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LA BIBLIOTECA ERRANTE
Juan Negrín y los libros

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L'Assiette au Beurre, París, 49, 8 de marzo de 1892. Portada de Francisco Sancha, "Les petites métiers"
 
 
 
 
 
En 2015, Juan Manuel Bonet y Salvador Albiñana presentaron en el Instituto Cervantes de París y en la Fundación Juan Negrín, la exposición La biblioteca errante. Juan Negrín y los libros. Ahora, con idéntico título, Salvador Albiñana propone una versión revisada y ampliada de la muestra en la que se ha documentado mejor la imprenta republicana durante la guerra, la dimensión académica de Negrín, y el importante catálogo de la editorial España (1929-1935), fundada por Juan Negrín, Luis Araquistáin y Julio Álvarez del Vayo.
 
La importancia científica y política de Juan Negrín López, creador de una prestigiosa escuela española de fisiólogos y presidente del Gobierno de la República desde mayo de 1937, ha dejado en una zona de sombra su interés por los libros y la lectura. Una pasión iniciada en sus años de estudiante de medicina y profesor en Leipzig, que le acabó convirtiendo en un bibliófilo. Era frecuente encontrarlo en los cafés leyendo libros y revistas en el escaso tiempo libre que le permitían sus obligaciones, recordó el pintor e ilustrador Luis Quintanilla, uno de sus amigos más cercanos.
 
Entre Las Palmas de Gran Canaria, donde nació en 1892, y París, ciudad en la que falleció en 1956, hubo muchas geografías en la vida de Negrín. Geografías determinadas por razones profesionales y familiares y también dictadas por exigencias políticas a partir de 1936 y, sobre todo, de 1939, cuando debió abandonar España camino del exilio. Con él viajaron sus libros y documentos, aunque hasta el final de la Segunda Guerra Mundial no pudo reunirlos y acceder a ellos. Lo que llamamos biblioteca errante de Negrín es el empeño por acarrear y reunir fragmentos de bibliotecas y archivos que desde 1936 viajaron de Madrid a Náquera y Barcelona, y desde su exilio en Francia e Inglaterra se repartieron por Marsella, Andrésy, París, Bovingdon y Chiddingfold. Aquí se ofrece una pequeña muestra de ciento cincuenta títulos, ordenados por su fecha de edición. Una selección ceñida a aquellos libros, revistas y folletos, publicados en los años en que vivió, hoy conservados en el que fue su domicilio en París.
 
 

Entre Leipzig y Madrid, 1914-1936

En 1908, tras dos años de estudios en Kiel, Negrín se trasladó a Leipzig, donde completó su formación como médico en el reconocido Instituto de Fisiología dirigido por Theodor von Brücke. A mediados de 1914, el inicio de la Gran Guerra aconsejaba el regreso a España. Fue entonces cuando comenzó a adquirir una amplia biblioteca médica que quedó acomodada entre su domicilio madrileño, la Facultad de Medicina –cuya cátedra de Fisiología logró en 1922– y la Residencia de Estudiantes, en el recién creado Laboratorio de Fisiología de la Junta para Ampliación de Estudios cuya dirección le había ofrecido Santiago Ramón y Cajal en 1916. A juicio de su discípulo Severo Ochoa, era la biblioteca más completa que había en España para los estudios de biología.
 
Las ciencias, las letras, las artes y la política se confunden en su biblioteca porque se confundieron en su vida. Karl Jaspers o Blas Cabrera, gran divulgador de la relatividad einsteniana, convivían con Valle Inclán, George Grosz o Pedro Salinas, cuyo primer libro, Presagios, le dedicó el poeta en 1924. Ese año su nombre aparecía junto a los de Azorín, Enrique Díez-Canedo, José Moreno Villa, Ramón Gómez de la Serna, Max Aub, José Bergamín o Luis Buñuel en la lista de suscriptores –una suerte de compendio de la Edad de Plata de la cultura española– de la plaquette póstuma dedicada al poeta José de Ciria y Escalante. En 1927 fue nombrado secretario ejecutivo de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid, una iniciativa institucional que cobró más aliento con la República. A esta tarea, acorde con sus desvelos por la renovación científica de España, se entregó con gran intensidad hasta su dimisión voluntaria en 1934, cuando la creciente actividad política le llevó a solicitar la excedencia de la cátedra. De su inclinación por la nueva arquitectura, el movimiento moderno o la bibliofilia, dan cuenta Internationale Architektur (1925), de Walter Gropius; Paris de nuit (1933), de Paul Morand y Brassaï, el primer fotolibro de vida nocturna; obras del singular urbanista Nicolau Maria Rubió i Tudurí; o el número inicial de Papyrus (1936), revista del librero barcelonés Josep Porter.
 
