foto Miguel Angel Flores Sierra
MIGUEL ANGEL FLORES SIERRA
PAS-Oficial Oficis/Manteniment
Campus Tarongers [área 12]
90404
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Biografía

Mírame ahora. Qué lejos estoy de tanto borrego y tanto buey. Entro en una edad más que adulta sin tener que mostrar una sonrisa falsa cuando alguien con su estupidez, envidia o mezquindad, me haga fruncir el ceño.

Durante mucho tiempo tuve que soportar a gente tóxica. Manipuladores emocionales entre los que se encontraban algunos seres muy apreciados como familiares, amigos o compañeros de trabajo, que no han sabido o querido distinguir la delgada línea que separa a un ser bueno de parecer tonto, así como cuestionar muchas de mis importantes decisiones personales. Eso es una auténtica y premeditada falta de respeto.

Algún ignorante acomplejado incluso ha utilizado la burla como medio para sentirse sabio, sin darse cuenta de que el verdadero hombre inteligente aparentaba ser un tonto delante de un tonto que aparentaba ser un poco más inteligente.

Así pues, se han ganado a pulso que me deshaga de todos ellos para siempre. No les voy a echar de menos ni un segundo. Es lo que tiene escupir hacia arriba, que la ley de la gravedad lo coloca todo en su sitio.

Ahora tengo la certeza de que no me equivoqué, y que el niño vergonzoso del pupitre del fondo puede ser vengado por el hombre que hoy lo recuerda. Sé que ya puedo ser feliz a mi manera, y no a la de otros.

Con mis letras, con mis palabras, con mis frases, con mis historias, con mis películas, con la familia que me queda, con esos amigos que no sé cuánto tiempo van a durar y por eso aprecio tanto. Con la mirada serena sobre lo que pasa a mi alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida, y en la muerte también.

Ahora pienso que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en haber sorteado miserables durante tantos años cuando cerca estuvieron de convertirme en otro.

Comprendo por fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues soy yo quien aprendo, y la vida la que me enseña, incluso con sus insultos, con sus malvados desprecios, con sus tragedias, o con sus implacables reglas.

Ya no me queda tiempo para odiar a la gente que me odia, estoy muy ocupado en querer a la gente que me quiere. Y si los que piensan tan mal de mí supieran lo que pienso de ellos, todavía pensarían peor.

A estas alturas no tengo miedo, ningún miedo, a que mis botas se ensucien con el frío tacto de las aceras. He entendido que se pueden tener los cojones en su sitio, los pies firmemente asentados sobre el suelo, y no por ello tener que renunciar a contemplar las estrellas.

Te lo dice uno que desde que le han cerrado los tejados afila su lápiz con el cuchillo de cortar el pan. Uno que ya no confía ni en el pastor ni el amo. Tampoco en el rebaño. Te lo digo yo.