El coronavirus daña el triple a las mujeres: por la salud, los cuidados y la violencia de género

  • Unidad de Cultura Científica y de la Innovación
  • 22 abril de 2020
 

Gabriela Moriana, directora del Instituto Universitario de Estudios de las Mujeres (IUED) y profesora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universitat de València, explica en The Conversation algunas de las razones que hacen a las mujeres más vulnerables frente a la crisis del coronavirus.

La crisis de la COVID-19 está teniendo un serio impacto en la salud y en la seguridad de las mujeres. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las mujeres representan alrededor del 70% de las personas que trabajan en la atención al público en los sistemas sanitarios y sociales.

Como señala Gabriela Moriana, incluso antes de la COVID-19, realizaban el triple de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres. Las mujeres empleadas en el sector formal se debaten entre su empleo, el cuidado infantil, la educación en el hogar, el cuidado de personas mayores y el trabajo doméstico. Pero en peor situación se encuentran las mujeres que trabajan en la economía informal que pueden quedarse sin empleo y sin ingresos económicos. Los hogares encabezados por las mujeres son particularmente vulnerables.

Moriana afirma que la violencia contra las mujeres, además de ser una lacra en todas las sociedades, puede aumentar cuando hay tensión en los hogares por problemas relativos a la seguridad, la salud y la economía, sumada a las condiciones propias de confinamiento. En el artículo publicado en The Conversation, la investigadora añade que según ONU Mujeres las denuncias por violencia se han triplicado en algunos países en los que se tomaron medidas de confinamiento y plantea cinco acciones que los gobiernos y las administraciones públicas deben adoptar sin demora.

A grandes rasgos entre estas acciones se encuentra la de garantizar que las necesidades del personal sanitario femenino sean tenidas en cuenta; prestar atención a lo que ocurre en los hogares y potenciar el reparto equitativo de la carga de cuidados y de tareas domésticas; o garantizar que las líneas de atención telefónica y los recursos para las mujeres que sufren violencia de género sean servicios esenciales y que se mantengan siempre a su disposición.

La investigadora concluye que construir sobre la base de las necesidades de las mujeres brinda la oportunidad de “reconstruirnos mejores”.

Leed el artículo original publicado en The Conversation.