Salvador Amigó Borrás |
LOS VERSOS PROHIBIDOS
Lector apacible y bucólico, Sobrio e ingenuo hombre de bien, Tira este libro saturnal, Orgiástico y melancólico.
La incursión en el lado oscuro libera fantasmas, la noche es fin del viaje y el horror nos aparta del tedio, pero también la reminiscencia es el refugio, el gozo el engaño amable de los sentidos y el sueño la ebriedad cómplice de la conciencia. Así, el hombre es un ser desgarrado, aniquilado, presa de la lucidez implacable y del deseo insatisfecho, lucha de titanes interiores, entre la invocación a Dios y el Ideal hasta la elevación a las cumbres de la estética impúdica y la búsqueda de la “belleza del mal”. Son estas contradicciones del alma atormentada las que encuentran su más clara plasmación en los versos del Epígrafe para un libro condenado, con que abrimos este artículo, preámbulo de una de las obras cumbre de la literatura universal, Las Flores del Mal, del poeta, crítico de arte, ensayista y alma atormentada, el francés Charles Baudelaire.
Y es, en realidad, un libro condenado, cuyo proceso exponemos brevemente. En abril de 1857 murió el general Aupik, padrastro de Baudelaire, y en junio aparece en las librerías francesas Las Flores del Mal, con una tirada inicial de 1.300 ejemplares y otros 20 en papel especial. El 20 de agosto de ese mismo año, Charles Baudelaire y su editores, Poulet-Malassis y De Broise, comparecen ante la Sala Sexta del Tribunal del Sena para ser juzgados por una obra que atenta contra “la moral pública y las buenas costumbres”. El mismo tribunal que condenara Madame Bovary de Flaubert, ordenó la retirada de los ejemplares de los estantes de todas las librerías y se les impone una multa, de 300 francos a Baudelaire y de 1.000 francos a los dos editores. Además, se prohíben seis poemas en una previsible futura edición. En 1866 aparece la edición completa de Las Flores del Mal, que fue reimpresa en 1868 y 1874. En una nueva edición, en 1890, se advierte de la presencia de los poemas condenados. No será hasta el 31 de mayo de 1949 que se rehabilitará el nombre de Baudelaire y sus editores, por el pronunciamiento de la Sala Criminal del Tribunal de Casación en su sesión del 31 de mayo.
Seis poemas fueron arrancados del cuerpo de la obra, que fue concebida, tras una larga gestación de dieciséis años, como un solo pensamiento, un canto al mal, tal vez como la sublimación del dolor como lucidez y vida y negación del inexorable spleen. “Hace ya mucho tiempo que las más floridas provincias del dominio poético estaban repartidas entre ilustres poetas. Me ha seducido, tanto más cuanto la tarea era más difícil, buscar, explicar, ‘la belleza del mal’”. Así, Baudelaire, como primer poeta maldito, inicia un nuevo camino literario, más allá del romanticismo y el parnasianismo, que será seguido por otros, Mallarmé, Rimbaud, Lautréaumont, todos ellos simbolistas, y que a través de Verlaine influirá en el movimiento surrealista.
El libro es un canto de rebeldía sin esperanza, la expresión de una lucha condenada al fracaso, como ya se contempla en la invocación primera Al lector. En la primera sección, Spleen e Ideal, la esperanza de goce por el Arte y el Amor se trastoca en devastador Spleen. La ciudad tampoco representa la liberación sino más bien la esperanza aplastada por la masa informe, el ser anónimo y perdido en Cuadros Parisienses. En la tercera sección, El Vino, se muestra la trampa para el alma de los Paraísos Artiticiales. En la cuarta, Las Flores del Mal, la perversión, el erotismo, la maldad, no consiguen vencer el spleen, el profundo desarraigo e insatisfacción vital. En la sección quinta, Rebelión, llama a la sublevación contra la vía divina de salvación y ya, en la última sección, encuentra en la Muerte la paz de espíritu deseada “al fondo de lo desconocido para encontrar lo nuevo”.
El mal, el horror... la mujer, a la vez ángel del bien y del mal. Los poemas prohibidos están, cuidadosamente, dedicados a la mujer, pero son también poemas de soledad, de desarraigo, de dolor y de muerte. Y es que no hay mayor dolor que la total incomunicación, que es más lacerante, si cabe, en el acto del amor. “Copular es aspirar a entrar en otro, y el artista no sale jamás de sí mismo”. Seres que se hieren, se aniquilan sin piedad. Eso es el amor para Baudelaire. De ahí que el verdadero deleite se encentra en la masturbación y el voyerismo. Hacer el amor es lo prohibido, el goce sexual expresión del mal y la prostituta la imagen de la rebelión contra el amor burgués y su moral y, por tanto, una de las exponentes de la pureza del amor.
La lujuria y aniquilación del ser amado en un suspiro tenebroso, tétrico, terrible mirada surgida del mundo de tinieblas y horror de su admirado Allan Poe, en La metamofosis del vampiro; sublimación del amor lésbico en Lesbos, “donde las noches son cálidas y lánguidas”, elevado a categoría moral (“vuestra religión es augusta como cualquiera”), forma pura del amor (“infecundo deleite”), pero no vana de castigo (“Obtienes tu perdón del eterno martirio”) y la muerte del poeta como último refugio (“Safo, que murió el día de su blasfemia”); condena y compasión de amores prohibidos en Mujeres condenadas (“nunca podréis calmar ese delirio vuestro/Y vuestro castigo nacerá de vuestros placeres); la mujer como flor del mal, en Las joyas, que perturba la paz del poeta y embota la voluntad del hombre (“para turbar el descanso en que mi alma estaba sumida”) con su candor y lubricidad; la mujer como cuna del olvido y deleite del reposo inconsciente en El Leteo (“¡Quiero dormir!, ¡dormir más que vivir!/En un sueño tan dulce como la muerte”); y la imposibilidad de huir del tedio y el vacío con el auspicio del amor y la belleza, en A la que es demasiado alegre, donde la voluptuosidad y espíritu abigarrado e indolente esconcen la desazón y la muerte (“Así querría una noche/Cuando suene la hora de las voluptuosidades/Hacia los tesoros de tu persona/Como un cobarde, arrastrarme sin ruido/Para castigar tu carne alegre/Para lastimar tu seno perdonado/Y hacer en tu costado sorprendido/Una herida ancha y profunda”).
Estos seis poemas condenados para todas las futuras ediciones de Las Flores del Mal desde la sentencia de 1857, son poemas dedicados a la mujer, a su carácter ambiguo como flor del bien y del mal, al elogio del amor lésbico como prototipo de deleite improductivo (uno de los primeros títulos que el autor pensó para su obra fue, precisamente, Las Lesbianas), y a la imposibilidad del amor entre hombre y mujer, donde la lubricidad y voluptuosidad no pueden esconder el dolor y el aniquilamiento, quedando sólo el olvido, el sueño y la muerte, y no el erotismo, como último y verdadero reducto del espíritu atormentado. Estos poemas forman parte ineludible del conjunto de su obra, del universo moral del poeta, nuevo baluarte contra el tedio burgués, inversión de valores en búsqueda de un espacio de expresión para la rebeldía. Todo esto fue inextricable para los sesudos jueces del Tribunal del Sena, que nada entendieron de la nueva estética y reflexión moral de Las Flores del Mal, condenando impúdicamente a una de las obras literarias que más han removido los cimientos del arte y la moral convencional en la historia.
AUTOR: Salvador Amigó Borrás Universidad de Valencia e-mail: Salvador.amigo@uv.es |
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