 
 
 
D'ací i d'Allà. Barcelona: 177, junio 1934. Portada de Emili Grau Sala
 
 
 
 
A mediados de los años veinte, al tiempo que menguó su dedicación a la investigación experimental –sin por ello descuidar el trabajo de sus discípulos–, creció su interés por la política. En 1926 fue uno de los firmantes del manifiesto fundacional de Acción Republicana, y en 1929 se afilió al PSOE. Fue el primer científico de relieve que se incorporó al movimiento socialista. Por entonces, con sus amigos Luis Araquistáin y Julio Álvarez del Vayo, fundó el sello España, ejemplo del afán modernizador de la Generación del 14 –la primera universitaria y europeísta.
 
La editorial se inauguró con la novela pacifista de Erich M. Remarque Sin novedad en el frente (1929), de cuya traducción se ocuparon Eduardo Foertsch y Benjamín Jarnés. Fue un gran éxito que pronto alcanzó nueve ediciones. Del variado catálogo –activo hasta 1935– pueden mencionarse Mis peripecias en España (1929), de Leon Trotski, traducido por Andreu Nin; Vieja y nueva moral sexual (1930), de Bertrand Russell, con Manuel Azaña como traductor; El asalto (1930), de Julián Zugazagoitia, novela social que entrevera ficción y realidad; El cáncer de útero (1931), estudio pionero de Sebastián Recasens; Elementos de bioquímica (1932, 3ª edición), primer manual universitario de la disciplina, redactado por sus discípulos José Hernández Guerra y Severo Ochoa; o ¡Écue-Yamba-Ó! (1933), la primera obra de Alejo Carpentier.
 
 

De Madrid a Náquera y Barcelona, 1936-1939

Hasta 1936, la biblioteca de Negrín, aunque dispersa por diferentes laboratorios y domicilios madrileños, fue sedentaria. La situación se alteró a fines de año, cuando el Gobierno, en el que Negrín desempeñaba la cartera de Hacienda, decidió establecerse en Valencia. Fue entonces cuando sus libros iniciaron un incierto éxodo que la guerra y los avatares del exilio convirtieron en laberíntico. De Madrid fueron transportados a Náquera, a la urbanización La Carrasca, donde se alojaron algunos ministros. A fines de 1937, acompañando un nuevo traslado del Gobierno, viajaron a Barcelona y quedaron instalados en su residencia de Pedralbes hasta enero de 1939.
 
 
 
 
Pablo Neruda, España en el Corazón, Himno a las Glorias del Pueblo en la Guerra,
Ejército del Este, Ediciones literarias del Comisariado, MCMXXXVIII, 7 de noviembre de 1938
 
 
 
 
La biblioteca de Negrín ofrece un amplio registro de las prensas republicanas. Merecen crédito las obras del Comisariado General de Guerra para el que Gabriel García Maroto preparó la muy documentada Propaganda y cultura en los frentes de guerra (1937), parte de cuya tirada se destinó a los asistentes al Congreso de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, reunido en Valencia en julio de ese año. Otros artistas y diseñadores fueron Arturo Souto, Josep Renau, Castelao, Ramón Gaya, Mauricio Amster, Ramón Puyol o Manuel Ángeles Ortiz, que ilustró con litografías en color Guerra viva (1938), libro de poemas de José Herrera Petere, publicado por Ediciones Españolas.
 
También deben recordarse las ediciones del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad y los austeros impresos de la Dirección General de Bellas Artes, a cuyo frente estaba Josep Renau; a esa serie pertenece la Memoria de la Oficina de Adquisición de Libros (1937), redactada por María Moliner, entonces directora de la Biblioteca de la Universidad de Valencia.
 
En la rúbrica de la publicística dirigida a la opinión pública internacional destacan La lucha del pueblo español por su libertad (1937) y Work and war in Spain (1938), dos fotolibros editados por la Embajada de España en Londres, con fotos de agencia, algunas de Robert Capa o David Seymour. París fue un gran centro editorial. Allí se publicó Hommage à Federico García Lorca, poète fusillé à Grenade, presentado en la Exposición Internacional de París de 1937; una versión francesa del discurso pronunciado por Manuel Azaña en la Universidad de Valencia el 18 de julio de 1937; Espionnage en Espagne (1938), libelo estalinista contra el POUM, prologado por José Bergamín y firmado por un inexistente Max Rieger tras quien se ocultaba probablemente Wenceslao Roces; y folletos como Les 13 points pour lesquels combat l’Espagne (1938), programa del gobierno Negrín, cuyo traductor fue André Malraux. La primera edición de este manifiesto político que precisaba las condiciones para una paz negociada no indica autoría artística y lleva en su cubierta un fotomontaje atribuido a Antonio Ballester. Cerrando el catálogo republicano, España en el corazón, de Pablo Neruda, que se acabó de imprimir en noviembre de 1938 en las viejas prensas del monasterio de Montserrat, al cuidado de Manuel Altolaguirre. Muy valioso ejemplar –el número nueve de una tirada de quinientos– de un libro registrado en escasas bibliotecas.
 
