Intervención del autor, D. Arturo García Igual
 

 

 
 

 

 

Gracias a los que me acompañan en la presentación de un libro sin pretensiones. No soy un escritor, pero tengo memoria y guardo en ella la pequeña historia de uno de los pocos supervivientes de una guerra incivil que marcó la vida de muchos de vuestros padres, abuelos y hermanos. Y de un exilio que la censura franquista mantuvo oculto por más de cuarenta años

Al terminar la guerra cainita el 1º de Abril de 1939, el dictador no tuvo la grandeza del presidente americano -Abraham Lincoln- que da fin a la guerra de secesión, tan cruel y sangrienta como la nuestra, proclamando:

          “Desde hoy no hay vencidos ni vencedores. Sólo habrá americanos”

Por el contrario, en la España de Franco los mutilados republicanos eran unos “jodidos cojos” mientras los de su bando conseguían prebendas como “caballeros mutilados

Trescientos mil de los vencidos llenaron las cárceles de triste recuerdo y más de 30.000 españoles fueron ejecutados por haber hecho frente a un golpe militar convertido por la ayuda de Hitler y Musolini en guerra civil. No cuento los miles que murieron de “la enfermedad del preso”... la tuberculosis.

La hermana de Etelvino Vega, gran jefe militar en el Ejército republicano, ejecutado con otros 26 presos, le decía a mi mujer -Felisa en el texto- con su acento cantarín de asturiana:

         “Han fusilado a mis siete hermanos y si hubiera tenido más... más me hubieran matado...” 

Puedo asegurar que nunca conté mis batallitas a hijos ni nietos, aunque llevó inserta en mi pecho pegada al pulmón un pedazo de metralla...aunque formé parte del legendario Quinto cuerpo de ejército bajo el mando de Enrique Lister.. No quise fomentar odios con el relato de la retirada de Cataluña en la que apenas llegamos a la frontera francesa 8.000 combatientes, contando los heridos de los 23.000 que iniciamos la retirad de Cataluña. Pero como dijo el general de Gaulle:

          “Todas las guerras son malas porque simbolizan el fracaso de la política... pero las guerras civiles son imperdonables porque la paz no renace con el fin de la contienda...”

Más de medio millón de españoles -soldados, paisanos, viejos, mujeres y niños- padecieron el exilio durante los primeros meses. Y 200.000 de ellos, lo sufrieron de por vida. Sin embargo me enorgullece haber sido uno de los que se enfrentaron a las armas de Hitler y Musolini en España, anticipándonos a la lucha contra el agresivo eje nacifascista al extenderse la II guerra mundial

En el campo de concentración de Saint Cyprien y después atenuado en Agde, hambre, miseria y enfermedades sin servicio sanitario... la colitis por el agua contaminada llevaba a miles a defecar a la orilla de nuestro Mediterráneo que, por la fila kilométrica de posaderas haciendo sus necesidades, llamábamos Avenida Daladier, el firmante del Pacto de Munich. que nos llevó a la Guerra Mundial con su Paz para el milenio.

Derrotados, pero no vencidos, bajo la protección del general Lázaro Cárdenas, se inició el exilio a México de más de 20.000 desterrados... Catedráticos, hombres de ciencia, médicos, poetas, artistas y hombres que, sin dotes sobresalientes, ni bagaje universitario, como yo, que aportaron con su iniciativa empresarial nueva savia a la economía mexicana....De ahí mi afirmación de que nuestra guerra civil española la ganó... México

Treinta dos años de exilio de los que, para no cansaros, leeré de mi obra sólo lo siguiente porque todavía lo sueño: ...“al principio es la jungla en penumbra por el tupido techo de ramas, lianas y hojas gigantes. Bajo el espeso silencio, roto a nuestro paso por la algarabía de extraños animales, sigues al arriero por la inquietante ciénaga sin desviarte para no quedar atrapado en un sumidero. Con el agua en los ijares del caballo, estribos en corto para no mojarte, adivinas iguanas o armadillos y vislumbras los caimanes que se deslizan por el agua de brillos acerados

Y de pronto te ciega la luz del sol. Es la sabana con sus venados saltarines, tigrillos, los tristes coyotes y las juguetonas nutrias de los arroyos. Puedes confiar en tu montura porque avisa la proximidad de la serpiente de cascabel o la respetable pitón, tan codiciada por su piel. Y al llegar a la playa sin fin te sumerges en un sobrecogedor silencio, apenas turbado por el graznido de los pelícanos y el romper de las olas. A veces, con el sol de la mañana a tus espaldas puedes otear la aleta de un tiburón, enormes cagüamas y en alguna ocasión una manada de ballenatos en reposo”.

