Salvador Amigó Borrás


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EL DILEMA MENTE-CUERPO: NACIMIENTO Y MUERTE DE LA PSICOLOGÍA

 

            La primera exposición sistemática del dualismo mente-cuerpo se encuentra en las Meditaciones de Descartes, publicada en 1641, que ofrece una visión dualista radical de la naturaleza del ser humano, compuesta por dos sustancias diferentes: el cuerpo como extensión y el alma o mente como sustancia pensante.

 

            No es excesivo decir que buena parte de la evolución de la filosofía y la ciencia de los siglos XVII y XVIII, responde a la búsqueda de dar solución al dilema cartesiano, tanto desde la posturas deistas de Malebranche, Spinoza y Leibniz, como desde el materialismo de La Mettrie, el epifenomenalismo de Hodgson o el monismo de Lewes.

 

            Similar impacto sobre el desarrollo de la filosofía y la ciencia posterior puede considerarse que causó la obra del gran filósofo alemán Immanuel Kant, cuyo postulado de que la psicología no podía convertirse en ciencia, ya que no pueden medirse las procesos psicológicos por su carácter interno y subjetivo, suscitó una reacción de los científicos posteriores que, en buena medida, condujo al surgimiento de la psicología experimental de la mano de los alemanes Fechner y Wundt y, consecuentemente, de la psicología científica.

 

            La psicología científica surge, pues, en la Alemania del siglo XIX, en parte como respuesta a las objeciones de Kant, y también inspirada en la pretensión de superar el dualismo cartesiano. De hecho, podemos considerar que en este siglo se sientan las bases definitivas para la integración de mente y cuerpo. Numerosas son las aportaciones desde la filosofía y la ciencia que contribuyen a ello. El impacto de estas aportaciones para el desarrollo científico del siglo XX fueron muy importantes, como tendremos ocasión de comprobar, sucintamente, a continuación.

 

            Cabe destacar, entre los logros del siglo XIX, el estudio de la localización de las funciones cerebrales, iniciado con la “crainoscopia” o “frenología” de Gall. Flourens reconoce que, si bien las propuestas de Gall son en buena medida especulativas, es el primero en proponer las bases biológicas de la psicología funcional, identificando al cerebro como órgano de la mente. El desarrollo tecnológico hizo que el estudio de las funciones cerebrales se orientara desde la intuitiva palpación craneal de Gall hasta la demostración experimental de la localización de las funciones, a través de la cirugía por ablación de Flourens, el diseño del cefalógrafo de Spencer, el estudio post mortem de lesiones cerebrales de Broca y la introducción experimental de la electrofisiología por Fritsch y Hitzig y después por David Ferrier. Toda esta rica metodología de estudio del cerebro se ha continuado durante el siglo XX, acompañado del desarrollo tecnológico que permitía un estudio más detallado, culminando con las técnicas de imagen cerebral, que permiten el estudio de los procesos psicológicos en tiempo presente.

 

            Con Fechner se inicia la psicofísica y con ella la psicología experimental. Ante el reto lanzado por Kant, Fechner demostró que los fenómenos mentales (sensación subjetiva en respuesta a estímulos físicos) podían ser medidos, de forma que el incremento de la intensidad de una sensación es una relación logarítmica de la variación de la intensidad del estímulo (S = k log R). A mediados del siglo XX, Stevens modificó esta ecuación por logS = logk + nlogR, observándose esta relación tanto para la respuesta nerviosa al estímulo como para la respuesta subjetiva. Queda así confirmada la premisa de Fechner de que la materia y la mente son dos manifestaciones de la misma realidad y que el sistema nervioso, cuya reacción puede medirse, es el substrato de la experiencia subjetiva, la cual puede medirse fiablemente a partir de su correspondencia con la reactividad nerviosa.