 

Bibliotecas en el exilio, 1939-1956

Cercana la derrota, los libros y el archivo de Negrín viajaron de Barcelona a Toulouse y París, aunque los documentos que guardaban más relación con la guerra acabaron en Marsella custodiados por la embajada de México. Negrín salió de España el 6 de marzo de 1939 y se instaló en París. Apenas estuvo un año. El avance alemán le obligó a abandonar Francia y en junio de 1940 se embarcó con destino a Inglaterra. Antes de hacerlo, depositó su biblioteca en Andrésy, localidad cercana a París, al amparo de un notario de simpatías republicanas.
 
Negrín llegó a Londres sin libro alguno, pero muy pronto comenzó una nueva biblioteca. Entre 1940 y 1946 espigó por librerías de Oxford y Londres y reunió una excelente colección orientada hacia la alta bibliofilia. Esa biblioteca quedó instalada en Bovingdon, aunque en 1946 se trasladó a otra propiedad –Combe Court– en Chiddingfold, al sur de Londres. Por entonces, circunstancias políticas y de índole familiar aconsejaban establecerse en París. Así lo hizo en 1947, aunque los libros adquiridos en Inglaterra se quedaron en la residencia inglesa.
 
 
 
 
Max Aub, No, México, Tezontle, 1952
 
 
 
 
Al instalarse de nuevo en París recuperó los libros que había dejado en Andrésy al inicio de la guerra mundial y, por tanto, desde 1947, mantuvo dos bibliotecas. Los libros de estos años reiteran las diferentes identidades lectoras de Negrín. Desde Franco’s black Spain (1946), que le dedicó su autor, Luis Quintanilla; o Slightly out of focus (1947), el relato fotográfico de Robert Capa, a la literatura de la Guerra Fría, y obras sobre cibernética, física atómica o los inicios de la Comunidad Económica Europea. Del trato con los medios culturales y académicos dan cuenta dedicatorias como la muy afectuosa de Albert Camus o la carta remitida por la Universidad de París en julio de 1956 con información acerca del Congreso Internacional de Fisiología que se iba a celebrar en Bruselas. Atento a la política internacional, en abril de 1948 escribió en el parisino Herald Tribune defendiendo la inclusión de España en el Plan Marshall, una opinión que le mereció fuertes críticas en el exilio republicano. No obstante, desde México le llegaron amistosos envíos: No (1952), de Max Aub –quien, al igual que Negrín, había sido expulsado del Partido Socialista en 1946–; y Recordación de Cajal, homenaje celebrado en 1952, en el que participaron discípulos suyos como José Puche, catedrático de fisiología y rector de la Universidad de Valencia entre 1936 y 1939.
 
Negrín falleció en París el 12 de noviembre de 1956. Atendiendo su voluntad, fue enterrado, con discreción y sobriedad, en el cementerio del Père-Lachaise bajo una lápida con sus iniciales: J. N. L. Tras su muerte, los herederos se vieron obligados a liquidar la propiedad de Combe Court que resultaba muy costosa de mantener. En 1958, la firma Sotheby’s anunció la venta de cerca de quinientos cincuenta lotes de libros propiedad de un “Spanish Private Collector” que no era otro que Juan Negrín. Ciertamente, el repertorio era muy valioso, con obras como la Compendiosa Historia Hispanica, de Rodericus Zamorensis (Roma, hacia 1470); Novae veraque Medicinae (Medina del Campo, 1558), de Gómez Pereira, o la edición príncipe del Traité élémentaire de chimie (París, 1789), de Antoine Lavoisier.
 
Los libros no vendidos en la subasta londinense regresaron a París y quedaron en el que había sido su domicilio. De preservar ese importante patrimonio se ocupó Feliciana López de Dom Pablo, la mujer que había compartido su vida con Negrín desde 1925. Al fallecer, en 1987, libros y papeles quedaron al cuidado de su nieta Carmen Negrín, quien en 2001, con la ayuda de Gabriel Jackson, comenzó a ordenar el valioso archivo, en la actualidad custodiado por la Fundación Juan Negrín en Las Palmas de Gran Canaria.
 
 
 
 
 
Franco’s Black Spain by Luis Quintanilla. Drawings with a commentary
by Richard Watts, jr., New York, Reynal & Hitchcock, 1946.