Mas no se crea que el México profundo era un paraíso. A falta de guerrillas, partidas de forajidos asolaban rancherías y demasiados jóvenes morían en peleas y represalias familiares. Persistía la viruela negra -erradicada en el resto del mundo-, la malaria perniciosa que afecta al sistema nervioso central y otras enfermedades endémicas tropicales, como la colitis por amebas de la que no se libra ningún cristiano. Viajé miles de horas a caballo, aquel animal pequeño, nervioso y resistente por horas, en almadía o cayuco y en un maldito día a bordo de un camión cargado de dinamita, entre torrenteras, con un grupo de evangelistas “gringos”hacia las minas de antimonio de Tlaxiaco.

Lo que llamo mi “desexilio”, la vuelta a la “Terreta”, lo pasé por un tiempo con el mismo ánimo que describe Max Aub en su libro “La Gallina Ciega”... ”Indignado por la desmemoria colectiva, la deformación de la historia impuesta por los vencedores, el afán de trepar, la inmoralidad imperante y la mediocridad, ignorancia y conformismo de muchos. Juicios contundentes en exceso, sin matizar, porque ignoraba el sacrificio de gente como los “Diez de Alaquás”. Treinta y dos años de exiliado me habían convertido en un “trasterrado” -aquél que se acomoda a una nueva patria- y temí trasformarme en un “enterrado” por la tragedia del desarraigo hasta que me instalé e n el barrio donde vivo, cerca de los Viveros de mi infancia. Pero si en México éramos “los refugiados españoles”, aquí pasamos a ser por años “los mexicanos”.

Me salvó de la inopia franquista mi comida semanal con unos camaradas artilleros republicanos, de los que quedamos dos con más de noventa años, y una mente que olvida lo que comió ayer pero no lo que vivió desde su más tierna infancia: tragedia, drama, comedia y astracanadas a lo fallero

La entrevista con Elena Aub, enviada por el Instituto de Antropología de la Universidad Autónoma de México -cuatro horas contando mi vida- sobre los exiliados que retornaron a su patria de origen, me animó a trasladar -negro sobre blanco- mis recuerdos.

Mas tarde, se me ocurrió confeccionar una pequeña edición artesanal de 25 ejemplares como recuerdo de mis bodas de oro celebradas en la villa de Rocafort en que vivió parte de nuestra guerra civil el poeta Antonio Machado.

A partir de entonces he reído y llorado -¿quien dice que con los años se pierde sensibilidad?- perfilando mis peripecias, recordando sobre todo a mis amigos, los que llamo “mis queridos fantasmas”, como los hermanos Castillo que permitieron con su legado a la Universidad de Valencia la creación del Patronat Sud-Nord. Solidaritat y Cultura. También donaron a la Universidad de Extremadura un 25 % para unas becas de estudio -tan extremeños como valencianos- y a una Asociación Católica de Ayuda -no obstante ser agnósticos- que, según periódicos de Cáceres y cartas en mi poder, se empleó en la compra de un caserón donde al poco tiempo servían 400 comidas a jóvenes de pocos recursos. No olvido tampoco algún espectro como Rodrigo Royo, el editor del semanario SP, falangista furibundo que me contaba en México su entrevista con Fidel Castro y la proposición que le hizo en persona al Caudillo de las Españas de formar un eje Castro- Perón- Franco.

He tratado de escribir con respeto, pero con la verdad de los hechos- reflexionando, yo que me considero ciudadano del mundo, sobre la mentira del fin de la Historia y un mundo que llaman globalizado, para mi compartimentado: con los ricos por un lado, los simplemente satisfechos en medio y los humildes de todas las razas muertos de hambre

Hoy, cumplidos mis primeros noventa años, no tengo ideología alguna. Sólo ideas y buena voluntad hacia mis semejantes. Ciudadano del mundo sin abandonar mi amor a la “Terreta”, una parte de esta piel de toro que llamamos España, con una historia común por muchos siglos que muchos niegan por motivos raciales, económicos o partidistas, mientras otros explotan su nombre en beneficio propio. Creo también en una Europa sin fronteras a pesar del NO reciente, al tiempo que desecho la Europa de los pueblos, más bien tribus, que predican los nacionalismos excluyentes que, con su constante victimismo son germen de conflictos.

Agradezco a la vida que me ha dado tanto -como dice el cantor- la oportunidad de ver consolidada la democracia en España, ese régimen de alternancia en el poder que es el menos malo de los conocidos. Y confío en que la transición política, modélica para muchos en su primera fase, ya consolidada su estructura, entre de una vez en la segunda y definitiva fase descubriendo a las generaciones presentes y futuras la verdad de lo que aconteció en cuarenta años de dictadura. Porque hay demócratas de nuevo cuño que todavía roncan el “Cara el Sol” cuando duermen.

Y termino abundando en lo que escribió una hija del exilio... “el primer signo de amor y amistad es desnudar la memoria, pero de mayor importancia -a mi entender- es entregarla a los demás”....Gracias....Muchas gracias.