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Semblanza de un Maestro

  • 26 mayo de 2020
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Perdón… pero no es mi voluntad pergeñar una semblanza al uso de Carmelo; su Figura supera en mucho mis limitadas capacidades para aprehender su alcance intelectual y su humanidad. 

La magnitud del currículum vitae de Carmelo trasciende su condición de Decano de la Facultad de Derecho, de Catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Facultad de Derecho de la Universitat de València, de haber realizado su carrera profesional de la mano de su Maestro D. Juan Martín Queralt, o de haber escrito, junto a éste, el mejor manual de la disciplina “Curso de Derecho Financiero y Tributario”; para reflejarse en su cualidad de Referente intelectual y humano de la Facultad de Derecho. 

Los que tenemos el despacho junto al suyo somos perfectamente conocedores del constante peregrinar de compañeros de todo Departamento y condición a su despacho para consultarle toda clase de cuestiones jurídicas, académicas o de gestión. Despacho que seguirá siendo el suyo, mientras sigamos pisando ese pasillo, en el que él aparecía con andar discreto -consciente de que sí era oído sería requerido inmediata e inmisericordemente para solventar cuitas académicas o personales-, gafas negras y ademán de guardar las llaves en su llavero; los que le queremos. Y así todos los días, y durante años; reflejo no sólo de su profundo conocimiento del Derecho, de la Pedagogía docente y de la gestión universitaria; sino, y sobre todo, de su bonhomía y de su calidad humana. Jamás le vi nervioso; jamás le vi apurado en ninguna situación; siempre encontraba una salida; por demás inteligente y Justa –su compañera, siempre a su lado, hasta el final-.

De su talla intelectual sólo puedo referir mi admiración; sin ser capaz de calibrarla en su entera dimensión. Tan sólo expresar el gozo que suponía conversar de Derecho con Él. En sus ideas profundas y juiciosas atisbabas el sentido del Derecho; su ideal de Justicia; su naturaleza de herramienta de lucha por una sociedad mejor y más justa. Hablar con Él de Derecho implicaba reconciliarte con el mundo; abrir una ventana a la esperanza de un futuro en el que la libertad, la igualdad y la solidaridad, ordenasen cabalmente la sociedad; más allá de meros expedientes formales hueros; visualizar una bandera jurídica por la que seguir afanándote torpemente en la creación de conocimiento jurídico aspirante a rozar ese mundo de las ideas que el manejaba con Magisterio. Escucharle hablar de Derecho justificaba plenamente la opción profesional como Profesor de Universidad. El que ha escuchado o ha conversado con Carmelo de Derecho sabe de lo que hablo. Él no era un jurista brillante; era un Humanista del Derecho. Luz del conocimiento.  

Brillantez rutilante que se realzaba, si cabe, mucho más al anudarse a su Humanidad. Jamás se dio importancia por su labor de maestro, asesor, confesor, psicólogo, amigo y compañero de los miembros del Área de Derecho Financiero y Tributario y de buena parte de los compañeros de la Facultad. Para aquellos que en el Departamento hemos desempeñado alguna tarea de gestión, Carmelo era el trámite de audiencia, sine qua non se podía dictar el acto resolutorio; o si lo quieren con más claridad, era la persona que debías escuchar si querías tener la certeza de que aquello que ibas a propugnar en el Consejo de Departamento tendría garantía de alcanzar su fin. Pero aquí, como en la creación de conocimiento, en modo alguno ejerció su “potestas”. El conocimiento, la voluntad, la decisión, cuando de él se trataba, se formaba con base en su “auctoritas”; ganada con su compromiso con la Universidad. 

Todavía recuerdo cuando llegué a la Facultad y empecé a trabajar con él. Era Decano; yo estaba empecinado en la tesis; y cuando iba a visitarle al Decanato, en la antigua Facultad de Blasco Ibáñez, me hacía pasar; sentarme en una de las sillas que tenía en su despacho para atender a las visitas; e inmediatamente se levantaba de su sillón de Decano y, dejándome atónito, se sentaba junto a mí en la otra silla de visitas; y comenzábamos a hablar de Derecho. En esos momentos, cuando veías que una Eminencia jurídica, y mejor Persona, era capaz de molestarse en demostrarte que el Derecho se construye desde la lógica jurídica y del ideal de justicia, y no desde la jerarquía, no podía por más que lamentar no haber sido brillante para honrar cabalmente su Magisterio.

¡Nos vemos en fallas! Me dijiste la última vez que nos vimos en persona en el aparcamiento de la Facultad… y yo te contesto ahora… Por supuesto, MAESTRO,… nos vemos… SIEMPRE… 

Cristóbal Borrero