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TEATRO OLYMPIA:
Cien años en escena. 1916 - 2016

 
 

 
 
 
 
 

PRESENTACIÓN

 

Recién cumplidos cien años de actividad ininterrumpida, el Teatro Olympia forma parte de la identidad cultural de la Valencia moderna y contemporánea, así como del imaginario sentimental de los cientos, miles de espectadores que se han divertido, han alimentado sus sueños y han enriquecido su existencia gracias a las creaciones ofrecidas desde el escenario para regalarles la vista en exclusiva. Sin su asistencia, generación tras generación, a la sala de la calle San Vicente, ésta no hubiera gozado de tan extraordinaria longevidad. Una longevidad a la que no es ajeno el buen hacer de los sucesivos empresarios a cargo de su explotación. No son conocidos del gran público, ni suelen acaparar titulares o fotos, pero —conviene no olvidarlo— son ellos los que comprometen su dinero por satisfacer las aspiraciones del público y los que corren con el riesgo de que la taquilla no funcione. 
 
Y es que, en su siglo de existencia, primero como teatro, después cine y, finalmente, de nuevo teatro, la gestión del Olympia ha estado en manos de la iniciativa privada.  En este sentido, el proyecto expositivo Teatro Olympia: cien años en escena pretende evocar visualmente la trayectoria del teatro a través de carteles, fotografías, documentos y objetos que, además, contribuirán a contextualizarla en la evolución de la de industria del espectáculo, el ocio moderno y la propia sociedad.  Paralelamente, pondrá de manifiesto el papel desempeñado por la iniciativa privada en su devenir, puesto que es su condición de teatro privado lo que marca la diferencia del Olympia con respecto a otros teatros centenarios de la ciudad, lo que lo hace único.  
 
 

RESUMEN DE LA TRAYECTORIA

 

El Olympia abre sus puertas el 10 de noviembre de 1915 con la ópera de Rossini El barbero de Sevilla. La interpreta la compañía italiana dirigida por el barítono Stracciari, de la que forma parte la soprano valenciana María Llácer. Los espectadores que acuden al estreno, “lo más selecto de la sociedad valenciana”, según la prensa del momento, admiran la “hermosa obra de arte” del arquitecto Vicente Rodríguez Martín, en especial el “extraordinario” desnivel de la platea, “a la manera de los teatros extranjeros”, el innovador sistema de iluminación, el moderno bar instalado en el sótano y los elegantes frisos y pinturas del amplio vestíbulo, donde, “costumbre modernísima”, se han instalado vitrinas expositoras de selectos productos comerciales. Entre los adelantos del teatro, la prensa no menciona la cabina de proyección de cine, un arte relativamente nuevo con cada vez más adeptos. Pero lo cierto es que, apenas apagados los ecos de la lírica, se proyecta Nerón y Agripina, un clásico del cine mudo italiano obra de Mario Caserini. Al cine le sigue el teatro: la compañía dirigida por María Guerrero y, a ésta, el baile innovador de Tórtola Valencia. Los empresarios encargados de la explotación del teatro, Francisco Martí y Vicente Such, no han podido organizar mejor comienzo.
 
Muy pronto el Olympia se convierte en el teatro de moda entre la burguesía urbana de la ciudad. Pese a su éxito social, no es inmune al convulso contexto sociopolítico del momento como pone de manifiesto que, en 1917, año de agravamiento de la crisis económica, la programación se consagre al cine por ser más barato, a excepción de los exitosos conciertos que ofrece Arthur  Rubinstein y poco más. O el atentado que sufre el gobernador a la salida de una representación teatral en 1921 perpetrado por sindicalistas. Por no hablar de las tensiones laborales vividas por los músicos que amenizan las proyecciones de cine y actuaciones de los artistas de los espectáculos de variedades que habitualmente las complementan.
 
