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De Big Five a Big Four: La desaparición de Arthur Andersen

Enron

Hace 15 años se destapó el escándalo Enron. El fraude masivo en las cuentas de la energética se llevó por delante a la auditora Arthur Andersen, cuya reputación fue irremediablemente mancillada. Recordamos aquel episodio.

19 de febrero de 2016

Una escueta nota de prensa, que pasó más o menos inadvertida para el mundo de las finanzas, anunció el pasado septiembre el retorno de Arthur Andersen en 2016. Poco se sabe sobre la “nueva” firma, salvo que opera desde Francia y que se prevé una batalla legal por los derechos para usar el nombre. Una cita del escritor Mark Twain adorna la web (en construcción): “No sabían que era imposible, así que lo hicieron”.

La imagen del ave fénix resurgiendo de sus cenizas contrasta con la reputación que arrastra la firma de quince años atrás. Arthur Andersen era la auditora de Enron cuando esta, entonces la séptima mayor compañía de EE.UU., entró en un proceso de bancarrota. En cuestión de meses, dos de las empresas más elogiadas del planeta desaparecieron del mapa. ¿Cómo surgió aquella bola de nieve en 2001?

 

Arthur Andersen, un modelo de ética

Fundada en 1913, Andersen se erigió como la mayor auditora del mundo en las décadas de los setenta y ochenta. Era la única de las «Big Eight» cuyo crecimiento no fue producto de alianzas transatlánticas (firmas de EE.UU. y Reino Unido generalmente), y durante muchos años la integridad fue la piedra angular de su plan de negocios: “Piensa claro, habla claro”.

Pero tras la separación de los departamentos de consultoría y auditoría en 1989, este segundo sector entró en una espiral de escándalos. La búsqueda casi perversa de mayores beneficios derivó en una caída notable de los estándares establecidos previamente. La década de los noventa resultó en una interminable lista de trampas contables y posteriores litigios. Aun así, su negocio no se resentiría en exceso hasta el colapso de Enron.

 

Enron y las cuentas fraudulentas

El 16 de octubre de 2001, Enron cerró a 33.84$ en Wall Street. El mismo día anunciaron inesperadamente unas pérdidas en exceso de 600 millones de dólares; mes y medio después, se desplomó la oferta de absorción de su rival Dynegy Inc, las acciones cayeron a 0.26$ y poco después Enron se declaraba en bancarrota.

Los miles de millones de dólares ocultados de los balances de la empresa energética contaron con la complicidad de Arthur Andersen, que les proporcionó servicios de auditoría y consultoría. Ya antes habían apoyado las trampas financieras de WorldCom, Sunbeam y otras empresas.

Pero este caso fue ligeramente distinto: la oficina de Houston de Andersen ordenó la destrucción de miles de documentos sobre Enron. Esto en sí no era necesariamente un delito, si no hubieran sabido las ilegalidades que se estaban produciendo y actuado en consecuencia. Arthur Andersen fue procesada y condenada por obstrucción a la justicia y su licencia para ejercer de auditora pública revocada. Las ahora «Big Four» (Deloitte, Ernst & Young, PwC y KPMG) absorbieron gran parte de sus servicios.

En 2005 venció en su apelación y la empresa fue absuelta, pero de sus 28.000 empleados apenas quedaban ya unos doscientos del departamento legal para resolver los litigios pendientes. El apellido Andersen era tóxico. ¿Lo sigue siendo más de una década después?

 

Enlaces:

Cronología del Caso Enron – New York Times

Arthur Andersen's Fall From Grace Is a Sad Tale of Greed and Miscues – Wall Street Journal