 

            Esta correspondencia entre el sistema nervioso y las funciones mentales es también una cuestión fundamental en otra gran aportación del siglo XIX a la solución del dilema mente-cuerpo: la reflexología rusa. En su libro de 1862, Los reflejos del cerebro, Sechenov propuso una metodología de estudio experimental de la actividad nerviosa, a partir de mediciones electrofisiológicas en respuesta a estímulos externos, y defendió la idea de que todas las funciones mentales, tanto voluntarias como involuntarias, eran de naturaleza refleja. Es de reseñar el significativo título que este texto tenía en un principio y que no pudo superar la censura zarista: Ensayo de la explicación fisiológica del origen de los fenómenos psíquicos. Ahora bien, la comprensión de la importancia de los reflejos en la actividad mental y en las funciones cerebrales superiores se debe al gran fisiólogo ruso Ivan Pavlov, que comenzó en 1889 sus famosos experimentos sobre los reflejos condicionados e incondicionados en perros, cuyos resultados expuso por primera vez en el Congreso Internacional de Medicina de Madrid en 1903. Al año siguiente recibiría el premio Nobel por su estudio de la fisiología del sistema digestivo.

 

            Otra aportación fundamental del siglo XIX en relación a la superación del dualismo cartesiano proviene del estudio del hipnotismo y la sugestión. Así, desde concepciones como la de Braid, que estableció una conexión entre los fenómenos hipnóticos y la fisiología cerebral, pasando por la concepción patológica del trance hipnótico de Charcot y del poder de la sugestión de Berheim, se puso de relieve el vínculo entre los fenómenos psíquicos y corporales y el poder de curación a través de la psique. De hecho, podemos decir que en este contexto surge la psicoterapia moderna. También influyó el hipnotismo en la propuesta del norteamericano William James, quien defendió el estudio de la conciencia a través de la fisiología experimental.

 

            A partir de todas las aportaciones que hemos reseñado en los párrafos anteriores, podemos decir que el dualismo cartesiano queda definitivamente superado y que mente y cuerpo son dos aspectos de una misma realidad indisoluble. Y esto es un triunfo claro y genuino del siglo XIX. Ahora bien, si bien estas aportaciones ejercerán una gran influencia en el desarrollo científico del siglo siguiente, cabe señalar que apenas surgen nuevas ideas y aportaciones sobre la cuestión, con excepciones significativas, como el gran trabajo de Pavlov que, a partir de las propuestas iniciales antes apuntadas, culminará en Los reflejos condicionados, publicado en 1927. Incluso, la concepción integrada de mente-cuerpo sufre, en algunas etapas históricas del siglo XX, un retroceso considerable. A esto es a lo que llamo “muerte de la psicología”.

           

            ¿A qué se debe esta nueva irrupción del dualismo que se creía ya superado? Existen varias causas de las que, a continuación, citaremos las más destacadas. Por una parte, el surgimiento en la primera mitad del siglo XX de escuelas psicológicas enfrentadas. Por una parte, el legado de Pavlov sirvió para que John Watson aplicara el positivismo radical al estudio de la conducta, inaugurando el conductismo, que se apoya en la metodología experimental de Pavlov, pero despojándolo de la fundamentación neurofisiológica de la conducta. Así, desaparece el substrato físico de la mente. La mente ya no es necesaria, no existe. Por otra parte, la introspección y los procesos mentales subjetivos tendrán una relevancia fundamental en el desarrollo de corrientes psicológicas como el psicoanálisis y la aproximación fenomenológica. Pero su rechazo del método experimental, y por tanto la imposibilidad de medir adecuadamente las funciones mentales, las convierte en enfoques acientíficos y, de esta forma, se producirá una confrontación, que se extenderá a lo largo de todo el siglo XX, entre las corrientes conductistas y psicodinámicas. Este enfrentamiento deja de nuevo al descubierto la separación de la mente y el cuerpo, que en buena medida había sido superada en el siglo anterior.