Hasta mediada la década de los años veinte es el teatro el género que más interés despierta en el público de esta sala. Compañías encabezadas por sus actores principales como Ernesto Vilches, Enrique Borrás, Antonia Plana, Ricardo Simó-Raso  o Catalina Bárcena recalan en ella durante varias semanas en sus giras. Ponen en escena obras del repertorio clásico y de dramaturgos de éxito del momento como Jacinto Benavente, José Dicent a, Carlos Arniches o los hermanos Quintero. Algunas de ellas también estrenan a autores locales como Fausto Hernández Casajuana. Aunque en menor número, también actúan en el Olympia compañías valencianas, especialmente la de Enrique Rambal, cuyas temporadas en el teatro de la calle San Vicente cosechan llenos absolutos. El popular actor, director y autor lo prefiere a otros porque su moderno escenario le permite probar algunos de los trucos y efectos especiales, desde la erupción de un volcán al derrumbamiento de un edificio, que pueblan los truculentos montajes que tanta fama le deparan dentro y fuera de nuestras fronteras. 
 
Pese a que Enrique Rambal intenta competir con el cine a través de sus espectaculares montajes, el cine, más rentable y con un público más amplio y heterogéneo, acaba ganando la batalla y el Olympia, como otros teatros, se transforma en sala cinematográfica en 1924.  Coincidiendo con esta reconversión, toma sus riendas el distribuidor Ángel Pérez del Val. Buen conocedor del negocio, convierte pronto al Olympia en un referente de las salas de cine de la ciudad: programa lo mejor de la producción nacional e internacional, acoge películas producidas por la incipiente industria cinematográfica valenciana y, en 1930, incluso se adelanta a sus competidores al acondicionar tecnológicamente la sala al cine sonoro. También se apunta otro tanto pocos meses antes del estallido de la Guerra Civil, al congregar al star system del cine español en Valencia con motivo de la celebración de la función número 100 de la película Morena Clara, de Florián Rey, producida por Cifesa.
 
 
 
 

 

 

 

Durante el franquismo, el Olympia continúa siendo uno de los principales cines de estreno de la ciudad y como tal lo recuerdan las generaciones más maduras. A partir de 1953 se hacen cargo del mismo Enrique Fayos y Espectáculos Callao Asociados, empresa que acabaría abandonando el negocio. Enrique Fayos, que gestiona un puñado de salas de cine en la ciudad, reserva para el Olympia una programación ecléctica, salpicada de títulos, entonces “especiales” y hoy ya clásicos, que le dan personalidad a la sala. Con todo, el imparable descenso de espectadores que sufren las salas tradicionales desde finales de los setenta, le induce a dedicarla al teatro.

Así, en el otoño de 1984 el Olympia vuelve a abrir sus puertas como teatro y en pocos años se encumbra entre los más importantes privados del Estado y entre los primeros en cuanto a número de espectadores.  Su éxito no radica solo en haber hecho del humor, los rostros conocidos del mundo del espectáculo y la vocación mayoritaria una de sus principales señas de identidad. Reside también en la capacidad de asumir riesgos por parte de sus gestores, Enrique y sus hijos Enrique y Mª Ángeles Fayos, en su mentalidad abierta, atenta a los gustos y reacciones del público y a detectar las tendencias que van aflorando.
 
En los treinta años que lleva como teatro, la programación del Olympia se ha ido adecuando a la evolución de la industria del espectáculo, del consumo cultural y de la propia sociedad.  Así, el género de la revista ha terminado cediendo paso a los musicales de influencia angloestadounidense; la comedia burguesa y ligera se ha visto relegada a favor de tramas complejas y actuales o los monólogos, más del gusto de los jóvenes,  por citar algunos ejemplos.
 
El criterio de programación, sin embargo, sigue siendo el mismo: aunar la calidad con la comercialidad (también se permiten alguna “locura” a sabiendas que puede no funcionar en taquilla). No se programa para una única generación, ni un único segmento de público, ni una única sensibilidad estética. De ahí la variedad y diversidad de su oferta y la de los artistas que defienden sus proyectos sobre su escenario: Arturo Fernández, Pepe Rubianes, Concha Velasco, Lina Morgan, Tricicle, Raphael, Lluís Llach, Monleón, T de Teatre, Maribel Verdú, Moncho Borrajo, Sara Baras, Joaquín Reyes, Jodorowky y un largo etcétera.  
 
La lista de artistas que han figurado en la cartelera del Olympia desde su inauguración es inmensa. Las actuaciones de todos ellos han forjado su longeva trayectoria y su prestigio. Una trayectoria cargada de futuro, que hoy merecidamente celebramos con motivo de su centenario. ¡Bravo!