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Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía: Entrevista a Juan Sánchez Díaz, ViceDirector del Centro de Investigaciones sobre Desertificación y Catedrático de Edafología de la UV

  • 17 junio de 2020
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El 17 de junio celebramos el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía con el propósito de visibilizar este grave problema ambiental al que nos enfrentamos. Los principales efectos de la Desertificación son la degradación del suelo y la pérdida de biodiversidad. Como consecuencia, la capacidad del territorio para mantener la funcionalidad de los sistemas biológicos disminuye y, por tanto, la disponibilidad de los recursos naturales resulta afectada.

La región mediterránea es una de las áreas de Europa con mayor riesgo de padecer procesos de desertificación. Ello es debido a las condiciones ambientales particulares que presenta. Por un lado, presenta un clima semiárido dominante con intensa sequía estacional y una fuerte concentración de las lluvias en periodos temporales reducidos. Por otro lado, presenta un relieve accidentado y unos suelos con un bajo contenido en materia orgánica y una débil estructura, lo que los hace erosionables. Estas condiciones ambientales provocan que la cobertura vegetal no sea elevada, lo que se ha agravado por los siglos de uso agrícola, forestal y ganadero. Dentro de la región mediterránea europea, el sudeste de nuestro país, concretamente, las Comunidades Autónomas de Valencia, Murcia y algunas áreas de Andalucía presentan valores de riesgo de desertificación entre altos y muy altos, según el mapa de riesgo de Desertificación elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Además, en las últimas décadas, el modelo de usos del suelo en la región ha cambiado debido a la intensificación agrícola y a la expansión de los usos urbano-industriales en las zonas más cercanas al litoral, incluyendo el turismo. Estos cambios de uso y las repercusiones ambientales asociadas (erosión del suelo, contaminación y salinización, deterioro del paisaje y destrucción de ecosistemas naturales, etc.) han incrementado la degradación del suelo en grandes áreas de la región, lo que ha aumentado el riesgo de desertificación.

A las puertas de su jubilación y habiendo dedicado buena parte de su vida a la investigación de la Desertificación, el profesor Juan Sánchez Díaz, repasa los avances realizados en el conocimiento de este proceso complejo y que representa una grave amenaza para nuestro territorio. Juan Sánchez es Catedrático de Edafología de la Universitat de València, espacio en el que es reconocido como impulsor de los estudios en Edafología, desde hace varias décadas. Pertenece, pues, por formación y experiencia a ese reducido grupo de investigadores, que en los años ochenta apostaron por la investigación orientada hacia el estudio de los problemas derivados de la degradación de los suelos en la cuenca mediterránea, en momentos en los que estos estudios eran escasos. Ha sido Director del CIDE entre julio 1998 y enero 2006 y Vicedirector en dos ocasiones, una entre septiembre 1996 y julio 1998 y la otra desde 2019 a la actualidad, en paralelo a su labor como corresponsal científico del Comité de Ciencia y Tecnología (CCT) establecido dentro de la Convención de Lucha contra la Desertificación de Naciones Unidas.  En las siguientes líneas comparte su visión sobre la situación actual del estudio de la Desertificación y cómo ha evolucionado en estas últimas décadas.

 

Para conocer los alcances de este proceso es necesario entender primero a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de desertificación.

El proceso o fenómeno de desertificación es un proceso complejo, en el cual confluyen una serie de causas o factores tanto naturales (condiciones climáticas, litología o la presencia de suelos susceptibles a ser degradados) como antrópicas (deforestación, agricultura intensiva, urbanización,…). Este conjunto de factores originan una serie de afecciones en primer lugar sobre el medio (degradación del suelo, alteración cubierta vegetal, impactos sobre el paisaje) que repercuten en definitiva sobre la población (aumento de la pobreza, migraciones forzadas o agravamiento de la desnutrición).

¿Cuál es la magnitud de este problema? ¿En qué medida puede impactar este proceso en nuestras vidas?

De acuerdo a la Secretaría de Lucha contra la Desertificación, hoy en día, más de 2.000 millones de hectáreas de tierras anteriormente productivas se encuentran degradadas. En 2030, la producción de alimentos requerirá otros 300 millones de hectáreas de tierra.

Se ha transformado el uso de más del 70% de los ecosistemas naturales. En 2050, la cifra podría alcanzar el 90%.

Este fenómeno no es nuevo. De hecho ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad, contribuyendo a la caída de grandes imperios y desplazando a las poblaciones locales. Sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica.

De los ecosistemas de las zonas secas depende la subsistencia de unos 2000 millones de personas, el noventa por ciento de las cuales vive en países en desarrollo. La sobrepoblación de muchos países infradesarrollados crea la necesidad de explotar ganadera y agrícolamente las tierras de zonas secas. En estas tierras de baja productividad se inicia así una espiral descendente que acaba con el agotamiento de los nutrientes del suelo y los acuíferos subterráneos.

Este año el Día Internacional se centra en cambiar las actitudes públicas hacia la principal causa de la desertificación y la degradación de las tierras: la producción y el consumo incesantes de la humanidad.

El crecimiento demográfico y el incremento de la población urbana intensifican la demanda de tierra para producir alimentos, forrajes y fibras textiles. Mientras tanto, la salud y la productividad de la tierra cultivable existente están disminuyendo, un declive que se ve empeorado por el cambio climático.

Con el fin de contar con tierras productivas suficientes para satisfacer la demanda de 10 000 millones de personas en 2050, es necesario modificar nuestro estilo de vida. A través del Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, celebrado bajo el lema “Alimentos. Forrajes. Fibra”, se aspira a educar a las personas sobre la manera de reducir su impacto individual.