 

            Otra causa de retroceso de la concepción integrada mente-cuerpo, alcanzada en el siglo XIX, es el desencuentro entre los profesionales del tratamiento de los trastornos mentales a lo largo del siglo XX. Por una parte, la medicina pone énfasis en el cambio cerebral que producen los psicofármacos para explicar el resultado terapéutico, mientras que los psicólogos utilizan técnicas y terminologías subjetivas y mentalistas (o en todo caso conductuales) para explicar el éxito terapéutico. Si bien se han producido acercamientos entre las dos estrategias, con intervenciones combinadas de fármacos y psicoterapia en el contexto de la acción interdisciplinar, el distanciamiento entre estos profesionales ha sido, sin duda, más una constante que una excepción pasajera.

 

            Una tercera causa de estancamiento en el desarrollo de la concepción unitaria mente-cuerpo es la ausencia de ideas, el desaprovechamiento de grandes contribuciones científicas, sobre todo del siglo XIX. Excepciones a esto son los interesantes estudios realizados por grupos de investigación, como los de Baxter y Brody, de la Universidad de California, que observaron los mismos cambios cerebrales en pacientes con trastornos obsesivos y depresivos, tanto por efecto de los fármacos como por la psicoterapia. También, el grupo de Mayberg de Toronto, ha comparado los cambios cerebrales producidos por la medicación y por el placebo en pacientes depresivos.

 

Ahora bien, estos esfuerzos de acercamiento de la psicoterapia y la farmocoterapia a partir del estudio de los cambios cerebrales, todavía están lejos de suponer una integración fundamentada y sólida entre lo mental y lo cerebral. Así, el efecto placebo, que puede deducirse de la propuesta pavloviana de 1927 referente a la condicionabilidad de los efectos de las drogas, y que ha suscitado algunos estudios e intervenciones, no ha sido, ni con mucho, aprovechado convenientemente a lo largo de todo el siglo XX. Una aproximación interesante al respecto es la demostración por Park y Covi en 1965 de que el placebo sin engaño puede también ser terapéutico. Pero tampoco esta propuesta se ha desarrollado de manera importante. Sigue siendo el uso terapéutico del placebo una asignatura pendiente.

 

En este sentido cabe situar el trabajo que estoy realizando desde hace unos años sobre la condicionabilidad de las drogas y la reproducción voluntaria de los efectos de las mismas. A través de una serie de estudios, he comprobado que tanto sujetos sanos como pacientes depresivos y toxicómanos son capaces de experimentar subjetivamente los efectos de drogas a través de procedimientos de condicionamiento, mediante una técnica terapéutica diseñada para tal objetivo, y utilizar esta habilidad en psicoterapia. Se trata, por tanto, de una aproximación terapéutica basada en el enfoque del placebo sin engaño. Ahora bien, mi interés se extendía al conocimiento del substrato biológico de esta habilidad. Así, en el Instituto Nacional de Psiquiatría de México realizamos estudios de imagen cerebral que desvelaron unos resultados anhelados: el efecto en el cerebro de un estimulante (metilfenidato) y de la técnica psicológica de reproducción, era el mismo. Así, en este estudio pretendimos ofrecer una alternativa al tratamiento psico-farmacológico tradicional, a partir de la búsqueda de la mayor integración entre mente y cerebro. Así, el paciente es capaz de reproducir a voluntad el efecto de un fármaco, tanto mental como físicamente. La propuesta metodológica se basa en la medición del efecto subjetivo a partir de la medición de la respuesta fisiológica cerebral subyacente, y de esta misma como substrato de la conciencia alterada. Es, en realidad, una vuelta a los postulados integradores de la mente y cuerpo desarrollados a lo largo del siglo XIX y un intento decidido de realizar nuevas aportaciones en el campo aún controvertido de la distinción mente-cuerpo.

 

 

 

           

           

 

           




 Salvador.Amigo@uv.es


Última actualización: 07 de julio de 2016.