La traducción, herramienta de igualdad

  • 19 octubre de 2017
 
Equip que va participar en el congrés de traducció i gènere
Equipo que participó en el congreso de traducción y género.

Anna Boluda

Ni las definiciones de los diccionarios son neutras ni las elecciones que se hacen a la hora de traducir entre lenguas están libres de ideología. Y del mismo modo que esto puede perpetuar las desigualdades, también puede ser una herramienta para pegarle la vuelta y potenciar la igualdad de género.

“La idea sería que quien traduce asumiera una ética traductora activa y responsable”, afirma José Santaemilia, profesor titular del Departamento de Filología Inglesa y Alemana de la Universitat de València y director del grupo de investigación GENTEXT, que estudia temas de género y desigualdad sexual y que ha sido el primero en abordar la relación entre género y traducción en España. “Los estudios académicos sobre género ya llevan unas cuantas décadas de recorrido, y los de traducción también, pero la alianza de los dos es muy reciente”. El último congreso de este grupo sobre el tema, celebrado ahora hace un año en la Universitat de València, fue el origen del libro Traducir para la igualdad sexual, que se acaba de publicar.

Jose Santaemilia i Pilar Godayol

El mito de la traducción neutra

“Se dice que la traducción es la segunda profesión más antigua del mundo, y desde siempre han hecho falta mediadores entre las lenguas y culturas. Tradicionalmente se hablaba de una traducción que tenía que ser transparente, objetiva, neutra. Pero en los últimos años se ha visto que esto no es válido, al contrario: la traducción es una actividad altamente ideológica. De hecho, ya no la consideramos solo una operación lingüística, sino más bien una operación ética, en la cual tenemos que hacer elecciones y elegir no solo el término más adecuado, sino toda la carga ideológica adecuada. Siempre se ha dicho que la traducción tenía que ser fiel. El que nos preguntamos hoy en día es: ¿fiel a quién o a qué?”, explica el profesor Santaemilia.

Diccionarios sesgados
Un par de capítulos del libro analizan la desigualdad de género que contienen los diccionarios. “Hasta no hace tanto se consideraba que los diccionarios, como repertorios lexicográficos, eran neutros. Pero ahora tenemos claro que no es así, porque el contenido está muy mediatizado por las personas que hacen los diccionarios. Y como hasta ahora la inmensa mayoría de quienes se dedicaban a esto eran hombres, se nota. Ahora, con la incorporación de más mujeres a estas tareas, ya notamos un cambio”, dice José Santaemilia. “Por ejemplo, en el Diccionario de Términos Jurídicos, que es una herramienta básica en la traducción jurada inglés-español, la mujer es descrita en términos sexuales y los hombres en términos profesionales, en las acepciones siempre se describe primero al hombre, las definiciones suelen ser en masculino genérico, y hay sesgos de género que podemos encontrar en la mayoría de diccionarios que son una discriminación hacia las mujeres”.

La moral sexual, obsesión de la censura
Los archivos de la censura franquista son una gran fuente de ejemplos de cómo se adaptaba la traducción para hacerla cuadrar con lo que se consideraba adecuado para la sociedad española de la época. “La censura franquista se preocupaba especialmente por lo que se decía sobre el régimen y las autoridades eclesiásticas, y también sobre la moral sexual. Los censores, que mayoritariamente eran religiosos, buscaban infracciones de estos aspectos: una palabra subidita de tono, referencias al divorcio o al aborto…”, indica Santaemilia. Sobre esto ha investigado Cristina Gómez Castro, del proyecto TRACE (acrónimo de traducciones censuradas) de la Universidad de León y autora de uno de los capítulos del volumen sobre la traducción de la novela norteamericana Rich Man, Poor Man (Hombre rico, hombre pobre en castellano). El libro contiene varias escenas con contenido sexual explícito y, por ejemplo, allá donde la protagonista femenina dice: “I’m horny and unlaid and disappointed” se tradujo como: “Estoy cabreada y defraudada” y se omitió la referencia al deseo sexual. En otras páginas se eliminaron frases enteras, o se tradujo como emoción donde el original decía erection o que me derrito por I’m coming, eliminando la referencia al orgasmo.

 

 

Traducción publicitaria, perpetuación de estereotipos

“En la traducción publicitaria los textos se tienen que adaptar en función de las lenguas y culturas de origen y de destino. Entre lenguas occidentales no suele haber demasiada dificultad, pero si entran en juego lenguas asiáticas o africanas la cosa se complica. Se tiene que ver qué cosas pueden afectar a los estereotipos básicos de cada sociedad, o qué cosas pueden ofender, por ejemplo. Y cuando hablamos de género, esto es fundamental, porque la conceptualización de un hombre o una mujer puede ser muy diferente de una sociedad a otra, y las traducciones literales seguramente no serán válidas”, dice Santaemilia.

En esta línea, Montse Corrius, Eva Espasa (las dos de la Universidad de Vic) y Marcella de Marco (de la London Metropolitan University) han realizado un experimento con estudiantes tanto de traducción como de publicidad que se han enfrentado a la traducción de varios anuncios audiovisuales. Y a pesar de que el estudiantado se decanta, en teoría, por evitar expresiones sesgadas y rechaza los estereotipos de género, “en la práctica son incapaces de evitar el uso del genérico masculino, que invisibiliza a mujeres y niñas”, según explican en el libro.

Hacia una ética traductora activa y responsable

Ante esta situación, el profesor Santaemilia apuesta por lo que denomina una ética traductora activa y responsable. “A la hora de traducir ya no podemos pensar en hacerlo con neutralidad; en realidad, traducir es decir las cosas de manera casi igual. Primero, porque no hay una correspondencia ni lingüística ni estructural exacta entre los idiomas. Pero, además, quien traduce tiene que añadir un compromiso personal. Y esto implica hacer elecciones”. 

Y concluye: “El traductor o traductora no es un ser invisible, en la tarea de la traducción deja siempre su impronta. Por eso, cuando se habla de la ideología y de la identidad, hay que añadir esta ética personal: yo soy responsable de lo que digo yo, y no de lo que dices tú. Y esto los diccionarios no dicen cómo se hace, porque, en el caso del género, entra en juego cómo entiendo yo la sexualidad, las relaciones entre los sexos, la posición del hombre y de la mujer en la sociedad, etc. Además, quien traduce se tiene que plantear también qué puede hacer para ayudar a las causas que considera justas, porque la traducción puede servir para darlas a conocer, para explicarlas. Es un compromiso personal pero también social”.