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Personajes y espacios de ciencia: Mateu Orfila

Personajes y espacios de ciencia: Mateu Orfila

Mateu Orfila i Rotger

El magnífico paraninfo de la Universitat de València es uno de los espacios simbólicos más importantes de esta institución. Es el lugar de las celebraciones académicas más relevantes como por ejemplo la apertura del curso y la concesión de los doctorados honoris causa y los premios extraordinarios. El espacio fue construido en el siglo XVII, pero fue sustancialmente reformado en 1869 por el arquitecto Sebastià Monleon, autor también otros espacios emblemáticos de Valencia. Actualmente los muros del paraninfo están ocupados por una galería de retratos que representan los diferentes rectores de la Universidad. Presidiendo el testero encontramos un cuadro del siglo XVII que representa la Inmaculada Concepción, flanqueado por dos secciones semicirculares con columnas con nombres de ilustres sabios valencianos escritos en letras doradas. Dentro de esta lista figura Mateu Orfila, un toxicólogo muy famoso del siglo XIX, gracias particularmente a los juicios de envenenamiento en los cuales participó. Esta popularidad y otras razones que comentaremos más adelante, explican su presencia en un lugar tan emblemático como el paraninfo de la Universitat de València, a pesar de que había nacido en Mahón y sólo residió en Valencia durante unos cuántos meses, cuando era estudiante en la Facultad de Medicina. Todavía resultará más sorprendente la presencia de Orfila en la selecta nómina del paraninfo después de leer sus opiniones demoledoras respecto a la Universitat de València, expresadas en sus cartas familiares, que han sido recientemente editadas. Con estos documentos podemos encontrar una mirada alrededor de la universidad hecha desde una perspectiva casi ausente de los archivos institucionales: la de un joven estudiante en el inicio de una carrera de medicina a principios del siglo XIX. Solo su fama posterior y el trabajo de una gran cantidad de eruditos de Menorca han permitido la conservación del valioso testimonio con el que construiremos buena parte de este artículo.mateu orfila jove

Mateu Josep Bonaventura Orfila i Rotger (1787-1853) nació en Mahón el 24 de abril de 1787. Varias circunstancias de su juventud en Menorca fueron decisivas para su futura carrera. En primer lugar, con un contexto familiar económicamente favorable, Orfila obtuvo una buena formación en las materias elementales y también logró bien pronto un buen conocimiento de lenguas modernas como francés e inglés, gracias a la existencia de exiliados y a las cambiantes coyunturas políticas de la isla durante el siglo XVIII, dominada en diferentes momentos por la monarquía británica, francesa y, finalmente, española. Estas particularidades permitieron un siglo XVIII propicio para intercambios, migraciones e influencias culturales de muchos tipos, como las que todavía pueden apreciarse en la arquitectura de la isla y en muchas expresiones del catalán de Menorca. Esta fue la lengua empleada por muchos ilustrados menorquines y también por el joven Orfila en sus primeros escritos.

Orfila también inició en Menorca su formación musical como cantante en un coro de iglesia, parece que como terapia para combatir un tartamudeo persistente. Veremos más adelante que serían unas habilidades fundamentales para su carrera científica y académica. También fueron importantes en este sentido las primeras clases de ciencias que recibió en Mahón, gracias particularmente al profesor de origen germánico Carl E. Cook. Estas clases mostraron a Orfila la necesidad de la demostración práctica, los instrumentos y los experimentos dentro de la enseñanza de las ciencias. Finalmente, también fueron decisivos los contactos con el médico del hospital de Mahón, Antonio Hernández Morejón, antiguo estudiante de la Universitat de València y también presente en la selecta lista del paraninfo universitario. Muy probablemente las conversaciones con Morejón inspiraron el viaje de Orfila en otoño de 1804 para estudiar medicina en Valencia.

La Facultad de Medicina de Valencia tenía una buena reputación. Los estudios habían sido actualizados con el nuevo plan del rector Blasco, que introdujo la enseñanza de la química con la creación de un pequeño laboratorio. Aun así, el ambiente universitario fue muy decepcionante para el joven Orfila. Se encontró con una enseñanza teórica dirigida a la memorización de los contenidos, manuales obsoletos y sin actualizar; disputas académicas interminables; pocas actividades prácticas y casi sin demostraciones experimentales; carencia de interés de los profesores y desidia de los estudiantes y, como Orfila denunciaba en su correspondencia familiar, muchas fiestas y pocas horas de estudio. Con la ayuda de un militar ilustrado, Joan Sánchez Cisneros, miembro activo de la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia, Orfila pudo estudiar química por su cuenta. Leía las obras de los autores franceses más famosos y desarrollaba pequeños experimentos en su casa. Esta formación autodidacta le permitió destacar entre sus compañeros y ganar un premio después de un concurso público muy elogiosamente descrito en la prensa valenciana. El informe oficial del acto indicaba que Orfila conocía bien “las matemáticas y la física, así como las lenguas latina, francesa, italiana e inglesa” gracias a las cuales le había sido posible “la lectura de obras de química poco conocidas por otros alumnos”. En efecto, muchos de sus compañeros sólo conocían lo que indicaba el obsoleto manual oficial (escrito por Pierre Macquer y traducido por la Universitat de València en 1788), donde todavía se indicaba que el aire y el agua eran sustancias elementales, a pesar de que muchos años antes estas ideas de origen aristotélico habían sido abandonadas, gracias a la llamada “revolución química” protagonizada por Antoine Lavoisier y otros químicos de finales del siglo XVIII. Orfila conocía los manuales de estos autores franceses que había ido acumulando y leyendo en su apartamento de Valencia, donde había creado un pequeño laboratorio para hacer experimentos y practicar las principales operaciones químicas.

