Ayna

Ayna esta enclavada en plena Sierra del Segura es uno de los parajes más sugestivos de Castilla la Mancha, ya que ocupa un lugar privilegiado en el estrecho cañón del Rio Mundo y ha ido creciendo constreñido por el cauce y las espectaculares y afiladas paredes que lo encierran.

Además del paisaje Ayna mantiene numerosos vestigios de las diversas culturas que la han ido poblando, una gran riqueza de flora y fauna, deliciosa gastronomia, unas  fiestas y encierros que son renombrados  y muchas actividades turísticas y deportivas para poder desarrollar, destacando en este aspecto la escalada. Sin olvidarnos que lo mejor de Ayna es el aire puro y tranquilizador, a que esperas...

Historia

El Paleolítico es el periodo más largo de la historia del hombre, ya que ocupa más del 99% de ella. Abarca desde hace unos 2,5 millones de años, en que apareció el primer hombre en África, hasta unos 10.000 años antes de nuestra era. Al Paleolítico Superior, corresponde en Europa la aparición del hombre moderno, es decir, el Homo sapiens, y está asociado a una amplia variedad de útiles fabricados en piedra, hueso, cornamenta y marfil, entre los que se incluyen propulsores, arpones y agujas. Dentro de la provincia de Albacete, los yacimientos de la Fuente (Hellín) y La Jaraba (Villarrobledo) son quizás los primeros asentamientos humanos, fijados en el periodo Achelense, una de las subdivisiones del Paleolítico Inferior.

Sin embargo, las manifestaciones artísticas rupestres más antiguas corresponden al Paleolítico Superior, con una antigüedad superior a los 12.000 años, y han sido halladas en la Cueva del Niño. Esta cueva, situada en el término municipal de Ayna, constituye, sin duda, la auténtica cuna del arte rupestre albaceteño.

La Cueva del Niño está situada entre los picos Halcón (1.232m) y Albarda(1.250m), en la margen derecha del río Mundo, una zona de umbría sumamente quebrada. Interiormente, está dividida en dos salas. En el panel principal de pinturas de la primera, aparecen representados caballos, ciervos y varias cabras, todos ellos con una gran elegancia estética. En la segunda sala, que está separada de la anterior por grandes columnas calcáreas, aparece una serpiente, un cuadrúpedo y una cabra. En total, son 17 las figuras representadas si se suman otras de arte levantino que hay en el exterior de la cueva. Todas ellas se han pintado en colores rojizos en varias tonalidades y algunos dibujos aparecen atravesados por pequeñas lanzas, quizás como rito propiciatorio para conseguir una buena jornada de caza. Al excavar el interior de la cueva se encontraron también algunos útiles de piedra y una vasija del periodo Neolítico de forma ovoide, decorada con incisiones geométricas expuesta en el museo provincial de Albacete.

Ayna se siente orgullosa de su Cueva del Niño, pero también de su privilegio de villazgo, guardado como un tesoro por el Ayuntamiento. Este privilegio, concedido por Felipe II el 22 de septiembre de 1565, desvinculaba a la población de Alcaraz, de quien había sido aldea hasta esa fecha. Es un cuadernillo en pergamino manuscrito de diez folios, ricamente adornado en siete de sus caras con diferentes dibujos en miniatura.

Con este título de Villa se le señalaba también término propio, aunque no por ello perdía la mancomunidad de pastos que gozaba con Alcaraz. Dentro de este término quedaban incluidas como aldeas suyas Elche de la Sierra y Molinicos. Al final del privilegio hay dibujado un plano de su antiguo castillo de la Yedra y una nota que dice, entre otras cosas: “Este castillo guardó antiguamente el paso de los moros, a favor de la Santa fe Católica, resistiendo á fuerza de armas á los de Granada y Baza. Estaban en este castillo de la villa de Aina 25 hijosdalgo, libres y exentos de todos pechos demandados y perdidos, y murieron muchos en cautiverio por la defensa de esta fortaleza y la Santa Fe Católica”.

El topónimo de Ayna deriva del vocablo árabe ‘ayn’, que significa fuente, aunque habría que citarlo en plural, pues son más de doce las que tiene el pueblo, lo que hacen de él un auténtico manantial natural. Durante la dominación musulmana, Ayna debió ser una pequeña alquería integrada en la cora de Jaén, cuyos habitantes aprovecharon  las aguas del río y de estas abundantes fuentes para establecer pequeños cultivos. Se agrupaban todos ellos en torno al castillo de la Yedra, del que tan sólo quedan los restos de algún muro casi derruido en el lugar llamado la Cueva de los Moros, dos grandes peñascos que han creado un paso natural, y algún muro cercano. En este lugar se cree que existía un túnel que comunicaba el castillo con el río, pero por más que se ha intentado buscarlo, ha sido sin éxito alguno.

La llegada a Ayna es realmente sorprendente y la visión de su entorno constituye todo un regalo para los ojos. Después de recorrer los terrenos llanos y ligeramente ondulados del mediodía de Albacete, al llegar a esta población, el suelo se rompe y el paisaje cambia radicalmente, presentando una orografía absolutamente quebrada, muy distinta de la que nos lleva hasta la población. Sus casas aparecen apretadas unas contra otras, y contra las mismas lomas del monte San Urbán, buscando un espacio que parece no existir. De esta forma, se han aprovechado las laderas y cantiles rocosos para emplazar las viviendas. Antes de llegar a Ayna por la serpenteante carretera, que parece que nos va a arrojar al vacío por el abismo en cualquier momento, es obligado hacer una parada en el Mirador del Diablo, donde se ven unas vistas increíbles de todo el valle del río Mundo y del mismo pueblo. 

Las casas y sinuosas callejuelas de esta pintoresca población se adaptan al terreno, aprovechando todos y cada uno de sus  centímetros, y se extienden casi todas ellas a ambos lados de su calle principal. Ésta forma una pendiente continua hasta la Plaza Mayor, donde esta el Ayuntamiento y donde hay una curiosa pared escalonada con gradas, que sirven al público para sentarse durante los encierros que se celebran a principios de septiembre. Dentro del pueblo, merece la pena visitar la   ermita de Nuestra Señora de los Remedios, una edificación que en nada se distingue de las casas colindantes, pero en su interior  guarda un bonito artesonado mudéjar del siglo XVI, que en 1.992 fue declarado de interés cultural.

Artesanía

Se puede considerar como vital y única la artesanía dedicada al esparto. Y es que la producción de esparto fue, en otros tiempos, una fuente de ingresos muy importante para la economía de Ayna, al igual que ocurrió en otros pueblos de la comarca, como Liétor, Elche de la Sierra y Hellín.

Esta explotación, cuyos testimonios fieles quedan al norte del pueblo, dejó muchos campos totalmente deforestados, sin ningún tipo de arbolado, a pesar de que en otros tiempos toda esta comarca estuvo muy protegida, como así lo muestran las ordenanzas municipales del siglo XVI de Liétor. De esta manera, muchos recuerdan a los ayniegos a las puertas de sus casas enlazando el esparto para, en madejas, posteriormente cambiarlas por un chusco de pan o cualquier otro elemento de primera necesidad. Con esas madejas de esparto, los artesanos han realizado verdaderas obras de arte -alfombras de fino dibujo, persianas para las puertas de entrada...- aunque, eso sí, fundamentalmente, el esparto era trabajado para los aperos de labranza. Por desgracia, muy pocos, casi ya ninguno, de los lugareños trabaja el esparto, pero no por ello se dejan de ver elementos fabricados con él.