Preludio

La Pared de Cristal


Por

Sergio Talens Oliag


Alicia estaba cansada de estar allí sentada mirando cómo su hermano jugaba con el ordenador; el malvado no le dejaba contestar ninguna de las preguntas y ella sabía muchas más respuestas que él. No comprendía qué le pasaba, «¿es que no quiere ganar? -se preguntaba Alicia- ¿o es que no quiere que le ayude?».

Absorta, contemplando la pantalla, comenzó a pensar que sería mejor irse al parque a jugar con sus amigas y dejar al tonto de su hermano con su superprograma. De repente, uno de los puntos de la pantalla se iluminó y comenzó a brillar con una luz cegadora. Alicia cerró los ojos y al volver a abrirlos vio delante de ella una forma redonda, de color gris metalizado.

Parecía una pelota de tenis; era sólo una cabeza, pero con piernas y brazos. De repente la pelota comenzó a hablar:

- ¡Demonios, otra vez un error de paridad! La Unidad de Control se va a poner furiosa.

A Alicia aquello le pareció lo más normal del mundo. Estaba aturdida y no había tenido tiempo de darse cuenta de que una pelota de metal estaba hablando. De pronto la pelota metió la mano dentro de su boca y sacó una calculadora de bolsillo, de esas que la maestra le dijo a Alicia que no llevara a los exámenes de mates (una vez se llevó una en la que su hermano había programado todas las fórmulas, pero la maestra se la quitó).

La pelota comenzó a correr en dirección a donde antes estaba el ordenador. Al levantar la vista Alicia se dio cuenta de que ya no estaba en la sala en su casa; al frente se veía una pared que parecía una pantalla gigante de televisión. De pronto sintió vértigo, ¿qué había pasado?

La pelota estaba atravesando la pared de cristal. Cuando Alicia vio que desaparecía, corrió tras ella; no podía quedarse sola.

Mientras atravesaba el cristal tuvo una sensación extraña, era como si se disolviese. Al llegar al otro lado se dio la vuelta para ver de dónde venía; su hermano estaba allí, mucho más grande que antes. Vio cómo se acercaba y movía el brazo. De pronto todo se oscureció.

Alicia comenzó a sentir vértigo. Estaba en ningún sitio y tenía la sensación de estar subiendo por una montaña rusa. No veía nada a su alrededor, sólo una luz a lo lejos.

- Será la pelota -pensó.

Se encontraba mareada, empezó a gritar, pero no como alguien asustado, sino como si se lo estuviera pasando bomba. Cerró los ojos y sintió el aire en la cara.

De pronto comenzó a bajar y al momento notó que su cuerpo golpeaba algo blando que paraba su caída. Al levantar la vista resultó que estaba en una especie de colchón, aunque de plástico. El suelo quedaba algo lejos, pero saltó, decidida a encontrar la pelota.

Miró alrededor, frente a ella había un castillo, pero no de piedra, sino de cristal. Las murallas eran de color negro y parecían de plástico. Acercándose a la puerta vio la pelota.

Corrió hacia ella, pero la pelota no entró en el castillo sino que desapareció debajo de una de las murallas.

Al llegar allí Alicia vio que había entrado por un pequeño ventanuco con rejas que se encontraba al pie de la muralla.

- ¿Cómo lo ha hecho? -exclamó Alicia- Si no cabía por aquí.

Empezó a pensar que estaba perdida, cómo iba a salir de allí, no podía entrar por el ventanuco, como mucho podría meter el brazo, pero, ¿y si se quedaba enganchada? (Una vez su prima metió la mano entre las rejas del colegio y tuvieron que llamar al portero para sacarla).

¿Qué iba a hacer?


Por fin, decidió asomarse por el ventanuco a ver si veía algo. Al apoyar la cabeza entre las rejas notó que eran flexibles. «¡Quizás sí que pueda pasar! -pensó Alicia- Las rejas parecen de chicle.»

Pero no era así, en realidad no eran las rejas las que eran flexibles, era su cabeza la que se había deformado para poder pasar. Metió los brazos que también se deformaron y, empujándose con ellos, atravesó el ventanuco.


[Las Aventuras de Alicia]