Orfila logró así, fuera de las aulas universitarias, una buena formación química, que le permitió ganar el concurso público mencionado y, como veremos, hacer una carrera muy singular dentro del ámbito de la toxicología. No es sorpresivo que esta formación destacada también provocara el rechazo y la incomprensión de sus compañeros. Cuando mencionaba los nuevos saberes químicos en las clases, los profesores de medicina protestaban: “Ya tenemos aquí Oxígeno e Hidrógeno”. Orfila estaba encolerizado por la gran cantidad de fiestas académicas (“se hacen sólo 55 o 56 días de escuela al año”) y todavía lo incordiaba más la indisciplina de los estudiantes en las aulas: “unos fuman, otros hablan, otros cantan y los maestros lo que quieren es que los estudiantes se queden tan burros como ellos mismos”. Tampoco era buena su opinión de los profesores: “son unos pedantones, como sabe toda España. No saben más que liar cigarros y fumar”. Esta situación se hizo todavía más insoportable después de un encuentro desafortunado con la Inquisición, provocado por unas afirmaciones poco ortodoxas de Orfila respecto a la edad de la Tierra. En agosto de 1805, Orfila escribía a su padre para indicarle que prefería “morir” antes de permanecer un día más en la Universitat de València, a la que calificaba como “la madre de la barbarie”.

Orfila decidió continuar la formación en Barcelona, donde asistió probablemente en las clases del Col·legi de Cirugía (no había Facultat de Medicina en Barcelona después de 1714). Profundizó su formación química con los cursos organizados por Francesc Carbonell i Bravo en la Junta de Comercio de Barcelona. Mediante un informe favorable de su profesor, Orfila obtuvo una beca (o “pensión” según la expresión de la época) y así formó parte del selecto grupo de “pensionados” que viajaron a varias capitales europeas para continuar su formación durante los últimos años de la Ilustración. Al contrario que los primeros viajeros de la década anterior, la mayor parte de los “pensionados” de la generación de Orfila no pudieron desarrollar una carrera científica en su país por varias razones, fundamentalmente por la crisis económica de las instituciones que fomentaron los viajes, donde supuestamente tenían que integrarse cuando retornasen. A esta situación desfavorable se añadió el efecto destructivo de las guerras napoleónicas, así como también las medidas de represión hacia liberales y afrancesados del régimen de Fernando VII de España.

Orfila no se vio afectado directamente por esta represión política sufrida por muchos pensionados de su generación. La Guerra del Francés supuso la cancelación de la beca en París, en el segundo año de los estudios en la prestigiosa Facultad de Medicina. Con la ayuda económica de la familia, Orfila decidió continuar en la capital francesa, donde finalizó la carrera de medicina con una tesis respecto al análisis químico de la orina, presentada en diciembre de 1811. Al mismo tiempo, Orfila inició dos actividades que serían decisivas por su carrera: las veladas musicales en los salones parisinos (donde se convirtió en un cantante famoso) y sus cursos privados de ciencias. Sus excelentes destrezas musicales le permitieron contactar con muchos notables de la sociedad francesa, que más adelante constituirían apoyos claves durante momentos decisivos de su vida. Las clases privadas serían también importantes tanto para el prestigio académico como para sus menguados recursos económicos. Si aceptamos los recuerdos de Orfila descritos en su autobiografía, estos cursos privados también fueron un punto de partida de sus investigaciones toxicológicas. Le permitieron realizar una gran cantidad de demostraciones experimentales, experimentos con animales y ensayos químicos, y adquirió así una gran destreza con las técnicas del laboratorio.

