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NADIE PUEDE SABER CÓMO ES LA NOCHE
Xisco Mensua

Nocturno, 2024 (detalle) © Xisco Mensua

El ser humano vive su vida diaria con el brillo de una luz de la que no se da cuenta hasta que se apaga. Si se apaga, entonces la vida es desposeída de repente de todo valor, sentido, o como quiera decirse. Uno se da cuenta de repente que por sí misma la mera existencia -diríamos- está aun completamente vacía, desierta. Es como si se borrara el brillo de todas las cosas, todo está muerto. Esto sucede a veces por ej. tras una enfermedad - pero no por eso naturalmente es menos real o menos importante, es decir, no por eso puede solucionarse con un encogimiento de hombros. Entonces uno está muerto en vida. O más aún: eso es la auténtica muerte que hay que temer, porque el mero “final de la vida” no se vive (como he escrito con toda razón). Pero lo que ahora he escrito aquí, tampoco es toda la verdad.[1]

 

 

[1] Wittgenstein, L. (2004). Movimientos del pensar. Valencia: Pre-Textos , pp. 119-120 [199]

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