Julián Blanco: «Con Solar Orbiter queremos estudiar cómo aquello que ocurre en el Sol afecta a las zonas más próximas a nosotros»

  • Mètode
  • 10 febrero de 2020
 
Julián Blanco, doctor en Física solar e investigador de la UV
Julián Blanco en el Laboratorio de Procesamiento de Imágenes (IPL) de la Universitat de València. / Foto: Andrea Casas.

Julián Blanco Rodríguez es doctor en Física Solar y forma parte del Departamento de Ingeniería de la Universitat de València y del Laboratorio de Procesado de Imágenes. Sus aportaciones a esta rama del conocimiento se focalizan en el estudio del campo magnético y la heliosismología de nuestra estrella, que consiste en el análisis y la interpretación de las oscilaciones que se producen en la superficie solar. Ha firmado numerosos artículos científicos al respecto y ha participado y continúa participando en proyectos de importancia internacional como las misiones Sunrise (2009), destinadas al estudio del campo magnético del Sol; concretamente, al desarrollo de los instrumentos principales de la misión espacial, el IMaX (Imaging Magnetograph eXperiment) y TuMag y SCIP.

Ahora, se encuentra inmerso en uno de los proyectos más ambiciosos en el campo de la física solar hasta el momento: el lanzamiento de la sonda Solar Orbiter (SolO), programado para esta semana desde Cabo Cañaveral, en Florida. Con esta misión espacial, el satélite Solar Orbiter observará zonas nunca exploradas como por ejemplo los polos solares. Además, la combinación de instrumentos in situ que analizarán las partículas del viento solar junto con instrumentos remotos que captarán imágenes de altísima resolución convierten la Solar Orbiter en una fuente de información inigualable.

Julián Blanco es el responsable del simulador de uno de estos instrumentos remotos, el espectropolarímetro SO/PHI, encargado de obtener imágenes del Sol que servirán para medir el campo magnético y los flujos de velocidad de la estrella. También participa en la definición científica del instrumento que, en su opinión, ha supuesto una contribución «espectacular» tanto en el ámbito laboral como en el avance científico que puede aportar la misión. Y es que, como bien explica Blanco, en un mundo donde todos dependemos del correcto funcionamiento de la tecnología, el estudio del Sol y cómo afecta a la Tierra es fundamental.

La pregunta central que aborda la misión Solar Orbiter es cómo el Sol crea y controla la heliosfera.

Sí, finalmente ese es el objetivo. Queremos estudiar la evolución del Sol; cómo van cambiando sus campos magnéticos, y cómo la actividad solar va influyendo en toda la heliosfera, sobre todo de cara a la Tierra. Es decir, cómo aquello que ocurre en el Sol afecta a las zonas más próximas a nosotros. Estudiaremos el Sol para ver cómo es por dentro y cómo cambia en la superficie; cómo esto se va propagando a las capas más externas de la atmósfera solar y, desde allí, como las partículas que salen del Sol avanzan por el espacio y acaban llegando hasta la Tierra.

En el artículo que publicó con Enric Marco y José Luis Gasent Blesa en MètodeViaje al infierno del Sol, se aseguraba que «el Sol también puede representar un riesgo para la civilización actual». ¿A qué os referíais?

Actualmente, el problema más grande es que dependemos mucho de la tecnología. Los satélites, los GPS, incluso espacios en la Estación Espacial Internacional, los astronautas que hay por allí fuera… Todo esto se ve afectado por la influencia del Sol, por los estallidos que ocurren en la estrella y que lanzan materia muy energética al espacio hasta llegar a nosotros. Estas partículas cargadas pueden crear interferencias en los satélites o, incluso, llegar a estropearlos físicamente. Cuando son muy energéticas y crean interferencias en las comunicaciones pueden provocar desde una cosa tan sencilla como que no funcione bien un teléfono o que se estropee el internet por satélite, hasta que la economía global que se gestiona por estos medios o los sistemas GPS de navegación de barcos y aviones se puedan ver perturbados por estas interferencias.

¿Cómo puede la misión Solar Orbiter aportar soluciones a estos peligros?