La región mediterránea en la que nos encontramos está gravemente amenazada por el cambio climático, con previsiones de un aumento de la aridez ¿cuál es la situación actual y cómo cree usted que estas previsiones puedan influir sobre el riesgo de Desertificación en ésta área?

La mayor parte de los resultados ofrecidos por los distintos Modelos de Circulación General de la atmósfera (MCGs) coinciden en que la región mediterránea será especialmente sensible a cambios en las precipitaciones y temperaturas. Si las mencionadas predicciones se confirman, las etapas de sequía y las inundaciones serán más intensas y largas y por tanto aumentaría la aridez de los paisajes mediterráneos. Por tanto la desertificación sería más extensa e intensa, inducida directamente por el cambio climático y de forma indirecta por la mayor incidencia de los incendios forestales, incremento de la erosión y salinización de los suelos, etc.

Desde su experiencia, ¿cómo ha evolucionado el estudio de esta problemática en el ámbito académico y dónde considera que se sitúan las mayores dificultades en su abordaje?

La Desertificación se impartía como programa de doctorado en el CIDE dentro de la programación de tercer ciclo de la Universitat de Valencia, siendo el profesorado los investigadores del Centro y los estudiantes, en su mayor parte, becarios de proyectos ligados al centro, en su mayor parte biólogos, geógrafos e ingenieros agrónomos. Cumplió su función de forma parcial ya que la mayoría de ellos culminaron con la lectura y defensa de su tesis doctoral. Sin embargo, el programa no pudo continuar ya que la ubicación en Albal,  fuera de los campus universitarios, lo hacía no deseado por la mayoría de los estudiantes.

Con respecto a la docencia en los grados, la Edafología por citar la materia que me es muy próxima,  prácticamente ha quedado testimonial en el grado de Ciencias Ambientales. No entiendo el permanente rechazo por parte de los responsables en la modificación de los planes de estudios, en las últimas dos décadas, al impedir que los biólogos se formen en la Ciencia del Suelo. Con este desconocimiento no se pueden abordar con garantías los estudios de degradación de suelos como salinización, sellado, contaminación y erosión de suelos, es decir  la Desertificación.

¿Qué lecciones ha aprendido en su estudio?

Después de más de 40 años de estudios (globales y regionales, integrados y sectoriales), de debates y discusiones, el término Desertificación permanece en discusión conceptual, debido a las numerosas ambigüedades que presenta, sobre todo en la diferenciación de los procesos naturales de los inducidos pero sobretodo en la integración de los aspectos físico-naturales y socio-económicos. Las propuestas de indicadores son recurrentes y actualmente no hay un cuerpo doctrinal que sea aceptado por todos.

Es cierto, que existe el consenso sobre la indisoluble asociación entre desertificación y degradación de tierras, como reconocen la mayoría de científicos e instituciones. El problema estriba en que la acepción del término “degradación de tierras” tampoco está acotado desde un punto de vista científico. A ello han contribuido estudios que partiendo de una confusión conceptual sobre el término han aplicado criterios inadecuados para medir la desertificación: importantes extensiones de suelos del ámbito semiárido son considerados como suelos degradados cuando en realidad son suelos zonales y en equilibrio con esas condiciones ambientales. También ha ocurrido cuando se ha confundido producción con productividad, y en consecuencia se ha plasmado el avance de la desertificación en base a una disminución de la cobertura vegetal, sin haber realizado el análisis sobre el estado y evolución de la productividad edáfica y por otro lado cuando se ha enfatizado en la disminución de los recursos hídricos (tanto en cantidad como en calidad), bien por causa climática bien por presión antrópica, como causa de la degradación de tierras, sin que se haya mirado hacia las posibilidades hídricas reales de la comunidad ni hacia la potencialidad de los recursos edáficos para poder gestionar el agua disponible.

Las perspectivas de cambio climático de acuerdo a los modelos existentes y al pronunciamiento del incremento de las temperaturas para este siglo van en la dirección de aumento de la desertificación. Los procesos de sequía e inundaciones serán importantes teniendo en cuenta las predicciones irregulares de las precipitaciones. Se deben plantear escenarios factibles para tener conocimiento previo del futuro socio-económico de la región, si tenemos en cuenta el grado de afección que puede tener en sectores tan importantes como la agricultura y el turismo e integrar la adaptación al cambio climático en la planificación y gestión forestal para garantizar la provisión de bienes y servicios ecosistémicos.

Y a nivel de la ciudadanía, ¿cómo cree, a su juicio, que pudiera conseguirse la atención hacia esta problemática como ya está consiguiendo con otros temas como la pérdida de diversidad o el cambio climático?

Un estudio realizado en el marco del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, analizó  el  impacto  del  cambio  climático  sobre  el  riesgo  de  desertificación  en España. Considerando conjuntamente los efectos de la evolución de la aridez y la erosión, el estudio reveló que, para finales del presente siglo, la superficie sometida a riesgo de desertificación se incrementaba para todas las categorías establecidas, siendo mayor el cambio proyectado en las categorías de riesgo muy alto (+45%) y riesgo alto (+82%). La materia requiere, por tanto, una importante atención.

 

Sirva esta entrevista como un reconocimiento a la labor investigadora de Juan Sánchez, por su gran contribución a las bases científicas de la gestión de los recursos naturales y la planificación territorial en nuestro país y a su compromiso a la defensa del medioambiente.

 

CIDE Comunicación