El cine suspende en igualdad de género

  • 23 noviembre de 2017
 
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Anna Boluda. FOTOS: Miguel Lorenzo

¿Qué efecto tienen Wonder Woman o Torrente en nuestras ideas sobre el género? ¿Y las películas de Disney o las sagas de superhéroes musculados? En otras palabras: ¿los roles masculinos y femeninos que aparecen en el cine, las series y los medios de comunicación, son un reflejo de la sociedad en que vivimos o contribuyen precisamente a fomentar estos estereotipos? Esta fue la pregunta central de la jornada ’Princeses, feminazis, superherois i machirulos. Rols i estereotips de gènere en els anys 90 i 2000’, celebrada el pasado jueves 16 de noviembre en la Facultad de Geografía e Historia y organizada por un grupo de estudiantes del Máster de Gestión Cultural. Se trata de una de las actividades del ciclo Parlem d’art, impulsado por el Servicio de Información y Dinamización de la Universitat de València (SeDI).

“Nos interesaba mucho reflexionar sobre los roles de género, tanto los masculinos como los femeninos, porque pensamos que no se pueden analizar los unos sin los otros. La idea de la jornada es analizar cine y series des de un planteamiento sociológico y acercar al público universitario una perspectiva feminista de los medios audiovisuales”, explica Anna Andrés, una de las estudiantes organizadoras de la jornada. La respuesta fue masiva: más de trescientas personas inscritas, entre público de diversas facultades de humanidades y estudiantado también de fuera de la Universitat, de bachillerato y de ciclos formativos de integración social.

Superhéroes: prototipo de machos alfa

Los superhéroes son “hombres de acción, agresivos, que hacen una exhibición constante de su masculinidad, con un cuerpo musculado, líderes indiscutibles de su grupo y con una valentía constante que incluso los trae a ponerse en riesgo a menudo. Y, además, controlan las tecnologías a la perfección”, según describió Juan Antonio Rodríguez del Pino, antropólogo y profesor de la Universitat de València. “Es decir, los superhéroes marcan un prototipo de masculinidad que deja fuera los hombres normales”. Y esto tiene consecuencias “tanto en la manera en que los hombres nos relacionamos con otros hombres como a la hora de relacionarnos con las mujeres; este modelo enseña a los hombres que pueden conseguir todo lo que quieren, incluidas las mujeres, porque ellos son los que mandan”.

Para Rodríguez del Pino, es evidente que los medios audiovisuales refuerzan los estereotipos de género porque, además, “los modelos alternativos de masculinidad están invisibilizados”.

El peligro del efecto Torrente

El personaje de Torrente, creado e interpretado por Santiago Segura, sería un ejemplo extremo de un machismo exacerbado. Y esto, según explicó Antonio García, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, conlleva un efecto muy peligroso: “Ante conductas tan aberrantes, muchos hombres pueden pensar que ellos no lo hacen tan mal y que, por lo tanto, los machistas son los otros, los Torrente de la sociedad. Y así se frena el cambio social. Los personajes machirulos, actualmente muy frecuentes en las producciones audiovisuales, no hacen reflexionar, sino que justifican las conductas habituales: yo no soy machista porque no soy como Torrente”.

García remarcó, además, que vivimos un momento de exaltación de la masculinidad como respuesta a la demanda de igualdad por parte de las mujeres, que algunos hombres ven como un riesgo para sus privilegios. “Esta transformación hacia la reivindicación del orgullo masculino está generando un clima de más violencia y más agresividad”.

La cartelera del día, territorio masculino

Con un repaso a la cartelera cinematográfica, Àurea Ortiz, profesora de Historia del Cine en el Departamento de Historia del Arte de la Universitat de València, demostró las grandes desigualdades en la industria audiovisual. De hecho, el porcentaje de películas dirigidas por mujeres entre las estrenadas en España el año pasado no llega al veinte por ciento. Y se trata, normalmente, de historias intimistas y con poco presupuesto, no de grandes producciones.

También hay pocas protagonistas femeninas. “Básicamente, las películas explican historias de hombres que hacen cosas, y el relato se conforma a partir de su punto de vista. Los personajes femeninos son el detonante de la acción masculina, como es el caso cuando las tienen que salvar, o bien son el objeto de deseo masculino. La sexualización del cuerpo de las mujeres es una constante”, según Ortiz. 

Aun así, algo está cambiando, con Wonder Woman como ejemplo más claro: una superheroína con características propias y no solo una simple transposición de un superhéroe con cuerpo de mujer, y en formato de una gran superproducción de Hollywood dirigida por una mujer. 

Ciencia ficción feminista: otro mundo es posible

En contraposición al discurso mayoritario del cine más comercial, Capitolina Díaz, catedrática de Sociología en la Universitat de València, explicó diferentes ejemplos de ciencia ficción feminista. “Este género literario y cinematográfico supone una crítica abierta a la cultura dominante, con el planteamiento de sistemas sociales en los cuales no existe la supremacía masculina ni la desigualdad de géneros”, explicó. Se trata, según los casos, de mundos donde solo hay mujeres, donde los personajes son asexuados o hermafroditas según les convenga, donde se invierten los roles entre hombres y mujeres, o donde la sexualidad solo tiene valores reproductivos, sin ningún otro estereotipo asociado. 

“La ciencia ficción feminista permite cambiar el mundo a través de la creación. ¿Pero quién dice que no podemos cambiar también la realidad?”, concluyó Capitolina Díaz. 

Entrenar la mirada crítica

La jornada incluyó un taller, a cargo de la activista Alicia Moragues, para ofrecer herramientas que ayuden a identificar el trato de los roles de género y analizar el cine y las series con una mirada crítica.

Una herramienta muy útil es el conocido como test de Bechdel, que analiza las películas en función de tres requisitos: que haya, al menos, dos personajes femeninos; que en algún momento de la trama hablen entre ellas; y que esta conversación no trate sobre un hombre. Un requisito añadido sería que estos personajes femeninos tengan nombre propio en la película. 

Otro test, denominado del sombrero, consiste a intentar sustituir un personaje femenino por un sombrero (o cualquiera otro objeto insignificante) y comprobar si la trama continúa siendo coherente. El principio de la Pulgarcita define aquellas películas en que un grupo de personajes masculinos se ve acentuado por la presencia de una mujer solitaria: lo masculino es normal y lo femenino es la excepción; los hombres tienen papeles concretos, ella simplemente es la chica

“Si una película no pasa el test de Bechdel, cae en estereotipos flagrantes de género y cumple el principio de la Pulgarcita, seguramente no será una muy buena película”, se señaló en el taller. 


 

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