Combinando la formación médica y sus excepcionales habilidades para la química, Orfila pudo escribir durante el año 1813 el tratado de los venenos que le haría famoso: Traité des poisons (París, 1814-1815). Con una gran cantidad de ediciones y traducciones, este texto fue una herramienta fundamental para el desarrollo de la toxicología del siglo XIX y es considerada un hito crucial en el desarrollo de esta ciencia. En los años siguientes apareció la segunda de sus obras importantes: los Éléments de chimie (París, 1817). A pesar de que ahora es mucho menos conocido, este manual sirvió para la formación de toda una generación de químicos del siglo XIX: fue reeditado periódicamente durante casi cuatro décadas y traducido a buena parte de los idiomas europeos. Estas publicaciones comportaron un reconocimiento académico creciente, así como también una nueva fuente de ingresos, dos aspectos igualmente relevantes que Orfila continuó aumentando con la publicación de un pequeño manual de divulgación de primeros auxilios en caso de envenenamiento (Secours à donner aux personnes empoisonnées te asphyxiées, París, 1818). La edición de esta obra fue posible por el apoyo del gobierno francés. También obtuvo, con la ayuda de las amistades de los salones, una lucrativa plaza de médico real. Todo este contexto favorable explica que Orfila pudiera rechazar una oferta del gobierno español para ocupar una cátedra de química en Madrid. “España no tiene un *cuarto”, escribió en noviembre de 1815 a su padre, “yo no saldré de este país [Francia], donde estaré perfectamente de aquí a tres o cuatro años, si no me pagan como conviene”. Este episodio ha sido mencionado muchas veces por historiadores y comentaristas de todo tipo, que lo han considerado un precedente de la “fuga de cerebros”, semejante a la sufrida los últimos años como resultado de las políticas ultraconservadoras y de los recortes dentro del ámbito de la ciencia. 

La permanencia definitiva de Orfila en París se confirmó con su matrimonio con Gabrielle Lesueur (una joven procedente de una familia de artistas franceses) y la adquisición de la nacionalidad francesa, condición necesaria para presentarse a un concurso por una plaza de profesor a la Facultad de Medicina de París, el cual ganó a principios de marzo del año 1819. El día siguiente escribió con orgullo a su hermana: “Ayer a las cuatro me nombraron profesor de Medicina Legal... A la edad de 31 años y 10 meses me veo profesor de la primera escuela [de medicina] del mundo, es decir, ya me es imposible ir a más”. Orfila permaneció toda su vida dentro de esta institución. No fue afectado por la depuración de los liberales de la Facultad de Medicina de París en otoño de 1822. Más bien al contrario, la destitución de su maestro y protector Nicolas Vauquelin permitió que Orfila obtuviera la cátedra de química, que mantendría hasta la muerte. La carrera de Orfila llegaría a su momento culminante durante el gobierno de Louis-Philippe, cuando fue designado decano de la Facultad de Medicina de París, al mismo tiempo que, siguiendo una práctica muy habitual en la Francia de esta época, acumulaba una gran cantidad de cargos dentro de la administración y disfrutaba de un gran poder académico dentro de la medicina francesa entre los años de 1830 a 1848.

Aprovechando esta posición predominante, Orfila desarrolló muchas reformas importantes: la ampliación de los espacios para la enseñanza práctica de la Facultad de Medicina, la creación de nuevos museos de anatomía, la organización de laboratorios prácticos de química, la gestión de los cursos privados ofrecidos por profesores externos, la limitación del acceso a los estudiantes con la exigencia de más formación científica, y la reforma de las escuelas secundarias de medicina, donde se formaban los farmacéuticos y los “officiers de santé”, una titulación médica particularmente importante al mundo rural, que Orfila trató de eliminar.

Orfila no fue tan estricto, a pesar de que lo había criticado durante sus años en Valencia, con lo que respecta a las prácticas de nepotismo y endogamia que fueron más que  habituales en la Facultad de Medicina de París. En pocas décadas dejó de ser la institución vibrante e innovadora de principio del siglo XIX, el centro del que Michel Foucault designó como la “revolución clínica”, y que atraía estudiantes de todo el mundo con el prestigio de sus profesores. A mitad del siglo XIX quedaba ya poco de este esplendor, el cual había dejado a un conjunto de genealogías familiares, cada vez más decadentes y mediocres, que fueron perpetuadas durante las décadas futuras, y dejaron muy poco de espacio para la innovación y la renovación. Orfila no fue, ni de lejos, el que más aprovechó estas prácticas, pero también es cierto que consiguió, sin demasiada dificultad, que su cuñado Octave Lesueur se convirtiera en director del laboratorio de química y también que su sobrino Louis Orfila obtuviera una plaza de profesor asociado. Hay casos mucho más espectaculares, como la familia del cirujano Antoine Dubois: su hijo, cuatro cuñados y hasta tres nietos consiguieron ser profesores de la Facultad de Medicina de París. No parece que Orfila, durante sus años como decano, tuviera la intención (o la capacidad) de luchar contra estas prácticas que condujeron a la gran institución médica parisina a un callejón sin salida, tal como indicó el gran historiador de la medicina Erwin H. Ackerknecht en el más famoso estudio histórico respecto a esta institución.

