Salvador Amigó Borrás |
INTRODUCCCIÓN
Los grandes científicos de la historia, como Galileo, Newton y Einstein, convirtieron el tiempo en el pilar fundamental de su construcción científica de la realidad. Pero en la actualidad seguimos sin comprender en profundidad la naturaleza del tiempo. Con la teoría de la relatividad asistimos al desmoronamiento del tiempo absoluto de la mecánica newtoniana y al advenimiento de ideas “contraintuitivas” como la “multitud de tiempos”. Desde esta teoría, el presente, pasado y futuro se confunden en el “ahora” y están dados de una vez. Es decir, el tiempo está ahí, como la cuarta dimensión, donde los sucesos no se “suceden” sino que existen impresos en el continuo espacio-temporal. Como decía el filósofo japonés Toda, el tiempo en Física está “congelado”. Esta interpretación sobre el tiempo que impone la relatividad no es nueva. Ya algunos filósofos griegos negaban el correr del tiempo. Esta es la razón por la que Popper, en un encuentro con Einstein en Princenton en 1950 le llamó “Parménides”. Este filósofo griego pensaba que cualquier cambio es imposible. Por su parte, Zenón de Elea pensaba que nada está en movimiento, ya que un objeto que parece estar moviéndose, al considerar un instante de tiempo puntual, comprobaremos invariablemente que está en reposo. Vemos que se identifica el tiempo con el flujo del tiempo. Pero esto es, en mi opinión, fruto de los innumerables abusos semánticos y confusiones conceptuales que el tiempo ha suscitado entre los pensadores. Sobre esta cuestión tendremos que volver con frecuencia. En la actualidad existe también una corriente filosófica que niega el fluir del tiempo. Así, el filósofo australiano Jack Smart está seguro que el fluir del tiempo es “una ilusión”. Es incompatible un ahora que se está moviendo hacia adelante con una coordenada temporal fija. Smart lo planteó de forma sugerente cuando se hizo la pregunta : “¿A qué velocidad fluye el tiempo ?” Si la velocidad se mide como la distancia por unidad de tiempo, significaría que el tiempo se mueve en el tiempo, lo cual es absurdo. Ya a principios de siglo, el metafísico de Cambridge John McTaggart planteaba cuestiones similares, negando el fluir del tiempo y llegando incluso a rechazar la propia existencia del tiempo. Otro filósofo, David Park, de Massachusetts, niega la posibilidad de demostrar experimentalmente el paso del tiempo, ya que si este supone un flujo inevitable que envuelve toda la realidad, incluidos los científicos y sus instrumentos, no es posible detener el tiempo en una región del Universo para poder registrar el paso del mismo. Ahora bien, frente a esta interpretación del tiempo “congelado”, una serie de filósofos y físicos se niegan a renunciar a la idea del fluir del tiempo, tan evidente y fundamental en la vida cotidiana. Eddington, en la década de los años veinte, abogaba por la realidad del fluir del tiempo, y autores como Roger Penrose y John Eccles llegan a interpretar el flujo del tiempo en función de la propia actividad cerebral, basada en procesos mecanicocuánticos. También el físico y divulgador Paul Davies se sitúa en esta línea de aceptación del fluir del tiempo. ¿Qué podemos concluir al respecto ? ¿Existe el fluir del tiempo, o la distinción entre pasado, presente y futuro es una mera ilusión ? ¿Existe, tal vez el tiempo ? Si pretendemos responder estas cruciales preguntas alguna vez, necesitaremos, primero que nada, aclarar la confusión semántica a la que aludíamos más arriba. En primer lugar, cuando hablamos de tiempo en el sentido habitual en que lo hacemos, no nos referimos a una “realidad física”, sino a una noción consensuada basada en un sistema de medida que nos resulta útil en el contexto cotidiano en que nos movemos y para situarnos cronológicamente en relación a sucesos históricos pasados y futuros. En este sentido, el tiempo como concepto, abstracción mental que nos orienta en la vida cotidiana, sigue siendo completamente válido y, ni siquiera la teoría de la relatividad puede rebatirlo. Por otra parte, cuando hablamos del fluir del tiempo, nuestra comprensión nos lleva a la intuición de Eddigton de que debe existir “como algo físico”. Precisamente, esta cuestión es una de las que nos plantearemos resolver en esta obra. Ahora bien, ¿cómo encajar una interpretación “física” del fluir del tiempo con la teoría de la relatividad ? No hay que confundir el flujo del tiempo con el ritmo del flujo del tiempo. La teoría de la relatividad no descarta necesariamente la idea del fluir del tiempo sino que propone que los ritmos de flujo son diferentes en función del movimiento y la gravedad.