Solar Orbiter corresponde más a la ciencia básica: estudiar el Sol y ver cómo se pueden relacionar unas cosas con las otras de cara a estudiar la meteorología espacial. Por ejemplo, en el Sol ahora mismo hay una mancha solar muy grande. Esto generará que el campo magnético se reconecte y que el material que está en las capas superiores salga disparado y venga hacia nosotros por la forma que tiene el campo electromagnético en el espacio. Por lo tanto, en unas horas o en unos días llegarán partículas muy cargadas y hay que protegerse de ellas. La misión se centra en la parte de entender la física y modelar aquello que ocurrirá, es decir, qué se prevé y cómo tenerlo en cuenta.

A veces parece que la comunidad científica se ve en la obligación de aumentar constantemente los beneficios que tiene para la sociedad un proyecto científico recordando que la ciencia tiene una utilidad material o tangible en la vida de las personas.

Es la lucha de siempre: defender la ciencia básica del estudio de las cosas frente a las aplicaciones prácticas. Al final, toda la ciencia básica acaba repercutiendo para bien en la sociedad. Por ejemplo, saber cómo funciona el Sol acaba implicando saber cómo protegerse de la estrella. Fabricar satélites para estudiar más de cerca el Sol nos ayuda a desarrollar tecnología que se podrá aplicar en otros ámbitos para hacer desde vitrocerámicas hasta pantallas de los móviles. Hay cosas que se pueden justificar más a corto plazo. Haremos modelos del Sol para ver cómo nos afecta y qué podemos esperar: ¿Cuándo se apagará el Sol? ¿Cómo cambiará en los próximos años? Esto nos afecta directamente. Pero después hay una serie de cosas más a largo plazo que no se pueden justificar tan de repente.

¿Por qué se ha retrasado en varias ocasiones la misión [el lanzamiento ha pasado del 5 de febrero al 7 y de este día, al 9]? ¿Cuáles han sido los retos más complicados de afrontar y solucionar?

En concreto, esta es una misión que tiene una serie de novedades. Por un lado, el Solar Orbiter se acercará mucho al Sol; por lo tanto, hay que desarrollar una tecnología, en este caso, un escudo térmico, para protegerlo de su radiación. Además, la órbita que seguirá está fuera del plano Tierra-Sol para poder estudiar mejor los polos de la estrella, ya que desde el plano en el que se encuentra la Tierra vemos los polos completamente deformados. La idea es salirse de este plano de la Tierra para poder verlo desde otra perspectiva. Hacer esto requiere una serie de impulsos gravitatorios. Requiere que el satélite se acerque a Venus para que le de un empujón, como una honda, y requiere unos cálculos y unas órbitas muy precisas que no se pueden hacer en cualquier momento, solo en bloques de fechas determinados, las ventanas de lanzamiento. Si no llegas a tenerlo todo preparado para una de estas ventanas, quizás tienes que esperar seis meses más para poder intentarlo. Por otro lado, la misión se compone de diez instrumentos, cada uno desarrollado por un consorcio de instituciones distinto y con tecnologías diferentes. Son tecnologías nuevas que se tienen que ir comprobando, desarrollando, fabricando los instrumentos… Incluso algunas tecnologías están limitadas por los materiales: quizás necesitas un conductor de oro o de otro material que solo se produce fuera de la Unión Europea y hay que esperar por los plazos de fabricación y de entrega, o por dificultades aduaneras. A esto hay que añadir la dificultad de integración de los diez instrumentos en el satélite, la alineación y las pruebas que hay que realizar a todo el sistema completo. Todo esto impacta en la agenda de la misión.

El Solar Orbiter está previsto que resista cambios de temperatura que oscilarán entre los 500 °C y cerca de -150 °C en las partes que permanecen a la sombra de la estrella. ¿Cómo lo habéis conseguido?

Para poder mirar los polos de la estrella, la órbita que sigue Solar Orbiter es muy elíptica: se acerca al Sol en un momento y después se aleja casi a la distancia de la Tierra. Se ha desarrollado un escudo en la parte frontal del satélite para protegerlo cuando esté muy cerca del Sol. Ese escudo hace que la parte posterior del satélite, que es donde se encuentran todos los instrumentos, no sufra, no tenga que soportar la radiación a esa temperatura. Está todo preparado para que siga funcionando bajo cualquier circunstancia: que no se congelen los materiales cuando están muy lejos y que el escudo térmico resista lo suficiente cuando esté cerca.

Lee la entrevista completa en la web de Mètode.

Sofia Llàcer Esparza, estudiante de Periodismo de la Universitat de València.

Entrevista publicada el 6 de febrero de 2020 en la web de la Revista Mètode.