Por el contrario, Orfila sí que luchó decididamente y con mano firme contra las revueltas estudiantiles de inspiración republicana, muy virulentas en los años centrales de la década de 1830. Los estudiantes protestaban a menudo contra lo que consideraban nepotismo en los concursos del profesorado. Otras veces las revueltas estaban conectadas con las grandes manifestaciones republicanas contra los gobiernos monárquicos y las limitaciones de la libertad de prensa. Orfila empleó todo su poder para controlar estas revueltas, impuso disciplina y sanciones a los estudiantes más revolucionarios, y les limitó el acceso en las aulas o suspendió incluso sus cursos cuando había protestas generalizadas. Todas estas gestiones, añadidas a su lugar destacado dentro de las instituciones médicas y educativas, explican la identificación de Orfila con el régimen monárquico, cosa que ayuda a comprender su destitución fulminante al poco de la Revolución de 1848.

Durante estos años, Orfila se hizo famoso por dos razones adicionales: las veladas musicales que organizaba a su salón y la participación en los juicios de envenenamiento. El salón del matrimonio Orfila fue un lugar de encuentro de personajes poderosos, médicos, abogados y jóvenes artistas con intenciones de hacer carrera dentro del competitivo mundo musical parisiense. Orfila era miembro de sociedades musicales, organizaba conciertos y cantaba a veces fragmentos de las óperas más famosas de la época. Los salones parisinos también servían para encuentros discretos, intercambios de información y negocios de todo tipo. A los últimos años de su vida, Orfila afirmaba que muchos avances relevantes de su carrera habían sido logrados con conversaciones informales de los salones, y no tanto a las academias y a los despachos oficiales.

Orfila ganó también una gran popularidad como perito durante juicios de envenenamiento. Esta actividad de Orfila, iniciada a los inicios de la década de 1820, llegaría a los niveles máximos durante los años finales de la década siguiente, cuando la llegada de nuevas técnicas toxicológicas de alta sensibilidad, junto con la oleada creciente de envenenamientos y la participación en juicios muy mediáticos, transformaron Orfila en el toxicólogo más famoso de toda Europa. El caso judicial más conocido es el asociado con Marie Lafarge, una joven de alta burguesía parisina que supuestamente envenenó a su marido con unos pasteles rellenos de arsénico. El juicio tuvo cuatro pruebas periciales diferentes y contradictorias, cosa que generó un abanico amplio de opiniones confrontadas y, posteriormente, una producción gigantesca de textos diversos de cariz legal, médico y literario, tanto en Francia cómo también en otros muchos países. Con la participación de activistas republicanos como François-Vincent Raspail, y también el principal crítico de los métodos de Orfila, los debates se agrandaron con un conjunto muy amplio de temas políticos, sociales y médicos: la fiabilidad de los métodos de análisis del arsénico, la selección de los varios peritos, los límites del jurado en los casos con pruebas periciales complejas, el papel de la prensa y de los juicios paralelos, el valor relativo de las pruebas periciales y testificales, etc. La polémica generada explica la decisión del año 1843 de Orfila para evitar los tribunales de justicia. La decisión fue temporal porque Orfila volvería en los últimos años de su vida, a pesar de que nunca más lo haría con la autoridad del periodo anterior.

Los últimos años de Orfila estuvieron caracterizados por la pérdida de prestigio y poder académico. La Revolución de febrero de 1848 le supuso la destitución como decano de la Facultad de Medicina y el inicio de una investigación, dirigida por el nuevo decano, que formuló sospechas respecto a la gestión económica anterior. A pesar de que la investigación se cerró sin consecuencias, Orfila no recobraría su posición prevaleciendo dentro de la comunidad médica francesa. A pesar de sus muestras públicas de lealtad con los gobiernos más conservadores de la II República, y también hacia el posterior régimen autoritario de Louis Napoléon, Orfila fue apartado de prácticamente todas las comisiones gubernamentales y órganos educativos. Sus últimos años, marcados por enfermedades y estancias en balnearios, los dedicó a la revisión de sus grandes tratados de toxicología y de química y a impartir sus clases de química, que continuó hasta pocas semanas antes su muerte en París el 12 de marzo de 1853.

José Ramón Bertomeu Sánchez

Institut d’Història de la Medicina i de la Ciència López Piñero (Universitat de València)

 

Personatges i espais de ciència es un projecte de la Unitat de Cultura Científica i de la Innovació de la Universitat de València que compta amb la col·laboració de l'Institut d'Història de la Medicina i de la Ciència "López Piñero" i amb el suport de la Fundació Espanyola per a la Ciència i la Tecnologia i del Ministeri d'Economia, Indústria i Competitivitat

 

 

 

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