Fue el Aulario Multiusos de la Calle Menéndez Pelayo donde recibí mi primera clase de la carrera, año 1993, una etapa nueva para cualquier estudiante, donde la ilusión y las ganas de aprender latían en los corazones de cada uno de los que empezamos aquella nueva titulación, aquel nuevo plan. Para mí la Universidad era algo más que un lugar donde ir a clase, entendía la Universidad como un lugar de encuentro donde poder aprender muchas cosas mas allá de las que se impartían en las diferentes clases teóricas y prácticas. Era esa primera experiencia donde cada uno salía a formarse y especializarse en lo que a priori, iba a ser su futuro profesional. Aprendí mucho de mis profesores, y también mucho de compañeros. Creo que ese periodo de tu vida es una etapa en la que empiezas a encontrar tu camino, empiezas a labrar tu futuro como persona, a encontrar esa madurez y personalidad necesaria para afrontar los retos que te va a marcar tu vida. La Universidad es para disfrutarla, para saborear cada momento, para aprender de cada experiencia fuera negativa o positiva, la Universidad marca la vida de las personas, por lo que yo, si me lo permitís, enviaría un mensaje que ya envié el año pasado a unos alumnos recién graduados: "En este paraíso, en esta burbuja que es la Universidad, habéis recibido una formación humana y académica que tiene que proporcionaros la confianza para saber que estáis preparados para asumir estos nuevos retos. Con esa confianza, y sobretodo, con la humildad de saber que todos los días hay que aprender y seguir formándoos, salid a la calle, y comeros el mundo".