Dios que l’es testigo;
Él me tiene por señora,
Yo a él por enemigo.
Dos mil veces le maldigo,
Por lo cual no mereció,
Mal enemiga le soy.
(Cancionero musical de Palacio, 4)
Dos son los motivos hacen que esta pieza musical tenga un carácter especial para mí y por ello tengo interés en transmitirlos a todos vosotros:
? Por un lado y desde un punto de vista personal me permite recordar años de experiencia como miembro de un grupo de cámara especializado en la música de la Edad Media y Renacimiento.
? Por otro lado, estrictamente filológico, es interesante a la vez que curioso este villancico para la comprensión de la realidad literaria y sociológica de la Edad Media.
Brevemente os diré que se trata del villancico número 4 incluido en el Cancionero musical de Palacio y que toma su inspiración de un refrán tradicional (los tres primeros versos) que el poeta anónimo del s. XV glosa en coplas de forma culta pero siempre subordinando sus recursos y tópicos a la significación del primer refrán.
Si se observa desde el punto de vista de la lírica tradicional repite un tema bastante común: una madre, confidente de su hija quien a su vez le confiesa no corresponder al amor que le ofrece un caballero.
Pero es en la palabra “enemiga” donde se encuentra toda la carga significativa del refrán. Para ello nos debemos trasladar a la realidad social de la época y comprender que la relación amorosa se establece en términos caballerescos como si de una invitación a un duelo se tratase. Relación en la que la protagonista femenina manifiesta abiertamente su intención de no responder a la demanda amorosa. Si el refrán comienza con “enemiga”, en el tercer y último verso esta palabra se intensifica aún más: “mal enemiga”. Ahora bien son las aportaciones significativas de toda la glosa las que completan el tema que introduce el refrán.
El poeta es quien, con una intención enriquecedora de cara a la interpretación musical, recoge el refrán pero manteniendo su contenido expresivo intensificado, eso sí, con una serie de recursos retóricos. El punto de unión entre ambas composiciones queda magistralmente logrado.
La glosa consta de un cuarteto y un terceto. En el primero, es la protagonista femenina quien nos descubre los sentimientos del caballero hacia ella. Para ello, el autor sintetiza dos ideas fundamentales adscritas a la tradición del amor cortés y que demuestra el gusto y la inspiración recibida por los autores ligados a la corte de los Reyes Católicos:
? Identificación religiosa de la amada.
? Relación de vasallaje donde la amada es la señora y el caballero su fiel vasallo.
El terceto final enlaza con el refrán original en cuanto a métrica y significación.
Es importante observar (para ello no hay mejor prueba que escuchéis con atención la partitura que Rafa ha “colgado” en la página del coro) el dramatismo patente en el rechazo de la dama hacia el caballero, hasta el punto de no poder pensar en una posible compasión por parte de ella. Es más, en los últimos versos se acentúa la tensión significativa: “dos mil veces le maldigo”. Incluso la madre, posible mediador en este sentimiento amoroso, es sólo un personaje mudo y receptor de los sentimientos de la hija.
Recordar, para finalizar, que la herencia de esta tradición nos permite hoy poder estudiar una lírica que surge como nuestras primeras manifestaciones literarias y deleitarnos a su vez de las posteriores adaptaciones musicales. En una pieza, como comprobaréis al escucharla, exquisitamente sencilla en cuanto a estructura musical aunque compleja y llena de matices interpretativos, se puede deducir la inspiración del amor cortés en los poetas y músicos del siglo XV.
Confío no haberos resultado “excesivo”. No era la intención y en cualquier caso, las responsabilidades son de Rafa quien como sabéis no decae en el interés de despertar en nosotros la maravillosa inquietud por el mundo de la música y en definitiva por el de nuestra cultura. Gracias.
José Luis Serer.