Esta obra pretende adentrarse en el misterioso mundo del tiempo con el ánimo no de responder a todas las dudas e interrogantes que aún siguen abiertos, tarea que sería del todo imposible, sino de contribuir a una mayor comprensión de la naturaleza del tiempo y de sus consecuencias. Se realizará un auténtico esfuerzo de síntesis de opciones conceptuales que, hasta el momento, siguen encontradas, como la relatividad y la física cuántica, la causalidad lineal y la dinámica de sistemas, el determinismo y la impredictibilidad, etc. Pienso, sinceramente, que a partir del estudio profundo del tiempo encontraremos caminos de unificación epistemológicos. El estudio del tiempo abrirá nuevos caminos de investigación e interpretación de la realidad. Además del esfuerzo de síntesis realizado, el estudio de la naturaleza del tiempo que se lleva a cabo en esta obra, aporta una serie de resultados, más bien sugerencias, relevantes. Por ejemplo, se pretende demostrar que existen infinidad de ritmos de flujo del tiempo en el Universo, y que son una función de los diferentes niveles de energía de todos los procesos energéticos que tienen lugar en él. Se trata de una propuesta que se pretende sea congruente con los postulados de la teoría de la relatividad, a la vez que establezca nuevos caminos para la unificación de esta teoría con la mecánica cuántica. Estos argumentos nos conducen a la noción de un tiempo invertido, a partir del cual podemos establecer el nexo de unión entre la causalidad lineal y la no linealidad de los sistemas dinámicos. Tanto el concepto de ritmo interno como tiempo invertido encuentran su más espectacular protagonismo en una teoría de la gravedad cuántica que se presenta en el primer capítulo, y que logra superar los infinitos de las singularidades. También el tiempo invertido se retoma de nuevo en el tercer capítulo para explicar las diferentes orientaciones de la flecha del tiempo. La flecha del tiempo hacia el futuro se asocia con la ruptura de simetría temporal, la irreversibilidad de los procesos físicos, el aumento de entropía y la expansión del Universo. Surge aquí también una propuesta de gravedad cuántica caótica, que ofrece una concepción de la realidad determinista y realista, tanto a nivel macroscópico como subatómico. Siempre he tenido la sensación de que el debate Einstein-Bohr debía inclinarse a favor de la visión determinista y realista de Einstein de la física cuántica y, en definitiva, de la realidad. Y en este sentido, los argumentos de esta obra van en esa línea. Se ofrece, así, una visión determinista de la realidad, si bien la ciencia, producto humano, está llena de limitaciones para predecir los acontecimientos. Pero de ningún modo, pienso, debe trasladarse esa limitación a la realidad misma. En esta obra se llega a conclusiones poco convencionales en la actualidad, como que el big bang no es el principio del espacio y el tiempo, y que hay que rescatar el concepto de infinitud espacial y tiempo eterno y, en cierto modo, los conceptos absolutos de tiempo y espacio. Por otra parte, la posibilidad de que existan diferentes escalas temporales en el Universo nos presenta una asombrosa imagen de un Universo compuesto de diferentes capas y subcapas, tal vez presentando la propiedad de autosimilitud tan vinculada a los fractales. Esta estratificación, en función de observadores de distintas dimensiones, se correspondería al concepto de espacio curvado de la relatividad general. Las implicaciones pueden ser de muy diversos tipos. Todo esto se trata en el capítulo segundo. Soy consciente que muchas de estas propuestas serán consideradas como especulaciones o, cuanto menos, elucubraciones filosóficas, pero considero que están basadas en planteamientos lógicos rigurosos, a la vez recogen muchas propuestas de teorías físicas fundamentadas científicamente. Además, se ha realizado un auténtico esfuerzo de razonamiento lógico y síntesis de diferentes opciones y propuestas confrontadas, si bien los resultados aquí presentados no surgen tan sólo de una mera recopilación de diferentes planteamientos, sino que se ha pretendido ir mucho más allá, ofreciendo nuevas alternativas y aportando nuevas teorías, si bien se trata de propuestas iniciales, básicas, que pretenden, fundamentalmente, abrir nuevas líneas de investigación y comprensión de la realidad. Y es que, precisamente, de estas líneas surgirá una interpretación muy particular de la realidad, una visión materialista en el sentido más profundo y completo, en la que, en definitiva se defenderá la idea de un Universo determinista y autocontenido (autocreador y autoorganizador) que no necesita la intervención de Dios.
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