La ciencia y la tecnología levantan el vuelo en la ETSE de la mano del estudiantado de secundaria

  • 24 mayo de 2017
 
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SERGIO PEDREGOSA. Fotos: Miguel Lorenzo. José, David y Adrián son tres estudiantes de primero de bachillerato del IES El Grau, ubicado en el barrio del Cabañal. Han fabricado dos drones, y se sienten especialmente orgullosos de la función de uno de ellos: fotografiar las fachadas de las viviendas de la zona donde residen. «Tiene una función turística, porque los exteriores de muchas de las casas del Cabañal son propias de un estilo arquitectónico modernista genuino, diseñado para pescadores y no para burgueses», comentan los adolescentes.

Este proyecto se enmarca en la III Feria Aérea celebrada el viernes pasado en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería (ETSE) de la Universitat de València. En este encuentro, sesenta y un institutos de educación secundaria –de más de cuarenta municipios valencianos– presentaron los drones fabricados por su alumnado, diseñados con funciones específicas bajo criterios sociales y medioambientales. El objetivo del encuentro es aportar soluciones a algunos problemas de las localidades valencianas, como el mantenimiento de patrimonio histórico, la asistencia médica y farmacéutica o el control de plagas, entre otros.

En un stand con multitud de alumnos, el correspondiente al IES María Carbonell (Benetússer), se exponen dos aeronaves: una está diseñada para controlar la plaga del mosquito tigre en el pueblo; la otra tiene la función de controlar la sonometría en el municipio. De Ollería llega un grupo de estudiantes del IES El Vermellar que muestra dos drones que tienen tanto finalidades turísticas (captar imágenes de la localidad desde las alturas) como sanitarias (trasladar un botiquín provisional en caso de accidentes en la carretera hasta la llegada de la ambulancia).

Casi la totalidad del estudiantado de la III Feria Aérea destaca el mismo problema al que se han enfrentado en la construcción de las aeronaves: su peso. Alumnos de Benetússer narran como, en las primeras pruebas, el dron se iba de lado; una dificultad similar tuvieron en el IES El Grau. A su vez, el principal problema de El Vermellar fue la falta de tiempo. «No tuvimos casi tiempo para probarlo y se le saltaban las hélices», señalan.

Los tres institutos de enseñanza secundaria de Sagunto también participaron en el encuentro. Según el regidor de Educación, José Manuel Tarazona, el ayuntamiento de la capital del Campo de Morvedre ha invertido tres mil euros para facilitar la formación y el autoaprendizaje del alumnado, potenciar el uso de las nuevas tecnologías y elaborar proyectos que después se puedan aprovechar en la ciudad.

Así, el dron del IES Clot del Moro tiene el objetivo de realizar visionados de diversos edificios históricos de Sagunto y controlar el patrimonio industrial y cultural del municipio; y el del IES María Moliner se dirige al sector turístico en el área de socorrismo en las playas de Sagunto. Por su parte, el IES Eduardo Merello trabaja, junto con Acció Ecologista Agró, en un programa medioambiental de control y mejora de las aves en los parques de los dos núcleos urbanos saguntinos mediante la instalación de nidos y su continuo seguimiento con drones.

Tras el trabajo de todos estos alumnos, motivo de alabanza entre los asistentes, se encuentra el esfuerzo incansable de los profesores que han promovido la participación en sus centros. Es el caso de Cristina, quien imparte la asignatura de Tecnología en el IES María Carbonell de Benetússer y valora positivamente la experiencia para la implicación de los estudiantes. «Les ha gustado mucho, han trabajado, han puesto muchísimas horas y han aprendido», resume la docente.

El evento estaba organizado por El Caliedoscopio, una start-up con sede en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Según su director, Ricardo Domínguez, «desarrolla productos que abarcan los ámbitos sociales, culturales y científico-tecnológicos». En hacer posible la feria también han colaborado la Universitat de València, a través de la Cátedra de Divulgación de la Ciencia, así como el Cefire de Torrente y el Ayuntamiento de Valencia. La directora de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la Universitat de València, Paula Marzal, agradeció la participación y el esfuerzo del profesorado y alumnado en la Feria Aérea.

La educación es una de las tres líneas, junto a la comunicación social y la participación ciudadana, que siguen los proyectos desarrollados desde El Caleidoscopio. Fue precisamente esta motivación educativa la que los llevó a impulsar la iniciativa de la Feria Aérea, tal como explica Ricardo Domínguez: «Consideramos apropiado fomentar un uso constructivo de las tecnologías desde edades tempranas para que los niños aprendan que no solo pueden ser consumidores, sino que también tienen una responsabilidad social», destaca.

Una opinión con la cual coincide Jordi Peris, regidor de Innovación en el Ayuntamiento de Valencia. «El desarrollo de una actitud científica se ha de educar desde bien jóvenes. Actividades como esta ayudan a estimular esta clase de actitudes y aptitudes, especialmente en un contexto en el cual adquieren relevancia en detrimento de los conocimientos que son fácilmente accesibles», apunta Peris.

En la feria también se ha implicado el mismo estudiantado de la ETSE, algunos como voluntarios. Alexei estudia el último curso de Ingeniería Electrónica de Telecomunicación y se muestra satisfecho de ver tal afluencia de institutos y proyectos. «Estas iniciativas sirven para perderle el miedo a la ciencia, para aprender». Por un día, la Escuela de Ingeniería se ha convertido en un espacio de encuentro entre personas que han decidido dedicar su vida a la ciencia y jóvenes que aún no han salido del instituto pero que, quién sabe, podrían seguir sus pasos algún día.

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