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DISTOPIA
Juan Cuéllar

Alienación, 2017 © Juan Cuéllar
Alienación, 2017 © Juan Cuéllar
 
 
 
 
 
Distopia familiar, 2018 © Juan Cuéllar
 
 
 
 
 
Distopía, la exposición que Juan Cuéllar prepara  para  la Sala Oberta del Centre Cultural La Nau, se presentará como una compilación de obras inéditas realizadas desde 2015. En ellas predomina la técnica del dibujo, eje central de su producción más reciente, junto con algunas de sus últimas pinturas, formato sobre el que ha fundamentado su sólido prestigio artístico desde los años noventa del siglo pasado.
 
La producción gráfica sobre papel que conformará el principal cuerpo de Distopía no es para Cuéllar una instancia previa a su obra pictórica. No cumple ningún tipo de función de estudio para sus cuadros, ni de esbozo, ni siquiera de mero ejercicio. El dibujo es para Juan Cuéllar más bien un punto de llegada en el proceso de búsqueda de un material apto para registrar las escenas de un pasado tan posible como irreal, tan definido como escatimado, tan tangible como evanescente.
 
Porque Distopía es, con toda propiedad, una colección de recuerdos inventados que persisten en el imaginario colectivo como instantáneas de una modernidad que nunca culminó. Cuéllar se ha sumergido en el sentido contradictorio de una utopía considerada como un futuro que nunca tendrá lugar de la manera en que se diseñó y que, cuando ha estado más cerca de verse realizada, ha funcionado defectuosa, incompleta y desarregladamente hasta los límites de lo siniestro. En estas composiciones hipercalculadas, la visión esclarecedora es continuamente negada y cualquier evolución pensada desde el concepto de tiempo histórico queda detenida, sin escapatoria del período de la modernidad clásica del siglo XX, tiempo congelado y delimitado por unas carencias de sentido y por unas contradicciones que nunca serán resueltas.
 
Distopía deviene también en disescopia, visión incompleta. Blancos de información visual invaden discretamente las escenas pobladas de hábitos estandarizados en el ámbito doméstico o en los espacios públicos, de sueños inducidos, de objetos familiares naturalizados y de naturaleza cosificada. Distopía atestigua el fracaso del ideal panóptico de conseguir la evidencia total por medio de la obsesiva actitud vigilante que aspiraba a inspeccionar eficazmente el mundo. El virtuosismo descriptivo de Juan Cuéllar y su rasgo de estilo característico, consistente en omitir elementos esenciales para completar la información, nutren el potente concepto que sustenta Distopía: la derrota inapelable y definitiva de la representación óptica de la realidad como fuente de certeza frente al eterno bucle psíquico posmoderno del deseo y la decepción.
 
 
 
 
 
Hueco - El lugar del olvido, 2016 © Juan Cuéllar
 
 
 
 
 
Cuando el calificativo de distópico puede ser aplicado a muchos fenómenos, es hora de alarmarse, pero cuando el marco connotativo de la distopía puede acoger casi cualquier sentido, es hora de sospechar de su posible uso indiscriminado. Por el contrario, cuando el concepto distopía está inundando los imaginarios colectivos y estableciendo su dominio hegemónico como difuso lugar común, Juan Cuéllar presenta un conjunto claramente definido de obras, dotadas de su poética más personal, atravesadas por unas estrategias representativas muy específicas y articuladas técnica y temáticamente.
 
Óleos y dibujos despliegan la visión distópica de Juan Cuéllar por tres ámbitos. En el de la Distopía doméstica se nos presenta un estilo estandarizado e impersonal de poblar, mediante hábitos estereotipados, nuestros espacios familiares, privados de la autenticidad que solo los afectos ausentes podrían haber generado. En Distopía pública toman cuerpo nuestros temores más profundos ante unos dispositivos omnipresentes del poder que inspeccionan y diseñan una humanidad, despojada de su capacidad de comunicación intersubjetiva, que ha renegado de cualquier ideal de emancipación. Distopía natural cierra el círculo con sus animales y plantas presentados como víctimas de un proceso de alienación del que tampoco han escapado y que los ha conducido hasta la mutilación y la taxidermia, expresiones extremas y siniestras de la domesticación.
 
A lo largo de todos estos ámbitos se constituye una colección de memorias, que son a la vez visiones anticipatorias e imágenes del presente, de una modernidad que se precipita por vías entrópicas. Invadidas por puntos y bandas ciegos, que desmienten en última instancia el ideal de la figuración como imagen veraz del mundo, estas escenas de temporalidad congelada frustran cualquier expectativa de evolución, pensada desde el concepto lineal de tiempo histórico, y proclaman la derrota inapelable de la idea de progreso ante el eterno bucle psíquico del deseo y la decepción que alimenta nuestra percepción distópica.
 
 
 
 
 
La censura, 2016. Colección Dirk Verhoog, Valencia © Juan Cuéllar
 
 
 
 
 

Juan Cuéllar Costa (Valencia, 1967) estudia Bellas Artes en la Facultad de San Carlos (UPV) entre 1987 y 1992.

Ha sido beneficiario de las becas Alfons Roig (1999), Academia de Bellas Artes de España en Roma (2002) y Fortuny en Venecia (2002).

Ha realizado un total de veintidós exposiciones individuales hasta la fecha. Entre ellas, cabe destacar las realizadas en la galería My Name’s Lolita Art de Madrid (desde La pintura es así, de 1997, a la más reciente Hueco, celebrada en 2016) y otras como Settembre, (2002) en la veneciana Bugno gallery; Once upon a time, en la Gala Gallery de Chicago; Citizen (2005), en la viguesa Bacelos; La huida (2008), en el Instituto Francés de Valencia; 1959 (2014), en Walden Contemporary, o Standard (2015) en el Casino Lliberal de Algemesí.

Entre las exposiciones colectivas en las que ha participado podemos mencionar la emblemática Muelle de Levante (1994), celebrada en los locales del Club Diario Levante, en la que coincide con compañeros de viaje como Joël Mestre o Paco De La Torre; De la Valencia metafísica en Caja Madrid o 25 años de becas Alfons Roig (2006), que tuvo lugar en la extinta Sala Parpalló.

Con el también pintor Roberto Mollá pone en marcha Encapsulados en 2007. Se trata de un proyecto que remite a la Boîte-en-valise de Marcel Duchamp. A través de él organizan pequeñas exposiciones que pueden durar apenas unas horas o un mes. Algunas de ellas han tenido lugar en ciudades como Tokio, Miami, Hanoi, Pekín, Seúl o Denia.

Más recientemente ha comisariado, junto con Roberto Mollá, la exposición Arquitecturas pintadas. En ella muestra  sus obras en Berlín, Varsovia y, próximamente, en Praga y Bucarest, junto a las de Dis Berlin, Charris, Teresa Tomás, Carlos García-Alix, Paco de la Torre o Nelo Vinuesa, entre otros.   

Su obra se halla presente en colecciones de instituciones como Fundación Banco Sabadell, IVAM, Coleccción DKV, Fundación Coca-Cola, Artium, Museo Municipal de Madrid o Parlamento de La Rioja.

 
 
 
 
 
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