Segunda parte de “saberes en acción”: https://sabersenaccio.iec.cat/. Sección dedicada a “Ciencia y género”
El espacio doméstico como territorio para pensar las contribuciones de las mujeres y las cuestiones de género.
Los hogares son espacios de conocimiento. En ellos se han preparado y se preparan alimentos y medicinas, también se han contado, aprendido, practicado y registrado recetas, se han diseccionado y preservado animales y plantas y se han creado y perfeccionado utensilios, aperos e instrumentos científicos. Sin embargo, los espacios domésticos han sido conceptualizados y entendidos en la cultura patriarcal solamente como lugares para los cuidados y los afectos, tareas consideradas inferiores, asignadas a las mujeres y subordinadas a las masculinas.
A lo largo de los siglos, la producción de algunos bienes, saberes y cuidados salió de los hogares y favoreció la consolidación de ese afuera, reservado a los hombres, como espacio único de conocimiento. A las universidades se sumaron en los siglos XVI y XVII jardines botánicos, teatros anatómicos, gabinetes de historia natural y sociedades científicas. El siglo XVIII añadió los laboratorios institucionales y, en el siguiente, se consolidaron espacios académicos generadores de autoridad y conocimiento como reservorios únicos de actividades y experiencias científicas que la historiografía ha mostrado como masculinas, es decir, desempeñadas o dirigidas por hombres en las jerarquías de la epistemología de su tiempo. Al mismo tiempo, la barrera levantada entre el interior y el exterior del espacio doméstico reforzó el orden jerárquico de las actividades y los saberes que allí se hospedaban. Las actividades domésticas rara vez se consideran “científicas” y casi nunca se engloban en la misma categoría que las producidas fuera, especialmente si las realizan las mujeres.
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